sábado, 13 de diciembre de 2014

¿COMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



                                           (CAPÍTULO XLII)
               

                 Los cuerpos de los amantes se revelaban distendidos sobre la fina arena con los pensamientos esparcidos por las diferentes nubes que se encontraban de paso.
                 Mientras, las olas prolongaban su insistente recorrido. Ellos, los amantes, simplemente dejaron que los párpados cayesen por su peso y se dejaron llevar por la primera cavilación que atravesó sus emociones.
                 ¡Se hallaban a gusto con el viento del atardecer acariciando sus partes más sensibles!
                Diana mantuvo su mano cerrada y dentro de ella, la verga de su amado, que luchaba por expandir sus dominios hacia anónimas tierras. Su ideal se hacía realidad y pensó que este diminuto instante significaba la culminación de sus apasionados y sensitivos propósitos. ¡Ella lo veía de esta forma, y deseaba que Álvaro sintiese el mismo estremecimiento que circulaba por sus venas en este plácido atardecer!
                 Su alma necesitaba ser liberada porque el escaso espacio de su cuerpo le dificultaba su plena manifestación.
__ ¡Quiero gemir y correr desnuda en contra del viento a lo largo de la playa! –gritó Diana al viento agitando la mano con lentitud.
__ ¿Por qué no lo haces? --le contestó Álvaro visualizando una esponjosa nube en marcha que por descuido se cobijaba sobre el vértice de su pene.
__ ¡Porque quiero saber si tú me acompañarías!
__ ¡Te acompañaría aunque mis pasos se opusiesen! --le confirmó Álvaro intentando dominar su cadera que comenzaba a vibrar sobre la arena.
__ ¡Espera, te quiero decir algo!
                Entonces, silenciando las palabras, Diana se incorporó y arrimó su cara hasta las entrepiernas del joven, y cuando estuvo segura de su posición, dejó descansar sobre los muslos de Álvaro sus codos, y su boca se adosó sospechosamente al nacimiento del eterno vigía que cual veleta perenne dominaba el litoral.
                 ¡Segura, pero con un hilo de voz, le confesó!
__ ¡T-e-a-m-o!
                El guardián, desde su atalaya, divisó tormenta, y, la fortalecida torre comenzó a moverse deliberadamente en todos los sentidos. La mano de Diana no podía contener la desbocada potencia de su amado que amenazaba con movimientos amplios y circulares.
                 ¡El huracán se acercaba a la serena playa con intenciones de estallar!
                 Diana encontró un aliado en su segunda mano y, entre las dos, cercaron aún más al eterno vibrador; pero fue imposible, sin dar explicaciones comenzó a cabecear de un lado a otro y la joven pensó que lo mejor sería verlo danzar a su antojo.
                 ¡Así lo hizo! ¡Lo liberó, dejando el falo de Álvaro en completo desconcierto!
                Diana disfrutaba viendo a su amor retorcerse de éxtasis. Sus ojos brillaban contemplando la cara y la piel de Álvaro que como el día y la noche cambiaba de aspecto continuamente. El joven con su culo hizo una perforación sobre la blanca arena, y con los talones se aferró al suelo para elevar su pelvis hacia el cielo.
                 ¡Deseaba hacer frente al viento con su pica retadora y demostrarle a su amada y a él mismo que estaba dispuesto a todo para que el apetito no desapareciese de su ser!

               Y este fue el momento justo en que nuestra apasionada Diana, para no ver más el lamento en la mirada de su amado, se lanzó con su espíritu suicida directamente al pene, y con su poderosa boca, lo absorbió en una profunda inhalación hasta dejar su pecho sin aliento. 

CONTINUARÁ................................. 

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?


                  (CAPÍTULO XLI)


