"LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
EPISODIO
-- 21 --
Dulce Ángel de Morales quedó
ante el orificio de la pared con su voluntad lacerada sin saber qué hacer. Si
los milagros existían, hace unos segundos había presenciado uno al escuchar la
voz de Fornicio.
Con el tiempo
percibí muchos de los secretos de mi madre y comprendí que a pesar de todo, era
y sigue siendo una persona excepcional. Posee una sensibilidad fuera de lo común
y sus sentidos se crearon para producir
placer y alimentarse de las cosas trascendentales. ¡La voz que le llegó a sus
oídos la transportó al edén que había soñado!
¿Qué pudo
haber pasado por la garganta del rústico Fornicio? --¡De sus cuerdas vocales se
escapó la mejor armonía engendrada de todos los tiempo!—Así habló mi madre con
la mirada perdida más allá de la pared. La crema corporal cayó al suelo porque
los dedos de Ángel se perdieron en la duda. Desde este instante su ser experimentó
un cambio absoluto. Intentó pegar su cuerpo a la pared para escuchar la
respiración de Fornicio, pero sus empinados pezones se lo impidieron. Desde la
totalidad de su amplia cabellera hasta el más ínfimo bello púbico, su materia
contorsionó de puro placer.
Los poros de la
piel de la delicada Ángel, estaban dilatados en espera de una onda sonora salida
de la garganta de Fornicio, y lo único que deseaba era sentir su aliento
penetrándola sin compasión. Desde la llegada a la comarca de Bumel mi madre, la
señorita Dulce Ángel de Morales no había practicado el sexo en ninguna de sus
variantes, y esta demostración vocal del hijo de la señora Adolfina alertó sus
conexiones nerviosas y lubricó su mente.
Permanecía desnuda
ante el orificio que momentos antes provocó con sus movimientos e insinuaciones;
pero la voz no se dejó escuchar.
__ ¿Estás ahí Fornicio? –Ella pregunto como una adolescente insegura--
¡Sé que me estabas mirando mientras me bañaba! ¡Quiero escuchar tu voz nuevamente!
¡Lo que me pidas lo haré!
Estas palabras
de mi madre no fueron muy acertadas de su parte. Había jurado que nunca más se
pondría al servicio de un hombre. Que si alguien se debía arrodillar serían
ellos y no ella; pero su voluntad, al igual que sus rodillas se doblegaron y se
derrumbó al suelo para suplicar aunque sea un humilde verbo.
__ ¡Escúcheme, he puesto mis oídos a la pared para saber si estás ahí!
– El silencio continuó-- ¡Ahora acercaré mi boca para que no me olvides!
EPISODIO
-- 22 –
La voz de
Fornicio y su persona, al parecer se esfumaron de la habitación contigua. Mi
madre pensó por un momento que había salido corriendo porque la vergüenza le
dominaba los instintos. Ella permanecía desnuda y de rodillas frente al
orificio de la pared. Hasta este segundo todos sus planes estaban a punto de
evaporarse al igual que sus ideas; pero no se rindió, muchos recursos coleccionaba
en su interior.
__ ¡Fornicio estoy dispuesta hacer un trato contigo! –Pegó los labios
completamente al orificio de la pared, para que sus palabras penetraran en la
habitación con mayor fuerza-- ¡Primero quiero escuchar tu voz hasta que te lo
pida, y después deseo saber si estás de mi lado para que el negocio de “La
pequeña Bumel” salga a flote! ¡Te reclame lo que te reclame! –La voz de
Fornicio continuaba sin escucharse-- ¡A cambio le daré un masaje a ese objeto
hermoso que llevas entre las piernas! –Entonces se escuchó un suspiro profundo
desde el otro lado-- ¡Se lo daré con mi boca, mis labios, y mi lengua!
¡Solamente tienes que darme la confirmación del trato!
Con la velocidad
de la luz, Fornicio respondió introduciendo su gruesa y larga verga por el
hueco de la pared. ¡Esa era su respuesta! Estaba dispuesto a todo con tal de
sentir los placeres que hasta ahora le fueron negados por imposición del
destino. Todo estaba muy bien, pero mi madre deseaba una respuesta sonora y se
la exigió con hechos.
__ ¡Dímelo con tu voz o no hay trato! –Se lo ordenó.
__ ¡Estaré a tu lado hasta levantar “La pequeña Bumel”, y mientras me
lo pidas, hablaré aunque me quede sin palabras!
Era lo que ansiaba
escuchar Ángel. Nuevamente el control estaba de su parte. A sus oídos llegaron
las cálidas palabras de Fornicio que con cada pausa la sorprendía como la
primera vez. El tono grave de algunos hombres le producía un goce fuera del
alcance de sus dominios. ¡Había logrado la promesa que tanto deseaba, y había
logrado una sorpresa inesperada! Del orificio de la pared, sobresalía un trozo
considerable de “músculo penial” que para nada dejó indiferente a la versada
Dulce Ángel. Al menos veinte centímetros en erección de fibra venosa, se
balanceaba de arriba a bajo intentando ser escuchado. En este instante y
después de mucho tiempo mi madre debía poner en práctica sus dotes de hábil
terapeuta de penes solitarios.
__ ¡Dime palabras aunque no tengan sentido! ¡Yo me ocuparé de
ordenarlas en mi cabeza! –Así le dijo mi madre mientras miraba con gusto el
flamante tronco que brotó del tabique-- ¡Te prometo que este masaje no lo
olvidaras en lo que te queda por vivir! ¡Cuando quieras puedes comenzar! ¡Te
escucho!
Fornicio comenzó
murmurando sonidos incoherentes, peor cuando sintió unas gotas de una sustancia
templada y viscosa sobre su pene, las sílabas por sí mismas comenzaron a
reordenarse.
