lunes, 28 de mayo de 2012

VICENTE Y LA ADOLESCENCIA



DOS.

                ¡Siempre Vicente comenzaba con la misma frase para conquistar a una chica! --¡Me llamo Vicente! ¿Cómo tú te llamas? ¿Quieres ser mi novia? ¡Dime sí o no!—Y esperaba unos segundos la respuesta de la descolocada joven. La mayoría de las veces le decían un “no” rotundo en su cara, quedando Vicente desorientado, pero no por mucho tiempo. Vicente poseía un poder absoluto para reponerse de cualquier revés.
                En mi caso la cosa era bien diferente. ¡Todo me lo pensaba demasiado, y a las cosas le daba algo más de una vuelta! ¡Esto hizo que no fallara en ninguna declaración amorosa! ¡Siempre me daban el “sí”! La diferencia fundamental entre mi amigo Vicente y yo radicaba en el resultado final. ¡A mí siempre me daban el sí, pero en contadas ocasiones terminaba en la cama con la joven! ¡A mi amigo Vicente la que le decía si, le decía sí para todo! ¡Menudo ojo de Vicentico!
                Vicente tenía una diminuta sonrisa de medio lado, que si lo conocías bien, te dabas cuenta que detrás había una intención malévola y que ocultaba alguna trastada ¡Siempre llegaba tarde cuando quedábamos para salir! Veíamos como se acercaba caminando con su paso de fin de semana. ¡El movimiento “trastornador para féminas solitarias”, así lo llamaba Vicente! Para decir verdad, nosotros nos desternillábamos de risa al verlo llegar con ese movimiento incoherente, que daba la impresión de ir medio desencajado. A las chicas les pasaba lo mismo, pero al final de la noche, alguna del grupo se marchaba con el inconfundible Vicente.