domingo, 24 de febrero de 2013

EPISODIOS DEL 21 AL 33


            

                       
            "LA VIDA SECRETA E ÍNTIMA DE AGAPITO MORALES"
                                                   EPISODIO
                                                     -- 21 --
                 Dulce Ángel de Morales quedó ante el orificio de la pared con su voluntad lacerada sin saber qué hacer. Si los milagros existían, hace unos segundos había presenciado uno al escuchar la voz de Fornicio.
                 Con el tiempo percibí muchos de los secretos de mi madre y comprendí que a pesar de todo, era y sigue siendo una persona excepcional. Posee una sensibilidad fuera de lo común y sus sentidos  se crearon para producir placer y alimentarse de las cosas trascendentales. ¡La voz que le llegó a sus oídos la transportó al edén que había soñado!
                  ¿Qué pudo haber pasado por la garganta del rústico Fornicio? --¡De sus cuerdas vocales se escapó la mejor armonía engendrada de todos los tiempo!—Así habló mi madre con la mirada perdida más allá de la pared. La crema corporal cayó al suelo porque los dedos de Ángel se perdieron en la duda. Desde este instante su ser experimentó un cambio absoluto. Intentó pegar su cuerpo a la pared para escuchar la respiración de Fornicio, pero sus empinados pezones se lo impidieron. Desde la totalidad de su amplia cabellera hasta el más ínfimo bello púbico, su materia contorsionó de puro placer.
                 Los poros de la piel de la delicada Ángel, estaban dilatados en espera de una onda sonora salida de la garganta de Fornicio, y lo único que deseaba era sentir su aliento penetrándola sin compasión. Desde la llegada a la comarca de Bumel mi madre, la señorita Dulce Ángel de Morales no había practicado el sexo en ninguna de sus variantes, y esta demostración vocal del hijo de la señora Adolfina alertó sus conexiones nerviosas y lubricó su mente.
                Permanecía desnuda ante el orificio que momentos antes provocó con sus movimientos e insinuaciones; pero la voz no se dejó escuchar.
__ ¿Estás ahí Fornicio? –Ella pregunto como una adolescente insegura-- ¡Sé que me estabas mirando mientras me bañaba! ¡Quiero escuchar tu voz nuevamente! ¡Lo que me pidas lo haré!
                Estas palabras de mi madre no fueron muy acertadas de su parte. Había jurado que nunca más se pondría al servicio de un hombre. Que si alguien se debía arrodillar serían ellos y no ella; pero su voluntad, al igual que sus rodillas se doblegaron y se derrumbó al suelo para suplicar aunque sea un humilde verbo.
__ ¡Escúcheme, he puesto mis oídos a la pared para saber si estás ahí! – El silencio continuó-- ¡Ahora acercaré mi boca para que no me olvides!

                                             EPISODIO
                                                -- 22 –
                La voz de Fornicio y su persona, al parecer se esfumaron de la habitación contigua. Mi madre pensó por un momento que había salido corriendo porque la vergüenza le dominaba los instintos. Ella permanecía desnuda y de rodillas frente al orificio de la pared. Hasta este segundo todos sus planes estaban a punto de evaporarse al igual que sus ideas; pero no se rindió, muchos recursos coleccionaba en su interior.
__ ¡Fornicio estoy dispuesta hacer un trato contigo! –Pegó los labios completamente al orificio de la pared, para que sus palabras penetraran en la habitación con mayor fuerza-- ¡Primero quiero escuchar tu voz hasta que te lo pida, y después deseo saber si estás de mi lado para que el negocio de “La pequeña Bumel” salga a flote! ¡Te reclame lo que te reclame! –La voz de Fornicio continuaba sin escucharse-- ¡A cambio le daré un masaje a ese objeto hermoso que llevas entre las piernas! –Entonces se escuchó un suspiro profundo desde el otro lado-- ¡Se lo daré con mi boca, mis labios, y mi lengua! ¡Solamente tienes que darme la confirmación del trato!
                Con la velocidad de la luz, Fornicio respondió introduciendo su gruesa y larga verga por el hueco de la pared. ¡Esa era su respuesta! Estaba dispuesto a todo con tal de sentir los placeres que hasta ahora le fueron negados por imposición del destino. Todo estaba muy bien, pero mi madre deseaba una respuesta sonora y se la exigió con hechos.
__ ¡Dímelo con tu voz o no hay trato! –Se lo ordenó.
__ ¡Estaré a tu lado hasta levantar “La pequeña Bumel”, y mientras me lo pidas, hablaré aunque me quede sin palabras!
                Era lo que ansiaba escuchar Ángel. Nuevamente el control estaba de su parte. A sus oídos llegaron las cálidas palabras de Fornicio que con cada pausa la sorprendía como la primera vez. El tono grave de algunos hombres le producía un goce fuera del alcance de sus dominios. ¡Había logrado la promesa que tanto deseaba, y había logrado una sorpresa inesperada! Del orificio de la pared, sobresalía un trozo considerable de “músculo penial” que para nada dejó indiferente a la versada Dulce Ángel. Al menos veinte centímetros en erección de fibra venosa, se balanceaba de arriba a bajo intentando ser escuchado. En este instante y después de mucho tiempo mi madre debía poner en práctica sus dotes de hábil terapeuta de penes solitarios.
__ ¡Dime palabras aunque no tengan sentido! ¡Yo me ocuparé de ordenarlas en mi cabeza! –Así le dijo mi madre mientras miraba con gusto el flamante tronco que brotó del tabique-- ¡Te prometo que este masaje no lo olvidaras en lo que te queda por vivir! ¡Cuando quieras puedes comenzar! ¡Te escucho!
                Fornicio comenzó murmurando sonidos incoherentes, peor cuando sintió unas gotas de una sustancia templada y viscosa sobre su pene, las sílabas por sí mismas comenzaron a reordenarse.
 __ ¡Mejor es lo que paso me está! ¡Es hora lo mejor que me ha...............! –La palabra articulada no pudo continuar su evolución, pero de su garganta brotó la más cristalina de las resonancias graves. A la habitación donde se encontraba Ángel, llegó el eco profundo de un sincero lamento.