__ ¡Mejor es lo que paso me
está! ¡Es hora lo mejor que me ha...............! –La palabra articulada no pudo
continuar su evolución, pero de su garganta brotó la más cristalina de las
resonancias graves. A la habitación donde se encontraba Ángel, llegó el eco
profundo de un sincero lamento.
EPISODIO
-- 23 –
Durante el
tiempo que Ángel intentó la domesticación de la verga de Fornicio las palabras
de él continuaron perdidas en la incongruencia. Él solamente gemía y se
retorcía de embriaguez contra los tablones del maltrecho tabique, dificultando
la experimentada labor de mi madre que utilizó su mejor técnica para dilatar el
placer de su cliente a la vez que mostraba una amplia gama de sus dones. No era
un simple hecho de felación, el conocimiento empleado por mi madre estaba
basado en principios terapéuticos de antiguas civilizaciones del medio oriente.
Mi madre
conocía al detalle las artes amatorias y se consideraba una profesional en
extinción. Estaba entrenada para superar
cualquier punto frágil que dificultara su labor. ¡Esto que les cuento es la
pura verdad! ¡La señorita Dulce Ángel de Morales cuenta con estudios profundos
en esta materia! Buscando alguna pista que me condujera a mi padre, encontré
entre las cosas de mi madre unos escritos guardados con mucho celo. En ellos
estaban los conocimientos adquiridos, y los servicios realizados en La pequeña
Bumel. Aparecían cada uno de los clientes que desfilaron por el negocio de mi
madre, incluyendo el primer encuentro con el “señor” Fornicio, porque después
de estas demostraciones vocales alcanzó la total madurez.
Esta potencia
de voz dejó el pulso y las ideas de Ángel al descubierto. El rudo Fornicio no
articulaba palabras coherentes pero si rugía como un poseído con su frecuencia
extremadamente grave. El sonido se apoderó de ambas habitaciones con la pujanza
de un ser sobrenatural, dejando al descubierto cualquier duda sobre el hombre
que confiaba su voluntad y su miembro a unas manos desconocidas. Ángel no
contaba con esta posibilidad. Sabía que Fornicio disponía de algo especial que
la hacía vulnerable y por encima de todo debía mantener el control. ¡La voz del
hijo de la señora Adolfina era extremadamente grave, y Ángel sintió miedo,
porque esta gravidez se podía convertir en su punto débil!
La pequeña
Bumel se había puesto en marcha. Fornicio no sabía que con su episodio puso los
pilares del negocio, y a la vez entró en la lista como “primer cliente del
versátil local”. Lo que pasó entre mi madre y el hombre de la voz profunda, con el tiempo dejó de ser un secreto para los
habitantes de la atrayente Bumel. Este comienzo entre Ángel y Fornicio sentó
las bases para una profunda relación que fue madurando con el tiempo, aunque
pudiéramos decir que incomparables matices se le fueron sumando día tras día.
La primera cara
que recuerdo mirándome con ojos saltones desde mi cuna fue la del rudo Fornicio
intentando desprender una sonrisa de mi rostro. Una vez le llamé papá. Mi madre
llegaba con su poderosa razón y me decía.
__ ¡Fornicio no puede ser tu padre porque tu no llevas el mismo
apellido! ¡Tú eres Morales, él no! ¡Agapito Morales, no lo olvides!
Con el tiempo
le pregunté a Fornicio si era mi padre pero siempre me lo negó. ¡Les voy a
confesar un secreto! Cuando mi madre trabajaba en La pequeña Bumel, la mayoría
de las veces me quedaba con Fornicio, y en muchas ocasiones por ingenuidad le
llamaba papá, en esta intimidad él me lo permitía todo. Esto fue a mayor cuando
comencé en la escuela. Mis amigos tenían padre y madre, al igual que dos
apellidos. Sin consultar con nadie nombré a Fornicio padre y utilicé su
apellido; de esta manera para mí y mis
compañeros de clase fue mi padre, hasta el día en que llegó a oídos de mi madre
que su hijo Agapito no era Morales y
Morales. ¡Fue cuando tomé la imperiosa decisión de mantener una estrecha
investigación sobre mi vida y mis orígenes! Por los papeles de mi madre comenzó
la búsqueda para llegar a una posible respuesta. ¡Solamente necesito tiempo, y
que mi madre no sospeche!
EPISODIO
-- 24
–
Desde el día
señalado Fornicio fue otro. Su forma de actuar cambió al igual que su manera de
vestir. Al caminar por la plaza de Bumel dejaba tras de sí un hálito de
seguridad, y muchas, pero muchas miradas indiscretas se quedaban estancadas en
el desconcierto sin saber cómo reaccionar. Las mujeres de la comarca torcían el
cuello para ver a Fornicio alejarse calle abajo con su camiseta ceñida al
cuerpo y sus botas de piel. Un nuevo hombre nació y la culpable de todo era mi
madre.
Está demás
referirme que a la mañana siguiente de la acción terapéutica de Ángel sobre el
falo de Fornicio, los obstáculos que impedían la continuación de las obras de
La pequeña Bumel desaparecieron. ¡Las puertas se abrieron de par en par para el
negocio de mi madre! El ahora tangible Fornicio tomó las riendas de la
situación y se enfrentó con trabajo y capital a la labor. Los ahorros de toda
una vida los puso en manos de mi madre. Desde que era niño guardó con pasión
una tras otra las monedas que su padre le lanzaba cuando estaba borracho para
que hiciera alguna payasada. Al poner sobre la mesa de La pequeña Bumel la caja
con el dinero le vino a la memoria todas las vejaciones que tuvo que soportar
en su niñez y su juventud. Lo único positivo de esta etapa de su vida estaba
ahora sobre la mesa. Muchas veces, cuando la
borrachera de su padre no era tan concluyente, al otro día el desgraciado le
reclamaba a golpe de cinturón, que le devolviera su mísera moneda. ¡Los
recuerdos regresaron al presente y el entrecejo del bueno de Fornicio se
frunció melancólicamente! Fue cuando la señorita Dulce Ángel de Morales le
acarició su cara y lo beso profundamente.
