domingo, 30 de noviembre de 2014

"EN LA INTIMIDAD"

                                      

                                             CAPÍTULO 10

                 Mi amigo Fernando y la señora Asunción, sentados en la mesa de la cocina bebían sendos vasos de tequila, y por supuesto, la botella se mantenía junto a ellos. Al parecer el mundo de dejó de existir para los dos. Una risa tras otra y, un trago a continuación del siguiente para motivar el instante.
__ ¿Se divierten? –fue una pregunta tonta y fuera de lugar, pero la rabia carcomía mi interior.
__ ¡Nos estamos tomando unos tragos! –dijo entre risas Fernando.
__ ¡Has llegado en buen momento entra! --afirmó la señora Asunción con el vaso de tequila en la mano-- ¡Justo ahora le iba a contar al joven Fernando mi vida íntima!
                 ¿Su vida íntima? ¿Qué tenía pensado contarle a Fernando de su vida íntima? ¿Qué le estaba sucediendo esta noche a la señora Asunción? De sólo pensarlo me tiemblan las piernas.
__ ¿No quiere beber algo vecino?
                 Con el desparpajo más grande la señora Asunción sin esperar mi respuesta se levantó de la silla y fue en busca de un vaso.
Lo llenó de tequila, y me lo brindó.
__ ¡Toma, bebe, lo necesitarás, esta noche escucharás mis secretos mejores guardados joven vecino!
                 Dios mío, qué le está ocurriendo hoy, ¿habrá luna llena para que influya de esta manera en el comportamiento de mis invitados?, no lo sé, pero del modo en que me ha llamado “vecino” me hace pensar en demasiadas cosas a la vez, y ninguna de ellas buenas.
__ ¡Pero ven, siéntate a nuestro lado para que no te pierdas el más mínimo detalle mi vecino querido!
                 Nuevamente vecino, pero en esta ocasión acompañado de la palabra querido, “mi vecino querido”, esto no está bien, naturalmente que no. ¿Hasta dónde pretende llegar? ¿Hasta la relajación total? ¡Y de la manera en que bebe poco le faltará! Yo diría que la voz de la señora Asunción ha hecho una modulación bastante sospechosa, o al menos comprometedora a mí entender. Irremediablemente esta noche los duendes y las musas, se hallan del lado de la sensual Asunción. ¡Hasta mencionar su nombre me produce un placer incuestionable!
__ ¡Señora Asunción, perdóneme, pero lo que está bebiendo no es agua!
__ ¡No se me ha olvidado mi “vecino querido”, por esta razón necesito beber algunas copas para contar mi historia!
                 Esta mujer se empeña en contar su historia, ¿qué necesidad tiene para ello?, ¡un momento!, hasta este instante quería saber más de su vida íntima, hasta el punto de espiarla, naturalmente, siempre por motivos profesionales, el estudio de “mirador unificador” del que les he hablado, pero, ya no sé qué decir.
__ ¡Tiene toda la razón señora Asunción, o, perdón, siempre lo olvido, Asunción! --y Fernando la miró con carnívoros ojos. Entonces, sorpresivamente se levantó, se acercó a ella hasta inclinar el torso sobre la mesa, tomó la mano de Asunción que aún sostenía el vaso, y por unos segundos la mantuvo unida a la suya.-- ¡Déjeme llenarle el vaso! ¡Asunción! --mi amigo se estaba metiendo en camisa de once varas.
__ ¡Muchas gracias joven, o, perdón, Fernando, mi querido y amable Fernando!
                 Esto se estaba pasando de castaño oscuro. Estos dos si continúan así terminarán……., mejor me callo la boca para no alebrestar a los demonios ocultos.
__ ¡Si les parece bien podemos ir hasta el salón con los demás! --lo dije para intentar cambiar el rumbo de la situación.
__ ¡No! ¡No, aquí estamos a gusto! --y Asunción de un golpe, bebió nuevamente el contenido de su vaso.
__ ¡Sí, es verdad, aquí estamos a gusto, pero si tú lo deseas puedes ir con ellos, nosotros tenemos mucho de qué hablar! –no era el mismo, naturalmente que no lo era, Fernando se había desenfrenado, estaba ligero, libre, como nunca antes lo percibí.
__ ¡Está bien, nos quedamos……..! --y Fernando no me dejó terminar la frase.
__ ¡Pero si tú quieres puedes ir……..! --y yo, por motivos lógicos, no pude ser menos.
__ ¡No, me quedo, con vosotros! --y sentenciando con rotundidad, me bebí de un golpe, como la señora Asunción, el vaso de tequila, y me serví otro, y para dentro, hasta la última gota.
__ ¡Ese es mi niño!
                 “¡Ese es mi niño!” ¿Qué dice? ¿Cómo me puede decir que soy su niño? ¡Soy un hombre, hecho y derecho! ¡Miren ustedes que soy tan hombre que la espío a todas horas! Bueno, a todas horas no, solamente cuando mis obligaciones me lo permiten, que es en realidad......., bueno, es igual, da lo mismo, soy un hombre, el  vecino mirón, quiero decir, el estudioso vecino, el “mirador unificado”, el que la observa para cotejar parámetros y profundizar en el examen de......., a la mierda con los conceptos. ¡Sí, la miro, la escudriño, la analizo, de arriba abajo, sin perderme un detalle! ¡Y cuando ella no se desnuda, yo lo hago, la desnudo más allá de la piel, hasta desearla con todas mis fuerzas, hasta la extenuación, hasta la locura, y “hasta el infinito…….!” ¿Qué estoy diciendo dios mío? ¡Esta mujer me está volviendo loco! ¡Pero es verdad, no puedo cerrar mis ojos sin que la imagen de la señora Asunción, de mi amada Asunción, no aparezca en mi memoria!
__ ¡Lléname el vaso Fernando! --la cara de Fernando representaba una cara de pocos amigos.
__ ¡Y a mí también por fa…….! --Asunción como agua para chocolate, se desparramó sobre la mesa.
__ ¡Un momento, voy al baño y, vengo rápido! --me salió del alma la frase.
__ ¡Te puedes demorar todo lo que quieras! --señaló Fernando.
__ ¡Eres malo, muy malo jovencito! --y los pechos de Asunción con extrema ligereza poseyeron con voluptuosidad la mesa.
__ ¡En un plis plas estoy aquí! --dije.
                 Y diciéndolo, salí por la puerta como alma que se lleva el diablo.
__ “…….¡bésame, bésame mucho, como si fuese esta noche la última vez……., pero, bésame…….!”
                 Desde el pasillo escuché cantar a mi vecina Asunción, y sentí que el cielo tocaba la tierra. ¡No, mi intención no era ir al baño! Tenía que llegar al salón cuanto antes para comprobar por mis propios ojos el estado en que se hallaba el señor Mariano. Asunción llevaba algunas copas de más, si él llevase la misma cantidad con el mismo efecto, no habría que lamentarse, los dos bebían como cosacos; pero sino, sería sumamente peligroso que de repente el señor Mariano se presentase en la cocina y viese a su mujer en un descontrolado y rimbombante desahogo.
