jueves, 9 de abril de 2015

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?


(CAPÍTULO XLIX)

                 Lo deseó Diana, y lo consiguió. Degustar la verga de su amado sin control aparente. Simplemente expandió la mandíbula y sin miramientos colocó el musculo en todo lo alto del paladar para así demostrarle a él, que le pertenecía por siempre; al igual que toda su errante parafernalia. En el interior de la boca de la joven yacía lo elemental, lo significativo, la rabia contenida, el ínfimo detalle de un todo, o lo que es lo mismo, el principio y el fin del hombre al que ama. Ahora es, sin lugar a dudas, la poseedora de las empedernidas inquietudes, y nada ni nadie será capaz de arrebatarte este espiritual momento.
                 A pesar de los personales motivos de Diana, Álvaro no estaba dispuesto a entregarse así por así, él tenía un plan, y consistía en llegar primero a la cala prometida, y después, cuando fuese necesario, ceder plenamente al amoroso vendaval; pero una cosa piensa el capitán y otra el marinero. El falo de Álvaro reclamaba venganza, se encontraba muy cerca de perder la noción del tiempo; lo que significaba, que si el mismo permanecía un segundo más dentro de la boca de Diana, podría desatarse el diluvio universal.  
                 Toda acción provoca una reacción, y no siempre se está en condiciones de sostener un argumento por más que el filosofar esté de nuestra parte. Naturalmente, esto lo percibía Álvaro, pero una cosa es la teoría, y otra bien distinta la práctica. Y este hombre se hallaba demasiado cercano al desfallecimiento muscular, y por muy poderosa que sea su musculatura, torres más poderosas se han visto caer.
                 El mar, cómplice de muchas cosas, y abastecedor de múltiples imaginerías, ese día, y en ese amatorio instante, se detuvo, dejó de agitarse de continuo, para que las constantes olas reposasen sobre la arena, para que sus aguas dejasen de retornar en su infinita andadura, y para que los amantes, pudiesen fundirse de una vez y por todas en el templado mar de los delirios. Uno dentro de la otra, o la otra dentro del uno, es igual, el orden de los factores no altera el porvenir. Hasta la inconstante naturaleza quiso apostar por ellos, poniéndose al servicio de ajenos afectos.  
                 Ella se mantenía firme, con la boca repleta de sensaciones, y él, angustiado por cada segundo transcurrido, y en el que presentía que el aliento se escapaba de su interior para no regresar jamás. Dentro de la cabeza de Álvaro navegaban dos disyuntivas: la primera, mantenerse impoluto, pero con cierta comezón carcomiéndose las venas; y la segunda, dejarse llevar hasta relajarse y esparcir sin ninguna compasión sus lamentos dentro de la boca de Diana.

                 Y así, como un eterno ciclo, se vislumbraba un ardiente panorama en una de las tantas playas perdidas de este contradictorio pero soberbio planeta. Un paisaje sublime, encantador de amantes dispuestos a perder irracionalmente el tiempo a cambio de fluidos, de palpaciones, de suculentos aromas; pero sobre todo, de constituir una argamasa carnal.

CONTINUARÁ........................................