domingo, 1 de julio de 2012

LA EXCITACIÓN


                                       
                                               PARTE 2

                Recuerdo un suceso significativo que aconteció en mi vida en los primeros años de la adolescencia, este único hecho marcó la iniciación de mi persona con el sexo. Hoy lo guardo como el momento exacto de mi encuentro con la excitación, que hizo posible que un simple juego de niños fuera la puerta a un mundo de sensaciones nuevas y sublimes para mis cortos años. ¡Descubrí el sexo a través de la diversión, y se instauró desde entonces en mi vida como una ilusión concreta, que fui descubriendo en cada encuentro fortuito, pero esperado, con la persona que me llevó a la exaltación! ¡En realidad éramos tres, yo tenía un año a dos por encima de mis compañeras de juegos, pero con una ingenuidad absoluta comparada a las de ellas; pero en cada encuentro nos sentimos cómplices del momento! ¡El sexo llegó primeramente excitándonos los sentidos!
                Antes de esta experiencia tenía en mi cabeza un sentido, como llamarlo, erróneo de las relaciones carnales entre los humanos. Me enseñaron y aprendí de tanto escuchar, que el sexo es únicamente penetración y corrimiento de “leche”, que para aquel entonces no poseían mis testículos. Todo esto en el caso de ser un niño, porque para las chicas, las cosas cambiaban. Sobre ellas imperaba el veto absoluto de sus libertades. Lo triste, que estas diferencias entre mujeres y hombres, se mantienen hoy día por interés dogmáticos. ¡Algún día será diferente! ¿Qué contradicción para un niño de doce años que se enfrenta por primera vez a la masturbación, y el sentido de la eyaculación no es más que abstracción? ¡Por otra parte nunca me dijeron que en el caso de portar semen, dónde se debía expulsar su contenido sin producir estragos mayores! ¡Estas confusiones pueden llegar a ser peligrosas si no marchamos por el camino del conocimiento! ¡Por más que me masturbaba, lo único que lograba era un ardor insoportable después de muchos minutos de intento, y unas gotitas irrisorias de fluido no identificado que escapaban por el mismo orificio en que hacía pis! ¿Cómo puede ser posible que este suplicio se convierta en placer para muchos? ¿Es viable que por un único espacio salgan diferentes géneros de líquidos? ¡No, creo que sería imposible! Estas reflexiones continuaron presentes hasta que tuve la oportunidad de la experiencia del saber, que me llegó con estas evocaciones que ahora quiero compartir con vosotros.
                Todo comenzó a comienzo de verano en la casa de mis abuelos. Como les comentaba, debía tener alrededor de doce años, uno menos o uno más, es indiferente este detalle, lo importante es, que los primeros días de calor me sorprendieron en la pequeña pero acogedora casa de campo, en la que vivían los seres que más he amado en mi vida. Al abuelo, la abuela lo llamaba Tinguito, cuando deseaba estar a su lado después de algunos minutos sin saber de él, y que el abuelo con toda intención, provocaba para verla enfadar. La abuela no tenía sobrenombre, porque ser abuela, era un peso que llevaba con mucho honor sobre los hombros y no eran necesarios los apelativos. ¡Mi abuela, era la abuela de todos los familiares, amigos, y vecinos! Por estos días, llegaron de vacaciones, mi prima y una vecina, y la pintoresca casita de campo entró en la historia de nuestras vidas.  


Continuará..........................