domingo, 8 de diciembre de 2013

VICENTE Y LA ADOLESCENCIA




VEINTISÉIS.


                 Es increíble cómo la vida se nos puede transformar, en un breve suspiro, en un parpadear, o en un inadvertido giro de nuestro cuello, en una realidad totalmente inesperada y nueva. Y este impredecible cambio es capaz de transportarnos a un amanecer, o a un siniestro e interminable túnel. Y lo revelador de este hecho es que nada, pero nada, podemos hacer para evitarlo. ¡Estamos en manos de lo que vendrá, y lo mejor es entregarnos sin escatimar recursos y emociones!
                 Y esto fue lo que hizo nuestro amigo Vicente cuando aquella determinada noche conoció a la mujer de su vida, a la pródiga Dolores. A la mujer de sus lamentos y sus vicisitudes.
                 La historia amatoria entre Vicente y Dolores no terminó, todo lo contrario, continuó con mayor intensidad. Hasta el punto en que, reunirnos cualquier fin de semana con Vicente, entraba en el término de lo paranormal. Dolores lo absorbió, lo secuestró, se lo bebió de punta a rabo, sin dejar nada para su familia o los amigos. Cuando veíamos a Vicente por la calle, era porque Dolores estaba enferma. Y esto ocurría una vez al término de cada milenio. Si Dolores enfermaba, la práctica del sexo no entraba en sus funciones cotidianas porque decía que sus capacidades genitales no rendían al máximo. Así era Dolores, exigente con su cuerpo y con el del remilgado Vicente que lo tenía entrenado como un trapecista de circo en quiebra.
                 Y en este espacio atemporal, era cuando Vicente se podía mover con determinada libertad; pero como la “enfermedad” de Dolores casi siempre era un resfriado o enfriamiento por airear demasiado tiempo sus carnes a la luz, el agotado Vicente solamente contaba con el tiempo justo para recuperarse y volver a la carga cuando su amada lo ordenase. Esto es lo que sucede en una relación entre un joven recién salido de la adolescencia, y una mujer madura con una carrera distendida en estos menesteres. Pero aun así, todos, todos, pero todos, envidiábamos al afortunado Vicente que podía contemplar y palpar  una vagina o unas tetas, en primer plano y a cualquier hora del día o de la noche. ¡Dichoso Vicente que hurga en la realidad sin que nadie se la cuente o le venga con historias inventadas! Desde este momento todos le comenzamos a llamar el joven especialista en órganos femeninos, y nuestro amigo, se enorgullecía de ello; expandía el pecho, y su andar se hacía lento y seguro.
                 En el barrio la historia de Vicente se convirtió en leyenda, y el adolescente Vicente en un hombre deseado, apetecido, y suspirado por las mujeres. Y respetado, envidiado, y reverenciado por los hombres, que perdían la compostura cuando Vicente paseaba por la plaza del barrio con Dolores de la mano.
__ ¡¡Dios mío, qué buena está, es una mujer para comérsela de un bocado y no eructar ni las costuras de las ropas que lleva encima!!
                 Murmuraba el grupo de jóvenes que se encontraba en el parque cuando por la esquina surgía Vicente y Dolores.
__ ¡Paco, Paco, creo que se me está parando, se me para el, el…….corazón! ¡Qué mujer Paco, qué mujer…………!
                 Le decía un anciano a otro.
__ ¡No me había fijado en Vicente, pero, está bueno! ¡Es un hombre muy interesante!
                 Una amiga le confesaba a la otra.

                 Esta relación ha revolucionado el vecindario. Si sus habitantes supiesen la mitad de los detalles que nosotros, por ser amigos de Vicente sabemos, la libido estaría por las nubes en diez kilómetro a la redonda como mínimo, sin caer en exceso o falsa fantasía; pero, este privilegio es nuestro, y pensamos disfrutarlo hasta alcanzar un sideral orgasmo.     
               

Continuará....................................................  
DISEÑO GRÁFICO: ARA Y MANDY.