domingo, 24 de febrero de 2013

EPISODIOS 9 Y 10


             
       "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"                          
                                         
                                         EPISODIO
                                             -- 9 –
                 Dentro de la posada la estaba esperando Fornicio con la cuadrilla completa, esperando la orden para comenzar. Mi madre le dejó bien claro a Fornicio y a la señora Adolfina que el diseño, la ambientación, y todo lo relacionado con la estética del local era muy personal y que ella asumiría toda la responsabilidad hasta la terminación del proyecto. Tenía una visión clara de lo que deseaba para La pequeña Bumel. ¡Algo nunca antes visto en toda la comarca de Bumel!
__ ¡Señorita Dulce Ángel de Morales, qué hacemos con los hombres que están en la calle! –Le preguntó Fornicio con ingenuidad.
__ ¡Darles trabajo! –Contestó mi madre.
__ ¡No hay presupuesto para más trabajadores! ¡Hemos echado las cuentas y estos son los hombres que necesitamos!
__ ¡Entonces que se marchen! –Afirmó mi madre.
__ ¡Dicen que no se van, que se quedan aunque no les paguen!
__ ¡No se! ¡Ya se me ocurrirá algo! ¡Yo hablaré con ellos!
__ ¡Como usted diga señorita Dulce Ángel de Morales!
__ ¡Si cada vez que se dirige a mí me dice el nombre completo podemos estar hasta mañana! ¡Es una broma, cono dice su madre! ¡Este es mi nombre de cara al público! ¡Llámeme simplemente Ángel!
__ ¡Como usted diga!
__ ¡Hay confianza Fornicio, no me llame de usted! ¿Hay confianza o no? –Mi madre le habló mirándole a los ojos, para recordarle que sus ojos verdes la estuvieron observando desnuda todo el tiempo que estuvo en el baño-- ¡Dígamelo usted señor Fornicio!
__ ¡Si la hay señorita! –Y se apartó del grupo de hombres porque su rostro cambió en un instante de coloración. Mi madre, lo siguió hasta la otra habitación para conocer de cerca las intenciones del portador de la clara mirada-- ¿Por qué me dice esas cosas señorita?
__ ¿Por qué me trata de usted? ¡Yo puedo mirar también entre las maderas, y descubrir que se esconde del otro lado de la pared!
Fornicio Estrada Rodeiro no sabía dónde meterse. El observador de ojos verdes se encontraba atrapado entre la pared y mi madre, que cada vez se acercaba más a él. Su cuerpo temblaba y los ojos verdes se mantenían mirando al suelo --¡Malditos ojos verde, son los culpables!—Se decía Fornicio buscando la manera de escapar de la mujer que tenía delante, pero que imaginaba que en cualquier momento se le echaría encima. Mi madre se detuvo justo cuando su aliento topó con su boca.
__ ¿No me dices nada ojos verdes?
__ ¡Señorita!
__ ¡Aún siento esos ojos en mi espalda! ¡Los siento como van bajando despacio hasta llegar a mis nalgas! ¡Creo que se las quiere comer! ¿Te gusta Fornicio? ¡Ahora te tengo delante! ¡No te quedes callado!
__ ¡Señorita..........! –Mi madre lo miró a los ojos con mayor insistencia-- ¡Señorita Ángel, creo que se equivoca! ¡Yo..............!
__ ¡Creo que es hora de comenzar a trabajar Fornicio Estrada Rodeiro!
__ ¡Tiene toda la razón señorita Ángel, hay que trabajar! – Y antes de terminar la última palabra, se escapó del cerco que mi madre había hecho alrededor suyo.

                                                   EPISODIO
                                               -- 10 –
               La primera pregunta que le hice a mi madre cuando la razón me lo permitió, fue directa. ¿Quién es mi padre? Ella comprendió que mis intenciones eran firmes, y comenzó una larga historia que llega hasta nuestros días. ¡Sabía que no podía dejarme a un lado, y me incluyó en la trama más apasionada que se podía vivir! ¡Mi madre contaba sus andaduras y la historia de mi posible padre, y yo la escuchaba atentamente hasta que cumplí los diez años y comprendí que las cosas no son blancas y negras, que la diversidad de colores es posible dentro de la parábola hermosa que narraba mi madre! ¡Entonces estalló la calma en la Pequeña Bumel!
                Con diez años, corriendo cada día por los pasillos de “La Pequeña Bumel”, y atisbando cuando el azar me lo permitía, supe que las historias de mi madre pertenecían a su invención o fantasía; que la realidad era otra. ¡Cada día me encontraba con diferentes hombres que intentaban pasar a mi lado ocultando el rostro! Eran clientes que llegaban al pueblo por vez primera, vecinos conocidos, esposos de amigas de mi madre, políticos, intelectuales que se acercaban al pueblo para dar una conferencia, pero primero pasaban por “La Pequeña Bumel” para que mi madre le reorganizara los apuntes. ¡La mayoría de ellos terminaban en la habitación de mi madre, otros marchaban con las demás chicas del negocio; pero todos reclamaban a mi madre por sus manos, su paciencia, y su comprensión! Mi madre era un alma de dios que escuchaba al que llegaba a “La Pequeña Bumel” con algún lamento en el alma, y en cualquier parte de su cuerpo. ¡Era verdad, pero con diez años supe que también fornicaban después de los masajes orientales y las palabras metafóricas y subliminales!
                Entonces la táctica de mi madre cambió. ¡El negocio se había hecho demasiado grande y se le escapó de las manos sin darse cuenta, y ahora era demasiado tarde para continuar con las narraciones infantiles! Mi madre me sentó en una silla y me contó la historia de vida, comenzó por la vorágine de Turquía hasta llegar a Bumel. ¡Absolutamente todo! Consideró que no podía seguir mintiendo a un espíritu inquieto como yo porque aparecía en cualquier dependencia de la casa. ¡Me contó la verdad, menos la de mi padre! Sigo pensando, por intuición y por algún detalle que se le ha escapado que me miente respecto a mi verdadero padre.

                

EPISODIOS 7 Y 8


                                             
"LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
                                        EPISODIO
                                                -- 7 --
                ¿Quién habrá corrido la voz de la llegada de una forastera? ¡Las calles no estaban desiertas como la primera vez que hizo su entrada! La aparición de mi madre al pueblo causo el mismo efecto de una troupe en gira. Estaban deseosos por saber quién era la misteriosa mujer que les vino a visitar. Aunque el sentido real del apelotonamiento en la plaza no era otro que observarla de cerca, y examinarla de arriba a bajo; con lujo de detalles. Estos acontecimientos no eran comunes en Bumel y no se podían desaprovechar. En principio la reacción de los bumielenses fue molesta para mi madre, que no estaba acostumbrada a ser el centro de las miradas; pero pensando en el negocio, comprendió que esta sería la mejor publicidad para su posada. ¡Mi madre no se equivocaba!
                En las escaleras que da paso a la posada estaba la señora Adolfina con su hijo Fornicio. Al parecer esperaban a mi madre para darle la bienvenida pública. Una sorpresa más que no esperaba. Fornicio Estrada Rodeiro llevaba en la mano un manojo de flores silvestres envueltas en papel de traza. El ramillete estaba compuesto por hierbas, matojos, botones sin abrir, y medio campo que se trajo consigo; pero a mi madre le gustó. ¡Nunca recibió flores del oficial Turco, solamente sexo; y esto más que un detalle, es un mar de esperanzas! ¡Una lágrima sin control rodó por la mejilla de mi madre!
__ ¡No se quede como una estaca! ¡Señorita Ángel suba! ¡La estamos esperando como agua de Mayo! –Fueron las palabras de la señora Adolfina.
Estaba ruborizada. ¡Todas las miradas tenían un único objetivo, las escaleras, y sobre ellas la misteriosa señorita Dulce Ángel de Morales; mi madre!
__ ¡Es otra con el baño! ¡No me equivoqué cuando la vi la primera vez! ¡Es un Ángel que nos mandó el cielo! –Como siempre hablaba sin parar la señora Adolfina-- ¡Fornicio, no te quedes como un tronco y dale las flores a la señorita Ángel! ¡Él mismo la fue a cortar al campo! ¿No es verdad que son hermosas?
__ ¡Muy hermosas! –contestó mi madre.
El joven Fornicio sin moverse de su espacio estiró el brazo y le ofreció el manojo de flores a la señorita Ángel.
__ ¡No seas soquete hombre y muévete! – Le dijo la señora Adolfina.
__ ¡Esta bien, yo las cojo! –Mi madre se acercó al brazo del joven y tomó las flores-- ¡Gracias, son muy bonitas!
__ ¡No es nada! –Le contestó Fornicio-- ¡Son flores del campo!
__ ¡Lo importante es que son flores! ¡Las más hermosas que me han regalado! –Le habló mi madre mirándole a los ojos.
__ ¡Ves hijo mío, así son los caballeros! ¡No importa sin son silvestres y están tiradas en el campo! – Las palabras sabias de la señora Adolfina-- ¡Mi hijo es un hombre de muchos detalles! ¡Antes de dormirme me da unos masajes en los pies que me deja nueva! ¡Y no crea que estas cosas la hagan todos los hombres, no! ¡Mi difunto marido que en paz........!
__ ¡Mamá, la señorita Ángel está esperando!
__ ¡Es verdad hija mía, lo siento! ¡Cuando me pongo a hablar me vienen los recuerdos y se amontonan en mi cabeza; pero solamente los malos recuerdos! ¡Una mujer sola, porque yo he criado a este hijo sola........!
__  ¡Esto necesita algo de reforma! ¡Si es que sigue la oferta!
__ ¡Sigue en pie! ¡Adolfina tiene una sola palabra! ¡Espero lleguemos a un acuerdo! ¡La parte económica no es importante pero hay que hacer las cosas como dios manda! ¡Piense usted que.............!
__ ¡Señorita Ángel, yo me ocupo de los arreglos! ¡Si le parece bien a usted! – Le dijo a mi madre el joven Fornicio.
__ ¡Me parece muy bien! --Contestó mi madre.
__ ¡Pasemos adentro que estaremos más tranquilos! ¡Para los negocios se necesita algo de silencio! –habló con sabiduría la señora Adolfina.

