domingo, 23 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

                                             "LA VISIÓN"
                                                 (La playa)
(CAPÍTULO XXXVII)
                Al despejar el camino hacia el interior materno brotó la naturaleza. Una perfecta flor con su variedad de pétalos guardaba Diana en su vagina para que Álvaro la conquistase. ¡Pueden imaginar lo que anhelen, pero cinco pétalos de colores variados sorprendieron la mirada del joven! En algún momento Diana deposito la sorpresa para atrapar a su amado, o quizás siempre estuvo allí, eso no lo llegó a saber el joven Álvaro.
__ ¡Es para ti mi amor! ¡Te mereces mucho más, pero la magia es lo que importa! --dijo Diana.
__ ¡Me has dejado sin palabras! ¡No esperaba artimañas! --le contestó Álvaro --¡Déjame seguir buscando por si encuentro algo más!
                El joven extendió sus manos y despejó sus dedos con la misma habilidad que un prestidigitador. Acto seguido los fue colocando uno a uno, los diez, sobre el misterioso laberinto carnal expuesto ante sus ojos. Posiblemente en el viejo mapa de la isla del tesoro los jeroglíficos no fueron tan complicados como la interminable vagina de su amada. Los dedos los movía con arte sobre la piel incidiendo en cualquier duda. ¡Diana emanaba placer por todos sus contornos!
__ ¡Así mi amor! ¡Busca! ¡El que persiste encuentra! --le imploraba Diana retorciendo las piernas-- ¡Tienes unos dedos como los de un concertista! ¡No! ¡No! ¡No los dejes de mover!
                Las manos de Álvaro viajaban de un lado a otro por toda la geografía vaginal de Diana sin detenerse en ningún espacio. Al llegar al pubis se detenía, pero acto seguido los dedos continuaban en sentido contrario hasta encontrarse con el monumental ano repleto de pliegues armoniosos que invitaba al descanso. Aun así, Álvaro no dejó de deslizar sus manos con arte sobre el maravilloso y carnal teclado.
__ ¡Voy a cerrar los ojos para ver la sinfonía que tocas sobre mí!
                 Y Diana levantó la cabeza hacia el infinito, respiró, y dejó caer sus angostos párpados.
__ ¡Silencio, comienza la ejecución!


CONTINUARÁ..................................

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



(CAPÍTULO XXXVI)
                                             
                                               "LA VISIÓN"
                                                (LA PLAYA)
                Miró y vio. ¡El que busca encuentra! Fueron los pensamientos de nuestro querido Álvaro, que continuó su exploración y alcanzó a destapar sorpresas por el íntimo y floreado camino que había emprendido. No fue suficiente que los muslos de Diana se abriesen y se cerrasen continuamente, él deseaba una visión más específica y personalizada de su objetivo.
                Acercó el dedo pulgar e índice hasta la vulva de Diana. Se detuvo en la misma y, poco a poco, y gradualmente, la fue dividiendo, del mismo modo en que el telón sube la noche del estreno en un teatro. Una comparación distante, pero afin en referencia al éxtasis y a los ocultos enigmas.
                 Ante sus ojos se hizo la luz para dar paso a la majestuosidad de un mundo que nunca antes había explorado.
                 ¡No es lo mismo penetrar una vagina por simple intuición, que disfrutar con la sensación de saber hasta dónde llegaremos cuando se traspasa el umbral!
                 Esto lo tenía muy claro Álvaro, que a petición y en su propio deleite, se adueñó y asaltó la fortaleza impenetrable que ocultaba entre sus piernas Diana.
                Álvaro podía explorar con la potencia de su falo el interior de la vagina de su chica, pero jamás descubrirla, poseerla en esencia.
                 Era conocedor sus recovecos y sus partes más blandas. Y sabía encontrar la humedad deseada hasta saciar cada uno de los poros de su piel. El eterno laberinto de su amada lo conducía a la perdición que demandaba, y por ello estaba dispuesto a entregarlo todo a cambio de nada, o por lo menos, de una entrega sin marcados finales.
                 Nunca se pudo quejar Álvaro, siempre fue complacido en sus penetraciones; pero ahora él, y ella, deseaban una cúpula de cierta manera más sutil, ligera, imperceptible desde cualquier ángulo.
                En esta ocasión los dos buscaban una penetración visual que fuese capaz de subliminal las anteriores demostraciones directas de afectos. Diana se encontraba a gusto sabiendo que Álvaro disfrutaba con la vista panorámica de su extendido monte sobre la cara. Él se quedó sin palabras al despejar con sus dedos el camino hacia lo recóndito.
                 El mar llegaba con sus olas rompiendo con destreza los cuerpos de los amantes. ¡Posiblemente la verdadera intención sería borrar la más mínima huella de sus acciones; pero los amantes, no estaban dispuestos a renunciar a este privilegio!
                Después de despejar algunas curvaturas, Álvaro tropezó con la primera sorpresa de la detallada mañana. Sus ojos se iluminaron al ver lo que ocultaban los primeros pliegues apartados. ¡Detrás de los mismos se hallaba el milagro!


