En el pasillo de un hospital,
el joven estuvo pensando algo más de veinte minutos la pregunta para comenzar
la conversación. Él llegó antes y se fijó en la chica que preguntó por la
consulta de neurología, y desde ese momento no la perdió de vista. Ella se
colocó junto a él y preguntó por la hora. Preguntó si el médico se encontraba
dentro, y cuando saldría la enfermera para recoger la cita. ¡Muchas preguntas! ¡Las
demás personas comenzaron el dialogo, pero él no encontró las palabras justas y
necesarias para el primer acercamiento! Ella lo miró y él pensó que el camino
estaba trazado.
Cada uno daba su opinión y ella
se relajó hasta sentirse en familia. Poco a poco fueron entrando en la
consulta. Al final solamente quedaron ella y él. Cuando estaban todos, él comentó
algo entre dientes, pero ahora que se encontraban solos, las palabras se
perdieron de su boca. No sabía la forma de expresarle una oración con sentido, y
de que ella se interesara por él. ¡Con el rabillo del ojo la observó hasta el último
detalle! Los brazos, la camiseta entallada sobre el pecho a punto de explotar,
unos pantalones ajustados al máximo dejaban ver las líneas de su trasero, unos
zapatos con los dedos de los pies libres de ataduras, y todo lo demás componían
una estructura magnifica e impecable. No lo sabía con seguridad, pero se había
enamorado. La miró y la volvió a mirar hasta que ella se dio cuenta de la
indiscreción de él. ¡Él comprendió que no era transparente para ella, y eso le
agrado; pero las palabras permanecían ocultas!
Veinte minutos fue el comienzo.
Estuvo solo más de media hora en el pasillo junto a ella. El uno al lado del otro mirando a la pared a
punto de que los hombros rozaran por descuido sus ropas; pero no sucedió. --¿Qué
le digo? ¿Cómo comienzo para no parecer un tonto?-- ¡Nada se le ocurría, nada,
y los sudores hicieron acto de presencia en su cuerpo! La puerta se abrió y la
enfermera llamó a Dolores Martínez, ella entró, y él quedó con la pregunta en
la boca pensando que por un segundo perdió su oportunidad.
--¡Cuando entre le preguntaré
al médico sobre mi capacidad para reaccionar!—Este vacío fue producto del
desajuste emocional, pensó. Entró a la consulta convencido de su problema neurológico.
Los dos cruzaron la puerta al mismo tiempo. Ella lo miró y se despidió con un “hasta
luego”. Él quedó ante la puerta impávido. ¡Ya no sabía si era neurológico o de timidez!