                 Mi sorpresa fue mayor. En el salón mis amigos conversaban, bailaban y bebían despreocupadamente, como cualquier joven en una fiesta más; pero el señor Mariano no se hallaba entre ellos. ¿Dónde se habrá metido este hombre?
__ ¿Quieres bailar?
                 Susana, una amiga que desde hace mucho tiempo ronda mis pasos, pero que yo no la tomo en cuenta porque mis asuntos vecinales me ocupan el resto del día, se acercó a mí agitando ampulosamente la cadera.
__ ¡Ahora no, quizás más tarde!
__ ¡Eso dices siempre, ven, vamos a bailar!
__ ¡No, ahora no, de verdad que…….!
__ ¿Cómo que ahora no puedes? ¡Bailarás conmigo sí o sí!
                 Y no alcancé a decir nada más. Cuando me vine a dar cuenta los brazos de Susana rodeaban mi cuello, y sus hábiles pies me condujeron al centro del salón. ¡Roberto Carlos! Gritó Susana. “¡Cama y mesa por favor!” Y una cómplice mano fue hasta el equipo de música y cambió definitivamente el intérprete y el ritmo para complacencia de mi amiga.
__ ¡Esto sí es música para bailar! --y los labios de Susana susurraron en mis oídos.
__ ¡…….! --no pude articular palabra.
__ “¡Cama y mesa!” ¿No te llegan de repente los recuerdos? --y sus diestros dedos se internaron en mi nuca deslizándose con maestría hasta embelesar el final de mis cabellos.
                 ¡Claro que me llegan los recuerdos! ¿Cómo no me van a llegar? Me llegaron nada más al escuchar el nombre de Roberto Carlos. No es de nuestra época el artista, lo descubrimos por nuestros padres, ellos lo escuchaban sin parar, y desde entonces, lo hicimos nuestro. Es el cantante fetiche de la pandilla. ¡Siempre, pero siempre, al terminar una velada, reunión, o fiesta, terminamos bailando o escuchando a Roberto Carlos! Esta afinidad colectiva nos ha unido más. Somos una pandilla amante de letras melosas y, perecederas melodías. No lo sé, pero tengo la sensación que esta actitud hacia este tipo de música, nos ha hecho mejores personas; pero no debo ser yo el que haga estos comentarios.
__ “¡Cama y mesa!” --y mis párpados cayeron de golpe.
                 Simplemente me dejé llevar por el momento.
__ “¡Quiero ser tu canción desde principio a fin, quiero rozarme en tus labios y ser tu carmín. Ser el jabón que te suaviza, el baño que te baña, la toalla que deslizas por tu piel mojada. Yo quiero ser tu almohada, tu edredón de seda, besarte mientras sueñas y verte dormir yo quiero ser el sol que entra y da sobre tu cama, despertarte poco a poco, y hacerte sonreír…….!”
                 Susana mantuvo los dedos de sus manos viajando por mi pelo mientras cantaba a la par con Roberto Carlos. Lánguidamente las letras desarticuladas se iban uniendo hasta conformarse en palabras, hondas palabras que penetraban por mis sentidos hasta conquistarme el cerebro. Y una vez allí, de jedé de ser yo mismo, fui otro, o más bien no fui nada.
__ “¡…….Quiero estar en el más suave toque de tus dedos, entrar en lo más íntimo de tus secretos, quiero ser la cosa buena, liberada o prohibida, ser todo en tu vida…….!”
            Y fue cuando mis dedos dejaron de ser imparciales y removieron su espalda. Las palmas de mis manos se ahogaron entre los pliegues de su vestido y, ya si sentido, me pidieron a gritos hurgar en su piel. Tocarla, sentirla sin disfraces ni intermediarios contactos. Ella y yo. Únicamente los dos.
__ “!…….Todo lo que me quieras dar quiero que me lo des, yo te doy todo lo que un hombre entrega a una mujer, ir más allá de ese cariño que siempre me das, me imagino tantas cosas, quiero siempre más…….!”
                 No deje que cantase, no la dejé. Y me sumé a la voz de mi amigo Roberto Carlos. ¡Canté, cante, no como los ángeles, pero canté! No sabía muy bien cuál era mi verdadera intención, pero esta vez fui yo el que le susurró al oído.
__ “!.......Tú eres mi dulce desayuno, mi pastel perfecto, mi bebida preferida el plato predilecto, yo como y bebo de lo bueno y no tengo hora fija, de mañana, tarde o noche no hago dieta…….!”
                 Los ojos de Susana se desbocaron, irremediablemente se desbocaron, más allá de sus órbitas, de sus contornos y sus raíces. Antes de terminar la frase mis labios ya habían besado el lóbulo de su oreja, su cuello, y su barbilla. Un penetrante beso que terminó por distender los poros de su piel.
__ “!…….Y este amor que alimenta a mi fantasía, es mi sueño, es mi fiesta, es mi alegría, la comida más sabrosa, mi perfume, mi bebida, es todo en mi vida…….!”
                 Susana tomó la iniciativa y volvió a cantar, pero esta vez mirándome a los ojos. Bendita profundidad hallé en ellos. Unos ojos que me calaron las entrañas y las mismas vicisitudes. Unos centímetros, apenas unos pocos centímetros separaban su boca y la mía.
__ “!.......Todo hombre que sabe querer, sabe dar y pedir a la mujer,
lo mejor y hacer de este amor, lo que come, que bebe, que da, que recibe.
                 Y sucedió. Canté una vez más, pero esto no fue lo revelador. Lo revelador fue mi boca, que no se detuvo y, continuó camino hasta llegar a unos montes sinuosos, carnosos como fruta prohibida, y sin previo aviso se adhirieron a los mismos como inquilino de caracol que no ha dejado jamás de pagar su renta.
__ “!.......El hombre que sabe querer, y se apasiona por una mujer, convierte su amor en su vida, su comida y bebida, en la justa medida.
                 Mi lengua y sus manos hicieron de las suyas. Una dentro de su cálida y bucal gruta, y la otra, por el interior de la cremallera de mi pantalón. Juguetonas manos que hacen perder la ubicación en el espacio. Uno, dos, tres, cuatro, infinitos besos que continuaron sin aliento de un lado a otro. Izquierdas y derechas, cuatro manos que no se conformaron con la quietud y exploraron nuevos territorios. El tequila, Roberto Carlos, la candente cercanía, los impulsos, las sensaciones, la soledad, los motivos, las disueltas intenciones, la baja intensidad de la luz……, no sé qué fue, pero no pude más.   
__ “!.......El hombre que sabe querer……., ¿quieres hacer el amor conmigo señora Asunción!”