__ ¡No vale la pena Fornicio! ¡Olvídalo! ¡Ahora se abre una nueva vida
para ti! ¡Te prometo que siempre estarás en mi corazón!
Fornicio dio la
espalda para que Ángel no viera que una lágrima corría por su mejilla para
perderse en la nada. El rudo Fornicio guardaba un corazoncito sensible, y mi
madre estaba dispuesta a corresponderle con su entrega incondicional. Los dos
se miraron y en un abrazo enérgico sellaron su pacto. Esto me lo contó la señora
Adolfina, que desde el comienzo de la conversación atisbaba detrás de la
puerta.
__ ¡Creo que algo huelo en el ambiente! –Sentenció desde su
escondrijo.
__ ¿Qué haces mamá? –Le dijo fornicio saliéndole al paso.
__ ¡Nada, nada hijo! ¡Simplemente digo que he puesto el guiso al
fuego! –Contestó Adolfina-- ¡Hoy hace un día maravilloso! ¿No es verdad Ángel?
__ ¡Claro que sí señora Adolfina! ¡Hoy es un día único, y como es un
día único le quiero pedir a su hijo que me acompañe a dar un paseo!
__ ¡No podemos, la obra………!
__ ¡Qué obra ni que niño muerto, la señorita Ángel te esta pidiendo
que la acompañes a dar un paseo! ¡Venga hijo mio, que cuando lleguen les tendré
un buen plato de caldo caliente para recuperar lo que………!
__ ¡Mamá nos vamos de paseo!
Fornicio tomó de la mano a la
señorita Ángel y a toda marcha bajaron las escaleras de La pequeña Bumel. La
señora Adolfina se les quedó mirándole con una sonrisa de satisfacción en toda
la cara.
__ ¡Mi hijo se ha hecho todo un hombre!
Suspiró profundamente y sus recuerdos
partieron muy lejos de allí.
EPISODIO
-- 25
–
La señorita
Ángel y el señor Fornicio llegaron del paseo completamente desconocido. Mi
madre con una flor plantada en el pelo y Fornicio con una melodía en los
labios. Para sus años la adolescencia les quedaba muy distante pero no les
importó. ¡En sus caras había algo más que una razón para llegar con los pies
distantes de la tierra! Yo no lo puedo afirmar porque mi vida aún no estaba
confirmada (no formaba parte ni de un proyecto futuro), pero por el comentario
del pastor Romualdo que los vio desde la otra orilla del lago, nada de hacer el
amor sobre la hierba, lo que hicieron fue un pacto. Las palabras de Romualdo
fueron precisas cuando la señora Adolfina lo convenció con una comida a solas.
El pastor
Romualdo siempre estuvo enamorado de la señora Adolfina, pero ella tomó la peor
decisión de su vida al contraer nupcias con el hombre equivocado. En el amor no
existen las reglas, ni primero pruebas y después veremos, no, es un dictamen
que puede acarrear trágicas conclusiones, y recuperar la inocencia robada es
casi imposible. Adolfina se casó por amor, y por amor perdió el candor entre
golpes y borracheras. Entre las innumerables noches de vigilia en espera de su
marido que al llegar traía consigo sorpresas. ¡Golpes y más golpes propinaba
sobre el cuerpo de Adolfina que pedía clemencia! – ¡El amor es así!—Decía
Adolfina para sus adentros.
Las cosas
comenzaron cambiar cuando una madrugada el marido le confesó que venía de
fornicarse a una puta porque ella no le complacía plenamente. Esto de
“plenamente” o “complacer” no se lo expresó con estas palabras, más bien se lo
vomitó en la cara profiriéndole los mayores insultos que su indecente boca
podía articular. Adolfina estuvo llorando sin lágrimas y en silencio durante
ocho largos años, hasta el momento justo en que el pequeño Fornicio tuvo consciencia
de lo que estaba pasando, y su beodo padre le asestó una bofetada que lo lanzó
por los aíres. ¡Adolfina apartó sus lágrimas, su fiel amor, y le plantó cara al
demonio! ¡Se dijo que nunca más le pondría la mano a ella y a su hijo, y así
fue!
Con el tiempo
supe que en ese placido paseo por las afueras del pueblo mi madre y Fornicio no
hicieron el amor, entre los dos surgió algo especial que hasta estos días se
mantiene. Romualdo vio en las manos de Fornicio un papel, pero hasta este
momento no puedo dar fe de ello. Estoy seguro que mis indagaciones tarde o
temprano darán su fruto. Esa misma tarde las obras se reanudaron, y con el
amparo del bueno de Fornicio estaría lista para su inauguración lo antes
posible.
EPISODIO
--
26 –
Adolfina para
saber la verdad de primera mano invitó al señor Romualdo a una suculenta
comida. Ella preparaba unos guisos especiales cocidos con leña del monte. En
una marmita enorme depositaba todas las sustancias y los variados componentes
alimenticios para fabricar el milagro. ¡La señora Adolfina poseía manos
extraordinarias que hacía posible la transformación de una común patata en un
sofisticado plato! Esto lo sabía el cabrero y en los dos sentidos se aprovechó
de la buena de Adolfina. ¡En llenar la tripa y en estar toda una tarde a solas
con ella! Aunque el tiempo dejó sus huellas en el cabrero y la señora Adolfina,
él no perdió la esperanza de algún día conquistar el fraguado corazoncito de la
benévola de Adolfina. Cuando mi madre llegó a Bumel Adolfina le confesó que de
hombres nada más quería saber para “darles un hasta nunca”, pero de una cosa la
mayoría de los pobladores del pequeño pueblo se dieron cuenta. Cuando el pastor
aparecía con sus cabras por la calle de la señora Adolfina, ella siempre estaba
frente a su ventana quitando el polvo. ¡Una continúa y extraña coincidencia!
