miércoles, 7 de mayo de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?




(CAPÍTULO XX)

                Estuvieron varios minutos el uno frente al otro. Él la miraba con la intención de que ella no se olvidase de su rostro. Ella lo comprendió al instante, y lo beso en el lóbulo de la oreja derecha mientras una de sus manos se escapaba furtivamente hacia su pene que no dejaba de balancearse en todas direcciones. Por un momento la joven pensó que tenía en sus manos un metrónomo, esos que utilizan los músicos para no perder el compás.  El órgano del joven percutía en dos tiempos, a un ritmo inconfundible de rock --¡Está ardiendo, y siento que desea escapar para perseguirme por toda la habitación!-- Le dijo al oído la joven, y su amado sonrió. Esto le produjo un placer ilimitado al chico, y sin pensárselo, puso su falo sobre el amplio pubis de la amada, para que ella se diese cuenta, que más que un ritmo, él podía interpretar si se lo propusiese, cualquier melodía --¡Esto es una Bossa Nova! ¿Te gusta?-- Le preguntó el joven con picardía. Ella le respondió. --¡Más que gustarme, me apetece moverme junto a él!-- Y las palabras sobraron.
                Se dejaron llevar por la música que se escuchaba en sus sentidos y no repararon en nada más. Ella continuaba en la ventana, con una pierna apoyada en el cerco y la otra colgando, balanceándose con la cadencia de la melodía que escuchaban solamente los dos. El joven se mantenía de frente y sobre ella, marcando con su báculo cada nota, como un experto director de la mayor de las orquestas.
                 El olor del mar invadió a la pareja. Sin pedir permiso el salitre se adueñó de los jóvenes y controló su privacidad. La esencia de lo imperceptible se adueñó de sus intenciones y de sus cuerpos, que se diluían con cada caricia.
                Silencio total. Dejaron de mirarse el uno al otro a los ojos. Solamente se entregaron al instinto de sus órganos. Él no dejaba de moverse y de recorrer con su pene el ombligo, el bajo vientre, y las torneadas entre piernas de su distendida amada. ¡Eso sí, sin detenerse por mucho tiempo en un espacio concreto! A ella le gustaba, pero decidió sumarse al ritmo de su amor. ¡Si el joven movía su potencia a un lado, ella lo seguía con sus labios mojados y expuestos a cada contorno de piel! --¡Ya no te me escaparás! ¡Siento el corazón entre las piernas y está a punto de un infarto! ¡Si piensas que podrás bailar a tu antojo, estás equivocado!--Hablo con el corazón la joven, y entre sus piernas sostuvo su más preciado tesoro a la vez que se aferraba al torso del amado. Con certeza y convicción lo dejó inmóvil.
                El chico estaba atrapado sin posibilidad de una fuga ni por distracción. Los cuerpos permanecían unidos en la ventana. Ella se hallaba sentada sobre el marco, reteniéndolo esta vez con los brazos y las piernas al mismo tiempo por precaución, porque sabía que su amor se movía más que una veleta sin rumbo. Le hizo nuevamente la llave opresora con sus pies y su vagina. Él estaba atado, solamente las manos se escapaban de este dominio. La mano izquierda se apoyó sobre la ventana, y la derecha fue en busca de una de las nalgas de la chica para poderse defender, y porque lo deseaba con plenitud.
                Y fue entonces cuando comenzó el juego. Sin que ninguno de los dos se pusiese de acuerdo. Ella lo retenía, y él intentaba correr. ¡Disfrutaba el uno del otro! ¡Y los dos sin saberlo se amaban de verdad! En uno de los movimientos inesperados el chico giró la cadera de un golpe y su pene se deslizó desbocado hacia el interior de la vagina de su amada.
                ¡Qué sorpresa! ¡Se quedaron inmóviles, y ella recibió el último elemento que deseaba para afirmar que era suyo y que esta vez sería imposible una retirada! --¡Ahora sí estás dentro de mí! ¡Tengo la sensación de llevar entre mis piernas el maná que todos esperamos! ¡Te siento vivo, siento que me penetras los recuerdos y los sentimientos, dejándome ingrávida junto a este mar inagotable! ¡No sabía que tenerte en mis entrañas me diese tanto placer! ¡No te escaparás! ¡Hoy dejaré que tu amigo duerma en mi interior,  y tú, sobre mi pecho! ¡Te amo!
                ¿Dónde estoy? ¡Todo mi cuerpo se agita y no quiero dejarte! Hablaba el joven con su yo oculto dentro del cálido y excitante túnel de su amada. Había penetrado lo prohibido por descuido y en este instante sus terminaciones nerviosas alucinaban por el encuentro sorpresa. Su piel tensa y expandida disfrutaba como un niño, y como ella, deseaba estar a su lado todo el tiempo posible; aunque el cansancio hiciese de las suyas. No se conformó con permanecer en el sitio, y se movió desesperado buscando rincones nuevos. ¡Entraba, y salía de la vagina de la joven! ¡Volvía a entrar, y desde a dentro intentaba encontrar el final del jardín! En cada intento el brío aumentaba y los movimientos se hacían más cortos pero continuos.

                ¡No estarás solo! Afirmó la joven a la vez que se sumaba al ritmo percutido de la pelvis de su amado. 

Continuará................................