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Hace dos meses exactos que mi persona
mantiene un celibato en toda la extensión de la palabra. ¡Un celibato
consciente! En todo este tiempo he puesto a prueba mi capacidad de conservarme intocable. ¡Los demonios me rondan continuamente y yo intento aguantar mordiéndome
los labios! ¡Debo eliminar cualquier tipo de práctica sexual sobre mi cuerpo!
La contención ha sido tal, que la mente marchó de vacaciones. Esta abstinencia
es por simple principio, para demostrar y demostrarme que puedo ser fiel de
carne, espíritu, y pensamiento.
La primera vez que puse en
práctica el celibato fue más bien forzado, producto de un desengaño amoroso,
como suele ocurrir casi siempre. ¡Dejó mi carácter de tal forma, que perdí el
interés por las cosas que están a mí alrededor! Cuando uno decide por voluntad
propia seguir un camino trazado, los triunfos o logros tienen mejor sabor; pero
si es por los entresijos fortuitos de
las emociones, todo el mecanismo de defensa se bloquea.
Ahora en cierto modo me dejo
llevar un poco por los impulsos, y en ciertos momentos del día domino la batalla;
aunque el diablo penetra en el cuerpo sin pedir permiso. Para desviar la
energía de este celibato consciente, lo primero que se me ocurrió, o más bien
por lo único que podía optar fue el ejercicio físico. ¡Utilizar mi órgano en
toda su potencialidad! Esto supone un contenido de trabajo diferente al
que habitualmente está acostumbrado a realizar. ¡Hasta ahora sólo había cumplido con dos
funciones, y yo le proponía una tercera! ¡Emplearlo como lo que era en
realidad, un músculo!
Fue así, que en un principio,
cada mañana, lo tomaba entre mis manos y lo entrenaba. Si mi cuerpo estaba en
toda su plenitud de formas, por qué no el sexo. ¡Si era un músculo, pues que
cumpliera su función! Quiero que se entienda que no hablo en ningún sentido de
masturbación. Es un elemento más de mi cuerpo, y como los brazos van tomando musculatura y definición con el ejercicio diario, el pene también. ¡Por otro lado, el entrenamiento
no es para nada complicado, y mucho menos morboso!
El experimento, si lo podemos
llamar de alguna forma, consiste en tomarlo desde su nacimiento con el dedo
índice y pulgar, y hacerlo girar hasta tomar una gran velocidad. ¡Primero en un
sentido y luego en el otro! ¡Este entrenamiento es tan agotador, que constantemente
cambio de mano! Después, con el mismo principio se suelta, y se le incorpora la
pelvis, que viene hacer la misma función de los dedos. Ahora puedo decir que
todo mi cuerpo, sin excluir nada, goza de una excelente forma física. ¡He
notado una variación en el tamaño, ha cambiado considerablemente, y todo para
bien! ¡Ahora es todo un deportista!
Continuará…………….