CAPÍTULO 10
Mi amigo Fernando y la señora
Asunción, sentados en la mesa de la cocina bebían sendos vasos de tequila, y
por supuesto, la botella se mantenía junto a ellos. Al parecer el mundo de dejó
de existir para los dos. Una risa tras otra y, un trago a continuación del
siguiente para motivar el instante.
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¿Se divierten? –fue una pregunta tonta y fuera de lugar, pero la rabia carcomía
mi interior.
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¡Nos estamos tomando unos tragos! –dijo entre risas Fernando.
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¡Has llegado en buen momento entra! --afirmó la señora Asunción con el vaso de
tequila en la mano-- ¡Justo ahora le iba a contar al joven Fernando mi vida
íntima!
¿Su vida íntima? ¿Qué tenía
pensado contarle a Fernando de su vida íntima? ¿Qué le estaba sucediendo esta
noche a la señora Asunción? De sólo pensarlo me tiemblan las piernas.
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¿No quiere beber algo vecino?
Con el desparpajo más grande
la señora Asunción sin esperar mi respuesta se levantó de la silla y fue en
busca de un vaso.
Lo llenó de tequila, y me lo brindó.
Lo llenó de tequila, y me lo brindó.
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¡Toma, bebe, lo necesitarás, esta noche escucharás mis secretos mejores
guardados joven vecino!
Dios mío, qué le está ocurriendo
hoy, ¿habrá luna llena para que influya de esta manera en el comportamiento de
mis invitados?, no lo sé, pero del modo en que me ha llamado “vecino” me hace
pensar en demasiadas cosas a la vez, y ninguna de ellas buenas.
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¡Pero ven, siéntate a nuestro lado para que no te pierdas el más mínimo detalle
mi vecino querido!
Nuevamente vecino, pero en esta
ocasión acompañado de la palabra querido, “mi vecino querido”, esto no está
bien, naturalmente que no. ¿Hasta dónde pretende llegar? ¿Hasta la relajación
total? ¡Y de la manera en que bebe poco le faltará! Yo diría que la voz de la
señora Asunción ha hecho una modulación bastante sospechosa, o al menos
comprometedora a mí entender. Irremediablemente esta noche los duendes y las
musas, se hallan del lado de la sensual Asunción. ¡Hasta mencionar su nombre me
produce un placer incuestionable!
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¡Señora Asunción, perdóneme, pero lo que está bebiendo no es agua!
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¡No se me ha olvidado mi “vecino querido”, por esta razón necesito beber
algunas copas para contar mi historia!
Esta mujer se empeña en contar
su historia, ¿qué necesidad tiene para ello?, ¡un momento!, hasta este instante
quería saber más de su vida íntima, hasta el punto de espiarla, naturalmente, siempre
por motivos profesionales, el estudio de “mirador unificador” del que les he
hablado, pero, ya no sé qué decir.
__
¡Tiene toda la razón señora Asunción, o, perdón, siempre lo olvido, Asunción!
--y Fernando la miró con carnívoros ojos. Entonces, sorpresivamente se levantó,
se acercó a ella hasta inclinar el torso sobre la mesa, tomó la mano de
Asunción que aún sostenía el vaso, y por unos segundos la mantuvo unida a la
suya.-- ¡Déjeme llenarle el vaso! ¡Asunción! --mi amigo se estaba metiendo en
camisa de once varas.
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¡Muchas gracias joven, o, perdón, Fernando, mi querido y amable Fernando!
Esto se estaba pasando de
castaño oscuro. Estos dos si continúan así terminarán……., mejor me callo la
boca para no alebrestar a los demonios ocultos.
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¡Si les parece bien podemos ir hasta el salón con los demás! --lo dije para
intentar cambiar el rumbo de la situación.
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¡No! ¡No, aquí estamos a gusto! --y Asunción de un golpe, bebió nuevamente el
contenido de su vaso.
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¡Sí, es verdad, aquí estamos a gusto, pero si tú lo deseas puedes ir con ellos,
nosotros tenemos mucho de qué hablar! –no era el mismo, naturalmente que no lo
era, Fernando se había desenfrenado, estaba ligero, libre, como nunca antes lo
percibí.
__
¡Está bien, nos quedamos……..! --y Fernando no me dejó terminar la frase.
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¡Pero si tú quieres puedes ir……..! --y yo, por motivos lógicos, no pude ser
menos.
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¡No, me quedo, con vosotros! --y sentenciando con rotundidad, me bebí de un
golpe, como la señora Asunción, el vaso de tequila, y me serví otro, y para
dentro, hasta la última gota.
__
¡Ese es mi niño!