CONTINUARÁ……………………………………….

                 

domingo, 23 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

                                             "LA VISIÓN"
                                                 (La playa)
(CAPÍTULO XXXVII)
                Al despejar el camino hacia el interior materno brotó la naturaleza. Una perfecta flor con su variedad de pétalos guardaba Diana en su vagina para que Álvaro la conquistase. ¡Pueden imaginar lo que anhelen, pero cinco pétalos de colores variados sorprendieron la mirada del joven! En algún momento Diana deposito la sorpresa para atrapar a su amado, o quizás siempre estuvo allí, eso no lo llegó a saber el joven Álvaro.
__ ¡Es para ti mi amor! ¡Te mereces mucho más, pero la magia es lo que importa! --dijo Diana.
__ ¡Me has dejado sin palabras! ¡No esperaba artimañas! --le contestó Álvaro --¡Déjame seguir buscando por si encuentro algo más!
                El joven extendió sus manos y despejó sus dedos con la misma habilidad que un prestidigitador. Acto seguido los fue colocando uno a uno, los diez, sobre el misterioso laberinto carnal expuesto ante sus ojos. Posiblemente en el viejo mapa de la isla del tesoro los jeroglíficos no fueron tan complicados como la interminable vagina de su amada. Los dedos los movía con arte sobre la piel incidiendo en cualquier duda. ¡Diana emanaba placer por todos sus contornos!
__ ¡Así mi amor! ¡Busca! ¡El que persiste encuentra! --le imploraba Diana retorciendo las piernas-- ¡Tienes unos dedos como los de un concertista! ¡No! ¡No! ¡No los dejes de mover!
                Las manos de Álvaro viajaban de un lado a otro por toda la geografía vaginal de Diana sin detenerse en ningún espacio. Al llegar al pubis se detenía, pero acto seguido los dedos continuaban en sentido contrario hasta encontrarse con el monumental ano repleto de pliegues armoniosos que invitaba al descanso. Aun así, Álvaro no dejó de deslizar sus manos con arte sobre el maravilloso y carnal teclado.
__ ¡Voy a cerrar los ojos para ver la sinfonía que tocas sobre mí!
                 Y Diana levantó la cabeza hacia el infinito, respiró, y dejó caer sus angostos párpados.
__ ¡Silencio, comienza la ejecución!


CONTINUARÁ..................................