                                       EPISODIO
                                             -- 8 –
                Entraron a la posada y en pocos segundos la plaza se despejó. Ahora Dulce Ángel de Morales era una más de la pintoresca Bumel.   
El trato se selló con acuerdo para ambas partes. La señora Adolfina corrió con los gastos del contrato legal. Mi madre firmó la transacción  de arrendamiento y al día siguiente comenzaron las obras para poner en pie la “Posa a d  l s cuaTros esq inas”; pero esta vez con el nombre de “La pequeña Bumel”.
                Al pueblo llegaron obreros y maestros de obra dispuestos a encontrar una oportunidad en lo que sería la rehabilitación más importante de la comarca. No se sabe quien o quienes fueron los encargados de difundir la noticia, pero mi madre contaba con una cuadrilla amplia para inaugurar en el menor tiempo posible su negocio. Al frente de los trabajadores estaba Fornicio, y en la sombra su madre Adolfina. Mi madre lo sabía, pero no le molestaba, estaba segura que eran los mejores aliados.
                La necesidad de trabajo de los hombres era algo dudosa, porque la mayoría estaban dispuestos a realizar su labor sin retribución económica. La selección la hizo Fornicio, y centenares de hombres que habían llegado de comarcas lejanas, no estaban dispuestos a marcharse. ¡Deseaban quedarse simplemente por un plato de comida! Mi madre comprendió que todo marchaba a las mil maravillas, y que ella, era el motivo de esta reacción en masa. ¡Sabiéndolo, lo quiso comprobar!
                A las siete de la mañana del día siguiente comenzó la faena, y mi madre fue la primera en presentarse en la posada. Se puso una camiseta blanca de algodón y unos pantalones cortos con lunares rojos. La camiseta y el pantalón quedaban incrustados a la piel sin dejar oportunidad a la imaginación. Unas sandalias rojas, que dejaban ver los pies blancos y frágiles de mi madre. Sobre la cabeza un sombrero de verano de la época, y en los ojos, sus gafas de sol, que las llevaba siempre que tenía una intención oculta. ¡Mi madre sabía como levantar el ánimo en un día largo de labor!
                La plaza estaba rodeada de hombres que pasaron la noche a cielo abierto en espera de una oportunidad en la empresa que comenzaba. Todos se pusieron en pie al paso de mi madre, con respeto y admiración. ¡La siguieron con la mirada! Por un momento mi madre pensó en la apertura del negocio --¡Si estos fueran los clientes, aquí hay trabajo para muchos días seguidos! ¡Esto marcha bien antes de comenzar!-- y subió las escaleras.
                Mi madre es una mujer de un encanto especial. Su belleza natural va de la mano de la habilidad por dominar el espacio. Sin hablar de las cualidades físicas, es una encantadora de almas descarriadas. Utiliza su voz, la mirada, los tonos, las pausas y el aliento para modificar el comportamiento de los hombres. ¡Este poder le valió de poco con el oficial Turco! Aunque pensándolo mejor, mi madre siempre lo tuvo siempre bajo sus faldas, hasta que se cansó, y pasó lo que tenía que pasar. ¡Es una historia muy larga que cuando llegue el momento se las contaré! Mi madre es como la lluvia cuando cae sobre las plantas. La lluvia que limpia y purifica, la lluvia que aclara y refresca la mente, la lluvia que llega sin avisar y se marcha después de dejarlo todo mojado. ¡Es simplemente la vida que necesita el campo para que las plantas florezcan! ¡Así es mi madre!



                 El estrecho tonel de madera fue para mi madre un océano cálido y profundo, donde se dejó llevar sin importarle las consecuencias de su profundidad. Con sus manos se apoyó sobre el borde, y tomando impulso giraba y giraba en un sentido y en el otro. Sintió su cuerpo verdaderamente desnudo, libre, sin importarle nada más, solamente este pequeño instante que se le antojaba eterno. Disfrutó como no lo hizo cuando era pequeña, porque la etapa de las fantasías y los juegos fue pasada por alto, se borró en su infancia.
                 Se entregó tanto al juego, que en uno de los giros, dio con la pared que la espiaba. Y entre la separación de la madera vio unos ojos verdes que jamás olvidó. No era Adolfina, ahora estaba segura. Eran unos ojos tan insistentes, que en ningún momento llegaron a parpadear. La primera reacción de mi madre fue mantener la apariencia de “aquí no ha pasado nada” y  de que nada había visto, pero solamente se engañaba a sí misma. Estuvo uno instante largo contemplando los claros ojos. Pasado algunos segundos o tal vez minutos, no se supo quién espiaba a quién, y de qué lado del tabique estaba el insistente observador.
                 Cuando mi madre hizo el intento de girar la cabeza, para regresar a su tranquilo océano, ahora de aguas no profundas y terminar con su baño, la mirada se esfumó de los torcidos tablones sin dar explicación. Mi madre intentó retomar el fluido visual, pero no tuvo éxito. En toda la pared, arriba, de bajo, en las esquinas, en el siguiente tabique, y en los otros tres, los ojos verdes dejaron de estar presente. Pensó que el baño era suficiente. Salió de la cuba y fue en busca de sus ropas, o de alguna toalla para secar su cuerpo, pero no encontró tejido alguno. Entonces recordó, que la señora Adolfina se había llevado sus prendas para lavarlas, y que más tarde regresaría con una toalla. No le quedaba otra cosa que esperar, pero ahora no estaba relajada, sabía que unos ojos intranquilos la estaban observando posiblemente ocultos en alguna grieta. Sintió pudor como nunca. Apoyó su culo contra la cuba de madera, y con sus brazos cruzados tapó sus pechos, y con una de sus manos su pubis. Levantó la cabeza, y puso la mirada en la pared, donde descubrió los ojos verdes. Y se quedó simplemente esperando.

__ ¡Señorita, tome esta toalla y estas prendas! ¡Mi madre me dijo que se las trajera!--- lo dijo de espaldas sin mirar al interior. Simplemente estiró su largo brazo hasta pasar el umbral de la puerta --- ¡Tómelas señorita, tengo cosas que hacer!
__ ¡Usted es……………!--- dijo mi madre a la vez que tomaba la toalla y las ropas.
__ ¡Soy el hijo de Adolfina! ¡Mi nombre es Fornicio Estrada! ¡Fornicio Estrada y Rodeiro!
__ ¡Gracias, muchas gracias Fornicio!--- dijo mi madre terminando de vestirse a toda prisa.
__ ¿Por qué?
__ ¡Por las ropas!--- contestó mi madre.
__ ¡Todo ha sido idea de mi madre! --- mientras hablaba se dio la vuelta hasta encontrarse con los ojos de mi madre-- ¡Siempre encuentra la forma de interrumpirme cuando estoy ocupado en mis cosas! ¡Va de un lado a otro y me desconcentra, pero con mi madre no hay ningún remedio! ¡Es así!
__ ¿Tiene usted los ojos verdes?
__ ¡Sí, desde que nací!--- contestó Fornicio Estrada Rodeiro.
                   
                 La cuba de madera, que aún hoy existe, tiene mucha historia, al igual que mi pasado familiar. En esta cuba un día descubrí, al ver mi reflejo en el agua, que mis ojos eran claros.     
             
                                         

EPISODIO DEL 4 AL 6


                                      
    "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
                                   EPISODIO
                                          -- 4 --
                  Sin estar cercano en el tiempo y el espacio, el maltrecho pueblo daba la impresión de un descompuesto set del lejano oeste americano, cuando las películas se filmaban en blanco y negro, con un amplio terraplén polvoriento, en el que se podían ver matojos rodando sin sentido de un lado a otro. En cualquier momento se podía esperar un tropel de caballos desbocados con sus cowboys belicosos desenfundando los revólveres de cañón largo. Fue lo que me contó mi madre, que su imaginación poseía un caudal inextinguible.
                 La robusta mujer con sus pies ligeros, llevó a mi madre a marcha forzada hasta su casa. En realidad, no existía mucha diferencia entre su vivienda y la “Posa a d  l s cuaTros esq inas”, ambas estaban destruidas. Todo, las calles, las esquinas, las paredes, y hasta la fornida señora, daban la impresión de estar en ruinas y en una desolación total; pero mi madre no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera un baño, y una cómoda cama para dejar su cuerpo al olvido. Al fin había llegado a Bumel, y ahora su objetivo no era otro que la recompensa de un sueño profundo. ¡Mañana será otro día, y las ideas serán más claras aún! Fue lo que pensó.
                 Lo primero que entró por la puerta fue la maleta de mi madre, que con una certera puntería, la señora robusta la lanzó al interior.
__ ¡Hemos llegado! ¡Ahora, ésta también es su casa señorita, señorita… ……..!
__ ¡Perdón, mi nombre es………!— y se quedó en blanco.
                 No sabía el porqué, pero mi madre decidió llamarse de otra manera. Pensó que debía estrenar un nombre a la altura de su nueva vida, porque estaba segura, que a partir de ahora nada sería igual. ¡Si, una mujer de negocio debe llevar un nombre acorde a la actividad que va a realizar!
__ ¡Me llamo! ¡Todos me llaman “Dulce Ángel de Morales”, pero usted llámame simplemente Ángel!
__ ¡Fue lo que pensé cuando la vi echada en el sofá! ¡Un Ángel…..llegado o caído del cielo! ¡Un bello Ángel!
__ ¡Ahora simplemente soy una mujer que necesita un baño!
__ ¡Claro, claro, venga conmigo! ¡Esta como verá usted no es una casa de lujos, pero es cómoda y muy amplia! ¡Mi hijo y yo no necesitamos nada más para vivir decentemente! ¡Por lo demás, en este pueblo nos conocemos todos y los trapos sucios no se ocultan, se airean en la plaza del pueblo! ¡Es una broma señorita Ángel!
__ ¿Dónde está su hijo?
__ ¡Debe estar por ahí, seguramente está en su cuarto, pasa mucho tiempo en él! ¡El pobre, es joven y en este pueblo todas las mozas están pescadas! ¡Cómo no sea…………que se marche a otro pueblo o a la capital de la comarca lo tiene muy negro para hacer familia! –la señora no poseía pelos en la lengua, y como mismo pensaba así mismo se expresaba.
__ ¿Cómo se llama?—preguntó mi madre.
__ ¡Fornicio! ¡Fornicio Estrada……..y Rodeiro, porque el pobrecito tiene madre! ¡No tiene padre pero madre sí! – hablaba mientras atravesaba el largo pasillo.
__ ¿Y usted?
__ ¿Yo? ¡Mis padres murieron hace………….!
__ ¡No! ¡Le pregunto por su nombre! ¿Cómo se llama?—le dijo mi madre con formalidad.
__ ¡Claro! ¡Es usted una bromista, me ha pillado! ¡Adolfina Rodeiro Mustigan! ¡Mi nombre y mis apellidos señorita Ángel son únicamente estos, no tengo otros! ¡Ya le contaré mi vida de verdad! ¡Éste es el baño, ahora le traigo una toalla, el jabón está en la poceta que ve allí, y el agua fresca, porque es muy fresca, en este bidón de madera! ¡Fuera los trapos! ¡Fuera, desnúdese, ahora le traigo la toalla, y me llevo sus ropas para lavarlas! – y dándole la espalda a mi madre se marchó.
                 ¡La señora Adolfina tenía razón, fuera las ropas! Cuando mi madre buscó la puerta del baño para cerrarla, se dio cuenta, que esto era un mito. En esta casa la privacidad estaba ausente en todos los sentidos. Los tabiques que dividían las habitaciones eran de madera, con los tablones torcidos e inflados por los años. La madera seguramente tendrá mil historias por contar, pensó, pero ahora no era el momento y respiró profundamente. Mi madre tuvo la impresión de estar dentro de un inmenso barril de vino, y ella era la única uva que en un instante estaría flotando en el líquido fresco, muy fresco, como dijo la señora Adolfina.
                 Llevaba un vestido enterizo con botonaduras a todo lo largo del mismo, muchos botones que en este instante hacían más agotadora esta acción de desnudarse. Uno a uno los fue liberando del ojal, hasta sentirse relajada. Dejó el vestido sobre una silla, lógicamente de madera, como la mayoría de las cosas en esta casa, y fue en busca del cierre del sujetador que mantenía sus pechos oprimidos. Se le había formado una marca muy intensa por todo el contorno, en los pliegues, en el nacimiento, y debajo de sus pechos, pero ahora no importaba, las carnes nuevamente respiraban. Se sentía tan bien, que se bajó las bragas de prisa, y de un salto se las quitó. Estaba completamente desnuda, como llego al mundo, pero con sus atributos desarrollados y bien formados. Mi madre poseía, y aún posee, unas líneas armoniosas junto con una piel tersa y deslizante. Una gota de agua corre por el cuerpo de mi madre, y solamente se detiene cuando se encuentra con la voluptuosidad de sus pechos, o las altas montañas de sus caderas. Un vientre firme que termina en un monte con muchos relieves y con una vegetación virgen pero bien cuidada, junto a un trasero redondo y sólido como un melocotón bien torneado, hacen en su totalidad un conjunto apetecible para la vista. ¡Y fue lo que sintió mi madre cuando se inclinó para alcanzar el jabón que estaba en la poceta! ¡Una mirada que descansaba en su nuca!