“¡Ese es mi niño!” ¿Qué dice?
¿Cómo me puede decir que soy su niño? ¡Soy un hombre, hecho y derecho! ¡Miren
ustedes que soy tan hombre que la espío a todas horas! Bueno, a todas horas no,
solamente cuando mis obligaciones me lo permiten, que es en realidad.......,
bueno, es igual, da lo mismo, soy un hombre, el
vecino mirón, quiero decir, el estudioso vecino, el “mirador unificado”,
el que la observa para cotejar parámetros y profundizar en el examen de.......,
a la mierda con los conceptos. ¡Sí, la miro, la escudriño, la analizo, de arriba
abajo, sin perderme un detalle! ¡Y cuando ella no se desnuda, yo lo hago, la
desnudo más allá de la piel, hasta desearla con todas mis fuerzas, hasta la
extenuación, hasta la locura, y “hasta el infinito…….!” ¿Qué estoy diciendo
dios mío? ¡Esta mujer me está volviendo loco! ¡Pero es verdad, no puedo cerrar
mis ojos sin que la imagen de la señora Asunción, de mi amada Asunción, no
aparezca en mi memoria!
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¡Lléname el vaso Fernando! --la cara de Fernando representaba una cara de pocos
amigos.
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¡Y a mí también por fa…….! --Asunción como agua para chocolate, se desparramó
sobre la mesa.
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¡Un momento, voy al baño y, vengo rápido! --me salió del alma la frase.
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¡Te puedes demorar todo lo que quieras! --señaló Fernando.
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¡Eres malo, muy malo jovencito! --y los pechos de Asunción con extrema ligereza
poseyeron con voluptuosidad la mesa.
__
¡En un plis plas estoy aquí! --dije.
Y diciéndolo, salí por la
puerta como alma que se lleva el diablo.
__
“…….¡bésame, bésame mucho, como si fuese esta noche la última vez……., pero,
bésame…….!”
Desde el pasillo escuché
cantar a mi vecina Asunción, y sentí que el cielo tocaba la tierra. ¡No, mi
intención no era ir al baño! Tenía que llegar al salón cuanto antes para
comprobar por mis propios ojos el estado en que se hallaba el señor Mariano.
Asunción llevaba algunas copas de más, si él llevase la misma cantidad con el
mismo efecto, no habría que lamentarse, los dos bebían como cosacos; pero sino,
sería sumamente peligroso que de repente el señor Mariano se presentase en la
cocina y viese a su mujer en un descontrolado y rimbombante desahogo.
Mi sorpresa fue mayor. En el
salón mis amigos conversaban, bailaban y bebían despreocupadamente, como
cualquier joven en una fiesta más; pero el señor Mariano no se hallaba entre
ellos. ¿Dónde se habrá metido este hombre?
__
¿Quieres bailar?
Susana, una amiga que desde
hace mucho tiempo ronda mis pasos, pero que yo no la tomo en cuenta porque mis
asuntos vecinales me ocupan el resto del día, se acercó a mí agitando
ampulosamente la cadera.
__
¡Ahora no, quizás más tarde!
__
¡Eso dices siempre, ven, vamos a bailar!
__
¡No, ahora no, de verdad que…….!
__
¿Cómo que ahora no puedes? ¡Bailarás conmigo sí o sí!
Y no alcancé a decir nada más.
Cuando me vine a dar cuenta los brazos de Susana rodeaban mi cuello, y sus
hábiles pies me condujeron al centro del salón. ¡Roberto Carlos! Gritó Susana.
“¡Cama y mesa por favor!” Y una cómplice mano fue hasta el equipo de música y
cambió definitivamente el intérprete y el ritmo para complacencia de mi amiga.
__
¡Esto sí es música para bailar! --y los labios de Susana susurraron en mis
oídos.
__
¡…….! --no pude articular palabra.
__
“¡Cama y mesa!” ¿No te llegan de repente los recuerdos? --y sus diestros dedos
se internaron en mi nuca deslizándose con maestría hasta embelesar el final de
mis cabellos.
¡Claro que me llegan los
recuerdos! ¿Cómo no me van a llegar? Me llegaron nada más al escuchar el nombre
de Roberto Carlos. No es de nuestra época el artista, lo descubrimos por
nuestros padres, ellos lo escuchaban sin parar, y desde entonces, lo hicimos
nuestro. Es el cantante fetiche de la pandilla. ¡Siempre, pero siempre, al
terminar una velada, reunión, o fiesta, terminamos bailando o escuchando a
Roberto Carlos! Esta afinidad colectiva nos ha unido más. Somos una pandilla
amante de letras melosas y, perecederas melodías. No lo sé, pero tengo la
sensación que esta actitud hacia este tipo de música, nos ha hecho mejores
personas; pero no debo ser yo el que haga estos comentarios.