Romualdo le contó a la señora
Adolfina que desde la orilla en que él se encontraba con sus cabras, vio como
un prolongado papel fue puesto sobre una sobresaliente piedra. Con insistencia
mi madre y Fornicio, señalaban con el dedo hacia el mismo como si les fuera la
vida. La señora Adolfina de tanto reír vertió un poco del caldo de su cocido
sobre el mantel.
__ ¡Señor Romualdo, seguramente se referían a la obra con toda
seguridad! –Le comentó la señora Adolfina llenándole el plato hasta el borde.
__ ¡Que no, que no señora Adolfina, estoy bien seguro que era un problema
más gordo! –Afirmó Romualdo mientras desintegraba con la cuchara un trozo de
calabaza.
__ ¿Dónde estaba usted? –Le preguntó Adolfina.
__ ¡En la otra orilla! –Contestó con la boca llena.
__ ¡Es lo que le digo! ¡Usted está algo mayor señor Romualdo y ve
cosas que no son! –Terminó de servir los platos y se sentó en la mesa frente al
cabrero. Y con delicadeza, comenzó por el borde para no quemarse, a ingerir el
sustancioso caldo.
__ ¡Que no! ¡Ella sacó un carboncillo y él firmó!—Dijo Romualdo entre
mordiscos.
__ ¿Un qué? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Un carboncillo! ¡Carbón……….un lápiz! ¿Comprende usted?
__ ¡Sí, si, comprendo señor Romualdo! ¿Decía qué mi hijo firmó en el
papel? –Preguntó Adolfina soltando la cuchara.
__ ¡De esto le puedo hablar con toda seguridad porque dejé las
cabras……….!—A la vez que hablaba se debatía con un trozo de chorizo en la
boca--- ¡La niña, mi cabra madre la amarré al árbol y fui hasta……!—No podía
hacer dos cosas a la vez, luchar contra las morcillas y el tocino, y contar con
cierta lógica su narración-- ¡La dejé en el árbol y con cuidado llegué
hasta……………!
__ ¡Señor Romualdo le pido por favor que se concentre en la historia y
dejé los chorizos para más tarde! –Le increpó la señora Adolfina con los ojos
más grandes que sus órbitas.
__ ¡Perdón Señora Adolfina, pero este cocido está para morirse en las
profundidades de su caldo! –Cuando lo deseaba se le escapaba el poeta oculto en
su interior.
__ ¡Al grano señor Romualdo! –Inquirió Adolfina.
__ ¡Fui por el agua hasta la orilla donde estaba la señorita Ángel y
su hijo, y sin que se dieran cuenta……….!
__ ¡Es usted un poco indiscreto señor Romualdo! –Le dijo Adolfina
recuperando su cuchara.
__ ¡Si no fuera por mi indiscreción no estaría usted ahora
preguntándome señora Adolfina! –Y sin decir nada más, recuperó el pedazo de
chorizo que navegaba sin rumbo por el plato-- ¿No es así señora Adolfina?
EPISODIO
-- 27 --
El pastor
terminó de comerse el guiso con sus respectivos chorizos, morcillas, y tocinos.
En esta ocasión la señora Adolfina no quiso interrumpirlo para que las viandas
se posesionaran bien en su estómago. Ella sabía lo que hacía. Un hombre
enamorado y con el estómago lleno es capaz de entonar cualquier melodía sin ser
presionado. ¡En esta situación se encontraba el señor Romualdo que no podía
llevarse a la boca un alimento más! Un hombre que vive solo se alimenta muy mal
y esto bien lo sabe la avispada de Adolfina. Dejó al pastor fuera de combate para
controlar la situación. Ella era capaza de cambiar el rumbo de una conversación
__ ¿Señor Romualdo desea ahora una taza recién hecha de café? –Se lo
dijo con un pie en la cocina-- ¿Sí o no? –No esperó respuesta para tomar su
propia decisión-- ¡Creo que mejor nos vendrá un licor de avellana de los que
tanto le gusta!
__ ¡Señora Adolfina usted conoce muy bien mis gustos! –Le contestó el
señor Romualdo.
__ ¡Pero solamente nos beberemos una sola copa! ¡Sabe usted que no
puedo con………! –Salió de la cocina con una bandeja y las copas con el licor.
__ ¡No me tiene que explicar! ¡Usted sabe señora Adolfina que
únicamente tomo una copa de licor de avellana, y no siempre! – Él sabía el
trasfondo de las palabras de Adolfina.
__ ¡Lo sé señor Romualdo! –Sin hacer pausa le interrogó-- ¿Por
casualidad me estaba hablando de mi
hijo? ¡Ya, recuerdo! ¡Me decía que Ángel le dio un papel y mi hijo!
__ ¡Su hijo firmó en el mismo, pero antes se dieron un beso en los
labios!
__ ¿Un beso en los labios? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Sí señora, un beso en la boca! ¡Su hijo la tomó por los hombros y
le dijo que podía contar con él para toda la vida!
__ ¿Qué más pasó señor Romualdo?
__ ¡Ahora es usted señora Adolfina la que le come la curiosidad!
__ ¡Olvídelo y vayamos al centro del asunto! –Adolfina tomó la copa de
licor y se la bebió de un sorbo.
__ ¡Su hijo Fornicio después de besarla tomó la hoja de papel y firmó
sobre ella! ¡Mientras la señorita Ángel le acariciaba el pelo!
