CAPÍTULO
LXXXI.
Las palabras se quedaron
flotando en el viento pero no las intenciones, porque los seres violáceos,
además del horizonte, desde hacía un buen espacio de tiempo se mantenían
contemplando las partes blandas de la anatomía de la pareja sobre la arena; la
desnudez del joven y la de su amada, que la vergüenza le estaba comiendo los órganos
internos.
¿Es posible que el deseo
sexual pueda ser más poderoso que el mismo amor? ¿Es posible que un sentimiento
egoísta destruye una relación que el tiempo ha sabido consolidar? ¿Quién sabe?
¿Sí o no?
El joven deseaba nuevas
experiencias, nuevos sentires, junto a nuevas emociones que golpeasen su pecho
y rebotasen hasta su sexo y lo inundase de frescor y paciencia: Pero ella, su joven
amada, no sabía muy bien lo que deseaba. Posiblemente deseaba lo mismo que su
amado, pero enfrentarse a sus propias inhibiciones no es un plan fácil de
acometer; así que esta bella mujer, de cuerpo extendido sobre las diminutas partículas
de arena de la nada solitarias cala, se quedó pensando por un momento para no
arrepentirse después. Cerró sus expresivos ojos, y pensó.
Se dijo a ella misma que solamente
pensaría; pero no pudo, no pudo porque repentinamente del mar un viento cálido
y ligero vino a rozar sus entrepiernas, y un agradable soplo penetró de golpe
en su interior, dejando su intimidad en una delicada apariencia. Abrió sus
ojos, respiró profundamente hasta poner sus pechos en una posición
comprometedora, y dijo.
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¿Dios mío, qué ha sido esto?
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¡Una ráfaga de viento! --le contestó su amado.
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¡No, no ha sido el viendo, sentí una mano en mi vulva!
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¡Te prometo que yo no he sido! –le contesto su amado mirándola con cierta
lascivia.
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¡Es igual, pero sí, quiero! –afirmó la joven con seguridad.
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¿Qué es lo que quieres? –le preguntó el joven.
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¡Quiero entregarme, entregarme completamente a la vida, para que la vida haga
de mí lo que mejor anhele! ¡Sí mi amor, continuar poniendo trabas no va hacer de
mí una persona más perfecta, como tampoco podría decir que aceptar todo lo que
se avecine de dicha vida un ser pleno y satisfecho! ¡Voy a probar! ¡Claro, si
te parece bien a ti!
__
¡Lo que consideremos los dos mi amor!
Le expresó el joven besándola profundamente en
los labios. Y no se dijo nada más, porque ahora, desde este instante se
hablaría con el cuerpo. Si necesitaban revelarse alguna cosa mutuamente, lo
harían con una mirada, con la complicidad de su piel, con una profunda caricia
que llegase a las hondonadas de sus existencias y continuase más allá.
¡Los violáceos seres vieron
las puertas abiertas, y disponiendo sus ansias, condicionaron cada una de sus armónicas
partes sensibles para el culto del amor!
Continuará.....................
DISEÑO
GRÁFICO: MANDY BLUEE.