viernes, 14 de junio de 2013

CELIBATO




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                 La ciudad se mantiene despierta y por sus calles merodea la tentación vestida de continuidad. Voy calle abajo y no tengo ningún orden establecido para provocar mí no-acción. ¿Cómo puedo incitar el apetito si no pienso llegar a una culminación? ¡Verdaderamente ni yo mismo lo sé pero lo intentaré! Lo primero que haré es una preparación de mis sentidos para estar disponible si se presenta el momento. Soy consciente que la oportunidad no llega de manera directa, y el saber discernir entre una coyuntura o un mal entendido es importante, porque no hay más que un paso entre ambas. De este modo llegaré al primer sitio que me encuentre y dejaré que los hechos se vayan desarrollando con suma normalidad.
                 Los mejores espacios se encuentran donde hay una concentración de personas, porque si una situación no funciona podremos recurrir a otra, pero no todos los lugares valen de igual manera, es necesario una cierta tranquilidad, paz, o armonía; no lo sé pero lo primero que me vino a la cabeza fue el cementerio y la iglesia, no, no, es sólo un pensamiento, aunque me gustaría experimentar en estos sitios.
                 ¡Veo un comercio a mi izquierda, y creo que voy a entrar en él!
                 Es un establecimiento como otro cualquiera habilitado para la venta de alimentos. Una tienda, autoservicio, mercado, bodega, o como se le quiera llamar. Las secciones que están atendidas directamente por un personal son la frutería, carnicería, y la pescadería, porque los demás alimentos están dispuestos en sus correspondientes estanterías para que los clientes tomen directamente el deseado. Hay varios pasillos, creo que tomaré el del centro. En realidad no entré para comprar un artículo, mi objetivo es sabido, así que me encuentro algo perdido entre tantos productos que en estos momentos no me interesan, pero debo hacer creer que mi intención es adquirir uno o varios.
                 Pasaba de un pasillo a otro mirando más bien las caras de los clientes, intentando que se produjese algún contacto, pero por varios motivos no se concretaba mi propósito. Yo en realidad intento provocar un encuentro con una persona del sexo contrario, con un margen de edad abundante, pero entre los veinte y tantos, a los cuarenta y tantos, ni muy muy, ni tan tan, lo que llamo una joven madura. Respecto al físico no tengo parámetros o reglas, busco en cada persona la magia, algún íntimo secreto que me descontrole la mirada y me erecte los bellos del cuerpo, esto es mucho más difícil de encontrar que una hermosa morena, una grácil rubia, o una pelirroja descendiente de antiguos Vikingos. La fascinación es un don que no todos lo saben elevar a la categoría de arte. ¡Con esta fundamental cualidad deseo encontrar a mi joven-madura! El color de su pelo, las dimensiones de su pecho, su estatura, la armonía en su rostro, o cualquier detalle en referencia a su físico, no las valoro por encima del embelesador hechizo.
                 Al torcer a mi derecha para cambiar de pasillo, me golpee de frente con una estantería que por descuido mío no había visualizado. ¡Un poco más y lanzo al suelo los botes de conservas que conformaban una curiosa pirámide para llamar la atención de los consumidores!
__ ¿Caballero está usted bien? –una voz me habló.
__ ¡Sí estoy………..bien, muy bien, gracias!
                 Delante de mí una joven vestida con el uniforme del comercio intentó socorrerme.  

Continuará............................
fOTOS:ara.