                                       EPISODIO
                                           -- 5 --
                     La mirada la sintió en la nuca, pero más evidente fue el jadeo que escuchó entre los tablones torcidos. Un soplo fuerte de aire caliente entró de golpe por uno de los resquicios de la madera y fue a dar justo a su espalda. Mi madre supo que no estaba sola, que del otro lado de la endeble pared había una persona que por su jadeo, padecía del corazón o estaba muy excitada. Se decantó por la segunda, era lo que le sugería su intuición. ¿Puede que sea la señora Adolfina que me espía con alguna intención lasciva? Fue lo que pensó mi madre al sentir la agitada respiración tras de sí, pero enseguida se dio cuenta que no podía ser. Le pareció poco probable que una mujer emitiera estos bufidos con tanto brío. Por otra parte la señora Adolfina tenía una cierta edad no muy favorable para estos juegos acrobáticos y de espías.
                 Con las dos manos comenzó hacer una enjabonadura en condiciones, sin prisas, porque el largo viaje había agotado sus energías, y su cuerpo le pedía un baño que la relajara de los pies a la cabeza. Su intención era comenzar por la cara, que entre el polvo del camino y los sudores copiosos, habían formado en los poros una capa desagradable de inmundicia. Se frotó la cara con las manos y la vida le volvió al cuerpo. Por un momento olvidó la pesada mirada y el continuo lamento que llegaba del otro lado de la pared. Tomó un balde llenó de agua y lo lanzo sin ningún miramiento desde lo alto de su cabeza. Una sensación casi olvidada cuando sintió la humedad por toda su piel. Dejó que los párpados cayeran por su peso, y se dio cuenta que la cascada que se deslizó por toda su anatomía no fue suficiente, que necesitaba mucho más líquido. No lo pensó, y se metió completamente dentro del depósito de agua, el deteriorado tonel que estaba en el centro del baño. El cielo se le hizo realidad cuando se sumergió en él. Mi madre me contó que la sensación que sintió fue indescriptible para expresarla con palabras, posiblemente única. Desde la toma de decisión, la partida, el largo y tortuoso viaje, hasta el encuentro con la señora Adolfina, su vida de alguna forma sufrió un cambio, aunque el tiempo no fuera excesivamente dilatado.
                 El estrecho tonel de madera fue para mi madre un océano cálido y profundo, donde se dejó llevar sin importarle las consecuencias de su profundidad. Con sus manos se apoyó sobre el borde, y tomando impulso giraba y giraba en un sentido y en el otro. Sintió su cuerpo verdaderamente desnudo, libre, sin importarle nada más, solamente este pequeño instante que se le antojaba eterno. Disfrutó como no lo hizo cuando era pequeña, porque la etapa de las fantasías y los juegos fue pasada por alto, se borró en su infancia.
                 Se entregó tanto al juego, que en uno de los giros, dio con la pared que la espiaba. Y entre la separación de la madera vio unos ojos verdes que jamás olvidó. No era Adolfina, ahora estaba segura. Eran unos ojos tan insistentes, que en ningún momento llegaron a parpadear. La primera reacción de mi madre fue mantener la apariencia de “aquí no ha pasado nada” y  de que nada había visto, pero solamente se engañaba a sí misma. Estuvo uno instante largo contemplando los claros ojos. Pasado algunos segundos o tal vez minutos, no se supo quién espiaba a quién, y de qué lado del tabique estaba el insistente observador.
                 Cuando mi madre hizo el intento de girar la cabeza, para regresar a su tranquilo océano, ahora de aguas no profundas y terminar con su baño, la mirada se esfumó de los torcidos tablones sin dar explicación. Mi madre intentó retomar el fluido visual, pero no tuvo éxito. En toda la pared, arriba, de bajo, en las esquinas, en el siguiente tabique, y en los otros tres, los ojos verdes dejaron de estar presente. Pensó que el baño era suficiente. Salió de la cuba y fue en busca de sus ropas, o de alguna toalla para secar su cuerpo, pero no encontró tejido alguno. Entonces recordó, que la señora Adolfina se había llevado sus prendas para lavarlas, y que más tarde regresaría con una toalla. No le quedaba otra cosa que esperar, pero ahora no estaba relajada, sabía que unos ojos intranquilos la estaban observando posiblemente ocultos en alguna grieta. Sintió pudor como nunca. Apoyó su culo contra la cuba de madera, y con sus brazos cruzados tapó sus pechos, y con una de sus manos su pubis. Levantó la cabeza, y puso la mirada en la pared, donde descubrió los ojos verdes. Y se quedó simplemente esperando.

__ ¡Señorita, tome esta toalla y estas prendas! ¡Mi madre me dijo que se las trajera!--- lo dijo de espaldas sin mirar al interior. Simplemente estiró su largo brazo hasta pasar el umbral de la puerta --- ¡Tómelas señorita, tengo cosas que hacer!
__ ¡Usted es……………!--- dijo mi madre a la vez que tomaba la toalla y las ropas.
__ ¡Soy el hijo de Adolfina! ¡Mi nombre es Fornicio Estrada! ¡Fornicio Estrada y Rodeiro!
__ ¡Gracias, muchas gracias Fornicio!--- dijo mi madre terminando de vestirse a toda prisa.
__ ¿Por qué?
__ ¡Por las ropas!--- contestó mi madre.
__ ¡Todo ha sido idea de mi madre! --- mientras hablaba se dio la vuelta hasta encontrarse con los ojos de mi madre-- ¡Siempre encuentra la forma de interrumpirme cuando estoy ocupado en mis cosas! ¡Va de un lado a otro y me desconcentra, pero con mi madre no hay ningún remedio! ¡Es así!
__ ¿Tiene usted los ojos verdes?
__ ¡Sí, desde que nací!--- contestó Fornicio Estrada Rodeiro.
                   
                 La cuba de madera, que aún hoy existe, tiene mucha historia, al igual que mi pasado familiar. En esta cuba un día descubrí, al ver mi reflejo en el agua, que mis ojos eran claros.     
             
                                          EPISODIO
                                             --  6  --
                    Fornicio Estrada Rodeiro junto al oficial Turco, engrosaron la larga lista de los posibles sospechosos. Cualquiera de los dos encajaba en el perfil que me llevaría a descubrir la verdad sobre mi posible progenitor. Para mi madre  cualquier candidato paterno que surgiera pasaba automáticamente a ser negado sin contemplación, y la razón que me daba no saciaba mi sed. Morales era mi padre, por versión de mi madre, pero este señor Morales no era más que un espectro en Bumel. A cualquier persona que se le preguntase por Morales, la respuesta era una sola, no sabemos quién es. De cualquier forma,  yo seguía buscaba alguna razón para al menos fundamentar mi sospecha; pero el camino no se mostraba despejado, el mínimo indicio se aferraba con fuerzas para no salir a la luz. Nada me importaba, quería saber quién era mi padre, y para ello, debía seguir  buscando sin desfallecer. La única y compleja dificultad, todos mantenían la boca cerrado respecto al pasado. ¿Morales no existía, o será que mi madre cuando llegó a Bumel se trajo algo más que una maleta?
                Fornicio Estrada Rodeiro como mismo apareció por una de las hendiduras del cuarto de baño con su penetrante ojo verde, desapareció por la puerta sin decir palabra. Mi madre después de conocer al portador del ojo que la observaba mientras relajaba su cuerpo en aguas mansas, se sintió segura, y pensó, que su vida posiblemente comenzaba a cambiar; que la decisión que había tomado,  no era errada. No sabe si fue la amabilidad de la señora Adolfina, junto al aplastante silencio que sintió al entrar en el pueblo, y al agua fresca que bañó su cuerpo adolecido y polvoriento lo que calmó sus dudas; pero mi madre estaba feliz. El famoso ojo que se presentó sin avisar quizás fue el motivo más poderoso.
                 Mi madre estaba lista para entrar de lleno en los negocios. No le gustaba dejar enfriar las cosas y quería saber si las palabras de la señora Adolfina eran serias, que no le había tomado el pelo con la proposición de mi madre de comprar el ruinoso hotel. Antes pensó, que lo mejor sería pasar nuevamente por la posada para tener una visión más relajada de sus intenciones. Esta decisión implicaba mucho riesgo en la vida de mi madre. Todos sus ahorros estaban en juego, y si por cualquier motivo fracasaba, esta vez quedaría sola y desnuda, y su voluntad no sería la misma. Pero le movía  la rabia y la curiosidad. Estaba segura en su propósito y sabía que lo podría lograr.
                 Salió a la calle en busca del ruinoso hotel. El pequeño pueblo presentaba otro color. Por un momento pensó que no era el mismo, que estaba diferente, inclusive lo vio más grande y majestuoso. Ahora las construcciones se les revelaban despejadas y con una luz transparente y limpia. Las calles seguían siendo estrechas pero armónicas, con un gusto algo especial en las esquinas. Mi madre sonrió y se puso en marcha por la primera calle que encontró en su camino. No le importaba si por ella llegaba al hotel, sabía que en algún instante todos los puntos se encontrarían. Ahora lo que deseaba era caminar y mirar sin prisas a Bumel.
                 Al final se encontró con un recodo y le pareció familiar. Recordó que del otro lado estaba la plaza, y en una de sus bocacalles la “Posa a d  l s cuaTros esq inas”. Al llegar se encontró no solo con la posada, los bumielenses al parecer la esperaban como agua de mayo

EPISODIO 3


                                                     

                    "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
                                                     EPISODIO
                                                            --3--  

                 Todo comenzó un domingo de verano. Aunque el buen tiempo acompañaba en la luminosa mañana, las callejuelas, el recodo, y Bumel en su totalidad, se mostraba a la vista del forastero completamente desolada. Mi madre y su maleta llegaron a la plaza del pueblo después de un largo recorrido que comenzó caminando, continuó en moto, siguió en automóvil, prosiguió en tren, y terminó en barco. Estos medios de transporte dejaron el cuerpo de mi madre desencajado y adolecido antes de alcanzar su destino; necesitaba una pausa urgente para tomar fuerzas y organizar las ideas. En lo más íntimo de su ser, la duda y el miedo, se regocijaban con su desolación; pero mi madre no estaba dispuesta a sentirse vencida por la larga travesía, y sabía que debía luchar con todas las consecuencias posibles.
                 En uno de los extremos de la plaza había una edificación de dos plantas con la fachada descorchada y mugrienta; y sobre los balaustres del segundo piso un cartel de madera se balanceaba contra el metal oxidado del balcón. Con mucho esfuerzo se podía leer con letras nada armoniosas y difusas “Posa a de l s cuaTros esq inas”. Posiblemente el simple letrero fue suficiente para llamar la atención de mi madre, que sin pensarlo, dirigió su maleta a las escaleras del viejo caserón y no se detuvo hasta que su cuerpo se desplomó en uno de los sofás del vestíbulo. ¡Los pies llegaron al paraíso prometido y no estaban dispuestos a renunciar a tal privilegio! Mi madre cerró los ojos y se perdió en la nada misma. Toda ella se abandonó a la suerte del momento. Nunca me dijo el tiempo que estuvo dormida, pero cuando despertó, vio delante de ella una robusta mujer que la examinaba con curiosidad desde su posición elevada. Mi madre sin hacer pausa le dijo.
__ ¡Le compro el hotel, no importa lo que cueste, estoy dispuesta a pagar por él el precio que usted disponga! ¡No haré ningún tipo de regateo, no es mi estilo! ¡Qué me dice usted!
                 Y no dijo nada más, se incorporó dejando solamente las posaderas apoyadas en el sofá y esperó la respuesta de la mujer que la observaba.
__ ¿Qué está usted hablando? ¿De qué hotel me habla?—preguntó la señora.
__ ¡De este hotel! ¡Bueno el cartel dice “posa a” o algo parecido!—dijo mi madre.
__ ¿El cartel? ¡Hace años que le he dicho a mi hijo que descuelgue el maldito cartel que puede traer confusión! ¡Señorita, hace muchos, pero muchos………, creo que al menos veinte años cerramos! ¡Fue por falta de huespetes!
__ ¡Huéspedes!—afirmó mi madre.
__ ¡Sí! ¡No llegaban al pueblo los que van de aquí para allá…..! ¡Lo que le digo no habían huespetes!
__ ¿Vive usted aquí?—preguntó mi madre.
__ ¡Noooo, no, que dice usted! ¡Vivimos en una de las callejuelas que da a la panadería del pueblo, torciendo por la esquina que está allí, mire!---y  señaló con el dedo hacia la maltrecha ventana--- ¡Digo vivimos porque somos mi hijo y yo! ¡Su padre murió, y desde ese momento en este negocio nadie más entró, palabra de santo!
__ ¿Por respeto a su marido?---fueron las palabras de mi madre.
__ ¡No, no, qué me dice! ¡Puso mi marido un pie en el cementerio, y los huespetes, fuuu, fuuu, fuuu, desaparecieron! ¡El negocio lo tuvimos que enterrar………… cómo a mi marido, que en paz descanse!
__ ¡La comprendo señora y lo siento!
__ ¡No lo sienta usted, mi marido era un hijo de………su madre, que también en paz descanse! ¡Lo que siento es que no vinieran más huespetes! ¿Sabe usted que entre otras cosas yo era la cocinera de este negocio, y no porque lo diga yo, la mejor de toda la comarca, de toda, enterita?--- concluyó con mucho orgullo.
__ ¡La felicito señora!
__ ¡Qué dice, primero lo siente y ahora me felicita! ¡La felicito, la felicito! ¡Lo mejor que me ha pasado es que se muriera mi marido, era un………..ahora cocino para su hijo, bueno mi hijo, ya sabe…….el hijo de ambos dos! ¡Mi hijo es todo un hombre, pero no salió a su padre, porque me he encargado de mantenerlo a rayas! ¡Fuuu, fuuu, fuuu! ¡………….! ¡Es usted muy callada señorita, no se le puede sacar una palabra de la boca! ¿De dónde viene? ¡Pensándolo, pensándolo, es usted……..forastera! ¿Me equivoco?
__ ¡No señora, para nada, es usted muy inteligente! ¡Acabo de llegar al pueblo, pero soy de muy cerca de aquí, en la comarca!---le contestó mi madre.
__ ¿Seguro, no me miente usted señorita?
__ ¡Le doy mi palabra señora, no le miento!
__ ¡Trato hecho, le vendo esta ruina!--- y su boca por vez primera dejó de emitir palabra.
__ ¡Le decía………..lo del dinero………..!
__ ¡Después hablamos de los oros! ¡Relájese mujer, ha llegado a Bumel, donde el tiempo no es oros! ¡…………..! ¡Mejor le preparo un caldo de ave que seguramente la hará volar………es una broma! ¿Cuénteme, qué viene hacer por aquí, está de paso, o posiblemente torció el rumbo y se dirigía hacia la parte del otro lado del…………….?
                 La señora siguió con su verborrea interminable y las preguntas intencionadas que al parecer amenazaban con ser eternas. Mi madre se levantó del sofá, compuso su vestido, tomó la maleta, y sin escuchar una palabra más dijo:
__ ¡Estoy lista señora!
__ ¡Vamos a mi casa, después hablamos de negocio!
                 La señora sin dejar de hablar tomó la maleta de mi madre y se marcharon las dos por el centro de la calle desierta de Bumel.




DISEÑO GRÁFICO: MANDY BLUE.

EPISODIOS 1 Y 2


                                                         


                           "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"


                                                          EPISODIO 

                                                 --- 1 ---


                Mi nombre es Agapito Morales y Morales, y desde que nací, mi vida íntima ha estado en boca de todos. Llegué a este mundo para finales del mes de marzo, del año mil novecientos sesenta, en un pequeño pero pintoresco burdel a las afueras de la comarca de Bumel. Mi madre, siendo muy joven, no quiso escuchar a la razón, y por amor, cruzó el atlántico siguiendo los pasos de un veterano oficial Turco. Lo dejó todo y marchó a lo desconocido. Su único equipaje era la pasión que sentía por el hombre uniformado. Su único capital, su cuerpo. Pensó que el amor estaba por encima de todo, pero no fue así. El amor duró lo justo, lo que tenía que durar; el tiempo necesario hasta que su vientre comenzó a tomar forma de globo terráqueo. Fue cuando el oficial pensó que era hora de terminar con la paz y declarar la guerra. Una mañana al despertar mi madre, se encontró una nota del oficial Turco sobre su cama. Le comunicaba que marchaba al frente. El oficial se perdió para no ser testigo de lo que estaba por llegar,  y mi madre quedó sola y con una vida en las entrañas. Mi madre nunca supo la batalla que debía librar, y a las pocas semanas de continuos lamentos abortó. Entonces pensó que era hora de dejar Turquía y regresar a donde nunca debía de haber partido. Llegó a Bumel y comenzó una nueva vida, con un negocio propio y muy personal. Mi madre aliviaba las tensiones del día a día de sus clientes. Utilizaba sus cualidades profesionales para relajar el alma y el cuerpo de todos los que pasaban por “La pequeña Bumel”. Así bautizó mi madre su negocio, en honor al pueblo que la acogió, y que de cierta forma, parte de la población estaba muy agradecida con sus servicios.
                Por estos años nací yo, pero mi madre siempre negó que fuera hijo del oficial turco, por este episodio que les he contado. La historia del aborto, y de mi padre fantasma, no me ha dejado dormir desde que comencé con mis primeras preguntas. Según mi madre, mi padre, de apellido Morales, llegó una noche a “La pequeña Bumel”, cinco minutos antes de cerrar el local. Buscaba ayuda urgente, y se quedó hasta el amanecer, cuando los primeros rayos de luz se asomaban por el horizonte. Después de recibir la terapia, que por vez primera se extendió como nunca, jamás volvió por el negocio. Eso me contó mi madre, pero algo me dice, que la verdad está algo más oculta.
                No es que mi madre me haya contado poco, es que mi pasado consta de una sola versión, una historia fuera del común de los sentidos. Una historia íntima. Por algún motivo desconocido por mí, se ha mantenido en secreto. Ahora haré lo imposible, por conocer la verdad de mis orígenes. Tengo en mi cabeza, cada una de las imágenes de aquellos momentos en “La pequeña Bumel”. Horas y más horas atisbando detrás de la puerta, viendo como mi madre realizaba con arte su trabajo. Todos estos recuerdos vividos durante muchos años, más lo que pueda investigar en el presente, serán de gran valor para conocer la verdad sobre mi vida. ¿Quién fue mi padre? Soy Morales y Morales, por mi padre y mi madre. Casualmente, el segundo apellido de mi madre es Morales. ¡¡Comienza la búsqueda!!

                                         EPISODIO
                                             ---2---

                 Por aquellos años, Bumel estaba en pleno florecimiento. Aunque sus habitantes no pasaban del millar, las calles estaban repletas de visitantes que llegaban continuamente desde los rincones más insospechados del planeta. Muchos hacían  escala en Bumel para pernoctar y tomar provisiones antes de continuar el viaje. Se detenían solamente una o dos noches; pero la mayoría de ellos jamás partieron, y sus vidas se detuvieron por siempre en Bumel. Quedaron fascinados al probar los encantos de la pequeña Bumel.  Otros,  a sabiendas del tráfico de personas y el comercio de cosas no del todo legales, pensaron que tendrían una oportunidad para enriquecerse en estas calles, que se mostraban abiertas y comprensivas con todos los forasteros. Naturalmente que no lo pensaron por segunda vez, y comenzaron su cruzada a todo lo largo y ancho de la comarca.
                 Llegaron comerciantes arruinados con la esperanza de encontrar una salida a su malograda vida. Acudieron traficantes de poca monta que esperaban encontrar en Bumel el paraíso  soñado para desarrollar sus pensamientos especulativos y hacer un buen capital con sus géneros. Soñadores,  poetas,  y filósofos, en busca de cantidad y variedad humana para que el espíritu y el alma se inspiren de una vez y por todas. Amantes despechados, asesinos no confesos, rateros olvidados en calles sin nombres, mutilados de guerras perdidas. Un sin fin de viajeros incansables en busca de un pretexto para permanecer y echar raíces en cualquier trozo de tierra que los acoja, por si el destino decide que la partida ha terminado. Charlatanes, curanderos, adivinadores, y creadores de pócimas milagrosas que mantienen los pensamientos despejados, y las carnes perpetuas. Científicos olvidados, profetas no aclamados, brujas arcaicas y brujas renovadas.  ¡Jueces sin procesos, pero con talento necesario para imponer el reglamento! Saltimbanqui, soñadores, artista, creadores en general en busca de inspiración,  y otros en espera de ser  reconocidos. También se dejaron ver por aquellos años, militares, jóvenes y añejos militares, que exhibían sus medallas con altivez ante los ojos de los infelices civiles. ¡Militares de conciencia, pero de conciencia torcida! En resumidas, hombres y mujeres, que en la distancia le llegó de oídas, que en una pequeña comarca de un lejano país, el mundo giraba en otra revolución.
                 Y por  estos  años,  algunos más, o algunos menos, llegó por segunda ocasión mi madre a Bumel. Trajo consigo sus penas, sus rencores, y su eterna soledad. También llevó consigo un plan. En su cabeza, una idea le venía dando vueltas desde que la abandonó el militar turco y se quedó sola. Tomó la simple decisión de dejar Turquía,  porque los buenos momentos habían partido, y no esperaba un milagro. Todo estaba bien claro, la relación estaba terminada, y sus ilusiones habían saltado en mil pedazos por los aires. Fue entonces cuando pensó en tomar alguna venganza, pero no una simple venganza. Su idea estaba diseñada pensando en una escala mucho mayor.  Abrir un negocio que le reportara estabilidad económica, para no depender nunca más de ningún otro hombre, y para demostrarse a sí misma, que no todo estaba perdido, y que su vida merecía una segunda oportunidad.
                 Todo esto que les cuento me lo contó mi madre cuando comenzaron mis dudas y el largo listado de preguntas intencionadas. Por mi madre supe que mi padre no era el oficial turco, pero también descubrí que en su mente aún permanecía esos lastimeros años que viajaron con ella hasta Bumel. El pensamiento de mi madre, aunque no lo quería reconocer, se centraba en la venganza por todo el dolor vivido. ¡Mi madre y el militar, se prometieron amor perpetuo, pero también se juraron, que ninguno de los dos dejaría al otro por nada de este mundo! Y al pasar lo que no debía pasar, la mente de mi madre comenzó a trabajar desaforadamente, y fue cuando ideó un plan dirigido únicamente al dispositivo de poder masculino, al falo. Ese mismo falo que la dejó sin sentido y transportó por valles y montañas desconocidas hasta ahora por ella. Al falo que amó y acunó entre sus piernas en las largas noches de lujuria. Pero también al falo, que sin avisar, se marchó un día con la cabeza baja y sin mirar atrás.
                 Mi madre sabía lo que hacía, y aunque no lo parezca, cada detalle por muy pequeño que se muestre, lo había estudiado hasta la perfección. Estaba convencida de su venganza, y nada ni nadie la harían cambiar. ¡Se repetía una y otra vez, que las promesas están para cumplirse, y en esta ocasión, ella velaría porque así fuera! ¡Su plan estaba en marcha, había comenzado! Ahora nada más  le faltaba encontrar el instrumento de enlace con su objetivo. ¿Cómo poder reunir la mayor cantidad de falos sin voluntad, descarriados y prepotentes sin tener que ir a por ellos? Después de mucho pensarlo, se le ocurrió lo que ella llama, “la venganza retributiva” ¡Una casa de adiestramiento fálico con recompensa en metálico! Bumel no sabía que su nombre dejaría la pequeña y provinciana comarca para atravesar fronteras y mares, para ser repetido hasta el aburrimiento. Los que llegaban a Bumel de paso, jamás partieron, se quedaron hasta que sus huesos se mezclaron con el viento.
                 ¡Por todo esto y mucho más, mi nombre, Agapito Morales y  Morales está en boca de todos; porque mi madre, un día determinado, abrió “La pequeña Bumel”! 

EPISODIOS DEL 21 AL 33


            

                       
            "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
                                                   EPISODIO
                                                     -- 21 --
                 Dulce Ángel de Morales quedó ante el orificio de la pared con su voluntad lacerada sin saber qué hacer. Si los milagros existían, hace unos segundos había presenciado uno al escuchar la voz de Fornicio.
                 Con el tiempo percibí muchos de los secretos de mi madre y comprendí que a pesar de todo, era y sigue siendo una persona excepcional. Posee una sensibilidad fuera de lo común y sus sentidos  se crearon para producir placer y alimentarse de las cosas trascendentales. ¡La voz que le llegó a sus oídos la transportó al edén que había soñado!
                  ¿Qué pudo haber pasado por la garganta del rústico Fornicio? --¡De sus cuerdas vocales se escapó la mejor armonía engendrada de todos los tiempo!—Así habló mi madre con la mirada perdida más allá de la pared. La crema corporal cayó al suelo porque los dedos de Ángel se perdieron en la duda. Desde este instante su ser experimentó un cambio absoluto. Intentó pegar su cuerpo a la pared para escuchar la respiración de Fornicio, pero sus empinados pezones se lo impidieron. Desde la totalidad de su amplia cabellera hasta el más ínfimo bello púbico, su materia contorsionó de puro placer.
                 Los poros de la piel de la delicada Ángel, estaban dilatados en espera de una onda sonora salida de la garganta de Fornicio, y lo único que deseaba era sentir su aliento penetrándola sin compasión. Desde la llegada a la comarca de Bumel mi madre, la señorita Dulce Ángel de Morales no había practicado el sexo en ninguna de sus variantes, y esta demostración vocal del hijo de la señora Adolfina alertó sus conexiones nerviosas y lubricó su mente.
                Permanecía desnuda ante el orificio que momentos antes provocó con sus movimientos e insinuaciones; pero la voz no se dejó escuchar.
__ ¿Estás ahí Fornicio? –Ella pregunto como una adolescente insegura-- ¡Sé que me estabas mirando mientras me bañaba! ¡Quiero escuchar tu voz nuevamente! ¡Lo que me pidas lo haré!
                Estas palabras de mi madre no fueron muy acertadas de su parte. Había jurado que nunca más se pondría al servicio de un hombre. Que si alguien se debía arrodillar serían ellos y no ella; pero su voluntad, al igual que sus rodillas se doblegaron y se derrumbó al suelo para suplicar aunque sea un humilde verbo.
__ ¡Escúcheme, he puesto mis oídos a la pared para saber si estás ahí! – El silencio continuó-- ¡Ahora acercaré mi boca para que no me olvides!

                                             EPISODIO
                                                -- 22 –
                La voz de Fornicio y su persona, al parecer se esfumaron de la habitación contigua. Mi madre pensó por un momento que había salido corriendo porque la vergüenza le dominaba los instintos. Ella permanecía desnuda y de rodillas frente al orificio de la pared. Hasta este segundo todos sus planes estaban a punto de evaporarse al igual que sus ideas; pero no se rindió, muchos recursos coleccionaba en su interior.
__ ¡Fornicio estoy dispuesta hacer un trato contigo! –Pegó los labios completamente al orificio de la pared, para que sus palabras penetraran en la habitación con mayor fuerza-- ¡Primero quiero escuchar tu voz hasta que te lo pida, y después deseo saber si estás de mi lado para que el negocio de “La pequeña Bumel” salga a flote! ¡Te reclame lo que te reclame! –La voz de Fornicio continuaba sin escucharse-- ¡A cambio le daré un masaje a ese objeto hermoso que llevas entre las piernas! –Entonces se escuchó un suspiro profundo desde el otro lado-- ¡Se lo daré con mi boca, mis labios, y mi lengua! ¡Solamente tienes que darme la confirmación del trato!
                Con la velocidad de la luz, Fornicio respondió introduciendo su gruesa y larga verga por el hueco de la pared. ¡Esa era su respuesta! Estaba dispuesto a todo con tal de sentir los placeres que hasta ahora le fueron negados por imposición del destino. Todo estaba muy bien, pero mi madre deseaba una respuesta sonora y se la exigió con hechos.
__ ¡Dímelo con tu voz o no hay trato! –Se lo ordenó.
__ ¡Estaré a tu lado hasta levantar “La pequeña Bumel”, y mientras me lo pidas, hablaré aunque me quede sin palabras!
                Era lo que ansiaba escuchar Ángel. Nuevamente el control estaba de su parte. A sus oídos llegaron las cálidas palabras de Fornicio que con cada pausa la sorprendía como la primera vez. El tono grave de algunos hombres le producía un goce fuera del alcance de sus dominios. ¡Había logrado la promesa que tanto deseaba, y había logrado una sorpresa inesperada! Del orificio de la pared, sobresalía un trozo considerable de “músculo penial” que para nada dejó indiferente a la versada Dulce Ángel. Al menos veinte centímetros en erección de fibra venosa, se balanceaba de arriba a bajo intentando ser escuchado. En este instante y después de mucho tiempo mi madre debía poner en práctica sus dotes de hábil terapeuta de penes solitarios.
__ ¡Dime palabras aunque no tengan sentido! ¡Yo me ocuparé de ordenarlas en mi cabeza! –Así le dijo mi madre mientras miraba con gusto el flamante tronco que brotó del tabique-- ¡Te prometo que este masaje no lo olvidaras en lo que te queda por vivir! ¡Cuando quieras puedes comenzar! ¡Te escucho!
                Fornicio comenzó murmurando sonidos incoherentes, peor cuando sintió unas gotas de una sustancia templada y viscosa sobre su pene, las sílabas por sí mismas comenzaron a reordenarse.
 __ ¡Mejor es lo que paso me está! ¡Es hora lo mejor que me ha...............! –La palabra articulada no pudo continuar su evolución, pero de su garganta brotó la más cristalina de las resonancias graves. A la habitación donde se encontraba Ángel, llegó el eco profundo de un sincero lamento.

                                        EPISODIO
                                           -- 23 –
                Durante el tiempo que Ángel intentó la domesticación de la verga de Fornicio las palabras de él continuaron perdidas en la incongruencia. Él solamente gemía y se retorcía de embriaguez contra los tablones del maltrecho tabique, dificultando la experimentada labor de mi madre que utilizó su mejor técnica para dilatar el placer de su cliente a la vez que mostraba una amplia gama de sus dones. No era un simple hecho de felación, el conocimiento empleado por mi madre estaba basado en principios terapéuticos de antiguas civilizaciones del medio oriente.
                 Mi madre conocía al detalle las artes amatorias y se consideraba una profesional en extinción.  Estaba entrenada para superar cualquier punto frágil que dificultara su labor. ¡Esto que les cuento es la pura verdad! ¡La señorita Dulce Ángel de Morales cuenta con estudios profundos en esta materia! Buscando alguna pista que me condujera a mi padre, encontré entre las cosas de mi madre unos escritos guardados con mucho celo. En ellos estaban los conocimientos adquiridos, y los servicios realizados en La pequeña Bumel. Aparecían cada uno de los clientes que desfilaron por el negocio de mi madre, incluyendo el primer encuentro con el “señor” Fornicio, porque después de estas demostraciones vocales alcanzó la total madurez.                
                 Esta potencia de voz dejó el pulso y las ideas de Ángel al descubierto. El rudo Fornicio no articulaba palabras coherentes pero si rugía como un poseído con su frecuencia extremadamente grave. El sonido se apoderó de ambas habitaciones con la pujanza de un ser sobrenatural, dejando al descubierto cualquier duda sobre el hombre que confiaba su voluntad y su miembro a unas manos desconocidas. Ángel no contaba con esta posibilidad. Sabía que Fornicio disponía de algo especial que la hacía vulnerable y por encima de todo debía mantener el control. ¡La voz del hijo de la señora Adolfina era extremadamente grave, y Ángel sintió miedo, porque esta gravidez se podía convertir en su punto débil!     
                 La pequeña Bumel se había puesto en marcha. Fornicio no sabía que con su episodio puso los pilares del negocio, y a la vez entró en la lista como “primer cliente del versátil local”. Lo que pasó entre mi madre y el hombre de la voz profunda,  con el tiempo dejó de ser un secreto para los habitantes de la atrayente Bumel. Este comienzo entre Ángel y Fornicio sentó las bases para una profunda relación que fue madurando con el tiempo, aunque pudiéramos decir que incomparables matices se le fueron sumando día tras día.
                 La primera cara que recuerdo mirándome con ojos saltones desde mi cuna fue la del rudo Fornicio intentando desprender una sonrisa de mi rostro. Una vez le llamé papá. Mi madre llegaba con su poderosa razón y me decía.
__ ¡Fornicio no puede ser tu padre porque tu no llevas el mismo apellido! ¡Tú eres Morales, él no! ¡Agapito Morales, no lo olvides!
                 Con el tiempo le pregunté a Fornicio si era mi padre pero siempre me lo negó. ¡Les voy a confesar un secreto! Cuando mi madre trabajaba en La pequeña Bumel, la mayoría de las veces me quedaba con Fornicio, y en muchas ocasiones por ingenuidad le llamaba papá, en esta intimidad él me lo permitía todo. Esto fue a mayor cuando comencé en la escuela. Mis amigos tenían padre y madre, al igual que dos apellidos. Sin consultar con nadie nombré a Fornicio padre y utilicé su apellido; de esta manera  para mí y mis compañeros de clase fue mi padre, hasta el día en que llegó a oídos de mi madre que su hijo  Agapito no era Morales y Morales. ¡Fue cuando tomé la imperiosa decisión de mantener una estrecha investigación sobre mi vida y mis orígenes! Por los papeles de mi madre comenzó la búsqueda para llegar a una posible respuesta. ¡Solamente necesito tiempo, y que mi madre no sospeche!

                                     EPISODIO
                                         -- 24 –
                 Desde el día señalado Fornicio fue otro. Su forma de actuar cambió al igual que su manera de vestir. Al caminar por la plaza de Bumel dejaba tras de sí un hálito de seguridad, y muchas, pero muchas miradas indiscretas se quedaban estancadas en el desconcierto sin saber cómo reaccionar. Las mujeres de la comarca torcían el cuello para ver a Fornicio alejarse calle abajo con su camiseta ceñida al cuerpo y sus botas de piel. Un nuevo hombre nació y la culpable de todo era mi madre.
                 Está demás referirme que a la mañana siguiente de la acción terapéutica de Ángel sobre el falo de Fornicio, los obstáculos que impedían la continuación de las obras de La pequeña Bumel desaparecieron. ¡Las puertas se abrieron de par en par para el negocio de mi madre! El ahora tangible Fornicio tomó las riendas de la situación y se enfrentó con trabajo y capital a la labor. Los ahorros de toda una vida los puso en manos de mi madre. Desde que era niño guardó con pasión una tras otra las monedas que su padre le lanzaba cuando estaba borracho para que hiciera alguna payasada. Al poner sobre la mesa de La pequeña Bumel la caja con el dinero le vino a la memoria todas las vejaciones que tuvo que soportar en su niñez y su juventud. Lo único positivo de esta etapa de su vida estaba ahora sobre la mesa. Muchas veces, cuando la borrachera de su padre no era tan concluyente, al otro día el desgraciado le reclamaba a golpe de cinturón, que le devolviera su mísera moneda. ¡Los recuerdos regresaron al presente y el entrecejo del bueno de Fornicio se frunció melancólicamente! Fue cuando la señorita Dulce Ángel de Morales le acarició su cara y lo beso profundamente.
__ ¡No vale la pena Fornicio! ¡Olvídalo! ¡Ahora se abre una nueva vida para ti! ¡Te prometo que siempre estarás en mi corazón!
                 Fornicio dio la espalda para que Ángel no viera que una lágrima corría por su mejilla para perderse en la nada. El rudo Fornicio guardaba un corazoncito sensible, y mi madre estaba dispuesta a corresponderle con su entrega incondicional. Los dos se miraron y en un abrazo enérgico sellaron su pacto. Esto me lo contó la señora Adolfina, que desde el comienzo de la conversación atisbaba detrás de la puerta.
__ ¡Creo que algo huelo en el ambiente! –Sentenció desde su escondrijo.
__ ¿Qué haces mamá? –Le dijo fornicio saliéndole al paso.
__ ¡Nada, nada hijo! ¡Simplemente digo que he puesto el guiso al fuego! –Contestó Adolfina-- ¡Hoy hace un día maravilloso! ¿No es verdad Ángel?
__ ¡Claro que sí señora Adolfina! ¡Hoy es un día único, y como es un día único le quiero pedir a su hijo que me acompañe a dar un paseo!
__ ¡No podemos, la obra………!
__ ¡Qué obra ni que niño muerto, la señorita Ángel te esta pidiendo que la acompañes a dar un paseo! ¡Venga hijo mio, que cuando lleguen les tendré un buen plato de caldo caliente para recuperar lo que………!
__ ¡Mamá nos vamos de paseo!
                 Fornicio tomó de la mano a la señorita Ángel y a toda marcha bajaron las escaleras de La pequeña Bumel. La señora Adolfina se les quedó mirándole con una sonrisa de satisfacción en toda la cara.
__ ¡Mi hijo se ha hecho todo un hombre!
                 Suspiró profundamente y sus recuerdos partieron muy lejos de allí.  

                                      EPISODIO
                                         -- 25 –
                 La señorita Ángel y el señor Fornicio llegaron del paseo completamente desconocido. Mi madre con una flor plantada en el pelo y Fornicio con una melodía en los labios. Para sus años la adolescencia les quedaba muy distante pero no les importó. ¡En sus caras había algo más que una razón para llegar con los pies distantes de la tierra! Yo no lo puedo afirmar porque mi vida aún no estaba confirmada (no formaba parte ni de un proyecto futuro), pero por el comentario del pastor Romualdo que los vio desde la otra orilla del lago, nada de hacer el amor sobre la hierba, lo que hicieron fue un pacto. Las palabras de Romualdo fueron precisas cuando la señora Adolfina lo convenció con una comida a solas.
                 El pastor Romualdo siempre estuvo enamorado de la señora Adolfina, pero ella tomó la peor decisión de su vida al contraer nupcias con el hombre equivocado. En el amor no existen las reglas, ni primero pruebas y después veremos, no, es un dictamen que puede acarrear trágicas conclusiones, y recuperar la inocencia robada es casi imposible. Adolfina se casó por amor, y por amor perdió el candor entre golpes y borracheras. Entre las innumerables noches de vigilia en espera de su marido que al llegar traía consigo sorpresas. ¡Golpes y más golpes propinaba sobre el cuerpo de Adolfina que pedía clemencia! – ¡El amor es así!—Decía Adolfina para sus adentros.
                 Las cosas comenzaron cambiar cuando una madrugada el marido le confesó que venía de fornicarse a una puta porque ella no le complacía plenamente. Esto de “plenamente” o “complacer” no se lo expresó con estas palabras, más bien se lo vomitó en la cara profiriéndole los mayores insultos que su indecente boca podía articular. Adolfina estuvo llorando sin lágrimas y en silencio durante ocho largos años, hasta el momento justo en que el pequeño Fornicio tuvo consciencia de lo que estaba pasando, y su beodo padre le asestó una bofetada que lo lanzó por los aíres. ¡Adolfina apartó sus lágrimas, su fiel amor, y le plantó cara al demonio! ¡Se dijo que nunca más le pondría la mano a ella y a su hijo, y así fue!   
                 Con el tiempo supe que en ese placido paseo por las afueras del pueblo mi madre y Fornicio no hicieron el amor, entre los dos surgió algo especial que hasta estos días se mantiene. Romualdo vio en las manos de Fornicio un papel, pero hasta este momento no puedo dar fe de ello. Estoy seguro que mis indagaciones tarde o temprano darán su fruto. Esa misma tarde las obras se reanudaron, y con el amparo del bueno de Fornicio estaría lista para su inauguración lo antes posible.

                                        EPISODIO
                                           -- 26 –
                 Adolfina para saber la verdad de primera mano invitó al señor Romualdo a una suculenta comida. Ella preparaba unos guisos especiales cocidos con leña del monte. En una marmita enorme depositaba todas las sustancias y los variados componentes alimenticios para fabricar el milagro. ¡La señora Adolfina poseía manos extraordinarias que hacía posible la transformación de una común patata en un sofisticado plato! Esto lo sabía el cabrero y en los dos sentidos se aprovechó de la buena de Adolfina. ¡En llenar la tripa y en estar toda una tarde a solas con ella! Aunque el tiempo dejó sus huellas en el cabrero y la señora Adolfina, él no perdió la esperanza de algún día conquistar el fraguado corazoncito de la benévola de Adolfina. Cuando mi madre llegó a Bumel Adolfina le confesó que de hombres nada más quería saber para “darles un hasta nunca”, pero de una cosa la mayoría de los pobladores del pequeño pueblo se dieron cuenta. Cuando el pastor aparecía con sus cabras por la calle de la señora Adolfina, ella siempre estaba frente a su ventana quitando el polvo. ¡Una continúa y extraña coincidencia!
                  Romualdo le contó a la señora Adolfina que desde la orilla en que él se encontraba con sus cabras, vio como un prolongado papel fue puesto sobre una sobresaliente piedra. Con insistencia mi madre y Fornicio, señalaban con el dedo hacia el mismo como si les fuera la vida. La señora Adolfina de tanto reír vertió un poco del caldo de su cocido sobre el mantel.
__ ¡Señor Romualdo, seguramente se referían a la obra con toda seguridad! –Le comentó la señora Adolfina llenándole el plato hasta el borde.
__ ¡Que no, que no señora Adolfina, estoy bien seguro que era un problema más gordo! –Afirmó Romualdo mientras desintegraba con la cuchara un trozo de calabaza.
__ ¿Dónde estaba usted? –Le preguntó Adolfina.
__ ¡En la otra orilla! –Contestó con la boca llena.
__ ¡Es lo que le digo! ¡Usted está algo mayor señor Romualdo y ve cosas que no son! –Terminó de servir los platos y se sentó en la mesa frente al cabrero. Y con delicadeza, comenzó por el borde para no quemarse, a ingerir el sustancioso caldo.
__ ¡Que no! ¡Ella sacó un carboncillo y él firmó!—Dijo Romualdo entre mordiscos.
__ ¿Un qué? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Un carboncillo! ¡Carbón……….un lápiz! ¿Comprende usted?
__ ¡Sí, si, comprendo señor Romualdo! ¿Decía qué mi hijo firmó en el papel? –Preguntó Adolfina soltando la cuchara.
__ ¡De esto le puedo hablar con toda seguridad porque dejé las cabras……….!—A la vez que hablaba se debatía con un trozo de chorizo en la boca--- ¡La niña, mi cabra madre la amarré al árbol y fui hasta……!—No podía hacer dos cosas a la vez, luchar contra las morcillas y el tocino, y contar con cierta lógica su narración-- ¡La dejé en el árbol y con cuidado llegué hasta……………!
__ ¡Señor Romualdo le pido por favor que se concentre en la historia y dejé los chorizos para más tarde! –Le increpó la señora Adolfina con los ojos más grandes que sus órbitas.
__ ¡Perdón Señora Adolfina, pero este cocido está para morirse en las profundidades de su caldo! –Cuando lo deseaba se le escapaba el poeta oculto en su interior.
__ ¡Al grano señor Romualdo! –Inquirió Adolfina.
__ ¡Fui por el agua hasta la orilla donde estaba la señorita Ángel y su hijo, y sin que se dieran cuenta……….!
__ ¡Es usted un poco indiscreto señor Romualdo! –Le dijo Adolfina recuperando su cuchara.
__ ¡Si no fuera por mi indiscreción no estaría usted ahora preguntándome señora Adolfina! –Y sin decir nada más, recuperó el pedazo de chorizo que navegaba sin rumbo por el plato-- ¿No es así señora Adolfina?

                                          EPISODIO
                                             -- 27 --
                 El pastor terminó de comerse el guiso con sus respectivos chorizos, morcillas, y tocinos. En esta ocasión la señora Adolfina no quiso interrumpirlo para que las viandas se posesionaran bien en su estómago. Ella sabía lo que hacía. Un hombre enamorado y con el estómago lleno es capaz de entonar cualquier melodía sin ser presionado. ¡En esta situación se encontraba el señor Romualdo que no podía llevarse a la boca un alimento más! Un hombre que vive solo se alimenta muy mal y esto bien lo sabe la avispada de Adolfina. Dejó al pastor fuera de combate para controlar la situación. Ella era capaza de cambiar el rumbo de una conversación
__ ¿Señor Romualdo desea ahora una taza recién hecha de café? –Se lo dijo con un pie en la cocina-- ¿Sí o no? –No esperó respuesta para tomar su propia decisión-- ¡Creo que mejor nos vendrá un licor de avellana de los que tanto le gusta!
__ ¡Señora Adolfina usted conoce muy bien mis gustos! –Le contestó el señor Romualdo.
__ ¡Pero solamente nos beberemos una sola copa! ¡Sabe usted que no puedo con………! –Salió de la cocina con una bandeja y las copas con el licor.
__ ¡No me tiene que explicar! ¡Usted sabe señora Adolfina que únicamente tomo una copa de licor de avellana, y no siempre! – Él sabía el trasfondo de las palabras de Adolfina.
__ ¡Lo sé señor Romualdo! –Sin hacer pausa le interrogó-- ¿Por casualidad me estaba hablando  de mi hijo? ¡Ya, recuerdo! ¡Me decía que Ángel le dio un papel y mi hijo!
__ ¡Su hijo firmó en el mismo, pero antes se dieron un beso en los labios!
__ ¿Un beso en los labios? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Sí señora, un beso en la boca! ¡Su hijo la tomó por los hombros y le dijo que podía contar con él para toda la vida!
__ ¿Qué más pasó señor Romualdo?
__ ¡Ahora es usted señora Adolfina la que le come la curiosidad!
__ ¡Olvídelo y vayamos al centro del asunto! –Adolfina tomó la copa de licor y se la bebió de un sorbo.
__ ¡Su hijo Fornicio después de besarla tomó la hoja de papel y firmó sobre ella! ¡Mientras la señorita Ángel le acariciaba el pelo!
__ ¿Qué más? ¡No se detenga señor Romualdo! ¡Siga!
__ ¡Entonces la señorita Ángel firmó el papel después de Fornicio! ¡Lo dobló y se lo guardó entre sus pechos!
__ ¿Y?
__ ¡Fornicio le dijo que podían comenzar con la obra!
__ ¡Se lo dije señor Romualdo! ¡Estaban hablando de La pequeña Bumel, el negocio……….!
__ ¡Sí, está bien, pero la señorita Ángel le dejó bien claro a Fornicio que si no cumplía con su palabra sacaría a la luz el documento que habían firmado!
__ ¿No me diga?
__ ¡Le digo señora Adolfina! –En un último sorbo terminó su copa de licor-- ¡Entonces su hijo le dijo que era hombre de palabra y que podía confiar en él! ¡Este documento será un sólido testimonio y lo dejaremos para las futuras familias!
__ ¿Las futuras familias? ¿Qué familia señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina porque una de las cabras comenzó a balar, caí al agua y la parejita se marchó sin mirar atrás!
__ ¿Si estaba allí cómo no se entero de todo señor Romualdo?
__ ¡Me quedé en el agua para que no me vieran! ¡De cualquier manera la respuesta está en el documento!
__ ¿Cómo llegó hasta él señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina pero hay que tener cuidado con usted! –Le dijo Romualdo mirándole a la cara.
__ ¡Es una broma, si deseo saber lo que ha pasado con preguntarle a mi hijo tengo señor Romualdo! –Le contestó Adolfina saliendo del apuro.
__ ¡Pero recuerde que yo no le he contado nada! –Le suplicó el señor Romualdo.
__ ¡Soy una tapia señor Romualdo! –Le contestó la señora Adolfina.
                 Al parecer mi madre y Fornicio llegaron a una especie de pacto o contrato el día en que Romualdo los estuvo observando con sus cabras. A la señora Adolfina y al señor Romualdo les roía la curiosidad por saber el contenido del mismo. Al nacer y tener conciencia de la existencia del mismo me sumé al bando de los curiosos.
                                  
                                        EPISODIO
                                           -- 28--
                 Las obras después del encuentro en el río entre la señorita Ángel y el señor Fornicio se reanudaron con la celeridad necesaria para concluirla lo antes posible. Fornicio se encargó de todo lo relacionado con la reforma en general. La contratación de los obreros, el material, la supervisión, y cualquier elemento a pie de obra. Esto fue muy importante para que el proyecto de inauguración se acelerara. En realidad la reforma no era demasiado complicada. La complicación recaía en el tipo negocio. El establecimiento requería de ciertas variaciones y especificaciones que para un comercio normal no eran necesarias, pero este en concreto demandaba de unas transformaciones concretas.
                 Algunos cambios de tabiques, ampliaciones de habitaciones, orificios en determinados lugares definidos de las paredes, baños romanos, la construcción de un escenario en el centro del inmueble, cuartos secretos, la preparación de todos los techos para ser utilizados como referentes, en fin, el mundo que había soñado la señorita Ángel y que al parecer ahora se le estaba haciendo realidad. Fornicio no era un desconocido  en estos menesteres, tenía cierta experiencia en la construcción de viviendas sin alcanzar el título de maestro de obras, pero de cualquier manera se defendía notablemente; trabajador y entregado en cuerpo y alma. Lo que no llegaba a comprender eran los cambios excéntricos que pretendía mi madre en el local. En una gruesa libreta estaba especificado con detalles todo el interior y el exterior de “La pequeña Bumel”. Un diseño realizado íntegramente por mi madre. La señorita Ángel le entregó a Fornicio el cuadernillo y le pidió que por favor no se saliera del mismo por nada en la vida. Si tenía dudas que la consultara. --¡Los detalles hacen grandes obras!-- Le dijo mi madre con voz firme dejándolo pensativo con la libreta en la mano.
                  Mientras tanto mi madre se debía ocupar de la contratación del personal que trabajarían en “La pequeña Bumel”. Según Fornicio en menos de cuatro semanas terminarían las obras y todo estaría listo para comenzar con la decoración y la ubicación del mobiliario. ¡Quedaba poco tiempo! A la señora Adolfina se le ocurrió que mi madre debía mandar a imprimir notas informativas solicitando personal y que lo distribuyera por el pueblo y en las comarcas cercanas. No era mala idea. Pero mi madre fue más allá y le incorporó una amplia y detallada publicidad, y antes que el local abriera sus puertas en muchos kilómetros a la redonda de Bumel esperaban con ansias la próxima abertura del local con los dientes afilados; aunque los detalles del mismo no estaban especificados.
                 El personal que necesitaba mi madre debía ser cualificado o al menos con cierta experiencia. Un personal completamente femenino. No introduciría en su negocio a hombres. Los hombres tendrían nada más el estatus de clientes. El único que podía tener algún privilegio sería Fornicio pero él no entraba en sus propósitos. El trato o pacto que había alcanzado con Fornicio posiblemente iba más allá de “La pequeña Bumel” pero de cualquier manera no es más que una simple especulación.
                 Al siguiente día de colgar los carteles había una discreta cola de mujeres esperando ser atendidas. Mi madre hablo con la señora Adolfina para saber si seguía en pie la oferta de la casona de su amiga. Necesitaba un lugar tranquilo para escoger el personal. Debían pasar un cuestionario y barias pruebas.  Sabiendo mi madre que se encontraba en un pequeño pueblo y que le sería muy difícil descubrir un personal especializado, puso en la solicitud que necesitaba cualquier tipo de mujer dispuesta a instruirse en un complejo y apasionado oficio. No importaba la experiencia, la importancia residía en la entrega. Su reclamo era algo ambiguo pero se debía arriesgar.

                                         EPISODIO
                                            -- 29 --
                Mi madre contaba solamente con su persona para la parte más delicada del negocio, que no era otra cosa que la selección del personal femenino que se en cargaría directamente de la clientela masculina. En poco tiempo debía instruir a las chicas en el manejo de cada una de sus habilidades físicas y mentales. “La pequeña Bumel” funcionaría entre otras cosas como casa de adiestramiento fálico como se había planteado mi madre desde el comienzo.  Ya les había comentado que fue la manera que se le ocurrió a mi querida progenitora para vengarse de todos los hombres del espacio sideral y de más allá de la nada. La venganza retributiva estaba en marcha como ella le llamaba a este negocio.
                Antes de partir al encuentro con las mujeres que esperaban para la entrevista, mi madre hizo su secuencia de entrenamiento a la que estaba acostumbrada para mantener sus habilidades intactas y a flor de piel. Comenzaba por una meditación tántrica que disponía su cuerpo y mente para el trabajo. Seguidamente se realizaba un auto-masaje con esencia que se trajo de uno de sus viajes por la India. Fregaba cada espacio de su cuerpo a consciencia y detalladamente. En su pensamiento habitaba la sorpresa y la dilatación del tiempo. --¡Cada vez que fuéramos a practicar el sexo debíamos ir a por la zona perdida de nuestro cuerpo que necesite ser estimulada sin límite de tiempo!—Decía la dulce señorita Ángel de Morales. Una filosofía que pondría en práctica en su nuevo negocio. Lo del tiempo extendido sería doblemente retribuido. Por el placer ampliamente liberado y por las altas ganancias que esto supondría.
                Ángel de Morales con su cuerpo completamente desnudo fue por una zona menos explorada de su anatomía. Llego al lugar en que confluyen dos órganos fundamentales dentro del conocimiento sexual. ¡La vagina y el ano! Entre la vagina y el ano existe un diminuto espacio que en contadas ocasiones las mujeres no se detienen para estudiar y complacer. Es una delgada línea que si no se marcha con cuidado nos puede conducir a uno de estos caminos ante señalado. En el centro justo está la frontera milagrosa que produce sensaciones orgásmicas y de recogimiento. Ángel en esta ocasión iba por lo segundo. Necesitaba una concentración fundamental para esta decisiva mañana. A este punto había llegado en otras ocasiones y conocía de sus bondades respecto al control, por lo cual sería un gustoso encuentro con el pasado.
                Se colocó sobre la cama boca arriba y en dirección a la ventana para que la luz actuara directamente en sus orificios íntimos. Alzó las piernas hacia el techo, las abrió y pasó sus brazos por delante de las mismas hasta la altura de los codos. El entrenamiento diario mantenía el cuerpo de mi madre con una elasticidad pasmosa, lo cual hacía posible cualquier posición por muy excéntrica y retorcida que esta fuese. Inclinando la cabeza se encontró con su flamante vagina expuesta de par en par, y junto a ella el ovalado ano que se contraía con cada movimiento del cuerpo de mi madre. ¡Ahora nada más debía colocar uno de sus dedos para hacer el viaje por la zona señalada!

                                       EPISODIO
                                         -- 30 --
                 En la línea que demarca las dos expuestas opciones íntimas mi madre depositó su dedo índice con toda naturalidad para comenzar con su entrenamiento diario. Lo primero sería presionar la zona insistentemente hasta encontrar una especie de músculo oculto debajo de la piel. Esta acción la había realizado Dulce Ángel de Morales en tantas ocasiones que había alcanzado minúsculos orgasmos de manera reiterada, pero ahora sus  impulsos estaban dirigidos únicamente a la concentración, el estado que necesitaba para enfrentar la extenuante jornada que le esperaba.
                 Apoyó el índice de abajo hacia arriba en dirección a la vagina y comenzó a frotar horizontalmente la estrecha franja. A continuación utilizó el pulgar para clausurar la entrada del ano y eliminar cualquier recepción de aire que pudiera abortar el esperado entrenamiento. Con ambos dedos dispuestos a la frotación buscó la relajación de la columna y de sus espacios internos para dejar que la acción penetrase en profundidad en todos los rincones de su anatomía. Comenzó a sentir que su cuerpo estaba en buenas manos y se dejó llevar por la tracción que sus nobles energías ejercían sobre sus orificios.
                 En esta ocasión Ángel no deseaba ocupar demasiado tiempo porque le esperaba una jornada agotadora. Aplicó una tensión constante sobre la superficie señalada, cerró los ojos, y empezó el mantra acostumbrado. Cinco minutos fueron suficientes para conquistar lo que se proponía. Dejó de presionar la estrecha línea, contempló su vulva con sumo cuidado, percutió con la palma de la mano varias veces sobre la entrada de su ano, y acto seguido regresó a su posición original para envolver su cuerpo en una toalla. Se dirigió al baño y se dio una ducha en profundidad.
                 No tenía más posibilidad mi madre que enfrentarse sola a todas las aspirantes que esperaban por la oferta de trabajo. Teniendo el conocimiento que Bumel es una comarca más bien pequeña, no debía seleccionar demasiadas chicas por el bien del negocio, pero por otra parte mi madre confiaba demasiado en ella  y estaba segura que lo único que necesitaba era tiempo para que la fama de “La pequeña Bumel” sobrepasara las fronteras y atravesara los mares. No le quedaba otra que arriesgarlo todo. En un principio comenzaría con doce chicas. ¡Aconteciera el hecho que aconteciera, podría convocar nuevas plazas en cualquier momento porque estaba segura que encontraría el talento suficiente para una futura ampliación de actividad!

                                          EPISODIO
                                             -- 31 –
                 Un número considerable de aspirantes esperaban a la entrada de la casona para optar por una plaza en el nuevo negocio que abriría sus puertas en Bumel dentro de bien poco. Eran mujeres de una variopinta constitución física y posiblemente de un nivel cultural bastante discutible. Fue lo que apreció Ángel al pasar junto a ellas en esta mañana señalada. Estaban en filas ante la mansión de la amiga de Adolfina y en sus rostros se vislumbraba nerviosismo y curiosidad. No todas eran jóvenes. Había mujeres de edades comprendidas desde los veinte hasta pasados sin ninguna discusión ni dudas los cincuenta años. Mi madre comprendió que tenía una diversidad suficiente para hacer una buena selección de personal. Al pasar junto a ellas a lo largo de la cola y a primera vista, supo que había talento suficiente para manipular estas cualidades.
                 Ángel se detuvo al comienzo de la cola y les habló.
__ ¡Buenos días! ¡Atiendan por favor! ¡Supongo que todas las que están hoy aquí, son conocedora del tipo de negocio que se abrirá y del trabajo que realizaran las que sean seleccionadas! ¿Lo saben? –Preguntó claramente Ángel.
__ ¡Si, si, si, si! –Se escucharon varios “sí”, pero todos con  intenciones muy diferentes.
__ ¿No todas lo saben? –Preguntó mi madre.
__ ¡Sí, para trabajar como putas! –Varias voces se escucharon por el centro de la cola.
__ ¿Es lo que piensan todas? –Nuevamente preguntó mi madre.
__ ¡Claro! –Dijo una.
__ ¡A mí me dijeron que el trabajo sería artístico, por eso estoy aquí! –Contestó una tercera mujer perdida entre la multitud al deshacerse la cola.
__ ¡Debemos trabajar con nuestro cuerpo! –Contestó una de las tantas mujeres.
__ ¡Lo que me importa es que ganaré mucho dinero! –Se escuchó a la mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡Es un trabajo más! –Gritó una mujer que estaba al final de la cola.
__ ¡Sí pero sin llegar a…………puta! ¡Yo estoy dispuesta a trabajar con el cuerpo pero ya saben……………! ¡Eso de ser puta es una putada amiga! –Esta mujer estaba a unos centímetros de Ángel.
__ ¿Me pueden escuchar? –Lanzó la voz mi madre a la multitud para hacerse notar, pero habían olvidado la compostura. Para decir la verdad no todas.
__ ¡Porque bailes ante un grupo de hombres no quiere decir que seas una puta! –Afirmó la mujer de condiciones físicas notable.
__ ¿Y si bailas con las tetas al aire? ¿Qué me dices a eso amiga? –Preguntó la mujer del lenguaje descompuesto y varias carcajadas se escucharon.
__ ¡Pero eso sería si te tocan una teta! –Le contestó la del cuerpo entrenado.
__ ¡Es igual! –Contestó la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Mientras me paguen bien no importa si termino en la cama con el cliente! –Dijo la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¿Pero qué piensan, que van a bailar con las tetas a fuera, se las van a manosear hasta más no poder y después, tralarí tralarí ojos que no te vi? ¡Si es lo que piensan son unas tontas! ¡Se termina en la cama con el cliente! –Sentenció la mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡¡Silencio por favor!! –Gritó mi madre-- ¡No voy a permitir el caos! ¡Si no están seguras del paso que van a dar será mejor que den la vuelta y se marchen por donde vinieron! ¡Todo lo que hablan no son más que especulaciones y falsas conjeturas! ¡Si alguien les puede dar una explicación seré yo; las habladurías nos puede conducir a desvirtuar la esencia del negocio! ¡La que piense, por los motivos que sean, que este negocio será una casa de putas, está en el lugar equivocado y mejor  que dé la media vuelta y se marche! ¿Me comprenden? –Pero todas permanecieron en silencio-- ¡Esto será un negocio respetable! ¡Un negocio para ofrecer al cliente el mejor servicio de toda la comarca y más allá de sus fronteras! ¡Nos consideraremos especialistas cualificadas en la labor que desempeñemos, y en nuestro campo seremos las mejores! –Se giró hasta encontrarse con la mirada que buscaba y le habló-- ¡Si piensas que no serás otra cosa que una puta, estas demás en este negocio! ¡El concepto prostitución está en la mente, no en el cuerpo! ¡El cuerpo es un instrumento para producir arte y sensaciones sublimes a uno mismo y a los demás! ¡La que en estos momentos piense que su cuerpo es objeto de meretricio, no puede hacer nada porque lleva dentro de sí la humillación! ¡No es otra cosa que un cuerpo contaminado! ¡Necesito a mujeres que sean capaces primero de quererse! ¡Mujeres que no traicionen por influencias externas lo que llevan en su interior, dejando a un lado las mezquindades y los prejuicios! ¡Busco la belleza especializada, la que se debe trabajar para alcanzar objetivos superiores; pero también busco almas sensibles, entrenadas y dispuestas al ritual del amor! ¡Si vosotras no se ven en esta descripción, debo esperar la llegada de nuevas aspirantes! ¡Necesito algunos minutos por favor!
                 Concluyó mi madre. Y dando la espalda, se perdió en el interior de la casona sin dar más explicaciones.
__ ¡Cómo habla esta mujer! –Afirmó la mujer del lenguaje descompuesto.

                                        EPISODIO
                                           -- 32 –
                  Se hizo un silencio y las futuras candidatas a “la pequeña Bumel” se miraron con la intención de encontrar la respuesta en la otra.
__ ¿Entonces qué es prostituirse? –Cuestionó la joven del lenguaje descompuesto-- ¡A mí me da lo mismo pero que no me intenten engañar con palabrejas bonitas!
__ ¡Yo entiendo a la señorita Ángel porque yo trabajo con mi cuerpo! –Opinó la de la constitución física poderosa.
__ ¡Repito lo que dije con anterioridad, mientras paguen bien me da igual la profesión! –Habló la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¡Como dice el dicho, la profesión se lleva por dentro! – Afirmó la mujer que decía bailar.
                 Del final del tumulto de mujeres enardecidas una figura delicada pero refinada se acercó al centro de la discusión y con una dulce  pero tangible voz interrumpió.
__ ¿Si no están seguras del paso que van a dar por qué están aquí? ¡Creo que la señora o señorita que ha hablado antes tiene razón! “¡Almas especiales por encima de cualquier prejuicio es lo que necesita!” –Los conceptos se le escapaban con una espontaneidad increíble de los labios de la señorita de la figura delicada-- ¡Yo tengo mis motivos! ¡Siempre he tenido un motivo sólido en mi vida para enfrentarme a la realidad! ¡Nunca me he escondido en lamentos y justificaciones para hacer o no hacer tal cosa porque me estaría engañando a mí misma y eso no lo permitiría! ¡Como vosotras no tengo muy claro hasta dónde me llevará este reclamo, pero si soy seleccionada quiero probar entregándome al máximo! ¡Sí, también creo que todos nos prostituimos constantemente sin comerciar con el cuerpo! ¡Con lo único que no se negocia son con los principios!
__ ¡Por favor, sí usted señorita, pase! –Desde la puerta la señorita Dulce Ángel de Morales se dejó escuchar.
__ ¿Yo? –Preguntó la joven de la figura delicada y la palabra certera.
__ ¡Sí! ¡Usted, pase! –Contestó Ángel.
__ ¡Hay una cola! –Respondió la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Sí! ¡Estamos aquí desde hace mucho! –Se escuchó en coro a las mujeres que estaban agrupadas en el centro.
__ ¡Tienen razón, pero la primera prueba la ha pasado esta señorita! –Dijo mi madre-- ¡Está dispuesta, y no hay nada mejor que estar dispuesto para enfrentar un propósito! ¡Un objetivo firme le ha acercado hasta aquí y lo tiene claro en su conciencia! ¡Es lo que necesito! ¿Su nombre por favor?
__ ¡Me llamo Rebeca! ¡Rebeca Arminia! –Le dijo la joven
__ ¡Señorita Arminia pase por favor! –Contestó con un gesto la señorita Ángel-- ¡Cuando termine con ella si están decididas pasaran por el orden de llegada!
                Las mujeres de la tertulia se quedaron con sus bocas a medio cerrar, pero con la posibilidad de reflexionar sobre sus intenciones de permanecer o marcharse por donde vinieron. ¡Ahora la señorita Dulce Ángel de Morales estaba ocupada, y al parecer, sería por un prolongado espacio de tiempo!

                                        EPISODIO
                                           -- 33 --
                  La señorita Arminia portaba una elegancia fuera de lo común para estos menesteres. Joven, delicada, de cuerpo esbelto pero extremadamente delgado; con una incuestionable apariencia frágil que se visualiza desde cualquier punto de su anatomía. Su vestimenta no la acompaña respecto a la calidad de las prendas, pero es lo de menos porque el lánguido encanto que desprende su figura hace olvidar cualquier imperfección por muy marcada que se muestre. Su porte junto a su delicada voz conforma un curioso binomio que da la impresión de quebrarse en cada expresión. Su enflaquecida entonación sinceramente da grima, al igual que su figura; pero aun así mí madre supo ver más allá de la primera impresión y llegó al centro de sus inquietudes.
__ ¿Deseas algo antes de comenzar? –Le preguntó mi madre para romper el hielo.
__ ¡Si me invita a un café con leche bien caliente y algo de pasta, con toda seguridad no me negaré y lo aceptaré con mucho agrado! –Contestó la señorita Rebeca Arminia salivando de solo imaginar que se hiciese realidad su petición.
                 Esta sencilla acción de humedecer los labios y tragar en seco le pareció a la señorita Ángel de Morales un hecho rotundo y concreto para percibir una sensualidad innata en esta joven de belleza enfermiza y rostro noble.
__ ¿Tienes hambre –Le preguntó mi madre esperando una reacción que se pareciese a la anterior.
                 Rebeca no contestó con palabras, su estragado estómago contestó por ella. Se puso una mano en el vientre y la otra la llevó hasta la boca. Con toda intención se mordió los dedos de su mano y a continuación asintió con la cabeza.
__ ¿Cuánto hace que no comes? –Le preguntó mi madre.
__ ¡Días, algunos, creo que muchos, por todo el camino………..! ¡Llevo andando varias semanas para llegar con vida a Bumel, y creo que lo he logrado! ¡Mi último aliento lo he dejado a la entrada para dar mi opinión y defender su idea! ¡Tengo hambre!
                 No pudo continuar. Su organismo se negó a soportar una reflexión más y se vino literalmente abajo. Su cuerpo se desplomó y sus huesos dieron contra el suelo. Mi madre con su potente voz pidió auxilio. No tuvo respuesta. Acto seguido fue directamente hasta uno de sus brazos para descender hasta la muñeca y tomarle el pulso. Comprobó que solamente se había desmayado. Lo que necesitaba Rebeca era alimentarse y descansar. ¿De dónde vendría esta mujer para llegar en estas condiciones?