martes, 8 de mayo de 2012

“LA SOLEDAD”



                                                                        -- I --

                ¡Después de una larga noche de descanso, despertamos! Al abrir los ojos nos encontramos en una habitación vacía, completamente diferente a la que dejamos antes de irnos a la cama. ¡Estamos solos! A nuestro alrededor solamente las paredes desnudas que nos aterran. Buscamos la cama pero ha desaparecido. Nuestro cuerpo está desnudo como las paredes de la habitación; a estas alturas no nos atrevemos afirmar que sea la nuestra, por lo irreal que se manifiesta. Por un momento pensamos --¿Esta es mi habitación?-- ¡Dudamos! ¡Experimentamos ansiedad! ¡Pero lo terrorífico de la situación, es que no sabemos qué hacer a partir de ahora; y por otra parte nos negamos ver y estar, en una habitación vacía!
                Una sensación igual nos produce la soledad. ¡Qué no es otra cosa que el miedo extremo a lo desconocido! El simple hecho de despertar en un sitio o lugar completamente diferente al nuestro, activa automáticamente los mecanismos de defensa. ¡Nos defendemos ante el peligro, y la soledad es peligrosa! Por muchos factores que explicaremos en siguientes comentarios.
                Nuestro cerebro tiene una capacidad formidable a la adaptación de cada  una de las situaciones límites que viviremos a lo largo de nuestra existencia; aunque no siempre estamos dispuestos a enfrentarnos de forma conciente. Uno de los mecanismos de defensa es la justificación, y en estos momentos inciertos lo ponemos en práctica. ¡Cuando un problema se hace latente, primeramente nos justificamos! Es decir, un fracaso emocional conlleva un proceso de superación, para el cual no estamos preparados, porque en nuestro pensamiento no cabe la posibilidad de un desengaño, de una frustración, de un desastre, de una desgracia, de una ruptura, o de un simple revés. ¡Y es cuando entramos en una soledad absoluta con nuestro entorno, y con nosotros mismos!