(CAPÍTULO XXII)
“LOS OBJETOS VOLUBLES”
Juan sin contar con sus
clientes incluyó en el menú del día la receta que había elaborado la noche
anterior. Una receta que ni los colaboradores directos de Juan conocían cada
uno de los ingredientes utilizados. El propio Juan dudaba de los mismos. No estaba
seguro de cada uno de los componentes. Terminó la preparación del mismo a altas
horas de la madrugada y el cansancio pudo más que su curiosidad. Concluyó de
manera inconsciente y por inercia con la receta que había comenzado a primera
hora de la noche.
La formula partió de las que guardaba
Juan bajo llave en la alacena de su flamante cocina. Esto fue nada más en un
principio como les comenté, porque a medida que las horas caían y el cansancio
se manifestaba, los cocineros y Juan terminaron con una interpretación libre de
lo que estaba en el papel. Para terminar de rematar Juan se quedó solo y finalizó
el aderezarlo con algunos ingredientes más que hacía muchos años que no
utilizaba. La mayoría eran plantas balsámicas, especias de países lejanos, raíces
curativas, y todo tipo de mejunje elaborado por el propio Juan y comprado
durante alguno de sus viajes al extranjero. Con la diferencia que poco o nada recordaba de
lo que había incorporado a la amplia marmita.
Juan si fue consciente de que
algo estaba sucediendo en su negocio y en la totalidad de su clientela. Él era
una persona sumamente cuidadosa con la selección de su menú y con el tiempo prolongado
que utilizaba para llevarlo a la práctica. Ahora se comportaba como un
aficionado aprendiz en esta materia, pero la reflección no fue suficiente para
retener sus impulsos. Sin que nadie solicitase estos alimentos, mandó a sus
camareros que pusieran en cada mesa y en la barra un plato.
De la misma forma que Juan
actuaba deliberadamente, los comensales procedieron a la degustación del
desconocido plato. Se llevaron a la boca el cubierto y todo cambió. El personal
del restaurante contemplaba pasmado el cambio en cada uno de los comensales y
quedaron sin saber qué hacer. “El infierno” ardía y no solamente por el picante
que Juan le había incorporado a su experimento. Los presentes por primera vez y
de manera sincronizada comenzaron a mirarse unos a otros.
No se lo pensaron más. Los
cocineros, los camareros, y el propio Juan, decidieron probar este incomprensible
manjar. ¡En a penas unos segundos el cocinero miró a la camarera, esta al
ayudante de cocina, Juan a la cajera, la cajera al primer cocinero, y el primer
cocinero a Juan! ¡Las miradas terminaron mezclada en el concurrido salón de “El
infierno”.
Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.
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