__ ¿Qué más? ¡No se detenga señor Romualdo! ¡Siga!
__ ¡Entonces la señorita Ángel firmó el papel después de Fornicio! ¡Lo
dobló y se lo guardó entre sus pechos!
__ ¿Y?
__ ¡Fornicio le dijo que podían comenzar con la obra!
__ ¡Se lo dije señor Romualdo! ¡Estaban hablando de La pequeña Bumel,
el negocio……….!
__ ¡Sí, está bien, pero la señorita Ángel le dejó bien claro a
Fornicio que si no cumplía con su palabra sacaría a la luz el documento que
habían firmado!
__ ¿No me diga?
__ ¡Le digo señora Adolfina! –En un último sorbo terminó su copa de
licor-- ¡Entonces su hijo le dijo que era hombre de palabra y que podía confiar
en él! ¡Este documento será un sólido testimonio y lo dejaremos para las
futuras familias!
__ ¿Las futuras familias? ¿Qué familia señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina porque una de las cabras comenzó a balar,
caí al agua y la parejita se marchó sin mirar atrás!
__ ¿Si estaba allí cómo no se entero de todo señor Romualdo?
__ ¡Me quedé en el agua para que no me vieran! ¡De cualquier manera la
respuesta está en el documento!
__ ¿Cómo llegó hasta él señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina pero hay que tener cuidado con usted! –Le
dijo Romualdo mirándole a la cara.
__ ¡Es una broma, si deseo saber lo que ha pasado con preguntarle a mi
hijo tengo señor Romualdo! –Le contestó Adolfina saliendo del apuro.
__ ¡Pero recuerde que yo no le he contado nada! –Le suplicó el señor
Romualdo.
__ ¡Soy una tapia señor Romualdo! –Le contestó la señora Adolfina.
Al parecer mi
madre y Fornicio llegaron a una especie de pacto o contrato el día en que
Romualdo los estuvo observando con sus cabras. A la señora Adolfina y al señor
Romualdo les roía la curiosidad por saber el contenido del mismo. Al nacer y
tener conciencia de la existencia del mismo me sumé al bando de los curiosos.
EPISODIO
-- 28--
Las obras
después del encuentro en el río entre la señorita Ángel y el señor Fornicio se
reanudaron con la celeridad necesaria para concluirla lo antes posible.
Fornicio se encargó de todo lo relacionado con la reforma en general. La
contratación de los obreros, el material, la supervisión, y cualquier elemento
a pie de obra. Esto fue muy importante para que el proyecto de inauguración se
acelerara. En realidad la reforma no era demasiado complicada. La complicación
recaía en el tipo negocio. El establecimiento requería de ciertas variaciones y
especificaciones que para un comercio normal no eran necesarias, pero este en
concreto demandaba de unas transformaciones concretas.
Algunos cambios
de tabiques, ampliaciones de habitaciones, orificios en determinados lugares
definidos de las paredes, baños romanos, la construcción de un escenario en el
centro del inmueble, cuartos secretos, la preparación de todos los techos para
ser utilizados como referentes, en fin, el mundo que había soñado la señorita
Ángel y que al parecer ahora se le estaba haciendo realidad. Fornicio no era un
desconocido en estos menesteres, tenía
cierta experiencia en la construcción de viviendas sin alcanzar el título de
maestro de obras, pero de cualquier manera se defendía notablemente; trabajador
y entregado en cuerpo y alma. Lo que no llegaba a comprender eran los cambios excéntricos
que pretendía mi madre en el local. En una gruesa libreta estaba especificado
con detalles todo el interior y el exterior de “La pequeña Bumel”. Un diseño
realizado íntegramente por mi madre. La señorita Ángel le entregó a Fornicio el
cuadernillo y le pidió que por favor no se saliera del mismo por nada en la
vida. Si tenía dudas que la consultara. --¡Los detalles hacen grandes obras!--
Le dijo mi madre con voz firme dejándolo pensativo con la libreta en la mano.
Mientras tanto mi madre se debía ocupar de la contratación del personal
que trabajarían en “La pequeña Bumel”. Según Fornicio en menos de cuatro
semanas terminarían las obras y todo estaría listo para comenzar con la
decoración y la ubicación del mobiliario. ¡Quedaba poco tiempo! A la señora
Adolfina se le ocurrió que mi madre debía mandar a imprimir notas informativas
solicitando personal y que lo distribuyera por el pueblo y en las comarcas
cercanas. No era mala idea. Pero mi madre fue más allá y le incorporó una
amplia y detallada publicidad, y antes que el local abriera sus puertas en
muchos kilómetros a la redonda de Bumel esperaban con ansias la próxima
abertura del local con los dientes afilados; aunque los detalles del mismo no
estaban especificados.
El personal que necesitaba mi madre debía
ser cualificado o al menos con cierta experiencia. Un personal completamente
femenino. No introduciría en su negocio a hombres. Los hombres tendrían nada
más el estatus de clientes. El único que podía tener algún privilegio sería
Fornicio pero él no entraba en sus propósitos. El trato o pacto que había
alcanzado con Fornicio posiblemente iba más allá de “La pequeña Bumel” pero de
cualquier manera no es más que una simple especulación.
Al siguiente
día de colgar los carteles había una discreta cola de mujeres esperando ser
atendidas. Mi madre hablo con la señora Adolfina para saber si seguía en pie la
oferta de la casona de su amiga. Necesitaba un lugar tranquilo para escoger el
personal. Debían pasar un cuestionario y barias pruebas. Sabiendo mi madre que se encontraba en un
pequeño pueblo y que le sería muy difícil descubrir un personal especializado,
puso en la solicitud que necesitaba cualquier tipo de mujer dispuesta a instruirse
en un complejo y apasionado oficio. No importaba la experiencia, la importancia
residía en la entrega. Su reclamo era algo ambiguo pero se debía arriesgar.
