(CAPÍTULO
XLII)
Los cuerpos de los amantes se revelaban
distendidos sobre la fina arena con los pensamientos esparcidos por las
diferentes nubes que se encontraban de paso.
Mientras, las olas prolongaban
su insistente recorrido. Ellos, los amantes, simplemente dejaron que los
párpados cayesen por su peso y se dejaron llevar por la primera cavilación que
atravesó sus emociones.
¡Se hallaban a gusto con el
viento del atardecer acariciando sus partes más sensibles!
Diana mantuvo su mano cerrada y
dentro de ella, la verga de su amado, que luchaba por expandir sus dominios
hacia anónimas tierras. Su ideal se hacía realidad y pensó que este diminuto
instante significaba la culminación de sus apasionados y sensitivos propósitos.
¡Ella lo veía de esta forma, y deseaba que Álvaro sintiese el mismo
estremecimiento que circulaba por sus venas en este plácido atardecer!
Su alma necesitaba ser
liberada porque el escaso espacio de su cuerpo le dificultaba su plena
manifestación.
__
¡Quiero gemir y correr desnuda en contra del viento a lo largo de la playa!
–gritó Diana al viento agitando la mano con lentitud.
__
¿Por qué no lo haces? --le contestó Álvaro visualizando una esponjosa nube en
marcha que por descuido se cobijaba sobre el vértice de su pene.
__
¡Porque quiero saber si tú me acompañarías!
__
¡Te acompañaría aunque mis pasos se opusiesen! --le confirmó Álvaro intentando
dominar su cadera que comenzaba a vibrar sobre la arena.
__
¡Espera, te quiero decir algo!
Entonces, silenciando las
palabras, Diana se incorporó y arrimó su cara hasta las entrepiernas del joven,
y cuando estuvo segura de su posición, dejó descansar sobre los muslos de
Álvaro sus codos, y su boca se adosó sospechosamente al nacimiento del eterno
vigía que cual veleta perenne dominaba el litoral.
¡Segura, pero con un hilo de
voz, le confesó!
__
¡T-e-a-m-o!
El guardián, desde su atalaya,
divisó tormenta, y, la fortalecida torre comenzó a moverse deliberadamente en
todos los sentidos. La mano de Diana no podía contener la desbocada potencia de
su amado que amenazaba con movimientos amplios y circulares.
¡El huracán se acercaba a la
serena playa con intenciones de estallar!
Diana encontró un aliado en su
segunda mano y, entre las dos, cercaron aún más al eterno vibrador; pero fue
imposible, sin dar explicaciones comenzó a cabecear de un lado a otro y la
joven pensó que lo mejor sería verlo danzar a su antojo.
¡Así lo hizo! ¡Lo liberó,
dejando el falo de Álvaro en completo desconcierto!
Diana disfrutaba viendo a su
amor retorcerse de éxtasis. Sus ojos brillaban contemplando la cara y la piel
de Álvaro que como el día y la noche cambiaba de aspecto continuamente. El
joven con su culo hizo una perforación sobre la blanca arena, y con los talones
se aferró al suelo para elevar su pelvis hacia el cielo.
¡Deseaba hacer frente al
viento con su pica retadora y demostrarle a su amada y a él mismo que estaba
dispuesto a todo para que el apetito no desapareciese de su ser!
Y este fue el momento justo en
que nuestra apasionada Diana, para no ver más el lamento en la mirada de su
amado, se lanzó con su espíritu suicida directamente al pene, y con su poderosa
boca, lo absorbió en una profunda inhalación hasta dejar su pecho sin aliento.
CONTINUARÁ.................................
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