                                        EPISODIO
                                           -- 23 –
                Durante el tiempo que Ángel intentó la domesticación de la verga de Fornicio las palabras de él continuaron perdidas en la incongruencia. Él solamente gemía y se retorcía de embriaguez contra los tablones del maltrecho tabique, dificultando la experimentada labor de mi madre que utilizó su mejor técnica para dilatar el placer de su cliente a la vez que mostraba una amplia gama de sus dones. No era un simple hecho de felación, el conocimiento empleado por mi madre estaba basado en principios terapéuticos de antiguas civilizaciones del medio oriente.
                 Mi madre conocía al detalle las artes amatorias y se consideraba una profesional en extinción.  Estaba entrenada para superar cualquier punto frágil que dificultara su labor. ¡Esto que les cuento es la pura verdad! ¡La señorita Dulce Ángel de Morales cuenta con estudios profundos en esta materia! Buscando alguna pista que me condujera a mi padre, encontré entre las cosas de mi madre unos escritos guardados con mucho celo. En ellos estaban los conocimientos adquiridos, y los servicios realizados en La pequeña Bumel. Aparecían cada uno de los clientes que desfilaron por el negocio de mi madre, incluyendo el primer encuentro con el “señor” Fornicio, porque después de estas demostraciones vocales alcanzó la total madurez.                
                 Esta potencia de voz dejó el pulso y las ideas de Ángel al descubierto. El rudo Fornicio no articulaba palabras coherentes pero si rugía como un poseído con su frecuencia extremadamente grave. El sonido se apoderó de ambas habitaciones con la pujanza de un ser sobrenatural, dejando al descubierto cualquier duda sobre el hombre que confiaba su voluntad y su miembro a unas manos desconocidas. Ángel no contaba con esta posibilidad. Sabía que Fornicio disponía de algo especial que la hacía vulnerable y por encima de todo debía mantener el control. ¡La voz del hijo de la señora Adolfina era extremadamente grave, y Ángel sintió miedo, porque esta gravidez se podía convertir en su punto débil!     
                 La pequeña Bumel se había puesto en marcha. Fornicio no sabía que con su episodio puso los pilares del negocio, y a la vez entró en la lista como “primer cliente del versátil local”. Lo que pasó entre mi madre y el hombre de la voz profunda,  con el tiempo dejó de ser un secreto para los habitantes de la atrayente Bumel. Este comienzo entre Ángel y Fornicio sentó las bases para una profunda relación que fue madurando con el tiempo, aunque pudiéramos decir que incomparables matices se le fueron sumando día tras día.
                 La primera cara que recuerdo mirándome con ojos saltones desde mi cuna fue la del rudo Fornicio intentando desprender una sonrisa de mi rostro. Una vez le llamé papá. Mi madre llegaba con su poderosa razón y me decía.
__ ¡Fornicio no puede ser tu padre porque tu no llevas el mismo apellido! ¡Tú eres Morales, él no! ¡Agapito Morales, no lo olvides!
                 Con el tiempo le pregunté a Fornicio si era mi padre pero siempre me lo negó. ¡Les voy a confesar un secreto! Cuando mi madre trabajaba en La pequeña Bumel, la mayoría de las veces me quedaba con Fornicio, y en muchas ocasiones por ingenuidad le llamaba papá, en esta intimidad él me lo permitía todo. Esto fue a mayor cuando comencé en la escuela. Mis amigos tenían padre y madre, al igual que dos apellidos. Sin consultar con nadie nombré a Fornicio padre y utilicé su apellido; de esta manera  para mí y mis compañeros de clase fue mi padre, hasta el día en que llegó a oídos de mi madre que su hijo  Agapito no era Morales y Morales. ¡Fue cuando tomé la imperiosa decisión de mantener una estrecha investigación sobre mi vida y mis orígenes! Por los papeles de mi madre comenzó la búsqueda para llegar a una posible respuesta. ¡Solamente necesito tiempo, y que mi madre no sospeche!