EPISODIO
--
29 --
Mi madre contaba solamente con su
persona para la parte más delicada del negocio, que no era otra cosa que la
selección del personal femenino que se en cargaría directamente de la clientela
masculina. En poco tiempo debía instruir a las chicas en el manejo de cada una
de sus habilidades físicas y mentales. “La pequeña Bumel” funcionaría entre
otras cosas como casa de adiestramiento fálico como se había planteado mi madre
desde el comienzo. Ya les había
comentado que fue la manera que se le ocurrió a mi querida progenitora para
vengarse de todos los hombres del espacio sideral y de más allá de la nada. La
venganza retributiva estaba en marcha como ella le llamaba a este negocio.
Antes de partir
al encuentro con las mujeres que esperaban para la entrevista, mi madre hizo su
secuencia de entrenamiento a la que estaba acostumbrada para mantener sus
habilidades intactas y a flor de piel. Comenzaba por una meditación tántrica
que disponía su cuerpo y mente para el trabajo. Seguidamente se realizaba un
auto-masaje con esencia que se trajo de uno de sus viajes por la India. Fregaba
cada espacio de su cuerpo a consciencia y detalladamente. En su pensamiento
habitaba la sorpresa y la dilatación del tiempo. --¡Cada vez que fuéramos a
practicar el sexo debíamos ir a por la zona perdida de nuestro cuerpo que
necesite ser estimulada sin límite de tiempo!—Decía la dulce señorita Ángel de
Morales. Una filosofía que pondría en práctica en su nuevo negocio. Lo del
tiempo extendido sería doblemente retribuido. Por el placer ampliamente
liberado y por las altas ganancias que esto supondría.
Ángel de Morales
con su cuerpo completamente desnudo fue por una zona menos explorada de su
anatomía. Llego al lugar en que confluyen dos órganos fundamentales dentro del
conocimiento sexual. ¡La vagina y el ano! Entre la vagina y el ano existe un
diminuto espacio que en contadas ocasiones las mujeres no se detienen para
estudiar y complacer. Es una delgada línea que si no se marcha con cuidado nos
puede conducir a uno de estos caminos ante señalado. En el centro justo está la
frontera milagrosa que produce sensaciones orgásmicas y de recogimiento. Ángel
en esta ocasión iba por lo segundo. Necesitaba una concentración fundamental
para esta decisiva mañana. A este punto había llegado en otras ocasiones y
conocía de sus bondades respecto al control, por lo cual sería un gustoso
encuentro con el pasado.
Se colocó sobre
la cama boca arriba y en dirección a la ventana para que la luz actuara directamente
en sus orificios íntimos. Alzó las piernas hacia el techo, las abrió y pasó sus
brazos por delante de las mismas hasta la altura de los codos. El entrenamiento
diario mantenía el cuerpo de mi madre con una elasticidad pasmosa, lo cual
hacía posible cualquier posición por muy excéntrica y retorcida que esta fuese.
Inclinando la cabeza se encontró con su flamante vagina expuesta de par en par,
y junto a ella el ovalado ano que se contraía con cada movimiento del cuerpo de
mi madre. ¡Ahora nada más debía colocar uno de sus dedos para hacer el viaje por
la zona señalada!
EPISODIO
-- 30
--
En la línea que
demarca las dos expuestas opciones íntimas mi madre depositó su dedo índice con
toda naturalidad para comenzar con su entrenamiento diario. Lo primero sería
presionar la zona insistentemente hasta encontrar una especie de músculo oculto
debajo de la piel. Esta acción la había realizado Dulce Ángel de Morales en
tantas ocasiones que había alcanzado minúsculos orgasmos de manera reiterada,
pero ahora sus impulsos estaban dirigidos
únicamente a la concentración, el estado que necesitaba para enfrentar la
extenuante jornada que le esperaba.
Apoyó el índice
de abajo hacia arriba en dirección a la vagina y comenzó a frotar
horizontalmente la estrecha franja. A continuación utilizó el pulgar para
clausurar la entrada del ano y eliminar cualquier recepción de aire que pudiera
abortar el esperado entrenamiento. Con ambos dedos dispuestos a la frotación buscó
la relajación de la columna y de sus espacios internos para dejar que la acción
penetrase en profundidad en todos los rincones de su anatomía. Comenzó a sentir
que su cuerpo estaba en buenas manos y se dejó llevar por la tracción que sus
nobles energías ejercían sobre sus orificios.
En esta ocasión
Ángel no deseaba ocupar demasiado tiempo porque le esperaba una jornada
agotadora. Aplicó una tensión constante sobre la superficie señalada, cerró los
ojos, y empezó el mantra acostumbrado. Cinco minutos fueron suficientes para
conquistar lo que se proponía. Dejó de presionar la estrecha línea, contempló
su vulva con sumo cuidado, percutió con la palma de la mano varias veces sobre
la entrada de su ano, y acto seguido regresó a su posición original para
envolver su cuerpo en una toalla. Se dirigió al baño y se dio una ducha en
profundidad.
No tenía más
posibilidad mi madre que enfrentarse sola a todas las aspirantes que esperaban
por la oferta de trabajo. Teniendo el conocimiento que Bumel es una comarca más
bien pequeña, no debía seleccionar demasiadas chicas por el bien del negocio,
pero por otra parte mi madre confiaba demasiado en ella y estaba segura que lo único que necesitaba
era tiempo para que la fama de “La pequeña Bumel” sobrepasara las fronteras y
atravesara los mares. No le quedaba otra que arriesgarlo todo. En un principio
comenzaría con doce chicas. ¡Aconteciera el hecho que aconteciera, podría
convocar nuevas plazas en cualquier momento porque estaba segura que
encontraría el talento suficiente para una futura ampliación de actividad!
