viernes, 1 de noviembre de 2013

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?





CAPÍTULO LXXIX.


                 Es curioso que desde la soledad de nuestra propia mente, dentro de los pensamientos más pecaminosos y lascivos que no llegamos a contarle a nadie, necesitemos al final de todos los caminos la complacencia de los demás. La complicidad de un ser amigo o desconocido que cumpla con nuestras más ansiadas fantasías y se sume a nosotros para disfrutar de un esperado amanecer mientras degustamos los jugos sagrados del cuerpo. Esto no es otra cosa que la vida, el sentir que las articulaciones tienen una función más allá de una vulgar movilidad y de que no somos nadie sin el otro, sin la otra, sin los demás; o lo que es lo mismo, sin el aglutinador “todo”, que por algún intencionado motivo no se nos ha incluido en nuestro sexo a la hora de nacer.
                 ¡Sí, necesitamos la connivencia de los otros! ¡De los demás! ¡La complicidad que es necesaria para comparar el presente, para activar las neuronas sensibles que nos pueden conducir al éxtasis, al imposible que tanto añoramos pero que tenemos miedo asumir! En ese pozo guardamos los recuerdos no materializados para que no dejen de serlo, las provocaciones, y la desnudez sin la piel; porque la luz del día es poderosa y añoramos en alguna medida la oscuridad. ¡Es así, y no podemos negarlo, la humanidad tiene alma de topo!
                 Con estas conjeturas. Con estas dudas aglutinadas, se encontraron frente a frente los demás integrantes de la cala con nuestra pareja, que desde hacía una perpetuidad, disfrutaba el uno de la otra, y la otra del uno, sin importarle la turbia consciencia de los demás. Ellos sencillamente se entregaban, se ofrecían el cuerpo mutuamente para que fuese tomado sin retórica ni aspavientos por su igual, como un acto de fe ancestral; posiblemente la deuda que no pagó el primero de los topos.
 __ ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Estaremos haciendo lo correcto?
                 Se preguntaban una y otra vez el colectivo, los hombres y mujeres que desde hacía algún tiempo permanecían desnudos sobre la playa con la oculta intención de fornicar, pero naturalmente, sin llegar a comprometer sus principios y su cristiana moral. Entre ellos ya se habían producido actitudes beligerantes respecto a las carnes del contrario; pero como es de suponer, el acto de la penetración no se había consumado, y sin penetración no hay pecado. Los pensamientos deliberados y viciosos con un par de oraciones los subsanamos por muy sátiros y fecundos que estos fuesen; lo otro, lo que sabemos, y no quiero repetir la palabra y las intenciones para no ser “propinador” de malas influencias, es difícil borrarlo del cuerpo después de haberlo probado.
__ ¿Sí o no?
                 La eterna pregunta. ¿Está bien o mal?
                 El tiempo, como es sabido, transcurre sin autorización de nada y de nadie, y en ese transcurrir de leves instantes, el heterogéneo colectivo comenzó a mostrar síntomas de pésima circulación sanguínea; porque de los rostros, y de los visibles órganos y componentes externos, un color violáceo e intenso comenzó a concentrarse alrededor de las puntas, los salientes, y los bordes altamente sensibles.  
               

Continuará.....................  

DISEÑO GRÁFICO: MANDY BLUEE.