(CAPÍTULO XX)
“LOS OBJETOS
VOLUBLES”
El entrañable Juan se quedó
sin respuesta. Ante sus ojos la insignificante secretaria del banco se mostraba
espectacular comparada con el día anterior. En la barra se encontraba Ceferino,
el policía del pueblo que siempre a la misma hora llegaba para beber una
generosa taza de café junto con un cuarto de tarta de piña que la cocinera de
Juan preparaba con mucho arte para el guardián del pueblo. El vigilante, hombre
perspicaz, reconoció que la joven Lily no era la de siempre. Desde que la
conocía su desayuno y almuerzo siempre fueron intocables porque en su
pensamiento no cabía la improvisación.
__ ¿Está enferma señorita
Lily? –Le preguntó con interés profesional el viejo guardián.
__ ¡No para nada
Ceferino! ¡Hoy me siento completamente feliz! –Le contestó Lily mirándole a la
cara-- ¡He pensado probar otros
alimentos! ¿Qué me dices Juan?
__ ¿A qué se refiere
señorita Lily? –Le preguntó Juan sorprendido.
__ ¡A que me voy a
referir mi querido Juan, al pedido! ¡Espero una buena recomendación para hoy!
–Concluyó Lily con una seguridad nada habitual en ella-- ¡Qué le parece si
comenzamos primero por el desayuno y después el almuerzo!
__ ¡Claro! ¡Primero el
desayuno y después el almuerzo! –Juan reaccionó de forma mecánica, sin medir
las palabras-- ¡Dígame usted!
__ ¡Lo que espera la señorita
Lily es la recomendación de la casa señor Juan! –Le dijo Ceferino.
__ ¡Sí, sí, claro! ¡Hoy
tenemos para desayunar………..!
La mañana en “El infierno”
comenzaba torcida. Sus clientes y el mismo Juan al parecer, estaban perdiendo
lo que podemos llamar la monótona objetividad de cada día. Del otro lado de
Lily, en su mano derecha, se encontraba sentada en la barra la señora María,
conocida por todos en el pueblo porque a lo largo de cuarenta años formó a los
habitantes del pintoresco poblado. ¡María ejerce desde siempre la entrañable y
honorable labor de maestra! Como es su costumbre, antes de comenzar las clases se pasa por el infierno para tomarse un caldo
caliente de pichón de paloma, excelente para la memoria, junto a dos rebanadas de
pan de maíz pasados por aceite de coco, que el propio Juan amasa con delicadeza. La señora María disfruta de
este desayuno desde que las puertas del infierno se abrieron por vez primera.
__ ¡Señor Juan, pensándolo
mejor esta vez tomaré algo diferente! –Dijo la señora maestra y “El infierno”
ardió.
Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.