(CAPÍTULO
XX)
Estuvieron varios minutos el uno
frente al otro. Él la miraba con la intención de que ella no se olvidase de su
rostro. Ella lo comprendió al instante, y lo beso en el lóbulo de la oreja
derecha mientras una de sus manos se escapaba furtivamente hacia su pene que no
dejaba de balancearse en todas direcciones. Por un momento la joven pensó que
tenía en sus manos un metrónomo, esos que utilizan los músicos para no perder
el compás. El órgano del joven percutía
en dos tiempos, a un ritmo inconfundible de rock --¡Está ardiendo, y siento que desea escapar para perseguirme por toda
la habitación!-- Le dijo al oído la joven, y su amado sonrió. Esto le
produjo un placer ilimitado al chico, y sin pensárselo, puso su falo sobre el amplio
pubis de la amada, para que ella se diese cuenta, que más que un ritmo, él podía
interpretar si se lo propusiese, cualquier melodía --¡Esto es una Bossa Nova! ¿Te gusta?-- Le preguntó el joven con
picardía. Ella le respondió. --¡Más que
gustarme, me apetece moverme junto a él!-- Y las palabras sobraron.
Se dejaron llevar por la música
que se escuchaba en sus sentidos y no repararon en nada más. Ella continuaba en
la ventana, con una pierna apoyada en el cerco y la otra colgando, balanceándose
con la cadencia de la melodía que escuchaban solamente los dos. El joven se
mantenía de frente y sobre ella, marcando con su báculo cada nota, como un
experto director de la mayor de las orquestas.
El olor del mar invadió a la
pareja. Sin pedir permiso el salitre se adueñó de los jóvenes y controló su
privacidad. La esencia de lo imperceptible se adueñó de sus intenciones y de
sus cuerpos, que se diluían con cada caricia.
Silencio total. Dejaron de
mirarse el uno al otro a los ojos. Solamente se entregaron al instinto de sus
órganos. Él no dejaba de moverse y de recorrer con su pene el ombligo, el bajo
vientre, y las torneadas entre piernas de su distendida amada. ¡Eso sí, sin
detenerse por mucho tiempo en un espacio concreto! A ella le gustaba, pero
decidió sumarse al ritmo de su amor. ¡Si el joven movía su potencia a un lado,
ella lo seguía con sus labios mojados y expuestos a cada contorno de piel! --¡Ya no te me escaparás! ¡Siento el corazón
entre las piernas y está a punto de un infarto! ¡Si piensas que podrás bailar a
tu antojo, estás equivocado!--Hablo con el corazón la joven, y entre sus
piernas sostuvo su más preciado tesoro a la vez que se aferraba al torso del
amado. Con certeza y convicción lo dejó inmóvil.
El chico estaba atrapado sin
posibilidad de una fuga ni por distracción. Los cuerpos permanecían unidos en
la ventana. Ella se hallaba sentada sobre el marco, reteniéndolo esta vez con
los brazos y las piernas al mismo tiempo por precaución, porque sabía que su
amor se movía más que una veleta sin rumbo. Le hizo nuevamente la llave
opresora con sus pies y su vagina. Él estaba atado, solamente las manos se escapaban
de este dominio. La mano izquierda se apoyó sobre la ventana, y la derecha fue
en busca de una de las nalgas de la chica para poderse defender, y porque lo
deseaba con plenitud.
Y fue entonces cuando comenzó
el juego. Sin que ninguno de los dos se pusiese de acuerdo. Ella lo retenía, y
él intentaba correr. ¡Disfrutaba el uno del otro! ¡Y los dos sin saberlo se
amaban de verdad! En uno de los movimientos inesperados el chico giró la cadera
de un golpe y su pene se deslizó desbocado hacia el interior de la vagina de su
amada.
¡Qué sorpresa!
¡Se quedaron inmóviles, y ella recibió el último elemento que deseaba para
afirmar que era suyo y que esta vez sería imposible una retirada! --¡Ahora sí estás dentro de mí! ¡Tengo la
sensación de llevar entre mis piernas el maná que todos esperamos! ¡Te siento
vivo, siento que me penetras los recuerdos y los sentimientos, dejándome
ingrávida junto a este mar inagotable! ¡No sabía que tenerte en mis entrañas me
diese tanto placer! ¡No te escaparás! ¡Hoy dejaré que tu amigo duerma en mi
interior, y tú, sobre mi pecho! ¡Te amo!
¿Dónde estoy? ¡Todo mi cuerpo
se agita y no quiero dejarte! Hablaba el joven con
su yo oculto dentro del cálido y excitante túnel de su amada. Había penetrado
lo prohibido por descuido y en este instante sus terminaciones nerviosas
alucinaban por el encuentro sorpresa. Su piel tensa y expandida disfrutaba como
un niño, y como ella, deseaba estar a su lado todo el tiempo posible; aunque el
cansancio hiciese de las suyas. No se conformó con permanecer en el sitio, y se
movió desesperado buscando rincones nuevos. ¡Entraba, y salía de la vagina de
la joven! ¡Volvía a entrar, y desde a dentro intentaba encontrar el final del
jardín! En cada intento el brío aumentaba y los movimientos se hacían más
cortos pero continuos.
¡No estarás solo! Afirmó la joven a la vez que se sumaba al ritmo
percutido de la pelvis de su amado.
Continuará................................
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