-- II --
El espacio de la estrecha habitación
era como la mayoría de los baños de los bares del centro de la ciudad. Dentro
permanecían como testigos mudos de las intimidades de los clientes el Waters y
un solitario lavamanos, que por su apariencia hacia una eternidad que el agua
no fluía por su cavidad mugrienta. El suelo perdido de papeles. Las paredes
repletas de frases inconclusas y confesiones prohibidas de amores con
inclinaciones múltiples y variadas. Referencias culturales y religiosas.
Declaraciones de intenciones y constitucionales. Demandas y ofertas con posibilidades
de regatear. En fin un árbol generacional donde se presentaba la vida y la
muerte de una buena parte de las lenguas nacionales latentes.
El doliente
joven apoyó una de sus manos sobre la pared y con la otra orientó su aparato
urinario al centro del inodoro. Mientras
descargaba su vejiga, por su cabeza le rondaron las imágenes de la chica que se
le esfumo minutos antes. ¡No sabía qué, pero algo había en ella que la hacía
diferente a las demás! Su manera de mirar. La indulgencia de su cabeza para
dejar en libertad a su frondosa cabellera. El aíre, los pasos, la elegancia, su
postura, sus dientes; todo, posiblemente todo. Entre los malolientes olores viciados
le llegó un aroma que en seguida identificó. ¡Le sorprendió cómo se había mezclado
entre todas las inmundicias!
A su izquierda
la pared no alcanzaba el final. Terminaba unos veinte centímetros por encima de
su cabeza sin unirse con el techo. Era una especie de tabique barato que dividía
su ridículo espacio de la habitación contigua. ¡Abrió al máximo los orificios
nasales y dejó que el aroma que llegaba del otro lado le subyugara los sentidos!
No le quedaba dudas que la joven estaba muy cerca, en el servicio de mujeres.
¡En marcha se pusieron las adormecidas neuronas y su pecho sintió un palpitar
intenso!
La orina se le
cortó inmediatamente. Sintió la necesidad de saber si la persona que compartía
el mismo tabique era ella. Tuvo una primera reacción. Trepó sobre el servicio y
su altura sobrepasó el término de la pared. ¡Ahora lo único que necesitaba era apoyarse
sobre la misma y salir de dudas! Sabía que para nada lo que hacía estaba bien,
pero en su interior algo le decía que debía intentarlo. Su propósito consistía
en comprobar la teoría.
Con cuidado descansó el cuerpo sobre la pared. El
cuello lo alargó hasta donde pudo, y dejó que la cabeza buscara el mejor ángulo
para sobrepasar su espacio y penetrar en el ajeno. Cuando todo estaba listo, y únicamente
debía organizar la mirada, se escuchó desde la otra posición una melodía que dejó las intenciones del joven inconclusas.
Continuará.............................
Fotos: ARA