                                     EPISODIO
                                         -- 24 –
                 Desde el día señalado Fornicio fue otro. Su forma de actuar cambió al igual que su manera de vestir. Al caminar por la plaza de Bumel dejaba tras de sí un hálito de seguridad, y muchas, pero muchas miradas indiscretas se quedaban estancadas en el desconcierto sin saber cómo reaccionar. Las mujeres de la comarca torcían el cuello para ver a Fornicio alejarse calle abajo con su camiseta ceñida al cuerpo y sus botas de piel. Un nuevo hombre nació y la culpable de todo era mi madre.
                 Está demás referirme que a la mañana siguiente de la acción terapéutica de Ángel sobre el falo de Fornicio, los obstáculos que impedían la continuación de las obras de La pequeña Bumel desaparecieron. ¡Las puertas se abrieron de par en par para el negocio de mi madre! El ahora tangible Fornicio tomó las riendas de la situación y se enfrentó con trabajo y capital a la labor. Los ahorros de toda una vida los puso en manos de mi madre. Desde que era niño guardó con pasión una tras otra las monedas que su padre le lanzaba cuando estaba borracho para que hiciera alguna payasada. Al poner sobre la mesa de La pequeña Bumel la caja con el dinero le vino a la memoria todas las vejaciones que tuvo que soportar en su niñez y su juventud. Lo único positivo de esta etapa de su vida estaba ahora sobre la mesa. Muchas veces, cuando la borrachera de su padre no era tan concluyente, al otro día el desgraciado le reclamaba a golpe de cinturón, que le devolviera su mísera moneda. ¡Los recuerdos regresaron al presente y el entrecejo del bueno de Fornicio se frunció melancólicamente! Fue cuando la señorita Dulce Ángel de Morales le acarició su cara y lo beso profundamente.
__ ¡No vale la pena Fornicio! ¡Olvídalo! ¡Ahora se abre una nueva vida para ti! ¡Te prometo que siempre estarás en mi corazón!
                 Fornicio dio la espalda para que Ángel no viera que una lágrima corría por su mejilla para perderse en la nada. El rudo Fornicio guardaba un corazoncito sensible, y mi madre estaba dispuesta a corresponderle con su entrega incondicional. Los dos se miraron y en un abrazo enérgico sellaron su pacto. Esto me lo contó la señora Adolfina, que desde el comienzo de la conversación atisbaba detrás de la puerta.
__ ¡Creo que algo huelo en el ambiente! –Sentenció desde su escondrijo.
__ ¿Qué haces mamá? –Le dijo fornicio saliéndole al paso.
__ ¡Nada, nada hijo! ¡Simplemente digo que he puesto el guiso al fuego! –Contestó Adolfina-- ¡Hoy hace un día maravilloso! ¿No es verdad Ángel?
__ ¡Claro que sí señora Adolfina! ¡Hoy es un día único, y como es un día único le quiero pedir a su hijo que me acompañe a dar un paseo!
__ ¡No podemos, la obra………!
__ ¡Qué obra ni que niño muerto, la señorita Ángel te esta pidiendo que la acompañes a dar un paseo! ¡Venga hijo mio, que cuando lleguen les tendré un buen plato de caldo caliente para recuperar lo que………!
__ ¡Mamá nos vamos de paseo!
                 Fornicio tomó de la mano a la señorita Ángel y a toda marcha bajaron las escaleras de La pequeña Bumel. La señora Adolfina se les quedó mirándole con una sonrisa de satisfacción en toda la cara.
__ ¡Mi hijo se ha hecho todo un hombre!
                 Suspiró profundamente y sus recuerdos partieron muy lejos de allí.  

                                      EPISODIO
                                         -- 25 –
                 La señorita Ángel y el señor Fornicio llegaron del paseo completamente desconocido. Mi madre con una flor plantada en el pelo y Fornicio con una melodía en los labios. Para sus años la adolescencia les quedaba muy distante pero no les importó. ¡En sus caras había algo más que una razón para llegar con los pies distantes de la tierra! Yo no lo puedo afirmar porque mi vida aún no estaba confirmada (no formaba parte ni de un proyecto futuro), pero por el comentario del pastor Romualdo que los vio desde la otra orilla del lago, nada de hacer el amor sobre la hierba, lo que hicieron fue un pacto. Las palabras de Romualdo fueron precisas cuando la señora Adolfina lo convenció con una comida a solas.
                 El pastor Romualdo siempre estuvo enamorado de la señora Adolfina, pero ella tomó la peor decisión de su vida al contraer nupcias con el hombre equivocado. En el amor no existen las reglas, ni primero pruebas y después veremos, no, es un dictamen que puede acarrear trágicas conclusiones, y recuperar la inocencia robada es casi imposible. Adolfina se casó por amor, y por amor perdió el candor entre golpes y borracheras. Entre las innumerables noches de vigilia en espera de su marido que al llegar traía consigo sorpresas. ¡Golpes y más golpes propinaba sobre el cuerpo de Adolfina que pedía clemencia! – ¡El amor es así!—Decía Adolfina para sus adentros.
                 Las cosas comenzaron cambiar cuando una madrugada el marido le confesó que venía de fornicarse a una puta porque ella no le complacía plenamente. Esto de “plenamente” o “complacer” no se lo expresó con estas palabras, más bien se lo vomitó en la cara profiriéndole los mayores insultos que su indecente boca podía articular. Adolfina estuvo llorando sin lágrimas y en silencio durante ocho largos años, hasta el momento justo en que el pequeño Fornicio tuvo consciencia de lo que estaba pasando, y su beodo padre le asestó una bofetada que lo lanzó por los aíres. ¡Adolfina apartó sus lágrimas, su fiel amor, y le plantó cara al demonio! ¡Se dijo que nunca más le pondría la mano a ella y a su hijo, y así fue!   
                 Con el tiempo supe que en ese placido paseo por las afueras del pueblo mi madre y Fornicio no hicieron el amor, entre los dos surgió algo especial que hasta estos días se mantiene. Romualdo vio en las manos de Fornicio un papel, pero hasta este momento no puedo dar fe de ello. Estoy seguro que mis indagaciones tarde o temprano darán su fruto. Esa misma tarde las obras se reanudaron, y con el amparo del bueno de Fornicio estaría lista para su inauguración lo antes posible.

