lunes, 29 de julio de 2013

LOS ENCANTOS OCULTOS.




-- SIETE –


                 Valentín con dos inseguros toques llamó a la puerta de la oficina de su jefe. Era la hora del almuerzo, y este encuentro estaba fuera de lugar. Las piernas, la voz, las manos, y todo su cuerpo temblaron al escuchar al jefe.
__ ¡Pase Valentín, y cierre la puerta, tenemos que hablar usted y yo!
                 Estas palabras  impactaron en los oídos de mi amigo Valentín como incansables campanas en semana santa. Su jefe se encontraba sentado en su gran silla giratoria con un pliego de papel en sus manos, un pliego que le resultaba suma mente familiar.
__ ¡Buenos días señor! –dijo Valentín cerrando la puerta.
__ ¡Pasa Valentín, siéntate, y nada de señor, llámeme por mi nombre! –sentenció el jefe.
__ ¡Es que señor…………nunca lo he llamado por……..su nombre!
                 El pobre de Valentín no sabía muy bien cómo expresarse, se encontraba verdaderamente perturbado ante tal demostración de confianza que le mostraba su jefe.
__ ¡Si no le parece mal a usted y lo desea, le invito a almorzar conmigo, no es nada del otro mundo, pero es comida casera preparada por mi madre, que tiene buena mano para estos menesteres!
                 Esto ya se escapaba de cualquier lógica para el pobre Valentín que no salía de su asombro. El Jefe le pidió que lo llamase por su nombre y a la vez deseaba comer con él, esta actitud no puede ser normal, pensó Valentín, que se vio por un momento con sus dos pies fuera de la empresa. Seguramente el jefe le pondría el dulce en la boca para después despedirlo sin ningún tipo de clemencia.
__ ¿Qué me dice Valentín? –preguntó el jefe.
__ ¿A qué se refiere señor? –preguntó Valentín.
__ ¡A comer juntos Valentín, y ya le dije que no me llame señor, llámeme simplemente Arturo! ¡Ar-tu-ro, porque hace muchos años que nos conocemos!
                 La voz del jefe se escuchó con una sospechosa musicalidad y una pasmosa complicidad.
__ ¡Es que señor……..perdón Artu…….señor Arturo, digo jefe Arturo……!
 __ ¡Está bien Valentín, dejemos este tema de los patronímicos por ahora! ¿Comerá conmigo? –le preguntó el jefe Arturo.
__ ¡Si usted me lo pide! –afirmó Valentín.
__ ¡Relájese hombre, venga conmigo, comeremos en el salón contiguo, donde hacemos las reuniones con los ejecutivos!
                 Valentín lo siguió, y al entrar en la otra habitación, quedó literalmente con la boca abierta. La ancha y larga mesa de caoba estaba dispuesta de punta a cabo. No faltaba un detalle sobre la misma. Un fino mantel, cubiertos de plata, copas de fino cristal, y una extensa y variada degustación. La escasa imaginación de Valentín quedó bloqueada ante tal majestuosidad.  

Continuará…………….
Fotos: ARA.