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



(CAPÍTULO XXXVI)
                                             
                                               "LA VISIÓN"
                                                (LA PLAYA)
                Miró y vio. ¡El que busca encuentra! Fueron los pensamientos de nuestro querido Álvaro, que continuó su exploración y alcanzó a destapar sorpresas por el íntimo y floreado camino que había emprendido. No fue suficiente que los muslos de Diana se abriesen y se cerrasen continuamente, él deseaba una visión más específica y personalizada de su objetivo.
                Acercó el dedo pulgar e índice hasta la vulva de Diana. Se detuvo en la misma y, poco a poco, y gradualmente, la fue dividiendo, del mismo modo en que el telón sube la noche del estreno en un teatro. Una comparación distante, pero afin en referencia al éxtasis y a los ocultos enigmas.
                 Ante sus ojos se hizo la luz para dar paso a la majestuosidad de un mundo que nunca antes había explorado.
                 ¡No es lo mismo penetrar una vagina por simple intuición, que disfrutar con la sensación de saber hasta dónde llegaremos cuando se traspasa el umbral!
                 Esto lo tenía muy claro Álvaro, que a petición y en su propio deleite, se adueñó y asaltó la fortaleza impenetrable que ocultaba entre sus piernas Diana.
                Álvaro podía explorar con la potencia de su falo el interior de la vagina de su chica, pero jamás descubrirla, poseerla en esencia.
                 Era conocedor sus recovecos y sus partes más blandas. Y sabía encontrar la humedad deseada hasta saciar cada uno de los poros de su piel. El eterno laberinto de su amada lo conducía a la perdición que demandaba, y por ello estaba dispuesto a entregarlo todo a cambio de nada, o por lo menos, de una entrega sin marcados finales.
                 Nunca se pudo quejar Álvaro, siempre fue complacido en sus penetraciones; pero ahora él, y ella, deseaban una cúpula de cierta manera más sutil, ligera, imperceptible desde cualquier ángulo.
                En esta ocasión los dos buscaban una penetración visual que fuese capaz de subliminal las anteriores demostraciones directas de afectos. Diana se encontraba a gusto sabiendo que Álvaro disfrutaba con la vista panorámica de su extendido monte sobre la cara. Él se quedó sin palabras al despejar con sus dedos el camino hacia lo recóndito.
                 El mar llegaba con sus olas rompiendo con destreza los cuerpos de los amantes. ¡Posiblemente la verdadera intención sería borrar la más mínima huella de sus acciones; pero los amantes, no estaban dispuestos a renunciar a este privilegio!
                Después de despejar algunas curvaturas, Álvaro tropezó con la primera sorpresa de la detallada mañana. Sus ojos se iluminaron al ver lo que ocultaban los primeros pliegues apartados. ¡Detrás de los mismos se hallaba el milagro!


CONTINUARÁ..............................

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(CAPÍTULO XXXV)
                
                 Ella estaba en una posición óptima, pero le faltaba el toque final para acomodar su cuerpo. Fue entonces cuando Álvaro utilizando sus manos de pala, agrupó un montón de arena bajo su cuello, y con arte e intuición creo una sólida almohada para descansar la cabeza sobre la misma. Ahora podía aguantar años observando la vagina de su amada sin que el cansancio hiciese mella en él. Así lo hizo Álvaro y, sin prisa, centró la mirada en el complejo meandro de curvas sinuosas que tanto le apasionaba.
                 ¡Posee la complejidad de un cerebro, infinidades de líneas que conducen a un galimatías de formas! ¡Eso es, líneas, eternas lías! ¡¡Aleluya!! ¡Ahora lo comprendo todo, Diana, al dibujar sobre la arena con los pies me ha querido mostrar el perpetuo mapa que conduce a lo desconocido, al entrañable mundo maternal! ¿Cómo no me he dado cuenta antes? ¡No soy más que un iluso, un tonto que hasta ahora se ha dejado llevar por las falsas apariencias que se colocan ante nuestros ojos! ¡Esas primorosas líneas que me llevan a la perdición! Los sentidos, la voz, y el conjunto de Álvaro no cabían en sí mismo, y deseaba compartir su dicha con su amada.
__ ¿Alguna vez te han dicho que tienes los trazos marcados y firmes como los de la palma de la mano?
__ ¡No sé si es un piropo, pero me han gustan las palabras que he escuchado! ¡Nunca me lo habían dicho! --le contesto Diana con zalamería.
                Álvaro la tomó por la parte externa de sus muslos y la invito a cerrar las piernas. De esta forma Diana se puso casi de pie ante la mirada de su amado.
__ ¿Ves? ¡Ahora es una verdadera concha de mar! -le dijo Álvaro sin perderse el más mínimo detalle-- ¡Primero se hallaba desplegado ante mi cara como un mapa con sus ocultas claves que invitaba a descubrir el fabuloso tesoro! ¡Pero en este momento se ha transformado en un cuenco milagroso! ¡Quiero ver cómo se distribuyen los labios al abrirlos y al cerrarlos!
                Y sin perder un segundo Álvaro obró en sentido contrario, despejando los muslos de Diana. Separó uno del otro. Una, dos, tres, cuatro, y las piernas de la amada se alejaban y se acercaban con un leve movimiento de la mano del joven; como por arte de magia. De esta manera los labios mayores y menores no fueron capaces de hacer el menor comentario al margen.
__ ¡¡T-e-a-m-o!! -le dijo Diana articulando las palabras al mismo ritmo que las contracciones brotaban de su vagina.
__ ¡Sigue no te detengas! ¡He descubierto que tu clítoris toma la forma de un trébol de cuatro hojas! --lo señaló Álvaro con la sutileza de un experto detallista.
__ ¡Tú eres el que me hace transformar! ¡Resiste! ¡Te queda mucho por explorar! ¡Puede que te encuentres con sorpresas por el camino! --al parecer Diana sabía de qué hablaba.
__ ¡Veo la piel que se ahoga en una rugosidad, para continuar en un monte violento y abrupto que no se conforma con la quietud! Tienes unos labios gruesos y potentes que definen tu ingle dándole una continuidad infinita. ¡Me quedaría toda una vida contemplando tu vulva hasta descubrir lo que no me ha dejado ver!

                No es que Álvaro estuviese en la fase final de su contemplación, no, es que las horas y los días serían algo menos que nada para su talento desbordante de inagotable explorador. 

CONTINUARÁ...................................

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(CAPÍTULO XXXIV)
                                            

                                              “LA VISIÓN”
                                                 (La playa)

                Diana quedó sin nada que le cubriese sus preponderantes muslos, su cadera melódica, su culo alborotador, sus tetas anti-misiles, y su espiritual oquedad. Pensó que mejor sería echar a volar el pareo que rodeaba su pecho para sentir de golpe la brisa en cada uno de los poros de su piel. Y no se equivocó. ¡El aura sublime llegó y en un despliegue de autoridad descontroló toda la parte inferior de su anatomía! ¡La superior perdió el control cuando él con la punta de sus gafas le rozó el clítoris!
                 ¡Sintió que por sus partes más blandas penetraba una revolución de frenesí! ¡Sus pezones erectaron desafiando cualquier admisible lógica!
                Ella sabía que Álvaro se la estaba comiendo con la mirada, y para continuar provocándolo se alejó unos metros de él y, comenzó a dibujar con el dedo gordo de su pie sobre la arena. Su cuerpo jadeaba placer. Una delicia que exponía mediante el contoneo de sus carnes para que su amante ardiese antes de llegar al infierno angelical de sus humedecidas entrepiernas.
                 De esta forma excitaba al joven, y de esta forma también se excitaba ella. ¡Estaba espléndida a contraluz! Una provocadora silueta que de sólo contemplarla provocaba.
                Álvaro se incorporó y no intentó nada más. Antes le había confirmado que deseaba observarla desde cada ángulo con paciencia y malicia. Y ella estaba de acuerdo. Apoyó su antebrazo sobre la arena y dejó que sus pupilas siguieran el movimiento constante de su amada. Diana no dejaba de trazar irreflexivas líneas sobre la arena. De vez en cuando el agua del mar llegaba a sus pies y se llevaba parte de sus líneas; entonces volvía a esbozar con los pies su dibujo hasta dejarlo impecable.
                Algunos minutos que para Álvaro parecieron una eternidad, estuvo Diana dibujando sobre la arena, al terminar fue hasta el agua y se inclino para mojarse las manos. Las piernas abiertas y rectas. El torso doblado a la altura de las rodillas. ¡Era la imagen que andaba buscando Álvaro! Al término de la raja de las nalgas de Diana sobresalía un mundo de sensaciones y volúmenes. Con toda intención desplegó su arsenal, el jugoso laberinto vaginal.
                 A la memoria de Álvaro llegó una de las frutas que había probado en uno de los tantos viajes realizados. Una fruta tropical. ¡El Mamey! Todas las sensaciones se agolparon en sus sentidos. El meloso aroma y el aterciopelado contorno. La intensidad de sus formas que armonizaba con la estructura perfecta que llegaba a sus ojos. Y por último, el sentir delicado y consistente del mejor bocado desplegado sobre el paladar.
                 ¡Así era la vagina de Diana, un apetitoso mamey despejado por la mitad!
                Él, descubrió en esta ocasión, la simbología del alfabeto Morse. El clítoris de su amada comenzó a lanzar señales de socorro desde la orilla. Cada contracción él la interpreto como un S.O.S y no esperó más. Fue hasta ella y se colocó entre sus piernas para estar seguro del mensaje que estaba recibiendo. ¡No quería errar! Tomó cada porción de nalgas con sus manos y delicadamente las fue apartando en sentido contrario hasta que el fragmento del apetecible Mamey quedó expuesto ante sus ojos.
                 De cerca impresionaba. Un diseño irrepetible. ¡En nada se parecía a lo que le había contado su pene! Su pene le dijo que era cálido, húmedo, e infinito. Pero se equivocaba, el Mamey de Diana es contradictorio, laberíntico, y profético. ¡Esas son las sutilezas de las que un pene no es capaz de percibir con su arrogante y lacónico rozamiento! ¡Hay que verlo con el tercer ojo, el que se oculta más allá de la visión! Álvaro lo tenía muy claro, demasiado claro y, por tanto, deseaba redimir cada una de sus anteriores faltas.
                ¡Estoy ante la octava maravilla del planeta! Y sus pulmones lanzaron sus palabras a los cuatro vientos, a cada uno de los elementos de la tabla periódica, a las pandemias, a los cincuenta y siete mares, y las colisiones frontales de los enemigos de la paz.
                 No es que la vagina de Diana fuese categórica o especial, no, todo lo contrario; pero era la primera vez que Álvaro contempla a la luz del día y a menos que nada, la fruta que muchas veces paladeó sin observarla de antemano. Para el joven la vagina de su amada era un prodigio, una “ventana” hacia lo desconocido, que no estaba dispuesto a perderse por más que las malas lenguas se empeñen.
                Deseaba examinar cuanto antes su delicado sabor, pero antes, le pidió a Diana paciencia. ¡Sus ojos serían los primeros que degustarían los recuerdos y el cálido presente!
                 Se acomodó, y para no perderse en conjeturas, comenzó por el lado menos pensado de la amplia estructura vaginal. ¡Partiendo del vello siguió hacia delante, hasta encontrarse primeramente con la tersa piel!


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(CAPÍTULO XXXIII)

LA VISIÓN: LA PLAYA.