                                        EPISODIO
                                           -- 26 –
                 Adolfina para saber la verdad de primera mano invitó al señor Romualdo a una suculenta comida. Ella preparaba unos guisos especiales cocidos con leña del monte. En una marmita enorme depositaba todas las sustancias y los variados componentes alimenticios para fabricar el milagro. ¡La señora Adolfina poseía manos extraordinarias que hacía posible la transformación de una común patata en un sofisticado plato! Esto lo sabía el cabrero y en los dos sentidos se aprovechó de la buena de Adolfina. ¡En llenar la tripa y en estar toda una tarde a solas con ella! Aunque el tiempo dejó sus huellas en el cabrero y la señora Adolfina, él no perdió la esperanza de algún día conquistar el fraguado corazoncito de la benévola de Adolfina. Cuando mi madre llegó a Bumel Adolfina le confesó que de hombres nada más quería saber para “darles un hasta nunca”, pero de una cosa la mayoría de los pobladores del pequeño pueblo se dieron cuenta. Cuando el pastor aparecía con sus cabras por la calle de la señora Adolfina, ella siempre estaba frente a su ventana quitando el polvo. ¡Una continúa y extraña coincidencia!
                  Romualdo le contó a la señora Adolfina que desde la orilla en que él se encontraba con sus cabras, vio como un prolongado papel fue puesto sobre una sobresaliente piedra. Con insistencia mi madre y Fornicio, señalaban con el dedo hacia el mismo como si les fuera la vida. La señora Adolfina de tanto reír vertió un poco del caldo de su cocido sobre el mantel.
__ ¡Señor Romualdo, seguramente se referían a la obra con toda seguridad! –Le comentó la señora Adolfina llenándole el plato hasta el borde.
__ ¡Que no, que no señora Adolfina, estoy bien seguro que era un problema más gordo! –Afirmó Romualdo mientras desintegraba con la cuchara un trozo de calabaza.
__ ¿Dónde estaba usted? –Le preguntó Adolfina.
__ ¡En la otra orilla! –Contestó con la boca llena.
__ ¡Es lo que le digo! ¡Usted está algo mayor señor Romualdo y ve cosas que no son! –Terminó de servir los platos y se sentó en la mesa frente al cabrero. Y con delicadeza, comenzó por el borde para no quemarse, a ingerir el sustancioso caldo.
__ ¡Que no! ¡Ella sacó un carboncillo y él firmó!—Dijo Romualdo entre mordiscos.
__ ¿Un qué? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Un carboncillo! ¡Carbón……….un lápiz! ¿Comprende usted?
__ ¡Sí, si, comprendo señor Romualdo! ¿Decía qué mi hijo firmó en el papel? –Preguntó Adolfina soltando la cuchara.
__ ¡De esto le puedo hablar con toda seguridad porque dejé las cabras……….!—A la vez que hablaba se debatía con un trozo de chorizo en la boca--- ¡La niña, mi cabra madre la amarré al árbol y fui hasta……!—No podía hacer dos cosas a la vez, luchar contra las morcillas y el tocino, y contar con cierta lógica su narración-- ¡La dejé en el árbol y con cuidado llegué hasta……………!
__ ¡Señor Romualdo le pido por favor que se concentre en la historia y dejé los chorizos para más tarde! –Le increpó la señora Adolfina con los ojos más grandes que sus órbitas.
__ ¡Perdón Señora Adolfina, pero este cocido está para morirse en las profundidades de su caldo! –Cuando lo deseaba se le escapaba el poeta oculto en su interior.
__ ¡Al grano señor Romualdo! –Inquirió Adolfina.
__ ¡Fui por el agua hasta la orilla donde estaba la señorita Ángel y su hijo, y sin que se dieran cuenta……….!
__ ¡Es usted un poco indiscreto señor Romualdo! –Le dijo Adolfina recuperando su cuchara.
__ ¡Si no fuera por mi indiscreción no estaría usted ahora preguntándome señora Adolfina! –Y sin decir nada más, recuperó el pedazo de chorizo que navegaba sin rumbo por el plato-- ¿No es así señora Adolfina?

                                          EPISODIO
                                             -- 27 --
                 El pastor terminó de comerse el guiso con sus respectivos chorizos, morcillas, y tocinos. En esta ocasión la señora Adolfina no quiso interrumpirlo para que las viandas se posesionaran bien en su estómago. Ella sabía lo que hacía. Un hombre enamorado y con el estómago lleno es capaz de entonar cualquier melodía sin ser presionado. ¡En esta situación se encontraba el señor Romualdo que no podía llevarse a la boca un alimento más! Un hombre que vive solo se alimenta muy mal y esto bien lo sabe la avispada de Adolfina. Dejó al pastor fuera de combate para controlar la situación. Ella era capaza de cambiar el rumbo de una conversación
__ ¿Señor Romualdo desea ahora una taza recién hecha de café? –Se lo dijo con un pie en la cocina-- ¿Sí o no? –No esperó respuesta para tomar su propia decisión-- ¡Creo que mejor nos vendrá un licor de avellana de los que tanto le gusta!
__ ¡Señora Adolfina usted conoce muy bien mis gustos! –Le contestó el señor Romualdo.
__ ¡Pero solamente nos beberemos una sola copa! ¡Sabe usted que no puedo con………! –Salió de la cocina con una bandeja y las copas con el licor.
__ ¡No me tiene que explicar! ¡Usted sabe señora Adolfina que únicamente tomo una copa de licor de avellana, y no siempre! – Él sabía el trasfondo de las palabras de Adolfina.
__ ¡Lo sé señor Romualdo! –Sin hacer pausa le interrogó-- ¿Por casualidad me estaba hablando  de mi hijo? ¡Ya, recuerdo! ¡Me decía que Ángel le dio un papel y mi hijo!
__ ¡Su hijo firmó en el mismo, pero antes se dieron un beso en los labios!
__ ¿Un beso en los labios? –Preguntó Adolfina.
__ ¡Sí señora, un beso en la boca! ¡Su hijo la tomó por los hombros y le dijo que podía contar con él para toda la vida!
__ ¿Qué más pasó señor Romualdo?
__ ¡Ahora es usted señora Adolfina la que le come la curiosidad!
__ ¡Olvídelo y vayamos al centro del asunto! –Adolfina tomó la copa de licor y se la bebió de un sorbo.
__ ¡Su hijo Fornicio después de besarla tomó la hoja de papel y firmó sobre ella! ¡Mientras la señorita Ángel le acariciaba el pelo!
__ ¿Qué más? ¡No se detenga señor Romualdo! ¡Siga!
__ ¡Entonces la señorita Ángel firmó el papel después de Fornicio! ¡Lo dobló y se lo guardó entre sus pechos!
__ ¿Y?
__ ¡Fornicio le dijo que podían comenzar con la obra!
__ ¡Se lo dije señor Romualdo! ¡Estaban hablando de La pequeña Bumel, el negocio……….!
__ ¡Sí, está bien, pero la señorita Ángel le dejó bien claro a Fornicio que si no cumplía con su palabra sacaría a la luz el documento que habían firmado!
__ ¿No me diga?
__ ¡Le digo señora Adolfina! –En un último sorbo terminó su copa de licor-- ¡Entonces su hijo le dijo que era hombre de palabra y que podía confiar en él! ¡Este documento será un sólido testimonio y lo dejaremos para las futuras familias!
__ ¿Las futuras familias? ¿Qué familia señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina porque una de las cabras comenzó a balar, caí al agua y la parejita se marchó sin mirar atrás!
__ ¿Si estaba allí cómo no se entero de todo señor Romualdo?
__ ¡Me quedé en el agua para que no me vieran! ¡De cualquier manera la respuesta está en el documento!
__ ¿Cómo llegó hasta él señor Romualdo?
__ ¡No lo sé señora Adolfina pero hay que tener cuidado con usted! –Le dijo Romualdo mirándole a la cara.
__ ¡Es una broma, si deseo saber lo que ha pasado con preguntarle a mi hijo tengo señor Romualdo! –Le contestó Adolfina saliendo del apuro.
__ ¡Pero recuerde que yo no le he contado nada! –Le suplicó el señor Romualdo.
__ ¡Soy una tapia señor Romualdo! –Le contestó la señora Adolfina.
                 Al parecer mi madre y Fornicio llegaron a una especie de pacto o contrato el día en que Romualdo los estuvo observando con sus cabras. A la señora Adolfina y al señor Romualdo les roía la curiosidad por saber el contenido del mismo. Al nacer y tener conciencia de la existencia del mismo me sumé al bando de los curiosos.
                                  
