CAPÍTULO LXXVI.
Él y
ella de mutuo acuerdo y a un mismo tiempo comenzaron los juegos amatorios. El
joven buscó con todo su ahínco la torneada concha que guardaba su amada entre
las piernas, y la joven, con demasiado desenfado se adueñó del tensó músculo que
bailaba entre las piernas del hombre de sus sueños. Sí queridos lectores, los
amantes fueron directamente a una masturbación de sus órganos, y no esperaron a
que la escena que tenían ante sus ojos se desarrollase ampliamente y en todos
los sentidos.
El dedo índice en colaboración con el dedo
del medio del chico llegó con prontitud pero con cordura al interior de la
vagina de la chica, que de solo imaginárselo desde minutos antes se hallaba
lubricada en extremo. Los labios sudaban, rebosaban mares de fluidos que salían
por la vulva al encuentro de los compenetrados dedos del amante hurgador. Ella
se olvidó por completo que se encontraba en la cala frente a un grupo de
desconocidos que al mismo tiempo intentaban disfrutar del placer de la carne, y
separó de par en par sus muslos para que los intranquilos dedos se moviesen
libremente por su abertura, dejando las puertas abiertas a la imaginación y
todo lo que quisiese penetrar.
Por su
parte el joven sintió la persistente mano de su chica en su falo, porque ella
necesitó esta vez la complicidad de sus cinco dedos para dominar al desbocado
corcel que no hacía más que cabecear de un lado a otro y parecía imposible de
dominar. Tomó la verga con firmeza. Segura de lo que estaba haciendo, y cercándola
hasta donde le permitía la extensión de sus dedos la oprimió por unos segundos hasta
cortarle la circulación. Esto le gusto al joven sorprendentemente que jadeó a
más no poder a la vez que sus dedos se deslizaban por las paredes vaginales de
su prometida. Un cúmulo de sangre se agolpó en la cabeza de su verga, que enrojeció
por dicha acción y por los libidinosos pensamientos que no encontraban la vía de
escape hacia el mar.
Continuará.....................
fOTOGRAFÍA: ara.