                 Flexionó aún más las rodillas y, por un extremo de su insuficiente ropa interior, se escapó el cachete izquierdo de sus apetecibles labios vaginales. Completamente desplegada, con todo su contorno y sus pliegues, la media concha vulvaria quedó a una altura aproximada de unos siete centímetros sobre la nariz de Álvaro. ¡Si liberaba la lengua de su boca, podía saborear la apetecible papaya de su amor, que se mostraba desafiante ante la gravedad! Lo pensó Álvaro, pero no llegó a acometerlo porque sabía que no se conformaría con una simple tajada.
                 Él, con una de las patas de sus gafas de sol, apartó el exiguo bañador que cubría las medias vergüenzas de ella, hasta dejar ante sus ojos la apetitosa fruta, completamente al descubierto. ¡Fue entonces cuando se dispuso a disfrutar sin presión de los elementos del exquisito manjar! Ella inclinó aún más la pelvis, y el mapa difuso del laberinto de su rendija se mostró con todo esplendor y lozanía sobre la cara de Álvaro.
                 Podía comenzar cuando le apeteciera a disfrutar de la golosina de sus sueños. Su amada estaba dispuesta y con sus atributos al viento para que él hiciera y desasiera a su gusto. ¡Álvaro se lo pensó! ¿Cuál sería la primera y mejor acción para comenzar el convite? ¡Lo importante permanecía ante sus ojos y en unos segundos sería únicamente suyo!
                  Ella, previsora, apartó con sumo cuidado parte del vello púbico que cubría su clítoris, y toda la belleza oculta quedó al descubierto para que él la apreciase como experto analista.
                 Las olas marinas comenzaron a romper con destreza y con fuerza sobre los cuerpos de los amantes. Álvaro sintió en la arena el agua salada que invadía su trasero y su espalda. ¡Ella lo intentó y no pudo! El mar terminó por hurtarle el equilibrio y calló a horcajadas sobre el cuello del joven. El destino propició que la deliciosa fruta rosase la boca del goloso amante.
                 ¡No era la intención de Diana, pero por culpa del mar, dejó en bandeja salada su rosada vagina cerca de los labios de Álvaro!
__ ¡Antes de comérmelo del todo, lo voy a disfrutar contemplándolo hasta el cansancio! --fue lo que sintió Álvaro, y de esta manera se lo hizo saber a Diana.
__ ¡Espera un momento! --y sin decirle nada más, se levantó, y se quitó del todo el bañador que antes él había apartado con las gafas-- ¡Es toda tuya! ¡Puedes hacer con ella lo que quieras, siempre y cuando me hagas sentir que floto sobre las aguas de este mar!
__ ¡No te defraudaré! ¡Solo te pido paciencia para poder disfrutarla hasta que la luz del sol se apague!
__ ¡Siento que estoy ardiendo! --y con la otra mano terminó de apartar los restantes vellos de su magnífica vulva.


Continuará..........................

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(CAPÍTULO XXXII)
                                          

                                                       “LA PLAYA”

__ ¿Te gusta mi amor? –le preguntó ella a la vez que apartaba con su pies izquierdo parte del pareo del amado.
__ ¡Estoy perdido y no sé cuándo voy a regresar!  
                 Las palabras de Álvaro se fueron alargando, extendiéndose como goma de mascar al mismo tiempo que su falo iba quedando al descubierto. A sus labios llegó la reminiscencia del Tequila, el penetrante y definido aroma del licor que le hace estremecer los sentidos hasta desbocarse las partes más carnosas de su anatomía. ¡Es una delicia! Afirmó para su interior.
__ ¡Si quieres te puedes quedar en tus sueños, yo me comunicaré con tu amigo! –le respondió ella con una sonrisa maliciosa.
                 Y Diana enmudeció. Dejó de hablar para poner con cuidado la planta de su pie sobre la remolona verga de su amor. ¡Estaba flácida, pero no había expirado del todo! Su grosor doblaba la normalidad, sin llegar a su potencia habitual. Con toda seguridad, se dijo, es un pene que desea reflexionar sobre las cosas mundanas y el libre comercio.
__ ¡Tengo mi polla, mi pinga, mi tranca, mi pico, mi tolete, mi morronga, mi pija, mi rabo, mi verga, etcétera, etcétera, y etcétera, en estado de busca y captura!
                 Las referencias de Álvaro respecto a su órgano sexual, al principio, pero sólo al principio, le provocaron a Diana una sonrisa; pero en unos segundos más, su mente la traicionó y comenzó a imaginarse miles de historias con el miembro de su amado. Por su mente se deslizó una fantasía que pondría en práctica cuando alcanzasen la cala.
                 Las papilas gustativas de ella comenzaron a funcionar, y por debajo de la traslúcida tela de su pareo, los retoñados pezones hicieron acto de presencia frente al mar y se expandieron como ejército napoleónico por las difusas praderas de Europa.
                Con el dedo pulgar, pero esta vez de su pie derecho, apartó del todo el pareo de su chico, y el boquiabierto pene se deslizó sobre uno de los muslos fijando la mirada en el extendido horizonte. Al igual que Álvaro, su compañero penial, soñaba con placeres desconocidos que lo estremeciese para mostrarle a Diana la verdadera cara del amor.
__ ¡No lo perderé de vista para que sienta la vergüenza en su propia carne y me mire directamente a la cara! --así le habló Diana al pene, pero mirándole fijamente a los ojos.
__ ¡Si me dejas ver lo que me gusta, lo templaré especialmente para ti! ¡Tienes que adivinar lo que es! --afirmó Álvaro.
                 Segura no estaba, pero sabía que jugaba con ventaja. Cualquier cosa que hiciese ella, él, se perdería por sus huesos, porque en la ventana comprendió que el joven la amaba por encima de cualquier inconveniente.
                 No lo pensó más y se colocó de pie sobre su amado. Puso a cada lado de la cabeza una pierna, cerca de cada oído. Las gafas ahora han perdido todo su sentido, se dijo Álvaro y, se las quitó, decidió apreciar la realidad en cada irregularidad de la misma.