                                        EPISODIO
                                           -- 28--
                 Las obras después del encuentro en el río entre la señorita Ángel y el señor Fornicio se reanudaron con la celeridad necesaria para concluirla lo antes posible. Fornicio se encargó de todo lo relacionado con la reforma en general. La contratación de los obreros, el material, la supervisión, y cualquier elemento a pie de obra. Esto fue muy importante para que el proyecto de inauguración se acelerara. En realidad la reforma no era demasiado complicada. La complicación recaía en el tipo negocio. El establecimiento requería de ciertas variaciones y especificaciones que para un comercio normal no eran necesarias, pero este en concreto demandaba de unas transformaciones concretas.
                 Algunos cambios de tabiques, ampliaciones de habitaciones, orificios en determinados lugares definidos de las paredes, baños romanos, la construcción de un escenario en el centro del inmueble, cuartos secretos, la preparación de todos los techos para ser utilizados como referentes, en fin, el mundo que había soñado la señorita Ángel y que al parecer ahora se le estaba haciendo realidad. Fornicio no era un desconocido  en estos menesteres, tenía cierta experiencia en la construcción de viviendas sin alcanzar el título de maestro de obras, pero de cualquier manera se defendía notablemente; trabajador y entregado en cuerpo y alma. Lo que no llegaba a comprender eran los cambios excéntricos que pretendía mi madre en el local. En una gruesa libreta estaba especificado con detalles todo el interior y el exterior de “La pequeña Bumel”. Un diseño realizado íntegramente por mi madre. La señorita Ángel le entregó a Fornicio el cuadernillo y le pidió que por favor no se saliera del mismo por nada en la vida. Si tenía dudas que la consultara. --¡Los detalles hacen grandes obras!-- Le dijo mi madre con voz firme dejándolo pensativo con la libreta en la mano.
                  Mientras tanto mi madre se debía ocupar de la contratación del personal que trabajarían en “La pequeña Bumel”. Según Fornicio en menos de cuatro semanas terminarían las obras y todo estaría listo para comenzar con la decoración y la ubicación del mobiliario. ¡Quedaba poco tiempo! A la señora Adolfina se le ocurrió que mi madre debía mandar a imprimir notas informativas solicitando personal y que lo distribuyera por el pueblo y en las comarcas cercanas. No era mala idea. Pero mi madre fue más allá y le incorporó una amplia y detallada publicidad, y antes que el local abriera sus puertas en muchos kilómetros a la redonda de Bumel esperaban con ansias la próxima abertura del local con los dientes afilados; aunque los detalles del mismo no estaban especificados.
                 El personal que necesitaba mi madre debía ser cualificado o al menos con cierta experiencia. Un personal completamente femenino. No introduciría en su negocio a hombres. Los hombres tendrían nada más el estatus de clientes. El único que podía tener algún privilegio sería Fornicio pero él no entraba en sus propósitos. El trato o pacto que había alcanzado con Fornicio posiblemente iba más allá de “La pequeña Bumel” pero de cualquier manera no es más que una simple especulación.
                 Al siguiente día de colgar los carteles había una discreta cola de mujeres esperando ser atendidas. Mi madre hablo con la señora Adolfina para saber si seguía en pie la oferta de la casona de su amiga. Necesitaba un lugar tranquilo para escoger el personal. Debían pasar un cuestionario y barias pruebas.  Sabiendo mi madre que se encontraba en un pequeño pueblo y que le sería muy difícil descubrir un personal especializado, puso en la solicitud que necesitaba cualquier tipo de mujer dispuesta a instruirse en un complejo y apasionado oficio. No importaba la experiencia, la importancia residía en la entrega. Su reclamo era algo ambiguo pero se debía arriesgar.