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“¡Cama y mesa!” --y mis párpados cayeron de golpe.
Simplemente me dejé llevar por
el momento.
__
“¡Quiero ser tu canción desde principio a fin, quiero rozarme en tus labios y
ser tu carmín. Ser el jabón que te suaviza, el baño que te baña, la toalla que
deslizas por tu piel mojada. Yo quiero ser tu almohada, tu edredón de seda, besarte
mientras sueñas y verte dormir yo quiero ser el sol que entra y da sobre tu
cama, despertarte poco a poco, y hacerte sonreír…….!”
Susana mantuvo los dedos de sus manos
viajando por mi pelo mientras cantaba a la par con Roberto Carlos.
Lánguidamente las letras desarticuladas se iban uniendo hasta conformarse en
palabras, hondas palabras que penetraban por mis sentidos hasta conquistarme el
cerebro. Y una vez allí, de jedé de ser yo mismo, fui otro, o más bien no fui
nada.
__
“¡…….Quiero estar en el más suave toque de tus dedos, entrar en lo más íntimo
de tus secretos, quiero ser la cosa buena, liberada o prohibida, ser todo en tu
vida…….!”
Y fue cuando mis dedos dejaron de
ser imparciales y removieron su espalda. Las palmas de mis manos se ahogaron entre
los pliegues de su vestido y, ya si sentido, me pidieron a gritos hurgar en su
piel. Tocarla, sentirla sin disfraces ni intermediarios contactos. Ella y yo. Únicamente
los dos.
__
“!…….Todo lo que me quieras dar quiero que me lo des, yo te doy todo lo que un
hombre entrega a una mujer, ir más allá de ese cariño que siempre me das, me
imagino tantas cosas, quiero siempre más…….!”
No deje que cantase, no la
dejé. Y me sumé a la voz de mi amigo Roberto Carlos. ¡Canté, cante, no como los
ángeles, pero canté! No sabía muy bien cuál era mi verdadera intención, pero
esta vez fui yo el que le susurró al oído.
__
“!.......Tú eres mi dulce desayuno, mi pastel perfecto, mi bebida preferida el
plato predilecto, yo como y bebo de lo bueno y no tengo hora fija, de mañana,
tarde o noche no hago dieta…….!”
Los ojos de Susana se
desbocaron, irremediablemente se desbocaron, más allá de sus órbitas, de sus
contornos y sus raíces. Antes de terminar la frase mis labios ya habían besado
el lóbulo de su oreja, su cuello, y su barbilla. Un penetrante beso que terminó
por distender los poros de su piel.
__
“!…….Y este amor que alimenta a mi fantasía, es mi sueño, es mi fiesta, es mi alegría,
la comida más sabrosa, mi perfume, mi bebida, es todo en mi vida…….!”
Susana tomó la iniciativa y
volvió a cantar, pero esta vez mirándome a los ojos. Bendita profundidad hallé
en ellos. Unos ojos que me calaron las entrañas y las mismas vicisitudes. Unos
centímetros, apenas unos pocos centímetros separaban su boca y la mía.
__
“!.......Todo hombre que sabe querer, sabe dar y pedir a la mujer,
lo
mejor y hacer de este amor, lo que come, que bebe, que da, que recibe.
Y sucedió. Canté una vez más,
pero esto no fue lo revelador. Lo revelador fue mi boca, que no se detuvo y,
continuó camino hasta llegar a unos montes sinuosos, carnosos como fruta
prohibida, y sin previo aviso se adhirieron a los mismos como inquilino de
caracol que no ha dejado jamás de pagar su renta.
__
“!.......El hombre que sabe querer, y se apasiona por una mujer, convierte su
amor en su vida, su comida y bebida, en la justa medida.
Mi lengua y sus manos hicieron
de las suyas. Una dentro de su cálida y bucal gruta, y la otra, por el interior
de la cremallera de mi pantalón. Juguetonas manos que hacen perder la ubicación
en el espacio. Uno, dos, tres, cuatro, infinitos besos que continuaron sin
aliento de un lado a otro. Izquierdas y derechas, cuatro manos que no se
conformaron con la quietud y exploraron nuevos territorios. El tequila, Roberto
Carlos, la candente cercanía, los impulsos, las sensaciones, la soledad, los
motivos, las disueltas intenciones, la baja intensidad de la luz……, no sé qué
fue, pero no pude más.
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“!.......El hombre que sabe querer……., ¿quieres hacer el amor conmigo señora
Asunción!”
CONTINUARÁ……………………………………….