CONTINUARÁ..............................

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



(CAPÍTULO XXXV)
                
                 Ella estaba en una posición óptima, pero le faltaba el toque final para acomodar su cuerpo. Fue entonces cuando Álvaro utilizando sus manos de pala, agrupó un montón de arena bajo su cuello, y con arte e intuición creo una sólida almohada para descansar la cabeza sobre la misma. Ahora podía aguantar años observando la vagina de su amada sin que el cansancio hiciese mella en él. Así lo hizo Álvaro y, sin prisa, centró la mirada en el complejo meandro de curvas sinuosas que tanto le apasionaba.
                 ¡Posee la complejidad de un cerebro, infinidades de líneas que conducen a un galimatías de formas! ¡Eso es, líneas, eternas lías! ¡¡Aleluya!! ¡Ahora lo comprendo todo, Diana, al dibujar sobre la arena con los pies me ha querido mostrar el perpetuo mapa que conduce a lo desconocido, al entrañable mundo maternal! ¿Cómo no me he dado cuenta antes? ¡No soy más que un iluso, un tonto que hasta ahora se ha dejado llevar por las falsas apariencias que se colocan ante nuestros ojos! ¡Esas primorosas líneas que me llevan a la perdición! Los sentidos, la voz, y el conjunto de Álvaro no cabían en sí mismo, y deseaba compartir su dicha con su amada.
__ ¿Alguna vez te han dicho que tienes los trazos marcados y firmes como los de la palma de la mano?
__ ¡No sé si es un piropo, pero me han gustan las palabras que he escuchado! ¡Nunca me lo habían dicho! --le contesto Diana con zalamería.
                Álvaro la tomó por la parte externa de sus muslos y la invito a cerrar las piernas. De esta forma Diana se puso casi de pie ante la mirada de su amado.
__ ¿Ves? ¡Ahora es una verdadera concha de mar! -le dijo Álvaro sin perderse el más mínimo detalle-- ¡Primero se hallaba desplegado ante mi cara como un mapa con sus ocultas claves que invitaba a descubrir el fabuloso tesoro! ¡Pero en este momento se ha transformado en un cuenco milagroso! ¡Quiero ver cómo se distribuyen los labios al abrirlos y al cerrarlos!
                Y sin perder un segundo Álvaro obró en sentido contrario, despejando los muslos de Diana. Separó uno del otro. Una, dos, tres, cuatro, y las piernas de la amada se alejaban y se acercaban con un leve movimiento de la mano del joven; como por arte de magia. De esta manera los labios mayores y menores no fueron capaces de hacer el menor comentario al margen.
__ ¡¡T-e-a-m-o!! -le dijo Diana articulando las palabras al mismo ritmo que las contracciones brotaban de su vagina.
__ ¡Sigue no te detengas! ¡He descubierto que tu clítoris toma la forma de un trébol de cuatro hojas! --lo señaló Álvaro con la sutileza de un experto detallista.
__ ¡Tú eres el que me hace transformar! ¡Resiste! ¡Te queda mucho por explorar! ¡Puede que te encuentres con sorpresas por el camino! --al parecer Diana sabía de qué hablaba.
__ ¡Veo la piel que se ahoga en una rugosidad, para continuar en un monte violento y abrupto que no se conforma con la quietud! Tienes unos labios gruesos y potentes que definen tu ingle dándole una continuidad infinita. ¡Me quedaría toda una vida contemplando tu vulva hasta descubrir lo que no me ha dejado ver!

