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¡Por esta razón y no por otra había pensado en usted! ¡Necesitamos su ayuda
señor Mariano! ¡Usted bien sabe el poder que tiene la prensa, y para sacar
adelante un proyecto nada mejor que esta vía que llega a la poderosa mayoría! –Esperaba
una respuesta positiva por parte de mi vecino.
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¿Qué es lo que desea en realidad de mí? –Me preguntó con cierto aire de
importancia.
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¡Queremos de usted primeramente su opinión profesional respecto al proyecto, y
si puede, y está en sus manos, que nos ayude de alguna manera a que nuestro propósito
se haga realidad! ¿Qué me dice vecino? –Esperaba de Mariano cualquier cosa.
__¡…………….!
–Se lo pensó como todo un profesional en la materia de la información--
¡Acepto! ¿A qué hora estoy en su casa?
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¿Pues a las, a las, a las ocho le parece bien? ¡Sí, el sábado a las ocho! –Le dije
para salir del paso.
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¡Allí estaré! ¡Hasta el fin de semana vecino! –Me dijo y continuó su camino
hacia el edificio.
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¡Hasta pronto señor Mariano! –Le contesté viéndolo alejarse con su caminar
cansado.
La maquinaria se había puesto
en marcha, y antes del fin de semana debía tener en mis manos un proyecto, una
fiesta, y varios invitados para ambientar el escenario en el que involucraría a
mi vecino Mariano. Desde mi posición de “mirador unificador” había comenzado mi
labor. Desde este momento estaba en contacto con uno de los integrantes del núcleo
familiar seleccionado por mí. Por un momento pensé en concentrarme únicamente en
el marido, pero pensándolo mejor, podía formar una cadena indirecta para que se
produjese una serie de acontecimientos que de manera causal desemboque en el
objetivo señalado. Por un lado tengo a este cabeza de familia que hasta donde
yo domino experimenta sensaciones con el transformismo, pero nada más puedo
afirmar o negar.
De esta manera mi próxima
persona objeto del miramiento terapéutico será la mujer, la esposa de Mariano,
y la observaré, o continuaré observándola para tener una referencia directa
antes del encuentro del fin de semana, y si es necesario o posible, la incluiré
en el proyecto de este fin de semana invitándola al mismo. Asunción, que es
como se hace llamar la mujer de Mariano, mi vecina, es una respetada señora de
unos cuarenta y algo de edad, posiblemente pasado los cuarenta y cinco años, pero
no lo puedo afirmar rotundamente porque por la apariencia externa le pondría
algunos años más.
Digo respetada por su manera
de vestir, su aptitud ante la sociedad y ante su propia persona en la
intimidad. Hasta el momento no la he observado en una “posición” desencajada
para sus principios éticos-religiosos. Asunción asiste a misa cada domingo y se
comporta como una fiel defensora de los principios cristianos, que no deja un
ápice a los pensamientos espontáneos o alegres, por llamarlos de una manera
lisonjera para el círculo en que se mueve la mujer de Mariano. Esta respetada
señora por lo que he apreciado, jamás se ha desnudado ante el espejo de su
habitación. Posiblemente piense que observar directamente su cuerpo es pecado,
pero sin embargo la señora Asunción, porque la he observado en más de una
ocasión, se auto-complace con presteza y elegancia, pero nada de posiciones
desencajadas o impropias para una respetada señora. Cuando nadie la ve se
masturba, siendo testigo de su formal adicción Dios, y por supuesto yo.
Continuará...........................
fotos:
ara.