lunes, 25 de febrero de 2013

CAPÍTULO 1-2-3


                      


                               EL HOMBRE DE LAS TRES R.

                                                    -- 1 --

                Vivo lejos de la civilización, y en contadas ocasiones añoro las construcciones verticales de hormigón, las miles de personas que se mueven en todas direcciones como hormigas locas en busca de alimentos, la mezcla de sonidos que embotan los sentidos, el claxon de los automóviles demostrando su poderío metálico, los anuncios de colores que te golpean la cara al menor descuido, y toda la modernidad concentrada en una ciudad cosmopolita; solamente en determinados momentos, acudo a la ciudad para encontrar una presa.
                Soy un ser extremadamente curioso que estudia el comportamiento de los seres vivos. ¡No solamente la raza humana, me deleito con la observación del mundo animal y vegetal! Posiblemente sea un ermitaño no confesado que se mueve al ritmo de los impulsos cerebrales; pero por encima de todo, soy una buena persona. ¡Creo que mejor sería que se lo preguntaran a las personas que he amado, protegido, y ayudado a liberarse de las ataduras convencionales! ¡Poco a poco conocerán de mí, espero que no se arrepientan al entrar en mi vida privada!
                Me llamo Raymond Rodney Rose, nací según mis padres en la Gran Bretaña, pero de niño fui llevado a una de las islas del océano pacífico llamada Atafu,  donde vivían los tíos de mi madre para ser educado por ellos. ¡Un matrimonio encantador de científicos dedicados a la investigación las veinticuatro horas del día, y doce horas más! La razón que motivó este cambio de progenitores no lo supe muchos años más tarde, cuando decidí alzar el vuelo para hacer mi vida. Les pedí explicación a mis tíos, porque siempre supe que eran mis tíos, y me la proporcionaron con el más mínimo detalle, y con el mayor amor que sentían por mí.
                En realidad nací en un país sólido, me crié en una isla exuberante, viví parte de mi juventud viajando por todos los continentes establecidos, y me quedé hasta ahora, en una montaña desconocida por la mayoría. ¡Digo desconocida, porque cada día me sorprende al amanecer, y pienso que hace bien poco llegué a su ladera! ¡También desconocida para las personas que traslado hasta aquí por sorpresa! ¡Muy sorprendidas!  ¡Cuándo este lugar no me sorprenda, tomaré mis maletas y pondré los píes en dirección a lo desconocido una vez más!
                Tengo treinta y tres años como cristo cuando lo condujeron a la cruz. Soy alto, con una constitución formada a base de largos por todo el pacífico. ¡Soy un excelente nadador de mar abierto! Mi pelo es de color castaño claro, bronceado por el sol, al igual que mi piel. Mi nariz es más bien afinada pero torneada en todo su recorrido. Los ojos profundos y de un gris claro e intenso. Tengo unos labios carnosos y bien proporcionados, con un marcado color carmesí en toda su extensión. ¡Me gusta disfrutar de los momentos intensos del día y de la noche!
                De niño tuve una educación amplia. Las ciencias, el conocimiento de los fenómenos naturales y extrasensoriales, la contemplación de la naturaleza, las artes en toda su expresión, ritos y culturas ancestrales, meditación, preparación del cuerpo, y la aplicación de la mente en cada espacio de la vida. A esto le sumamos todo lo que descubrí en mis viajes por variadas tierras, los esfuerzos, y sacrificios para poder continuar el mayor tiempo posible.
                ¡Mi vida no ha sido nada fácil! ¡Mis padres no estuvieron en ella, y mis tíos me dieron únicamente el conocimiento para poder continuar! Cuando partí, lo hice con una muda de ropa, mis brazos, y la enseñanza que recibí con verdadera entrega. ¡Esto fue mi herencia para ponerme en camino, lo que vendría después, dependía de mi intuición y trabajo!