EPISODIO
--
31 –
Un número
considerable de aspirantes esperaban a la entrada de la casona para optar por
una plaza en el nuevo negocio que abriría sus puertas en Bumel dentro de bien
poco. Eran mujeres de una variopinta constitución física y posiblemente de un nivel
cultural bastante discutible. Fue lo que apreció Ángel al pasar junto a ellas
en esta mañana señalada. Estaban en filas ante la mansión de la amiga de
Adolfina y en sus rostros se vislumbraba nerviosismo y curiosidad. No todas
eran jóvenes. Había mujeres de edades comprendidas desde los veinte hasta
pasados sin ninguna discusión ni dudas los cincuenta años. Mi madre comprendió
que tenía una diversidad suficiente para hacer una buena selección de personal.
Al pasar junto a ellas a lo largo de la cola y a primera vista, supo que había
talento suficiente para manipular estas cualidades.
Ángel se detuvo
al comienzo de la cola y les habló.
__ ¡Buenos días! ¡Atiendan por favor! ¡Supongo que todas las que están
hoy aquí, son conocedora del tipo de negocio que se abrirá y del trabajo que
realizaran las que sean seleccionadas! ¿Lo saben? –Preguntó claramente Ángel.
__ ¡Si, si, si, si! –Se escucharon varios “sí”, pero todos con intenciones muy diferentes.
__ ¿No todas lo saben? –Preguntó mi madre.
__ ¡Sí, para trabajar como putas! –Varias voces se escucharon por el
centro de la cola.
__ ¿Es lo que piensan todas? –Nuevamente preguntó mi madre.
__ ¡Claro! –Dijo una.
__ ¡A mí me dijeron que el trabajo sería artístico, por eso estoy
aquí! –Contestó una tercera mujer perdida entre la multitud al deshacerse la
cola.
__ ¡Debemos trabajar con nuestro cuerpo! –Contestó una de las tantas
mujeres.
__ ¡Lo que me importa es que ganaré mucho dinero! –Se escuchó a la
mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡Es un trabajo más! –Gritó una mujer que estaba al final de la
cola.
__ ¡Sí pero sin llegar a…………puta! ¡Yo estoy dispuesta a trabajar con
el cuerpo pero ya saben……………! ¡Eso de ser puta es una putada amiga! –Esta mujer
estaba a unos centímetros de Ángel.
__ ¿Me pueden escuchar? –Lanzó la voz mi madre a la multitud para
hacerse notar, pero habían olvidado la compostura. Para decir la verdad no
todas.
__ ¡Porque bailes ante un grupo de hombres no quiere decir que seas
una puta! –Afirmó la mujer de condiciones físicas notable.
__ ¿Y si bailas con las tetas al aire? ¿Qué me dices a eso amiga? –Preguntó
la mujer del lenguaje descompuesto y varias carcajadas se escucharon.
__ ¡Pero eso sería si te tocan una teta! –Le contestó la del cuerpo
entrenado.
__ ¡Es igual! –Contestó la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Mientras me paguen bien no importa si termino en la cama con el
cliente! –Dijo la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¿Pero qué piensan, que van a bailar con las tetas a fuera, se las
van a manosear hasta más no poder y después, tralarí tralarí ojos que no te vi?
¡Si es lo que piensan son unas tontas! ¡Se termina en la cama con el cliente!
–Sentenció la mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡¡Silencio por favor!! –Gritó mi madre-- ¡No voy a permitir el
caos! ¡Si no están seguras del paso que van a dar será mejor que den la vuelta
y se marchen por donde vinieron! ¡Todo lo que hablan no son más que
especulaciones y falsas conjeturas! ¡Si alguien les puede dar una explicación
seré yo; las habladurías nos puede conducir a desvirtuar la esencia del
negocio! ¡La que piense, por los motivos que sean, que este negocio será una
casa de putas, está en el lugar equivocado y mejor que dé la media vuelta y se marche! ¿Me
comprenden? –Pero todas permanecieron en silencio-- ¡Esto será un negocio
respetable! ¡Un negocio para ofrecer al cliente el mejor servicio de toda la
comarca y más allá de sus fronteras! ¡Nos consideraremos especialistas
cualificadas en la labor que desempeñemos, y en nuestro campo seremos las
mejores! –Se giró hasta encontrarse con la mirada que buscaba y le habló-- ¡Si
piensas que no serás otra cosa que una puta, estas demás en este negocio! ¡El
concepto prostitución está en la mente, no en el cuerpo! ¡El cuerpo es un
instrumento para producir arte y sensaciones sublimes a uno mismo y a los demás!
¡La que en estos momentos piense que su cuerpo es objeto de meretricio, no
puede hacer nada porque lleva dentro de sí la humillación! ¡No es otra cosa que
un cuerpo contaminado! ¡Necesito a mujeres que sean capaces primero de quererse!
¡Mujeres que no traicionen por influencias externas lo que llevan en su
interior, dejando a un lado las mezquindades y los prejuicios! ¡Busco la
belleza especializada, la que se debe trabajar para alcanzar objetivos
superiores; pero también busco almas sensibles, entrenadas y dispuestas al
ritual del amor! ¡Si vosotras no se ven en esta descripción, debo esperar la
llegada de nuevas aspirantes! ¡Necesito algunos minutos por favor!
Concluyó mi
madre. Y dando la espalda, se perdió en el interior de la casona sin dar más
explicaciones.
__ ¡Cómo habla esta mujer! –Afirmó la mujer del lenguaje descompuesto.
EPISODIO
--
32 –
Se hizo un
silencio y las futuras candidatas a “la pequeña Bumel” se miraron con la
intención de encontrar la respuesta en la otra.
