PARTE 11.
Estas casualidades
que con anterioridad había imaginado, se fueron concretando con el paso de los
años. Muchas veces pensaba en una situación, o deseaba tanto un encuentro que
se me hacía realidad tarde o temprano. Desde que el instinto dejó de ser incierto
empecé a ver a Tatiana más allá de los juegos.
Siempre estuvimos
juntos en cada verano. Nuestra relación fue por temporada. Nos separábamos
antes que llegara el invierno, y pasada la primavera nos volvíamos a
reencontrar. Cada reunión era sublime, porque los dos habíamos cambiado. Todas
estas decisiones eran tomadas por nuestros padres. Más tarde, sin hablar del
tema, los dos deseábamos vernos en cualquier momento y volver a estar juntos.
El verano se nos hacía corto.
Recuerdo que la
primera vez que me dí cuenta que mi prima se estaba haciendo mujer fue en el río.
Dejó de bañarse desnuda. Fue un año de descubrimientos. Por debajo de la
camiseta mojada los diminutos pechos de Tatiana se dejaban notar con cierto
pudor. Yo también tomé medidas, y tapé mis vergüenzas que comenzaban a
desarrollarse. ¡El último día de este verano comprendimos que éramos otros!
En el siguiente
año Tatiana se había transformado. Llegaba de la ciudad con un desparpajo natural
que ruborizaba mi piel de chico pueblerino. No es que su cuerpo fuera
diferente, es que la misma Tatiana era otra. Su rostro, las caderas, los labios
redondeados y gruesos, la cintura en contraposición con el torso, su talla, su
peso; y sobretodo la mirada profunda, con un negro intenso que dejaba huella al
pasar. Tatiana no era la prima de los juegos inocentes. Lo mismo dijo ella de
mí.
Continuará.......................................