PARTE
30.
La sopa se deslizaba por mi garganta
no con la misma habilidad de los dedos interminables y desconocidos de los pies
que invadieron mis profundas partes. Muchos, demasiados dedos entraron por la boca
de mi short y por más que me empeñaba no lograba un conteo certero. De un lado una
variedad de dedos moldeaba mis testículos comprimidos contra la silla, y del
otro lado, diferente tropa intentaba dominar mi falo que cabeceaba contra la
tela del pantalón intentando de encontrar una salida.
Me llevé una cucharada a la boca
al mismo tiempo que sentí la multitud de dedos que liberaban mi prepucio de su
capa protectora. Toda la piel sobrante la escurrieron hasta el final. La que
pudieron y mucho más. Experimenté una agradable sensación muy parecida al
despertar, cuando nos despejamos la cara dándonos masajes en círculo con las
manos. Fui en busca de la mirada de Flavia y comprendí que ella junto a Tatiana
participaban activamente de esta extraordinaria confabulación, y me sentí
realizado.
No sé la fórmula que llevaron
a cabo para deslizar sus dedos por debajo de la mesa sin que los abuelos advirtiesen
absolutamente nada. Un arte ancestral posiblemente pusieron en práctica las dos
para que el silencio fuese total. Yo era el que debía estar en alerta. Por cada
una de mis cienes dos goterones de sudores corrían en dirección a la mesa, y la
sopa me parecía demasiado inoportuna en estos precisos instantes. Mantener el líquido
dentro de la cuchara, sin que se derrame ni una gota hasta alcanzar la boca a
la vez que te acarician tus partes candentes, es una habilidad que requiere
mucho arte del cual yo no dispongo.
__
¡Estas sudando! ¿Te sientes bien mi amor?
Las palabras de la abuela
resonaron en el comedor en el preciso instante en que los dedos de Flavia y mi
prima, se unieron para producir con su fricción el milagro del fuego.
Continuará.............................
fOTO GRAFÍA: ara.