                                         EPISODIO
                                            -- 29 --
                Mi madre contaba solamente con su persona para la parte más delicada del negocio, que no era otra cosa que la selección del personal femenino que se en cargaría directamente de la clientela masculina. En poco tiempo debía instruir a las chicas en el manejo de cada una de sus habilidades físicas y mentales. “La pequeña Bumel” funcionaría entre otras cosas como casa de adiestramiento fálico como se había planteado mi madre desde el comienzo.  Ya les había comentado que fue la manera que se le ocurrió a mi querida progenitora para vengarse de todos los hombres del espacio sideral y de más allá de la nada. La venganza retributiva estaba en marcha como ella le llamaba a este negocio.
                Antes de partir al encuentro con las mujeres que esperaban para la entrevista, mi madre hizo su secuencia de entrenamiento a la que estaba acostumbrada para mantener sus habilidades intactas y a flor de piel. Comenzaba por una meditación tántrica que disponía su cuerpo y mente para el trabajo. Seguidamente se realizaba un auto-masaje con esencia que se trajo de uno de sus viajes por la India. Fregaba cada espacio de su cuerpo a consciencia y detalladamente. En su pensamiento habitaba la sorpresa y la dilatación del tiempo. --¡Cada vez que fuéramos a practicar el sexo debíamos ir a por la zona perdida de nuestro cuerpo que necesite ser estimulada sin límite de tiempo!—Decía la dulce señorita Ángel de Morales. Una filosofía que pondría en práctica en su nuevo negocio. Lo del tiempo extendido sería doblemente retribuido. Por el placer ampliamente liberado y por las altas ganancias que esto supondría.
                Ángel de Morales con su cuerpo completamente desnudo fue por una zona menos explorada de su anatomía. Llego al lugar en que confluyen dos órganos fundamentales dentro del conocimiento sexual. ¡La vagina y el ano! Entre la vagina y el ano existe un diminuto espacio que en contadas ocasiones las mujeres no se detienen para estudiar y complacer. Es una delgada línea que si no se marcha con cuidado nos puede conducir a uno de estos caminos ante señalado. En el centro justo está la frontera milagrosa que produce sensaciones orgásmicas y de recogimiento. Ángel en esta ocasión iba por lo segundo. Necesitaba una concentración fundamental para esta decisiva mañana. A este punto había llegado en otras ocasiones y conocía de sus bondades respecto al control, por lo cual sería un gustoso encuentro con el pasado.
                Se colocó sobre la cama boca arriba y en dirección a la ventana para que la luz actuara directamente en sus orificios íntimos. Alzó las piernas hacia el techo, las abrió y pasó sus brazos por delante de las mismas hasta la altura de los codos. El entrenamiento diario mantenía el cuerpo de mi madre con una elasticidad pasmosa, lo cual hacía posible cualquier posición por muy excéntrica y retorcida que esta fuese. Inclinando la cabeza se encontró con su flamante vagina expuesta de par en par, y junto a ella el ovalado ano que se contraía con cada movimiento del cuerpo de mi madre. ¡Ahora nada más debía colocar uno de sus dedos para hacer el viaje por la zona señalada!

                                       EPISODIO
                                         -- 30 --
                 En la línea que demarca las dos expuestas opciones íntimas mi madre depositó su dedo índice con toda naturalidad para comenzar con su entrenamiento diario. Lo primero sería presionar la zona insistentemente hasta encontrar una especie de músculo oculto debajo de la piel. Esta acción la había realizado Dulce Ángel de Morales en tantas ocasiones que había alcanzado minúsculos orgasmos de manera reiterada, pero ahora sus  impulsos estaban dirigidos únicamente a la concentración, el estado que necesitaba para enfrentar la extenuante jornada que le esperaba.
                 Apoyó el índice de abajo hacia arriba en dirección a la vagina y comenzó a frotar horizontalmente la estrecha franja. A continuación utilizó el pulgar para clausurar la entrada del ano y eliminar cualquier recepción de aire que pudiera abortar el esperado entrenamiento. Con ambos dedos dispuestos a la frotación buscó la relajación de la columna y de sus espacios internos para dejar que la acción penetrase en profundidad en todos los rincones de su anatomía. Comenzó a sentir que su cuerpo estaba en buenas manos y se dejó llevar por la tracción que sus nobles energías ejercían sobre sus orificios.
                 En esta ocasión Ángel no deseaba ocupar demasiado tiempo porque le esperaba una jornada agotadora. Aplicó una tensión constante sobre la superficie señalada, cerró los ojos, y empezó el mantra acostumbrado. Cinco minutos fueron suficientes para conquistar lo que se proponía. Dejó de presionar la estrecha línea, contempló su vulva con sumo cuidado, percutió con la palma de la mano varias veces sobre la entrada de su ano, y acto seguido regresó a su posición original para envolver su cuerpo en una toalla. Se dirigió al baño y se dio una ducha en profundidad.
                 No tenía más posibilidad mi madre que enfrentarse sola a todas las aspirantes que esperaban por la oferta de trabajo. Teniendo el conocimiento que Bumel es una comarca más bien pequeña, no debía seleccionar demasiadas chicas por el bien del negocio, pero por otra parte mi madre confiaba demasiado en ella  y estaba segura que lo único que necesitaba era tiempo para que la fama de “La pequeña Bumel” sobrepasara las fronteras y atravesara los mares. No le quedaba otra que arriesgarlo todo. En un principio comenzaría con doce chicas. ¡Aconteciera el hecho que aconteciera, podría convocar nuevas plazas en cualquier momento porque estaba segura que encontraría el talento suficiente para una futura ampliación de actividad!

