"EL OLFATO"
(CAPÍTULO
XV)
La joven se adueñó de la
ventana y de la boca de su amado. Lo retenía contra sus piernas. La cabeza del
chico vino a formar parte de un bocado exquisito. Sin avisar, abrió las
rodillas en un ángulo mayor de noventa grados. De un golpe, y sin avisar, apoyó
las plantas de los pies en la pared de la ventana, proyectó la pelvis hacia
delante como un rayo en tiempo de huracanes, y disparó con los músculos de la
vagina toda la saliva acumulada aportada por su caballero lamedor.
Una mezcla de salitre y
fluidos se fundieron en el aire y la cara del joven se pulverizó con la pócima
materna. ¡Esto lo detuvo por un instante! ¡Posiblemente quiso ser consciente de
este momento especial y guardarlo en el recuerdo por siempre porque no deseaba
que nadie le contase lo que experimentó en sus propias carnes! El joven la miró
a los ojos simplemente, respiró con profundidad, y sus pulmones se llenaron de
aire, pero del aire oculto en las entrañas de su amada. ¡La deseaba con
temblores, con el corazón en arritmia, con la piel extenuada y tersa, con su
miembro dispuesto a suicidarse por ella para demostrarle que estaba viviendo
una ilusión real! --¡Esto es único, y
aunque volvamos a intentarlo, seguramente será imposible lograrlo una vez más!
¡Te amo, te deseo tanto que me perdería contigo mar adentro para poseerte en el
abismo!-- El joven soltaba las palabras con las letras separadas, con la
intención de que no terminasen nunca, para recordarle siempre a su amada, que
es especial como la misma ventana y el anchuroso mar.
La chica le dijo. --¡Ven!-- Y él aceptó, se incorporó.
Ella tenía ante sí a un hombre desnudo, sin pudor a mostrar lo que nunca antes
había enseñado. Con su mirada recorrió sin prisas todo su cuerpo, buscando un detalle
adverso que al menos le indicase que no lo podía amar con la intensidad con que
lo estaba haciendo; pero no lo encontró. ¡Su amado era perfecto!
El chico apoyó las palmas de
las manos en el cerco superior de la ventana y fue en busca de la boca de la
amada. Al comenzar el balanceo de su cuerpo comprendió que eran dos bocas las
que debía conquistar. Puso sus labios muy cerca del aliento de la joven y su
pene sin pedir permiso rozó la entrada a lo desconocido. No sabía porque, pero
se sintió Arquímedes. --¡Moveré el mundo!--
Pensó, y nada más se dejó llevar.
Continuará....................