TRES.
Vicente tuvo una época de
camiseta negra. Al principio pensamos que era la única que tenía, pero estábamos
equivocados. ¡Vicente guardaba un armario con camisetas negras! Más tarde supimos
el porque de esta afinidad (aunque no sé si del todo) pero
nuestro querido amigo mostraba músculo con la ajustada camiseta negra, que
si no recuerdo mal, era algo transparente, y de un tacto sedoso.
¡Un día le quemamos la camiseta
negra! No recuerdo si fue por la continua imagen repetida que se nos quedaba en
la retina cada vez que quedábamos con él, o por envidia al conquistar las
mejores chicas de los sábados; pero le prendimos fuego a la dichosa camiseta. Vicente
lloró. Una semana entera estuvimos sin verle. ¡Después de hacerlo nos
arrepentimos, pero fue demasiado tarde! Vicente se enfadó con nosotros, y lo
vimos marchar sin su camiseta de una forma diferente.
A la semana. A lo lejos. Vicente
caminaba con su andar de siempre, y su camiseta negra. ¡El desgraciado guardaba
reservas por si las moscas! ¿De dónde salió otra camiseta negra? En los tiempos
que les cuento, el simple hecho de encontrar una segunda prenda, o cualquier
otro objeto, era un simple desafío imposible para nuestros bolsillos; pero para
Vicente no. Al llegar a nosotros sonrió y nos dijo.
__ ¿Qué les parece mi
nueva camiseta negra de los sábados para ligar? ¿Les gusta?
Nos miramos con la
intención de irle para arriba y morder a la camiseta negra con Vicente dentro.
__ ¡He, no se molesten
que tengo muchas más!
El muy condenado nos
restriega en la cara cantidades.
__ ¡Si quieren les puedo
conseguir una para cada uno, pero eso sí, de otro color! ¡El negro es mi color!
¡Qué se meta la camiseta
por............donde mejor le entre!
__ ¡Por ser mis amigos,
se las dejo a buen precio!
El maldito Vicente
dominaba el arte de los negocios y del dinero negro..........
Continuará..................................