                                          EPISODIO
                                             -- 31 –
                 Un número considerable de aspirantes esperaban a la entrada de la casona para optar por una plaza en el nuevo negocio que abriría sus puertas en Bumel dentro de bien poco. Eran mujeres de una variopinta constitución física y posiblemente de un nivel cultural bastante discutible. Fue lo que apreció Ángel al pasar junto a ellas en esta mañana señalada. Estaban en filas ante la mansión de la amiga de Adolfina y en sus rostros se vislumbraba nerviosismo y curiosidad. No todas eran jóvenes. Había mujeres de edades comprendidas desde los veinte hasta pasados sin ninguna discusión ni dudas los cincuenta años. Mi madre comprendió que tenía una diversidad suficiente para hacer una buena selección de personal. Al pasar junto a ellas a lo largo de la cola y a primera vista, supo que había talento suficiente para manipular estas cualidades.
                 Ángel se detuvo al comienzo de la cola y les habló.
__ ¡Buenos días! ¡Atiendan por favor! ¡Supongo que todas las que están hoy aquí, son conocedora del tipo de negocio que se abrirá y del trabajo que realizaran las que sean seleccionadas! ¿Lo saben? –Preguntó claramente Ángel.
__ ¡Si, si, si, si! –Se escucharon varios “sí”, pero todos con  intenciones muy diferentes.
__ ¿No todas lo saben? –Preguntó mi madre.
__ ¡Sí, para trabajar como putas! –Varias voces se escucharon por el centro de la cola.
__ ¿Es lo que piensan todas? –Nuevamente preguntó mi madre.
__ ¡Claro! –Dijo una.
__ ¡A mí me dijeron que el trabajo sería artístico, por eso estoy aquí! –Contestó una tercera mujer perdida entre la multitud al deshacerse la cola.
__ ¡Debemos trabajar con nuestro cuerpo! –Contestó una de las tantas mujeres.
__ ¡Lo que me importa es que ganaré mucho dinero! –Se escuchó a la mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡Es un trabajo más! –Gritó una mujer que estaba al final de la cola.
__ ¡Sí pero sin llegar a…………puta! ¡Yo estoy dispuesta a trabajar con el cuerpo pero ya saben……………! ¡Eso de ser puta es una putada amiga! –Esta mujer estaba a unos centímetros de Ángel.
__ ¿Me pueden escuchar? –Lanzó la voz mi madre a la multitud para hacerse notar, pero habían olvidado la compostura. Para decir la verdad no todas.
__ ¡Porque bailes ante un grupo de hombres no quiere decir que seas una puta! –Afirmó la mujer de condiciones físicas notable.
__ ¿Y si bailas con las tetas al aire? ¿Qué me dices a eso amiga? –Preguntó la mujer del lenguaje descompuesto y varias carcajadas se escucharon.
__ ¡Pero eso sería si te tocan una teta! –Le contestó la del cuerpo entrenado.
__ ¡Es igual! –Contestó la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Mientras me paguen bien no importa si termino en la cama con el cliente! –Dijo la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¿Pero qué piensan, que van a bailar con las tetas a fuera, se las van a manosear hasta más no poder y después, tralarí tralarí ojos que no te vi? ¡Si es lo que piensan son unas tontas! ¡Se termina en la cama con el cliente! –Sentenció la mujer del lenguaje descompuesto.
__ ¡¡Silencio por favor!! –Gritó mi madre-- ¡No voy a permitir el caos! ¡Si no están seguras del paso que van a dar será mejor que den la vuelta y se marchen por donde vinieron! ¡Todo lo que hablan no son más que especulaciones y falsas conjeturas! ¡Si alguien les puede dar una explicación seré yo; las habladurías nos puede conducir a desvirtuar la esencia del negocio! ¡La que piense, por los motivos que sean, que este negocio será una casa de putas, está en el lugar equivocado y mejor  que dé la media vuelta y se marche! ¿Me comprenden? –Pero todas permanecieron en silencio-- ¡Esto será un negocio respetable! ¡Un negocio para ofrecer al cliente el mejor servicio de toda la comarca y más allá de sus fronteras! ¡Nos consideraremos especialistas cualificadas en la labor que desempeñemos, y en nuestro campo seremos las mejores! –Se giró hasta encontrarse con la mirada que buscaba y le habló-- ¡Si piensas que no serás otra cosa que una puta, estas demás en este negocio! ¡El concepto prostitución está en la mente, no en el cuerpo! ¡El cuerpo es un instrumento para producir arte y sensaciones sublimes a uno mismo y a los demás! ¡La que en estos momentos piense que su cuerpo es objeto de meretricio, no puede hacer nada porque lleva dentro de sí la humillación! ¡No es otra cosa que un cuerpo contaminado! ¡Necesito a mujeres que sean capaces primero de quererse! ¡Mujeres que no traicionen por influencias externas lo que llevan en su interior, dejando a un lado las mezquindades y los prejuicios! ¡Busco la belleza especializada, la que se debe trabajar para alcanzar objetivos superiores; pero también busco almas sensibles, entrenadas y dispuestas al ritual del amor! ¡Si vosotras no se ven en esta descripción, debo esperar la llegada de nuevas aspirantes! ¡Necesito algunos minutos por favor!
                 Concluyó mi madre. Y dando la espalda, se perdió en el interior de la casona sin dar más explicaciones.
__ ¡Cómo habla esta mujer! –Afirmó la mujer del lenguaje descompuesto.