__ ¿Entonces qué es prostituirse? –Cuestionó la joven del lenguaje
descompuesto-- ¡A mí me da lo mismo pero que no me intenten engañar con palabrejas
bonitas!
__ ¡Yo entiendo a la señorita Ángel porque yo trabajo con mi cuerpo!
–Opinó la de la constitución física poderosa.
__ ¡Repito lo que dije con anterioridad, mientras paguen bien me da
igual la profesión! –Habló la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¡Como dice el dicho, la profesión se lleva por dentro! – Afirmó la
mujer que decía bailar.
Del final del
tumulto de mujeres enardecidas una figura delicada pero refinada se acercó al
centro de la discusión y con una dulce pero tangible voz interrumpió.
__ ¿Si no están seguras del paso que van a dar por qué están aquí?
¡Creo que la señora o señorita que ha hablado antes tiene razón! “¡Almas
especiales por encima de cualquier prejuicio es lo que necesita!” –Los
conceptos se le escapaban con una espontaneidad increíble de los labios de la
señorita de la figura delicada-- ¡Yo tengo mis motivos! ¡Siempre he tenido un
motivo sólido en mi vida para enfrentarme a la realidad! ¡Nunca me he escondido
en lamentos y justificaciones para hacer o no hacer tal cosa porque me estaría
engañando a mí misma y eso no lo permitiría! ¡Como vosotras no tengo muy claro
hasta dónde me llevará este reclamo, pero si soy seleccionada quiero probar
entregándome al máximo! ¡Sí, también creo que todos nos prostituimos
constantemente sin comerciar con el cuerpo! ¡Con lo único que no se negocia son
con los principios!
__ ¡Por favor, sí usted señorita, pase! –Desde la puerta la señorita
Dulce Ángel de Morales se dejó escuchar.
__ ¿Yo? –Preguntó la joven de la figura delicada y la palabra certera.
__ ¡Sí! ¡Usted, pase! –Contestó Ángel.
__ ¡Hay una cola! –Respondió la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Sí! ¡Estamos aquí desde hace mucho! –Se escuchó en coro a las
mujeres que estaban agrupadas en el centro.
__ ¡Tienen razón, pero la primera prueba la ha pasado esta señorita!
–Dijo mi madre-- ¡Está dispuesta, y no hay nada mejor que estar dispuesto para
enfrentar un propósito! ¡Un objetivo firme le ha acercado hasta aquí y lo tiene
claro en su conciencia! ¡Es lo que necesito! ¿Su nombre por favor?
__ ¡Me llamo Rebeca! ¡Rebeca Arminia! –Le dijo la joven
__ ¡Señorita Arminia pase por favor! –Contestó con un gesto la
señorita Ángel-- ¡Cuando termine con ella si están decididas pasaran por el
orden de llegada!
Las mujeres de la tertulia se quedaron con
sus bocas a medio cerrar, pero con la posibilidad de reflexionar sobre sus
intenciones de permanecer o marcharse por donde vinieron. ¡Ahora la señorita
Dulce Ángel de Morales estaba ocupada, y al parecer, sería por un prolongado
espacio de tiempo!
EPISODIO
--
33 --
La señorita
Arminia portaba una elegancia fuera de lo común para estos menesteres. Joven,
delicada, de cuerpo esbelto pero extremadamente delgado; con una incuestionable
apariencia frágil que se visualiza desde cualquier punto de su anatomía. Su
vestimenta no la acompaña respecto a la calidad de las prendas, pero es lo de
menos porque el lánguido encanto que desprende su figura hace olvidar cualquier
imperfección por muy marcada que se muestre. Su porte junto a su delicada voz conforma
un curioso binomio que da la impresión de quebrarse en cada expresión. Su
enflaquecida entonación sinceramente da grima, al igual que su figura; pero aun
así mí madre supo ver más allá de la primera impresión y llegó al centro de sus
inquietudes.
__ ¿Deseas algo antes de comenzar? –Le preguntó mi madre para romper
el hielo.
__ ¡Si me invita a un café con leche bien caliente y algo de pasta,
con toda seguridad no me negaré y lo aceptaré con mucho agrado! –Contestó la
señorita Rebeca Arminia salivando de solo imaginar que se hiciese realidad su
petición.
Esta sencilla
acción de humedecer los labios y tragar en seco le pareció a la señorita Ángel
de Morales un hecho rotundo y concreto para percibir una sensualidad innata en esta
joven de belleza enfermiza y rostro noble.
__ ¿Tienes hambre –Le preguntó mi madre esperando una reacción que se
pareciese a la anterior.
Rebeca no
contestó con palabras, su estragado estómago contestó por ella. Se puso una
mano en el vientre y la otra la llevó hasta la boca. Con toda intención se
mordió los dedos de su mano y a continuación asintió con la cabeza.
__ ¿Cuánto hace que no comes? –Le preguntó mi madre.
__ ¡Días, algunos, creo que muchos, por todo el camino………..! ¡Llevo
andando varias semanas para llegar con vida a Bumel, y creo que lo he logrado!
¡Mi último aliento lo he dejado a la entrada para dar mi opinión y defender su
idea! ¡Tengo hambre!
No pudo
continuar. Su organismo se negó a soportar una reflexión más y se vino
literalmente abajo. Su cuerpo se desplomó y sus huesos dieron contra el suelo. Mi
madre con su potente voz pidió auxilio. No tuvo respuesta. Acto seguido fue
directamente hasta uno de sus brazos para descender hasta la muñeca y tomarle
el pulso. Comprobó que solamente se había desmayado. Lo que necesitaba Rebeca
era alimentarse y descansar. ¿De dónde vendría esta mujer para llegar en estas
condiciones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario