VEINTISÉIS.
Es increíble cómo la vida se
nos puede transformar, en un breve suspiro, en un parpadear, o en un inadvertido
giro de nuestro cuello, en una realidad totalmente inesperada y nueva. Y este impredecible
cambio es capaz de transportarnos a un amanecer, o a un siniestro e
interminable túnel. Y lo revelador de este hecho es que nada, pero nada,
podemos hacer para evitarlo. ¡Estamos en manos de lo que vendrá, y lo mejor es
entregarnos sin escatimar recursos y emociones!
Y esto fue lo que hizo nuestro
amigo Vicente cuando aquella determinada noche conoció a la mujer de su vida, a
la pródiga Dolores. A la mujer de sus lamentos y sus vicisitudes.
La historia amatoria entre
Vicente y Dolores no terminó, todo lo contrario, continuó con mayor intensidad.
Hasta el punto en que, reunirnos cualquier fin de semana con Vicente, entraba
en el término de lo paranormal. Dolores lo absorbió, lo secuestró, se lo bebió
de punta a rabo, sin dejar nada para su
familia o los amigos. Cuando veíamos a Vicente por la calle, era porque Dolores
estaba enferma. Y esto ocurría una vez al término de cada milenio. Si Dolores enfermaba, la práctica del
sexo no entraba en sus funciones cotidianas porque decía que sus capacidades genitales no rendían
al máximo. Así era Dolores, exigente con su cuerpo y con el del remilgado
Vicente que lo tenía entrenado como un trapecista de circo en quiebra.
Y en este espacio atemporal,
era cuando Vicente se podía mover con determinada libertad; pero como la “enfermedad”
de Dolores casi siempre era un resfriado o enfriamiento por airear demasiado tiempo
sus carnes a la luz, el agotado Vicente solamente contaba con el tiempo justo
para recuperarse y volver a la carga cuando su amada lo ordenase. Esto es lo
que sucede en una relación entre un joven recién salido de la adolescencia, y
una mujer madura con una carrera distendida en estos menesteres. Pero aun así,
todos, todos, pero todos, envidiábamos al afortunado Vicente que podía
contemplar y palpar una vagina o unas
tetas, en primer plano y a cualquier hora del día o de la noche. ¡Dichoso
Vicente que hurga en la realidad sin
que nadie se la cuente o le venga con historias inventadas! Desde este momento todos
le comenzamos a llamar el joven
especialista en órganos femeninos, y nuestro amigo, se enorgullecía de ello;
expandía el pecho, y su andar se hacía lento y seguro.
En el barrio la historia de
Vicente se convirtió en leyenda, y el adolescente Vicente en un hombre deseado,
apetecido, y suspirado por las mujeres. Y respetado, envidiado, y reverenciado
por los hombres, que perdían la compostura cuando Vicente paseaba por la plaza
del barrio con Dolores de la mano.
__ ¡¡Dios mío, qué buena está, es una mujer para comérsela de un bocado y
no eructar ni las costuras de las ropas que lleva encima!!
Murmuraba el grupo de jóvenes
que se encontraba en el parque cuando por la esquina surgía Vicente y Dolores.
__ ¡Paco, Paco, creo que se me está parando, se me para el, el…….corazón!
¡Qué mujer Paco, qué mujer…………!
Le decía un anciano a otro.
__ ¡No me había fijado en Vicente, pero, está bueno! ¡Es un hombre muy interesante!
Una amiga le confesaba a la
otra.
Esta relación ha
revolucionado el vecindario. Si sus habitantes supiesen la mitad de los
detalles que nosotros, por ser amigos de Vicente sabemos, la libido estaría por
las nubes en diez kilómetro a la redonda como mínimo, sin caer en exceso o
falsa fantasía; pero, este privilegio es nuestro, y pensamos disfrutarlo hasta
alcanzar un sideral orgasmo.
Continuará....................................................
DISEÑO GRÁFICO: ARA Y MANDY.