                Pero Álvaro no introdujo su lengua, era más que capaz, pero no lo hizo. Quiso tomarse algo de tiempo. Y entonces, sin esperárselo, la sabía, la fluida sabía de su amada, se dispersó al exterior sin rubor por su amplio y desnudo torso. Ella mantuvo sus piernas a horcajadas, para que de su monte eterno se despeñase en cascada los fluidos.
                 Sin apenas moverse, Álvaro topó con el verdadero salto del ángel, con el monumental requiebro rompiendo sobre su cara.
__ ¡Los sabores los tengo intactos, pero aún más la visión de tus imperecederas piernas que se confabularon para terminar en lo alto del vértice! ¡Un volcán de tierna lava me llega a mis ojos y no sé si podré sobrevivir porque me vulneras la lógica! ¡…….! ¡Te amo Diana, y lo peligroso de estos encuentros, es que no sabría cómo continuar con mi vida si tú no formas parte de ella! ¡…….! ¡Te necesito para alimentar mis mañanas y mis atardeceres, para volar rozando el mar y, no caer a las profundidades de mis lamentos y perderme en el olvido!
                 Álvaro sin darse apenas cuenta se apoderó de cada palabra pronunciada como un versado improvisador. Las acentuaba a su complacencia. Las desplegaba una por una y sin restricciones, a gran escala, hasta permitir que los jugos perfumados de su amada se esparciesen por su pecho.
                 Comenzó por las manos y, terminó implicando cada una de sus articulaciones.
__ ¡Te veo por los años, y en las imágenes que están por venir! ¡Tú figura calma mi vehemencia! Hoy tengo tu silueta, no deseo nada más. ¡Miro al horizonte y pienso que ha dejado de ser infinito! ¡El amplio océano lo he sentido hoy entre tus piernas!
                Álvaro continuó en su universo amatorio donde exclusivamente Diana podía penetrar.
                 Las olas comenzaron a romper en la orilla con mayor poderío y los cuerpos de los amantes bailaban al ritmo del mar que negaba la calma.  El estarse quieto es un imposible.
                 No por disfrutar de los aromas y de la poesía, el enamorado Álvaro dejó de mirar la vulva de su amada que se había dilatado algunos centímetros más.
                 ¡Él permaneció fiel a su promesa!
               Una ola intensa desplazó a los enamorados unos metros. Diana cayó por su peso sobre la parte izquierda de Álvaro, y este al estar boca arriba, le llegó un torrente de agua salada mezclada con arena.
                 Quedaron desorientados, pero uno al lado del otro. Y para no perder la costumbre, Diana se aferró a la verga de su chico. De esta manera evitaría ser arrastrada por la corriente.
__ ¡Perdón, pensé que había alcanzado un madero a la deriva! --le dijo Diana sonriendo.
                Esto fue un halago para Álvaro, que por el enviste del mar, su potencia comenzaba a menguar.
__ ¿Creo que tiene vida? --y para afirmarlo fehacientemente, comenzó agitarlo con perseverancia debajo del agua.
                Diana poseía soltura en las manos, arte en los dedos, y voluntad en las articulaciones. Su muñeca repercutía con los intervalos precisos para lograr su designio. Si por ella fuese, sacaría agua de las mismísimas piedras.

CONTINUARÁ………………………….


¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



                                               (CAPÍTULO XL)
                 

                 La luz comenzaba a disminuir en la apacible playa que descansaba sin la menor ansiedad. Los aletargados amantes prolongaban sus juegos amatorios sin prisas, dejando sus reflejos intactos, a la benevolencia de las olas y a las triquiñuelas del propio viento.
                 Diana dejó escapar su intenso amor por sus partes dúctiles, y entre gotas espesas de placer y orgasmo, la cara de Álvaro se rebosó de fantasías aromáticas y jugosos caldos.
                 ¡Por los ojos, la nariz, las orejas, la boca, el pelo, y la cara en general del joven, discurrió el delicado ungüento de poderes milagrosos!
                Ella se inclinó aún más, y él debilitó su boca para que el caldo cayese en su garganta y no se olvidase sobre la blanca arena.
                 ¡La última gota se deslizo con la ayuda de los dedos de Diana que oprimió su vagina para dejar el menor resto posible en su interior! ¡Ella estaba feliz porque su amado degustaba con embriaguez lo que nunca antes había brotado de su interior! ¡Lo único con anterioridad expulsado por su orificio había sido fue pis; pero en esta ocasión los bálsamos y los almíbares se fundieron sobre el rostro de Álvaro que disfrutaba como un infante ante una dulcería!
__ ¡Tiene un esplendido sabor agridulce! --afirmó Álvaro mirando desde su posición la vagina de su amada que aún destilaba restos de fluidos-- ¡Sobre mi lengua siento una mezcla de canela y esencias de espliego que fortalecen mis dudas! ¡Sí! ¡Estoy seguro, es una consistencia muy parecida al azúcar cuando comienza su caramelización! ¡Esto es extraordinario!
                 El joven tragó en seco la abundante porción que guardaba en su lengua y cerró los ojos para no equivocarse. Respiró, y esperó que le llegasen las sensaciones
__ ¡Es delicado como el almíbar pero intenso y espeso como los mejores aceites de olivas del mediterráneo! ¡No es amargo, más bien con un punto picante y salado que me recuerda el fruto del mamoncillo! ¡Detrás de los sabores más cálidos siento el fluir de una variedad suprema de avellanas que la degusto con pasión! ¡En mi garganta se quedó el profundo mar y la plácida pradera repleta de percepciones nuevas y turbadoras!
__ ¿Qué haces, no sigas? –Diana se retorcía de gusto sobre la cara de Álvaro que no dejaba de expulsar melosas palabras. Cuando pensaba que el fluir había terminado, una marea de bebidas ambiguas salió de sus animados labios al exterior-- ¿Por qué……………..? ¡Ahora saboréalo con todo tu ser mi amor!
                Le dijo Diana, y esperó que la lengua de Álvaro una vez más entrase por la puerta sin avisar.

Continuará……………………………