miércoles, 31 de octubre de 2012

¡LA MEJOR HORA PARA PROPORCIONARNOS UNA AUTO-SATISFACCIÓN!




(CAPÍTULO XXI)

                                 “LOS OBJETOS VOLUBLES”

                 La señora maestra y Lily no fueron las únicas que esta señalada mañana cambiaron sin una explicación previa sus costumbres arraigadas. Parecerá una simpleza, pero en los pueblos pequeños sus habitantes se acomodan a una manera de vivir y no varían aunque el cielo se venga abajo. Al mismo tiempo los vecinos toman las costumbres de los demás como propias, y las convierten en banderas. Por esta razón el día señalado algo estaba sucediendo en “El infierno”. De alguna manera las cosas se estaban transformando.  ¡Lo que no se sabe si para bien o para mal!
                 Juan se perdió entre sus propias dudas y las nuevas notas que sus clientes de siempre le solicitaron. Hasta el momento una buena cantidad de comensales solicitaron platos inesperados que Juan no estaba en disposición de complacer en tan corto espacio de tiempo; aunque para decir la verdad, él había comenzado desde la madrugada anterior a experimentar en su cocina con variadas especies y sazones que siempre deseo incorporar. --¡El Infierno necesitaba una nueva imagen!—Pensó Juan cuando reunió a su cuadrilla al completo y le dio nuevas órdenes. Implicó hasta el ayudante de cocina en su innovadora idea.
                 El Infierno y Juan no eran los mismos. Lily tampoco. La señora maestra lo mismo. Ceferino el policía, el viudo de la esquina que cada mañana llegaba para hacer el pedido del día, el banquero, los obreros de la empresa que estaba a dos manzana de la cafetería, cualquiera persona que colocó un pie en el establecimiento de Juan le día señalado. ¡Lo más curioso de este hecho es que todos coincidieron en el Infierno a la misma hora! Al parecer un impulso descontrolado desequilibró el comportamiento de los clientes del Infierno. Fue una necesidad imperiosa para provocar el encuentro.
                 Podía ocurrir dos cosas. Una, Juan estaba desconcertado pero consciente de que algo comenzaba a cambiar. Dos, los demás actuaban como si nada hubiera pasado. ¿Quién o quiénes portaban la razón? Para el propietario de la cafetería no se puede hablar de un simple suceso, pero para los demás, es meramente un cambio en la dieta, una variación en el menú. --¿Un cambio de menú?—Pensó Juan. ¡La única manera es sumarse a la mayoría! El propietario del Infierno vio la oportunidad de poner a juicio de sus clientes los innovadores platos que había elaborado la noche anterior.
                   
Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.