(CAPÍTULO
XXV)
¡El joven delirante quiso hacer
una prueba! Dejó al descubierto su pene vibrante para comprobar hasta dónde
estaba dispuesto a llegar con su osadía. Lo sostuvo en su amplia mano para
contemplar su aspecto y de esta manera comprobar
si continuaba firme en su propósito. ¡De forma intermitente el semen continuaba
fluyendo con el menor esfuerzo! Cerró la mano y lo sostuvo con fuerza para
detener el goteo continuo, pero fue insuficiente, porque el espeso líquido no
sólo no dejó de brotar, sino que bañó sus dedos sin ningún reparo y con esplendidez.
Cada gota se transformaba en una contracción de ardor que brotaba de sus
entrañas cada vez que miraba a la joven con las piernas dispersas y los senos
perdidos al vacío entre la ventana y la arena de la playa. La disfrutaba con
todos los sentidos, porque el olfato mimado se desquició de tanto placer, y
pidió ayuda desesperadamente. ¡Alguna gota perdida se deslizó por sus nalgas
hasta mezclarse con su selecto vello púbico en dirección al sonrosado orificio
vaginal que lo miraba con prorrogados parpadeos!
¡Ella frotaba sus pechos en el
marco, y olfateaba el mar que jugaba con los dos amantes perdidos en su
intransigencia de no volver a la normalidad!
Cada uno viajaba extasiado en
su vivencia y regresaba para conducir a su pareja por senderos no explorados.
La joven se enfadó por la huida del pene de su vagina, y en un principio quiso
una explicación, pero al ver al joven frente a ella, sosteniendo en la mano su
virilidad, le produjo un placer inconfesado. ¡Estaba rígido y esplendido, con
todas las venas brotando de su escasa piel! --¡Es
una hermosura! ¡Dámelo!-- Se lo pidió al joven en una especie de súplica, pero
su paciencia fue inexistente. Y sin esperar respuesta lo tomó. Sólo entonces se
dio cuenta que en la mano del chico había esperma. --¡La voy a saborear, y me la tragaré toda! ¿No sé si comenzar por la
mano o tu verga?-- Dos segundos fueron suficientes para pensárselo. Sosteniendo
con seguridad el pene, guió al joven hasta el ventanal, y lo obligó a sentarse
sobre él. ¡Se alzó a horcajadas sobre el chico y sin pedir ayuda, se llevó el
falo flamante a su vagina dilatada que esperaba anhelante al vomitador de
encantos nada prohibidos!
__ ¡Ahora no te escaparás! ¡Te voy
retener en contra de tu voluntad y no dejaré que escapes al menos por esta
noche!
Pero no fue suficiente para
conformarse con esta acción. ¡Más y más deseaba!
Él acomodó su culo sobre la
madera del ventanal, he inclinó la pelvis para que absolutamente todo penetrase
de lleno y hasta el final, y si se podía, algo más. Ella tomó su mano y la puso
ante su cara. Entre dedo y dedo paseó su lengua sedienta, a la vez que
cabalgaba sin rumbo sobre su amante. Más que beber se mojaba los labios, la
cara, y las mejillas con el flujo milagroso.
__ ¡Ahora me toca a mí derramar los
fluidos de mi interior! ¡Voy en busca de una contracción precisa, nunca antes
experimentada!
No dijo nada más, y comenzó la
carrera a lo desconocido.