sábado, 1 de septiembre de 2012

¡LA MEJOR HORA PARA PROPORCIONARNOS UNA AUTO-SATISFACCIÓN!





(CAPÍTULO XVII)
                                 “LOS OBJETOS VOLUBLES”

                Este ejemplo que quisiera compartir con vosotros fue real. En una época concreta se materializó y sus protagonistas interactuaron en un primer momento de forma inconsciente. Este encuentro casual llegó como todos los encuentros que no son planeados, de forma espontánea, pero a la vez con la complicidad de los elementos intangibles para la mayoría de los mortales; la esencia de lo místico.
                Hace más de veinte años, en los días cercanos al otoño sucedió esta historia. En un pequeño pueblo de la América central treinta y tres comensales coincidieron en una cafetería para degustar el desayuno del día. ¡Cada uno de ellos llegó por caminos diferentes y con prisas porque la mañana se les echaba encima! Poco a poco el limitado local se vio saturado. La barra y las mesas fueron ocupadas en su totalidad. Más tarde el propietario comentó que nunca antes su cafetería había estado atiborrada desde la primera hora. Siempre llegaban de a poco, sin ocupar todos los asientos de su local a la misma vez; pero esta mañana resultaba ser completamente diferente.
                En la calle principal del pueblo haciendo esquina se encontraba la modesta cafetería “El infierno”, especializada en desayunos y comidas por encargo. Cada uno de los platos según el propietario poseía un ingrediente secreto. Los que asistían cada día estaban seguros que era un señuelo del propietario para atraer a la clientela; pero para no desvirtuar la realidad, su sabor era especial y exquisito. Juan, como se llamaba el empresario, afirmaba que aparte del preparado mágico que le incorporaba a sus recetas, su ingrediente estrella no era otro que un mejunje de ajíes picantes que el mismo elaboraba cada noche en la tranquilidad de sus fogones.
                Pudiéramos decir que todas las piezas estaban destinadas a una compenetración. Fue un día propicio para que los comensales tuvieran nuevas sensaciones durante su generoso desayuno. A la cafetería asistían obreros, estudiantes, médicos, abogados, notarios, pensionistas de bajo nivel adquisitivo que cada día asistían al “infierno”, y todo ser que durante años descansaban sus posaderas por algo más de un cuarto de hora para darle placer a su paladar.
                Juan estaba sorprendido. La mayoría eran los clientes fijos, pero nunca antes llegaron al mismo tiempo a su cafetería. No le dio más vueltas a la cabeza y pensó que lo mejor sería sacarle provecho a este instante. Fue hasta la cocina y le pidió a sus cocineros que dispusieran sus manos y sus mentes para lo que les iba a proponer. Sacó unos papeles del armario de madera y los puso sobre la mesa. --¡Estos serán los platos que crearemos hoy!—Así habló Juan.    

Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.