                 La luz, entró de golpe por los ojos de Álvaro, hasta que Diana encontró el punto exacto de sombra entre su cuerpo y el sol, para que él, disfrutase de las mejores vistas que ella le estaba brindando. ¡Dobló las rodillas, se posesionó directamente sobre su cara y, le mostró parte de sus encantos desde una nueva óptica!

sábado, 22 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



(CAPÍTULO XXXI)


“La visión” (LA PLAYA)
                
Álvaro se dejó llevar por sus instintos y comenzó a soñar. Su mundo quedó almacenado entre el marco de sus gafas de sol y las sensaciones que estaba recibiendo del exterior más inmediato. ¿Es posible que el mar pueda cambiar a una persona? Fue una pregunta quizás sin sentido pero se sentía a gusto, y dejó que las ideas flotasen en su cabeza como un velero sobre las aguas. Para él, había comenzado una etapa completamente nueva en su vida. El sexo se le estaba revelando sin escrúpulos y, con la fortaleza de un huracán. ¡En pocas palabras, se sintió como un hombre nuevo, pero sobre todo, vivo!
                 Diana, sintió sobre la cara su cabello que se movía inducido por la brisa marina, pero para nada y, en ningún instante, dejó de hacer la labor que con encomienda estaba realizando. ¡Su pie, continuó sobre las extremidades inferiores de su amado sin intención de detenerse por ahora! Ella rebozaba placer y, sensualidad con cada inclinación de su cuerpo. Y así, los torneados dedos de sus pies, se abrieron cual abanico en pleno verano, y fueron en busca de las zonas más desvalidas del embelesado Álvaro.
                 Ella también pensó que la playa sería un lugar ideal para experimentar nuevas prácticas sexuales.
                 Aún no habían llegado a su cala preferida y, las intenciones, comenzaron a mostrarse tal cual eran de antemano. La sensación que estaba experimentaba Álvaro era muy parecida, sin comparaciones fisiológicas profundas, a la vivida después de una larga noche de juerga donde el nivel de alcohol se mantiene en un porcentaje elevado. Una total resaca apreciaba en sus labios, en el sentido del olfato, y en su valiente pene que buscaba la luz del día entre los disolutos pliegues del pareo.
                   El resoplar de viento salado iba dejando sobre la arena inquietas figuras que se cobijaban entre las sombras de los amantes. ¡Una mañana especial! ¡El litoral desierto, para que él, y, ella, continuasen con su labor de conquista!
                 La cala no estaba lejos, pero el tiempo es oro y los instintos no se pueden detener para planificar los minutos y el entorno. ¡Es preciso entregar el alma al instante!
                  Diana se empeñaba en cada intento, para que sus pies no dejasen de arrullar la anatomía de Álvaro. Su propósito, comenzar desde el interior, y de este modo retenerlo un periodo mayor. Para ello, debía poner todo el empeño de sus piernas, aunque le costase perder el equilibrio.

Continuará……………..

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

(CAPÍTULO XXX)
                                            

                                            LA VISIÓN
                                              (La playa)

                Al llegar la noche descansaron, para que las fuerzas se multiplicasen efusivamente, porque amaneciendo, sus objetivos serían diferentes.
                 Decidieron continuar con su bacanal de los sentidos frente al mar. La playa es el lugar ideal para que la luz influya directamente en los cuerpos y las sombras se agiten a gusto de los interesados.
                Nada más entrar los primeros rayos de sol tomó él la toalla, y ella la crema solar y, juntos, se dirigieron a la cala que se veía desde la ventana de la habitación. Ella llevaba un pareo alrededor de su cuerpo y, debajo del mismo la parte inferior del bañador al estilo de “hilo dental”.
                Él determinó que debajo de su pareo todo se mantuviese libre, para que la brisa del mar oxigenase su miembro y lo dispusiera para que su amada se regodeara en su contemplación. Antes de partir encontró sobre la mesa de la habitación sus gafas de sol, y pensó que no estaría nada mal llevarlas por si la calima humedecía sus ojos.
                Por la orilla de la playa los dos amantes caminaron con sus pies rozando el agua. La arena hizo la función de almohadilla benefactora para sus músculos agotados por las variadas y complejas posiciones frente a la ventana. A ella se le ocurrió lanzar a su chico sobre la arena, y con sus pies desnudos proporcionarle un masaje.
                Él no puso reparos, y como un peso muerto se desplomó boca arriba sobre la húmeda playa. Extendió los brazos, se acomodó las gafas y, en cuatro palabras expresó lo que sentía --¡Diana, soy todo tuyo!-- Se quedó inmóvil, y esperó por la sorpresa de la joven. En estos días pocas veces había pronunciado el nombre de su amada, posiblemente porque el tiempo no fuese suficiente para distribuirlo en otros menesteres.
                Diana con sus pies en el agua los fue deslizando por la arena mientras dejaba una estela de señales a su paso. Llegó a las piernas de su chico y se detuvo en sus dedos --¡Te voy a dar un masaje que jamás olvidaras!-- Le dijo mirándole la figura que se estaba formando debajo del pareo. Para ella era la primera vez, desde que llegaron a la playa, que pronunciaba el nombre de Álvaro, y este simple hecho le pareció sorprendente.