                                        EPISODIO
                                           -- 32 –
                  Se hizo un silencio y las futuras candidatas a “la pequeña Bumel” se miraron con la intención de encontrar la respuesta en la otra.
__ ¿Entonces qué es prostituirse? –Cuestionó la joven del lenguaje descompuesto-- ¡A mí me da lo mismo pero que no me intenten engañar con palabrejas bonitas!
__ ¡Yo entiendo a la señorita Ángel porque yo trabajo con mi cuerpo! –Opinó la de la constitución física poderosa.
__ ¡Repito lo que dije con anterioridad, mientras paguen bien me da igual la profesión! –Habló la mujer de los ojos penetrantes.
__ ¡Como dice el dicho, la profesión se lleva por dentro! – Afirmó la mujer que decía bailar.
                 Del final del tumulto de mujeres enardecidas una figura delicada pero refinada se acercó al centro de la discusión y con una dulce  pero tangible voz interrumpió.
__ ¿Si no están seguras del paso que van a dar por qué están aquí? ¡Creo que la señora o señorita que ha hablado antes tiene razón! “¡Almas especiales por encima de cualquier prejuicio es lo que necesita!” –Los conceptos se le escapaban con una espontaneidad increíble de los labios de la señorita de la figura delicada-- ¡Yo tengo mis motivos! ¡Siempre he tenido un motivo sólido en mi vida para enfrentarme a la realidad! ¡Nunca me he escondido en lamentos y justificaciones para hacer o no hacer tal cosa porque me estaría engañando a mí misma y eso no lo permitiría! ¡Como vosotras no tengo muy claro hasta dónde me llevará este reclamo, pero si soy seleccionada quiero probar entregándome al máximo! ¡Sí, también creo que todos nos prostituimos constantemente sin comerciar con el cuerpo! ¡Con lo único que no se negocia son con los principios!
__ ¡Por favor, sí usted señorita, pase! –Desde la puerta la señorita Dulce Ángel de Morales se dejó escuchar.
__ ¿Yo? –Preguntó la joven de la figura delicada y la palabra certera.
__ ¡Sí! ¡Usted, pase! –Contestó Ángel.
__ ¡Hay una cola! –Respondió la mujer de la cabellera larga y negra.
__ ¡Sí! ¡Estamos aquí desde hace mucho! –Se escuchó en coro a las mujeres que estaban agrupadas en el centro.
__ ¡Tienen razón, pero la primera prueba la ha pasado esta señorita! –Dijo mi madre-- ¡Está dispuesta, y no hay nada mejor que estar dispuesto para enfrentar un propósito! ¡Un objetivo firme le ha acercado hasta aquí y lo tiene claro en su conciencia! ¡Es lo que necesito! ¿Su nombre por favor?
__ ¡Me llamo Rebeca! ¡Rebeca Arminia! –Le dijo la joven
__ ¡Señorita Arminia pase por favor! –Contestó con un gesto la señorita Ángel-- ¡Cuando termine con ella si están decididas pasaran por el orden de llegada!
                Las mujeres de la tertulia se quedaron con sus bocas a medio cerrar, pero con la posibilidad de reflexionar sobre sus intenciones de permanecer o marcharse por donde vinieron. ¡Ahora la señorita Dulce Ángel de Morales estaba ocupada, y al parecer, sería por un prolongado espacio de tiempo!

                                        EPISODIO
                                           -- 33 --
                  La señorita Arminia portaba una elegancia fuera de lo común para estos menesteres. Joven, delicada, de cuerpo esbelto pero extremadamente delgado; con una incuestionable apariencia frágil que se visualiza desde cualquier punto de su anatomía. Su vestimenta no la acompaña respecto a la calidad de las prendas, pero es lo de menos porque el lánguido encanto que desprende su figura hace olvidar cualquier imperfección por muy marcada que se muestre. Su porte junto a su delicada voz conforma un curioso binomio que da la impresión de quebrarse en cada expresión. Su enflaquecida entonación sinceramente da grima, al igual que su figura; pero aun así mí madre supo ver más allá de la primera impresión y llegó al centro de sus inquietudes.
__ ¿Deseas algo antes de comenzar? –Le preguntó mi madre para romper el hielo.
__ ¡Si me invita a un café con leche bien caliente y algo de pasta, con toda seguridad no me negaré y lo aceptaré con mucho agrado! –Contestó la señorita Rebeca Arminia salivando de solo imaginar que se hiciese realidad su petición.
                 Esta sencilla acción de humedecer los labios y tragar en seco le pareció a la señorita Ángel de Morales un hecho rotundo y concreto para percibir una sensualidad innata en esta joven de belleza enfermiza y rostro noble.
__ ¿Tienes hambre –Le preguntó mi madre esperando una reacción que se pareciese a la anterior.
                 Rebeca no contestó con palabras, su estragado estómago contestó por ella. Se puso una mano en el vientre y la otra la llevó hasta la boca. Con toda intención se mordió los dedos de su mano y a continuación asintió con la cabeza.
__ ¿Cuánto hace que no comes? –Le preguntó mi madre.
__ ¡Días, algunos, creo que muchos, por todo el camino………..! ¡Llevo andando varias semanas para llegar con vida a Bumel, y creo que lo he logrado! ¡Mi último aliento lo he dejado a la entrada para dar mi opinión y defender su idea! ¡Tengo hambre!
                 No pudo continuar. Su organismo se negó a soportar una reflexión más y se vino literalmente abajo. Su cuerpo se desplomó y sus huesos dieron contra el suelo. Mi madre con su potente voz pidió auxilio. No tuvo respuesta. Acto seguido fue directamente hasta uno de sus brazos para descender hasta la muñeca y tomarle el pulso. Comprobó que solamente se había desmayado. Lo que necesitaba Rebeca era alimentarse y descansar. ¿De dónde vendría esta mujer para llegar en estas condiciones?

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