                No es que Álvaro estuviese en la fase final de su contemplación, no, es que las horas y los días serían algo menos que nada para su talento desbordante de inagotable explorador. 

CONTINUARÁ...................................

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(CAPÍTULO XXXIV)
                                            

                                              “LA VISIÓN”
                                                 (La playa)

                Diana quedó sin nada que le cubriese sus preponderantes muslos, su cadera melódica, su culo alborotador, sus tetas anti-misiles, y su espiritual oquedad. Pensó que mejor sería echar a volar el pareo que rodeaba su pecho para sentir de golpe la brisa en cada uno de los poros de su piel. Y no se equivocó. ¡El aura sublime llegó y en un despliegue de autoridad descontroló toda la parte inferior de su anatomía! ¡La superior perdió el control cuando él con la punta de sus gafas le rozó el clítoris!
                 ¡Sintió que por sus partes más blandas penetraba una revolución de frenesí! ¡Sus pezones erectaron desafiando cualquier admisible lógica!
                Ella sabía que Álvaro se la estaba comiendo con la mirada, y para continuar provocándolo se alejó unos metros de él y, comenzó a dibujar con el dedo gordo de su pie sobre la arena. Su cuerpo jadeaba placer. Una delicia que exponía mediante el contoneo de sus carnes para que su amante ardiese antes de llegar al infierno angelical de sus humedecidas entrepiernas.
                 De esta forma excitaba al joven, y de esta forma también se excitaba ella. ¡Estaba espléndida a contraluz! Una provocadora silueta que de sólo contemplarla provocaba.
                Álvaro se incorporó y no intentó nada más. Antes le había confirmado que deseaba observarla desde cada ángulo con paciencia y malicia. Y ella estaba de acuerdo. Apoyó su antebrazo sobre la arena y dejó que sus pupilas siguieran el movimiento constante de su amada. Diana no dejaba de trazar irreflexivas líneas sobre la arena. De vez en cuando el agua del mar llegaba a sus pies y se llevaba parte de sus líneas; entonces volvía a esbozar con los pies su dibujo hasta dejarlo impecable.
                Algunos minutos que para Álvaro parecieron una eternidad, estuvo Diana dibujando sobre la arena, al terminar fue hasta el agua y se inclino para mojarse las manos. Las piernas abiertas y rectas. El torso doblado a la altura de las rodillas. ¡Era la imagen que andaba buscando Álvaro! Al término de la raja de las nalgas de Diana sobresalía un mundo de sensaciones y volúmenes. Con toda intención desplegó su arsenal, el jugoso laberinto vaginal.
                 A la memoria de Álvaro llegó una de las frutas que había probado en uno de los tantos viajes realizados. Una fruta tropical. ¡El Mamey! Todas las sensaciones se agolparon en sus sentidos. El meloso aroma y el aterciopelado contorno. La intensidad de sus formas que armonizaba con la estructura perfecta que llegaba a sus ojos. Y por último, el sentir delicado y consistente del mejor bocado desplegado sobre el paladar.
                 ¡Así era la vagina de Diana, un apetitoso mamey despejado por la mitad!
                Él, descubrió en esta ocasión, la simbología del alfabeto Morse. El clítoris de su amada comenzó a lanzar señales de socorro desde la orilla. Cada contracción él la interpreto como un S.O.S y no esperó más. Fue hasta ella y se colocó entre sus piernas para estar seguro del mensaje que estaba recibiendo. ¡No quería errar! Tomó cada porción de nalgas con sus manos y delicadamente las fue apartando en sentido contrario hasta que el fragmento del apetecible Mamey quedó expuesto ante sus ojos.
                 De cerca impresionaba. Un diseño irrepetible. ¡En nada se parecía a lo que le había contado su pene! Su pene le dijo que era cálido, húmedo, e infinito. Pero se equivocaba, el Mamey de Diana es contradictorio, laberíntico, y profético. ¡Esas son las sutilezas de las que un pene no es capaz de percibir con su arrogante y lacónico rozamiento! ¡Hay que verlo con el tercer ojo, el que se oculta más allá de la visión! Álvaro lo tenía muy claro, demasiado claro y, por tanto, deseaba redimir cada una de sus anteriores faltas.
                ¡Estoy ante la octava maravilla del planeta! Y sus pulmones lanzaron sus palabras a los cuatro vientos, a cada uno de los elementos de la tabla periódica, a las pandemias, a los cincuenta y siete mares, y las colisiones frontales de los enemigos de la paz.
                 No es que la vagina de Diana fuese categórica o especial, no, todo lo contrario; pero era la primera vez que Álvaro contempla a la luz del día y a menos que nada, la fruta que muchas veces paladeó sin observarla de antemano. Para el joven la vagina de su amada era un prodigio, una “ventana” hacia lo desconocido, que no estaba dispuesto a perderse por más que las malas lenguas se empeñen.
                Deseaba examinar cuanto antes su delicado sabor, pero antes, le pidió a Diana paciencia. ¡Sus ojos serían los primeros que degustarían los recuerdos y el cálido presente!
                 Se acomodó, y para no perderse en conjeturas, comenzó por el lado menos pensado de la amplia estructura vaginal. ¡Partiendo del vello siguió hacia delante, hasta encontrarse primeramente con la tersa piel!


¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?


(CAPÍTULO XXXIII)

LA VISIÓN: LA PLAYA.

                 Flexionó aún más las rodillas y, por un extremo de su insuficiente ropa interior, se escapó el cachete izquierdo de sus apetecibles labios vaginales. Completamente desplegada, con todo su contorno y sus pliegues, la media concha vulvaria quedó a una altura aproximada de unos siete centímetros sobre la nariz de Álvaro. ¡Si liberaba la lengua de su boca, podía saborear la apetecible papaya de su amor, que se mostraba desafiante ante la gravedad! Lo pensó Álvaro, pero no llegó a acometerlo porque sabía que no se conformaría con una simple tajada.
                 Él, con una de las patas de sus gafas de sol, apartó el exiguo bañador que cubría las medias vergüenzas de ella, hasta dejar ante sus ojos la apetitosa fruta, completamente al descubierto. ¡Fue entonces cuando se dispuso a disfrutar sin presión de los elementos del exquisito manjar! Ella inclinó aún más la pelvis, y el mapa difuso del laberinto de su rendija se mostró con todo esplendor y lozanía sobre la cara de Álvaro.
                 Podía comenzar cuando le apeteciera a disfrutar de la golosina de sus sueños. Su amada estaba dispuesta y con sus atributos al viento para que él hiciera y desasiera a su gusto. ¡Álvaro se lo pensó! ¿Cuál sería la primera y mejor acción para comenzar el convite? ¡Lo importante permanecía ante sus ojos y en unos segundos sería únicamente suyo!
                  Ella, previsora, apartó con sumo cuidado parte del vello púbico que cubría su clítoris, y toda la belleza oculta quedó al descubierto para que él la apreciase como experto analista.
                 Las olas marinas comenzaron a romper con destreza y con fuerza sobre los cuerpos de los amantes. Álvaro sintió en la arena el agua salada que invadía su trasero y su espalda. ¡Ella lo intentó y no pudo! El mar terminó por hurtarle el equilibrio y calló a horcajadas sobre el cuello del joven. El destino propició que la deliciosa fruta rosase la boca del goloso amante.
                 ¡No era la intención de Diana, pero por culpa del mar, dejó en bandeja salada su rosada vagina cerca de los labios de Álvaro!
__ ¡Antes de comérmelo del todo, lo voy a disfrutar contemplándolo hasta el cansancio! --fue lo que sintió Álvaro, y de esta manera se lo hizo saber a Diana.
__ ¡Espera un momento! --y sin decirle nada más, se levantó, y se quitó del todo el bañador que antes él había apartado con las gafas-- ¡Es toda tuya! ¡Puedes hacer con ella lo que quieras, siempre y cuando me hagas sentir que floto sobre las aguas de este mar!
__ ¡No te defraudaré! ¡Solo te pido paciencia para poder disfrutarla hasta que la luz del sol se apague!
__ ¡Siento que estoy ardiendo! --y con la otra mano terminó de apartar los restantes vellos de su magnífica vulva.


Continuará..........................

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?


(CAPÍTULO XXXII)
                                          

                                                       “LA PLAYA”

__ ¿Te gusta mi amor? –le preguntó ella a la vez que apartaba con su pies izquierdo parte del pareo del amado.
__ ¡Estoy perdido y no sé cuándo voy a regresar!  
                 Las palabras de Álvaro se fueron alargando, extendiéndose como goma de mascar al mismo tiempo que su falo iba quedando al descubierto. A sus labios llegó la reminiscencia del Tequila, el penetrante y definido aroma del licor que le hace estremecer los sentidos hasta desbocarse las partes más carnosas de su anatomía. ¡Es una delicia! Afirmó para su interior.
__ ¡Si quieres te puedes quedar en tus sueños, yo me comunicaré con tu amigo! –le respondió ella con una sonrisa maliciosa.
                 Y Diana enmudeció. Dejó de hablar para poner con cuidado la planta de su pie sobre la remolona verga de su amor. ¡Estaba flácida, pero no había expirado del todo! Su grosor doblaba la normalidad, sin llegar a su potencia habitual. Con toda seguridad, se dijo, es un pene que desea reflexionar sobre las cosas mundanas y el libre comercio.
__ ¡Tengo mi polla, mi pinga, mi tranca, mi pico, mi tolete, mi morronga, mi pija, mi rabo, mi verga, etcétera, etcétera, y etcétera, en estado de busca y captura!
                 Las referencias de Álvaro respecto a su órgano sexual, al principio, pero sólo al principio, le provocaron a Diana una sonrisa; pero en unos segundos más, su mente la traicionó y comenzó a imaginarse miles de historias con el miembro de su amado. Por su mente se deslizó una fantasía que pondría en práctica cuando alcanzasen la cala.
                 Las papilas gustativas de ella comenzaron a funcionar, y por debajo de la traslúcida tela de su pareo, los retoñados pezones hicieron acto de presencia frente al mar y se expandieron como ejército napoleónico por las difusas praderas de Europa.
                Con el dedo pulgar, pero esta vez de su pie derecho, apartó del todo el pareo de su chico, y el boquiabierto pene se deslizó sobre uno de los muslos fijando la mirada en el extendido horizonte. Al igual que Álvaro, su compañero penial, soñaba con placeres desconocidos que lo estremeciese para mostrarle a Diana la verdadera cara del amor.
__ ¡No lo perderé de vista para que sienta la vergüenza en su propia carne y me mire directamente a la cara! --así le habló Diana al pene, pero mirándole fijamente a los ojos.
__ ¡Si me dejas ver lo que me gusta, lo templaré especialmente para ti! ¡Tienes que adivinar lo que es! --afirmó Álvaro.
                 Segura no estaba, pero sabía que jugaba con ventaja. Cualquier cosa que hiciese ella, él, se perdería por sus huesos, porque en la ventana comprendió que el joven la amaba por encima de cualquier inconveniente.
                 No lo pensó más y se colocó de pie sobre su amado. Puso a cada lado de la cabeza una pierna, cerca de cada oído. Las gafas ahora han perdido todo su sentido, se dijo Álvaro y, se las quitó, decidió apreciar la realidad en cada irregularidad de la misma.

                 La luz, entró de golpe por los ojos de Álvaro, hasta que Diana encontró el punto exacto de sombra entre su cuerpo y el sol, para que él, disfrutase de las mejores vistas que ella le estaba brindando. ¡Dobló las rodillas, se posesionó directamente sobre su cara y, le mostró parte de sus encantos desde una nueva óptica!