                El sol comenzaba su extensión por el cielo, y los amantes se dispusieron a continuar con sus juegos amatorios. Álvaro sintió por sus piernas la suavidad de los dedos de Diana, y Diana a su vez, fue con cuidado apartándolas hasta abrirlo como un compás. Las gafas de sol propiciaron que la mirada de Álvaro se perdiese solapadamente en la inmensidad del espacio, mientras Diana avanzaba con sus provocadores pies hacia las profundidades de su amado. 

Continuará........................

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?




(CAPÍTULO XXIX)

                                        
                                                  "LA VISIÓN"

                Lo que para el instinto no es capaz de percibir, para el cuerpo será imposible de alcanzar. Nuestros amantes han rebasado los términos de lo posible, y con sus desbocadas pretensiones intentan llegar a la cumbre de un imposible. Cada una de las articulaciones que conforman sus cuerpos están al día de hoy lubricadas, sus órganos centrados, las motivaciones a flor de piel, y la mirada enfocada a las partes que normalmente no se aprecian por la abundancia de prendas en el cuerpo.
                Ahora necesitan con toda seguridad pasar de la percepción olfativa a la contemplación visual. Él deseaba estar al corriente de la forma exacta de los contornos y bordes de su amada. La plenitud de su espalda. El arco de triunfo que comienza con el nacimiento de su  magnánimo culo para concluir en los carnosos y exaltados muslos. ¡Indagar en el cuerpo desnudo de su amada que le ha estado provocando con explosivas vibración!
                La respiró. Tragó sus olores más personales. Intimó con sus espacios prohibidos. Esnifó sus sudores y, ahora, desea complacer su curiosidad con las peticiones más alocadas de sus ojos. Ella pensaba lo mismo, y dispuso su materia para que el joven investigase sin requisitos. Había llegado la hora de observar para dejar de fantasear. ¡Llegó el instante de poner a prueba lo que llaman “el ojo clínico”!

                ¿Por dónde comenzaría el reconocimiento? Un dilema que no le importaba demasiado al joven, aunque la destreza la consideraba sumamente necesaria, para que su chica sintiese de a poco la mirada penetrante, y todo el vigor desenfadado al intentar comérsela con los ojos. ¡Era el momento justo de exhibir cada uno de los amantes sus veladas posibilidades, para que el otro no dejase nunca de amarle!

viernes, 7 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

                                      



(CAPÍTULO XXVIII)

                Ella se mantuvo bajo su voluntad y, la de él, con la espalda a una de las hojas de la ventana. En su piel se podía apreciar un mapa de marcas rosadas que se impregnaron desde la cintura a los hombros por la presión continua que hacía el joven para no disminuir el ritmo pélvico. Estas marcas de batallas deseadas se disfrutan con todos los chacras abiertos.
                Un silencio. Una pausa. ¡…….! El pene fue directo al exterior. Ella enredó sus brazos sobre los hombros de él y esperó una explicación. El joven no dijo nada. Con un impulso la levantó. Los brazos se desataron. Ella se vio en el aíre. Flexionó algo más las rodillas y esperó que la joven aterrizara por su peso sobre sus muslos. Él se aferró a cada una de las agradecidas nalgas de ella y acomodó el cuerpo de la mejor forma posible. De modo previsor las piernas de la joven se enroscaron en las piernas firmes de su amado. Él a horcajadas. Ella igualmente pero sobre él. Los dos unidos. Anudados. Uno frente al otro. Se miraron. Esperaron una reacción. Silencio. Cada músculo callado, pero tenso. En ella se avistaba curiosidad. En él perversidad. Algo estaba pasando. Pensó la joven. Nada. La calma. La pausa. ¿La tregua?
                Algunos minutos pasaron. Varios. Pero posiblemente no muchos. En una boca los dientes quedaron asequibles. En la otra estos mordieron los labios. Una respiración profunda. Aletargada. Pero justa en su medida. Sin ser guiado, la cúspide del falo del joven acarició los bordes externos del resquicio de la chica. Un jadeo. El ojo izquierdo de ella le hizo un guiño. El pene se retiró. Un lamento. La vagina comenzó su juego provocativo. Se dilataron sus pliegues y se contrajeron ante la mirada atónita de su amante. El pene comenzó a cimbrear bajo su libre albedrío. Y con un movimiento oscilatorio, adivinó la entrañable entrada maternal. Ella pronunció aún más la pelvis. Él se retiró. Nuevamente fue a la carga. Solamente la punta. Una ínfima parte miró al interior ardiente y jugoso. ¡Nuevamente se retiró!
                Una y otra vez como interminables fotogramas, el joven introducía y extraía su pene de la vagina de la amada. Al principio ella se lamentó, pero con la continuidad descubrió el sentido lúbrico de la situación. También él descifró el placer que andaba buscando en todo este tiempo, y siguió con su estrategia hasta agotar la mayoría de sus fuerzas. Sin orientarlo penetraba continuamente, por sí solo. Le introducía un ápice y, ella lo esperaba con todos sus ligamentos y nervios contraídos para que el visitante no se adentrase nada más que lo necesario, lo justo para un diminuto abrazo y, nuevamente a empezar. ¡Así, una y otra vez lo sacaba y metía! Los mismos milímetros dentro, pero no las mismas sensaciones que se inducían mutuamente alimentándose con la fricción y las múltiples ideas.
               ¡Yo, el que describe estos sucesos, no me encuentro cerca de la ventana, pero siento que dentro de mí, la vida fluye! ¡Tengo los vigores escaldados solamente al imaginarme que mi presencia  pueda irrumpir en el ventanal! 


CONTINUARÁ……………………………..