sábado, 20 de diciembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



                                        (CAPÍTULO XLIV)
                

                 Un beso. Un sencillo y dulce beso que les hizo recordar los primeros instantes de su relación. El contacto. El milimétrico contacto que termina por simplificar las cosas. Los labios de Álvaro y de Diana se unieron simplemente sin buscar la complicidad de cualquier otro elemento de sus cuerpos. ¡Un suficiente beso de ambos para que de sus ojos las lágrimas rodasen hasta abatir el vacío! El impulso de él era inagotable, al igual que la entrega de ella. Desde la primera vez hasta ahora, una eternidad había pasado por sus cuerpos y sus emociones, y aún, se sentían simples iniciados en estos menesteres.
                 Las allegadas caricias enlazaban los diminutos lugares y las furtivas zonas en la que los amantes se entregaban desaforadamente, con vehemencia incontrolada, variadas armas, o, jugosos pensamientos; pero sobre todo, sin el lastrante del “pasado”. Para él, y para ella, en sus encuentros el “pasado” no es más que una relación espacio tiempo, que no viene a cuentas porque si se le permite su entrada termina por condicionar el presente y, entonces, su desprendida relación terminaría dañada.
                 El “pasado” debe permanecer lejos, donde se encuentra, en su justo pretérito. Y si fuese necesario consultarlo, se traería al presente para enmendarlo, para ordenar los recuerdos y, abastecer las necesarias lágrimas; pero luego, a su merecido espacio gramatical.   
__ ¡No hemos llegado a la cala! --le dijo Álvaro con la intención de arrastrar a su amada al espacio deseado.
__ ¿Vamos? --con inocencia preguntó ella.
__ ¡Está bien! --contestó él.
                Diana tomó las escasas ropas difuminadas por toda la arena y las lanzó al mar.
__ ¡Es hora de partir hacia la cala! --dijo a su amado.
                Con las carnes al poniente los dos, se alejaron en dirección a su retiro inescrutable.
                 Diana, con un pellizco provocó a su chico, y a la mayor velocidad de sus piernas, se alejó por todo el litoral. ¡Ella sabía que Álvaro disfrutaba con la contemplación de su cuerpo desnudo saltando sobre la playa! Las carnes concentradas en las nalgas de Diana, son sólidas, como las inquietas olas que retornan a su lugar de origen después de recorrer el extenso arenal. Posee una perfecta y tallada silueta, perfilada como un laberinto sibilino en el cual nunca se llega a su fin. Su lúcido busto es como el incansable horizonte que mientras más se reclama menos se alcanza.
                 ¡Diana trotando desnuda es como una tempestad que pasa pero que jamás llega a olvidarse, porque en algún rincón perdido, deja como recuerdo los estragos!
                Álvaro para no terminar perdiéndola de vista se puso a correr. Mientras la seguía, sus deseos se hicieron más latentes y, el vaivén de su verga sobre cada uno de sus muslos, primero en el izquierdo y a continuación en el derecho, disparó la maquinaria del ímpetu, y en unos segundos la erección se consumó. Ahora su pene marchaba al frente, con la poderosa intención de ser el primero en llegar a la meta, que no podía ser otra que las nalgas de Diana; pero desde la frustrada felación, Álvaro tenía un hervidero de hormigas bravas dentro de las arterias. Y se le ocurrió que lo mejor para liberar tensiones no podía ser otra cosa que masturbarse mirando a Diana correr.
                 ¡De esta manera comenzó para él una nueva experiencia cono toques salados! 


CONTINUARÁ........................................