DOS.
¡Siempre Vicente comenzaba con
la misma frase para conquistar a una chica! --¡Me llamo Vicente! ¿Cómo tú te
llamas? ¿Quieres ser mi novia? ¡Dime sí o no!—Y esperaba unos segundos la
respuesta de la descolocada joven. La mayoría de las veces le decían un “no”
rotundo en su cara, quedando Vicente desorientado, pero no por mucho tiempo. Vicente
poseía un poder absoluto para reponerse de cualquier revés.
En mi caso la cosa era bien
diferente. ¡Todo me lo pensaba demasiado, y a las cosas le daba algo más de una
vuelta! ¡Esto hizo que no fallara en ninguna declaración amorosa! ¡Siempre me
daban el “sí”! La diferencia fundamental entre mi amigo Vicente y yo radicaba
en el resultado final. ¡A mí siempre me daban el sí, pero en contadas ocasiones
terminaba en la cama con la joven! ¡A mi amigo Vicente la que le decía si, le
decía sí para todo! ¡Menudo ojo de Vicentico!
Vicente tenía una diminuta sonrisa
de medio lado, que si lo conocías bien, te dabas cuenta que detrás había una
intención malévola y que ocultaba alguna trastada ¡Siempre llegaba tarde cuando
quedábamos para salir! Veíamos como se acercaba caminando con su paso de fin de
semana. ¡El movimiento “trastornador para féminas solitarias”, así lo llamaba
Vicente! Para decir verdad, nosotros nos desternillábamos de risa al verlo
llegar con ese movimiento incoherente, que daba la impresión de ir medio
desencajado. A las chicas les pasaba lo mismo, pero al final de la noche,
alguna del grupo se marchaba con el inconfundible Vicente.
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