miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡LA MEJOR HORA PARA PRODUCIRNOS UNA AUTO-SATISFACCIÓN!




(CAPÍTULO XXII)
                          “LOS OBJETOS VOLUBLES”
                Juan sin contar con sus clientes incluyó en el menú del día la receta que había elaborado la noche anterior. Una receta que ni los colaboradores directos de Juan conocían cada uno de los ingredientes utilizados. El propio Juan dudaba de los mismos. No estaba seguro de cada uno de los componentes. Terminó la preparación del mismo a altas horas de la madrugada y el cansancio pudo más que su curiosidad. Concluyó de manera inconsciente y por inercia con la receta que había comenzado a primera hora de la noche.
                La formula partió de las que guardaba Juan bajo llave en la alacena de su flamante cocina. Esto fue nada más en un principio como les comenté, porque a medida que las horas caían y el cansancio se manifestaba, los cocineros y Juan terminaron con una interpretación libre de lo que estaba en el papel. Para terminar de rematar Juan se quedó solo y finalizó el aderezarlo con algunos ingredientes más que hacía muchos años que no utilizaba. La mayoría eran plantas balsámicas, especias de países lejanos, raíces curativas, y todo tipo de mejunje elaborado por el propio Juan y comprado durante alguno de sus viajes al extranjero.  Con la diferencia que poco o nada recordaba de lo que había incorporado a la amplia marmita.
                Juan si fue consciente de que algo estaba sucediendo en su negocio y en la totalidad de su clientela. Él era una persona sumamente cuidadosa con la selección de su menú y con el tiempo prolongado que utilizaba para llevarlo a la práctica. Ahora se comportaba como un aficionado aprendiz en esta materia, pero la reflección no fue suficiente para retener sus impulsos. Sin que nadie solicitase estos alimentos, mandó a sus camareros que pusieran en cada mesa y en la barra un plato.
                De la misma forma que Juan actuaba deliberadamente, los comensales procedieron a la degustación del desconocido plato. Se llevaron a la boca el cubierto y todo cambió. El personal del restaurante contemplaba pasmado el cambio en cada uno de los comensales y quedaron sin saber qué hacer. “El infierno” ardía y no solamente por el picante que Juan le había incorporado a su experimento. Los presentes por primera vez y de manera sincronizada comenzaron a mirarse unos a otros.
                No se lo pensaron más. Los cocineros, los camareros, y el propio Juan, decidieron probar este incomprensible manjar. ¡En a penas unos segundos el cocinero miró a la camarera, esta al ayudante de cocina, Juan a la cajera, la cajera al primer cocinero, y el primer cocinero a Juan! ¡Las miradas terminaron mezclada en el concurrido salón de “El infierno”.
                   
Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.