sábado, 20 de febrero de 2016

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?




(CAPÍTULO LX)  

                 Con sobrada razón Antonio Machado sentenció que realmente el camino no existe, se hace al andar, y dicho espejismo no es otra cosa que estelas en el mar. Y haciendo suya la máxima, mis amantes, nuestros amantes, anduvieron por un no-camino sin despegarse del borde que une la tierra con el mar, no vaya ser que por algún descuido perdiesen el rumbo al andar. Y para no deshacer lo ya dispuesto, anduvieron con sumo tino sin profundizar en las pisadas, dejando con sus pies desnudos desniveles en la arena.
                 Cuando partimos, con rumbo o no definido, el cuerpo se extiende indefinidamente y los sentidos se embotan de perplejidades, lo dice un caminante que después de innúmeros de años ahora se empeña en regresar al punto de partida, y no es que anduviese por la totalidad del espacio exterior, es que en mi perpetuo andar, no me detuve para catar las vides de la vida. Y ahora, al intentar dar más de un paso, los ojos se me inundan y la tierra se abre a mí alrededor y termino disfrutando de los infinitos matices cual almendro en flor con la llegada de la primavera, porque me complace regalarle minutos al tiempo.
                ¿Quién al caminar no se ha inventado un destino insólito? Seguramente la mayoría de los mortales, pero esa referida mayoría de mortales, incluyéndome a mí, hemos dejado para mañana lo que pudimos caminar hoy, y terminamos perdiendo el rumbo en un no-sueño por culpa de la maldita inercia. Por estas razones, las de Machado y la de los amantes, no dejen de caminar aunque no lo requieran, aunque el rumbo sea difuso y los elementos adversos.
                 Andando y andando por el no-camino, los amantes llegaron a la cala, al espacio soñado, y se entregaron al mismo sin escatimar emociones, dejando a un lado lo establecido y lo estrictamente dispuesto. El lugar sí-soñado era espectacular, único en soledad y primitivismos, como ellos habían soñado. Diana miró a Álvaro, y Álvaro hizo lo propio con Diana. La hora de las radiantes entregas se avecina.     


viernes, 12 de febrero de 2016

“FEBRILES AMORES o AMOR NO ME MATES”

                 



                 A los amantes, incluidos los de Venecia. A los que aman más allá de los anuarios. A los que afirman que el amor lo llevan congénito, tallado en la piel. 
En fin, a los amanecientes del planeta, a todos ellos, incluyéndome a mí, les doy mí en hora buena. 

Ámense hasta que el mundo estalle. Y si por suerte o desgracia pertenecen al selecto grupo que partirán rumbo al cielo, amen también a Dios, porque a veces pienso que el pobre necesita más amor que nosotros. 

domingo, 7 de febrero de 2016

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?




(CAPÍTULO LIX)

                 No era la primera vez que Diana se detenía unos segundos para reflexionar, como tampoco era la primera vez que al escucharla, Álvaro terminaba relajándose y los amores finalizaban sosegando por unos instantes los ardores. Ambos sabían que merecía la pena el hacerlo, no todos los días uno se detiene para echar un vistazo hacia atrás, porque la vida es en exceso agitada y a veces dejar de amar con las carnes para seducir con las vivencias produce ganancia de tiempo, y lo que es mejor, ceñida complicidad para el resto de la eternidad.
                 Álvaro se incorporó de su pertrechada posición, retiró sus “sobranzas”, y como un dispuesto caballero le extendió la mano a su amada, que desde instantes lejanos lo observaba recomponerse en su sobrada desnudez. Diana, ya de pie, mantuvo su mano dentro de la de Álvaro porque lo deseaba, y porque esa intrascendente unión significaba mucho para ella. Caminar por el mundo en compañía es un placer difícilmente de igualar y los instantes no están para despilfarrarlos tontamente con un innecesario distanciamiento.
                  El sol comenzaba a declinar y las siluetas de los amantes terminaron fundiéndose con la línea del horizonte a lo largo de la playa. Uno junto al otro comenzaron a caminar por el mundo, por ese mundo que Diana recordó al incorporarse, el mundo que temía y el mundo que no dejaba de sorprenderle a cada paso que daba, porque el mundo, no siempre era justo con sus moradores.
                 Y puede que en el interior de sus manos, entre palma y palma, guardasen con celo el sexo, para que al andar, se hiciese mayor. Por ahora no lo utilizarían, ya habrá tiempo para ello.
                 No puedo revelarles lo que llegaron a pensar los dilatados amantes camino a la cala, pero sí cómo se comportaron sus cuerpos. Las manos, las mantuvieron unidas por la savia de la ternura. La mirada en el punto exacto en que la espuma del mar envuelve la cálida arena para terminar regresando a sus orígenes después de bañar la orilla. Las piernas firmes y dispuestas, pero con escasas andaduras para que el mundo no se le hiciese pequeño al transitar. Y no menos importante, caminaban profundizando las huellas sobre la arena por aquello de la constancia, por el dejar una marca, una señal, aunque esta fuese efímera.
                 Las palabras no tuvieron cabida en este añorado recorrido porque ambos ya se habían dicho lo ineludible.
__ ¡…….! ¡…….! –afirmó el amante.
__ ¡…….! ¡…….! –yo también, contestó la amada.

                 Pero no por falta de profundas uniones dejaron de entregarse, él a ella, o ella a él; lo hicieron, y al llegar a la cala, demasiados orgasmos dejaron sobre el mundo, sobre el referido mundo que Diana aseveraba mantenerse al margen de los sentimientos.