"LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
EPISODIO
-- 9 –
Dentro
de la posada la estaba esperando Fornicio con la cuadrilla completa, esperando
la orden para comenzar. Mi madre le dejó bien claro a Fornicio y a la señora
Adolfina que el diseño, la ambientación, y todo lo relacionado con la estética
del local era muy personal y que ella asumiría toda la responsabilidad hasta la
terminación del proyecto. Tenía una visión clara de lo que deseaba para La
pequeña Bumel. ¡Algo nunca antes visto en toda la comarca de Bumel!
__ ¡Señorita Dulce Ángel de Morales, qué hacemos con los hombres que
están en la calle! –Le preguntó Fornicio con ingenuidad.
__ ¡Darles trabajo! –Contestó mi madre.
__ ¡No hay presupuesto para más trabajadores! ¡Hemos echado las
cuentas y estos son los hombres que necesitamos!
__ ¡Entonces que se marchen! –Afirmó mi madre.
__ ¡Dicen que no se van, que se quedan aunque no les paguen!
__ ¡No se! ¡Ya se me ocurrirá algo! ¡Yo hablaré con ellos!
__ ¡Como usted diga señorita Dulce Ángel de Morales!
__ ¡Si cada vez que se dirige a mí me dice el nombre completo podemos
estar hasta mañana! ¡Es una broma, cono dice su madre! ¡Este es mi nombre de
cara al público! ¡Llámeme simplemente Ángel!
__ ¡Como usted diga!
__ ¡Hay confianza Fornicio, no me llame de usted! ¿Hay confianza o no?
–Mi madre le habló mirándole a los ojos, para recordarle que sus ojos verdes la
estuvieron observando desnuda todo el tiempo que estuvo en el baño-- ¡Dígamelo
usted señor Fornicio!
__ ¡Si la hay señorita! –Y se apartó del grupo de hombres porque su
rostro cambió en un instante de coloración. Mi madre, lo siguió hasta la otra
habitación para conocer de cerca las intenciones del portador de la clara
mirada-- ¿Por qué me dice esas cosas señorita?
__ ¿Por qué me trata de usted? ¡Yo puedo mirar también entre
las maderas, y descubrir que se esconde del otro lado de la pared!
Fornicio Estrada Rodeiro no sabía dónde meterse. El observador de ojos
verdes se encontraba atrapado entre la pared y mi madre, que cada vez se
acercaba más a él. Su cuerpo temblaba y los ojos verdes se mantenían mirando al
suelo --¡Malditos ojos verde, son los culpables!—Se decía Fornicio buscando la
manera de escapar de la mujer que tenía delante, pero que imaginaba que en
cualquier momento se le echaría encima. Mi madre se detuvo justo cuando su
aliento topó con su boca.
__ ¿No me dices nada ojos verdes?
__ ¡Señorita!
__ ¡Aún siento esos ojos en mi espalda! ¡Los siento como van bajando
despacio hasta llegar a mis nalgas! ¡Creo que se las quiere comer! ¿Te gusta
Fornicio? ¡Ahora te tengo delante! ¡No te quedes callado!
__ ¡Señorita..........! –Mi madre lo miró a los ojos con mayor
insistencia-- ¡Señorita Ángel, creo que se equivoca! ¡Yo..............!
__ ¡Creo que es hora de comenzar a trabajar Fornicio Estrada Rodeiro!
__ ¡Tiene toda la razón señorita Ángel, hay que trabajar! – Y antes de
terminar la última palabra, se escapó del cerco que mi madre había hecho
alrededor suyo.
EPISODIO
--
10 –
La
primera pregunta que le hice a mi madre cuando la razón me lo permitió, fue
directa. ¿Quién es mi padre? Ella comprendió que mis intenciones eran firmes, y
comenzó una larga historia que llega hasta nuestros días. ¡Sabía que no podía
dejarme a un lado, y me incluyó en la trama más apasionada que se podía vivir!
¡Mi madre contaba sus andaduras y la historia de mi posible padre, y yo la
escuchaba atentamente hasta que cumplí los diez años y comprendí que las cosas
no son blancas y negras, que la diversidad de colores es posible dentro de la
parábola hermosa que narraba mi madre! ¡Entonces estalló la calma en la Pequeña
Bumel!
Con diez años, corriendo cada día por los pasillos de “La Pequeña Bumel”, y
atisbando cuando el azar me lo permitía, supe que las historias de mi madre
pertenecían a su invención o fantasía; que la realidad era otra. ¡Cada día me
encontraba con diferentes hombres que intentaban pasar a mi lado ocultando el
rostro! Eran clientes que llegaban al pueblo por vez primera, vecinos
conocidos, esposos de amigas de mi madre, políticos, intelectuales que se
acercaban al pueblo para dar una conferencia, pero primero pasaban por “La
Pequeña Bumel” para que mi madre le reorganizara los apuntes. ¡La mayoría de
ellos terminaban en la habitación de mi madre, otros marchaban con las demás
chicas del negocio; pero todos reclamaban a mi madre por sus manos, su
paciencia, y su comprensión! Mi madre era un alma de dios que escuchaba al que
llegaba a “La Pequeña Bumel” con algún lamento en el alma, y en cualquier parte
de su cuerpo. ¡Era verdad, pero con diez años supe que también fornicaban
después de los masajes orientales y las palabras metafóricas y subliminales!
Entonces la táctica de mi madre cambió. ¡El negocio se había hecho demasiado
grande y se le escapó de las manos sin darse cuenta, y ahora era demasiado
tarde para continuar con las narraciones infantiles! Mi madre me sentó en una
silla y me contó la historia de vida, comenzó por la vorágine de Turquía hasta
llegar a Bumel. ¡Absolutamente todo! Consideró que no podía seguir mintiendo a
un espíritu inquieto como yo porque aparecía en cualquier dependencia de la casa.
¡Me contó la verdad, menos la de mi padre! Sigo pensando, por intuición y por
algún detalle que se le ha escapado que me miente respecto a mi verdadero
padre.
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