miércoles, 20 de junio de 2012

¡ROMPER CON EL SILENCIO!


                                 

                En el pasillo de un hospital, el joven estuvo pensando algo más de veinte minutos la pregunta para comenzar la conversación. Él llegó antes y se fijó en la chica que preguntó por la consulta de neurología, y desde ese momento no la perdió de vista. Ella se colocó junto a él y preguntó por la hora. Preguntó si el médico se encontraba dentro, y cuando saldría la enfermera para recoger la cita. ¡Muchas preguntas! ¡Las demás personas comenzaron el dialogo, pero él no encontró las palabras justas y necesarias para el primer acercamiento! Ella lo miró y él pensó que el camino estaba trazado.
                Cada uno daba su opinión y ella se relajó hasta sentirse en familia. Poco a poco fueron entrando en la consulta. Al final solamente quedaron ella y él. Cuando estaban todos, él comentó algo entre dientes, pero ahora que se encontraban solos, las palabras se perdieron de su boca. No sabía la forma de expresarle una oración con sentido, y de que ella se interesara por él. ¡Con el rabillo del ojo la observó hasta el último detalle! Los brazos, la camiseta entallada sobre el pecho a punto de explotar, unos pantalones ajustados al máximo dejaban ver las líneas de su trasero, unos zapatos con los dedos de los pies libres de ataduras, y todo lo demás componían una estructura magnifica e impecable. No lo sabía con seguridad, pero se había enamorado. La miró y la volvió a mirar hasta que ella se dio cuenta de la indiscreción de él. ¡Él comprendió que no era transparente para ella, y eso le agrado; pero las palabras permanecían ocultas!
                Veinte minutos fue el comienzo. Estuvo solo más de media hora en el pasillo junto a ella.  El uno al lado del otro mirando a la pared a punto de que los hombros rozaran por descuido sus ropas; pero no sucedió. --¿Qué le digo? ¿Cómo comienzo para no parecer un tonto?-- ¡Nada se le ocurría, nada, y los sudores hicieron acto de presencia en su cuerpo! La puerta se abrió y la enfermera llamó a Dolores Martínez, ella entró, y él quedó con la pregunta en la boca pensando que por un segundo perdió su oportunidad.
                --¡Cuando entre le preguntaré al médico sobre mi capacidad para reaccionar!—Este vacío fue producto del desajuste emocional, pensó. Entró a la consulta convencido de su problema neurológico. Los dos cruzaron la puerta al mismo tiempo. Ella lo miró y se despidió con un “hasta luego”. Él quedó ante la puerta impávido.  ¡Ya no sabía si era neurológico o de timidez!