CAPÍTULO
LXXIX.
Es curioso que desde la
soledad de nuestra propia mente, dentro de los pensamientos más pecaminosos y
lascivos que no llegamos a contarle a nadie, necesitemos al final de todos los
caminos la complacencia de los demás. La complicidad de un ser amigo o
desconocido que cumpla con nuestras más ansiadas fantasías y se sume a nosotros
para disfrutar de un esperado amanecer mientras degustamos los jugos sagrados
del cuerpo. Esto no es otra cosa que la vida, el sentir que las articulaciones
tienen una función más allá de una vulgar movilidad y de que no somos nadie sin
el otro, sin la otra, sin los demás; o lo que es lo mismo, sin el aglutinador “todo”,
que por algún intencionado motivo no se nos ha incluido en nuestro sexo a la
hora de nacer.
¡Sí, necesitamos la connivencia
de los otros! ¡De los demás! ¡La complicidad que es necesaria para comparar el presente,
para activar las neuronas sensibles que nos pueden conducir al éxtasis, al
imposible que tanto añoramos pero que tenemos miedo asumir! En ese pozo
guardamos los recuerdos no materializados para que no dejen de serlo, las
provocaciones, y la desnudez sin la piel; porque la luz del día es poderosa y
añoramos en alguna medida la oscuridad. ¡Es así, y no podemos negarlo, la
humanidad tiene alma de topo!
Con estas conjeturas. Con estas dudas aglutinadas, se encontraron frente
a frente los demás integrantes de la cala con nuestra pareja, que desde hacía
una perpetuidad, disfrutaba el uno de la otra, y la otra del uno, sin
importarle la turbia consciencia de los demás. Ellos sencillamente se
entregaban, se ofrecían el cuerpo mutuamente para que fuese tomado sin retórica
ni aspavientos por su igual, como un acto de fe ancestral; posiblemente la
deuda que no pagó el primero de los topos.
__ ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Cuál es el
siguiente paso? ¿Estaremos haciendo lo correcto?
Se preguntaban una y otra vez
el colectivo, los hombres y mujeres que desde hacía algún tiempo permanecían
desnudos sobre la playa con la oculta intención de fornicar, pero naturalmente,
sin llegar a comprometer sus principios y su cristiana moral. Entre ellos ya se
habían producido actitudes beligerantes respecto a las carnes del contrario;
pero como es de suponer, el acto de la penetración no se había consumado, y sin
penetración no hay pecado. Los pensamientos deliberados y viciosos con un par
de oraciones los subsanamos por muy sátiros y fecundos que estos fuesen; lo
otro, lo que sabemos, y no quiero repetir la palabra y las intenciones para no
ser “propinador” de malas influencias, es difícil borrarlo del cuerpo después
de haberlo probado.
__
¿Sí o no?
La eterna pregunta. ¿Está bien
o mal?
El tiempo, como es sabido,
transcurre sin autorización de nada y de nadie, y en ese transcurrir de leves
instantes, el heterogéneo colectivo comenzó a mostrar síntomas de pésima circulación
sanguínea; porque de los rostros, y de los visibles órganos y componentes
externos, un color violáceo e intenso comenzó a concentrarse alrededor de las puntas,
los salientes, y los bordes altamente sensibles.
Continuará.....................
DISEÑO
GRÁFICO: MANDY BLUEE.