                                                         -- 2 --

                Cualquier comienzo es complicado, primeramente porque no se sabe para dónde tomar cuando se decide partir. En mi caso, como vivía en una isla, la primera decisión consistía en dirigirme a un territorio algo más amplio de lo que hasta ahora pisaban mis zapatos, y dentro de ellos mis pies como parte de mi cuerpo. Aunque había estudiado a fondo la geografía, en la mente no tenía un favorito. ¡Me daba lo mismo el país por visitar, deseaba enfrentarme al mundo, para ver y tocar a los que estaban sobre él! ¡Hacía mucho tiempo que la necesidad de un contacto íntimo me rondaba por la cabeza y los pensamientos! ¡Había dejado de ser un niño, me sentía un hombre con poco espacio y con un mundo interno desbordado de fantasías por experimentar! ¡Estaba atrapado en el tiempo!
                ¡Demasiados conocimientos embotaron los sentidos! ¡Era el momento de poner la ilustración al servicio de la práctica! Sentí la necesidad absoluta por descubrir las cosas más ínfimas y vitales de la conducta humana; su relación corporal, el dolor, la pasión, el concepto amor, la muerte, la venganza, la felicidad, que hasta este instante que les cuento no sé la extensión de su poder. Un sinfín de sentimientos y emociones que intuyo pero que no he experimentado en todos estos años. ¡Posiblemente fue el motivo fundamental para partir de la isla sin rumbo fijo!
                ¡Sinceramente  me sentía un inepto desconocedor de la humanidad! Rodeado de palabras, metáforas, conceptos, meditaciones no aplicadas, de creencias dispersas en recetas de antiguos hechiceros, de contemplar la reproducción y el milagro de la vida a través de los libros, y aceptarlo sin ser su protagonista. ¡Estaba ansioso por encontrar las motivaciones ocultas en el interior de cada cuerpo, y como un experto cirujano discernir cada sentimiento y clasificarlo por su género y nivel de bondad o perversidad! ¡Tenía un presentimiento que me acompañaba durante el día y en las largas noches de estudio! ¡Este presentimiento me decía que llegaría muy lejos en el conocimiento de la humanidad!
  
                                                            -- 3 –

                En Atafu encontré el camino a la contemplación de la vida en todos sus exponentes. Sobre la diminuta isla mis tíos y yo éramos los únicos moradores  que se movían en libertad por todo el territorio. Ellos estaban gran parte del día en sus investigaciones, y en la noche, se encerraban en el laboratorio que estaba a unos cien metros de la casa principal, en una dependencia majestuosa y amplia al estilo isabelino. En esta época que les cuento, tenía unos siete años de edad o poco más cuando llegué a la isla. Mi tío en sus años de juventud, era un neuro-psiquiatra aburrido en uno de los hospitales clínico de Londres, que en las horas perdidas trabajaba en sus proyectos personales. Había estudiado genética molecular y se encontraba en la investigación de los procesos neuronales de varias especies seleccionadas después de muchos años de investigación. ¡Sinceramente nunca pude saber cuáles eran los ejemplares que estudiaba!
                La esposa de mi tío Elvin, la tía Chelsey, es una elegante señora de cuerpo frágil pero esbelto, que su imagen entraba en contradicción con la labor que desempeñaba como científica. Me hizo sentir en todo momento que yo era su hijo y ella mi madre. Chelsey estudió en la universidad de Cambridge medicina forense, y alrededor de una década más tarde se especializó en psiquiatría, su verdadera pasión.
                La tía Chelsey sabía que mi madre estaba buscando una familia que pudiera adoptar a un bebe que muy pronto quedaría en la calle sin amparo. Sin consultarlo con mi tío Elvin dijo que sí, que tanto ella como su esposo, se harían cargo del pequeño Raymond Rodney Rose, el que les habla. De esta manera comenzó mi andadura por una isla perdida del pacífico entre dos investigadores apasionados.
                ¡El tío Elvin es un hombre de pocas palabras, sus actos los ratifica con hechos! ¡Utiliza gestos diarios que confirman que estás en buenas manos y que puedes confiar en él! Su mundo se centra únicamente en la indagación. Los dos juraron fidelidad a la ciencia y al amor que sentía desde muy jóvenes. ¡Se casaron, y comenzó la andadura complicada para lograr un modesto laboratorio donde pudieran trabajar sin presión y aplicar sus apuntes, que no eran más que teorías sin confirmar! Siempre decían que su fuerza radicaba en la pasión que sentía el uno por el otro. Los dos trabajaban hasta el agotamiento día y noche, sin pensar en nada más; pero vivían cada espacio de tiempo con intensidad.
                Cuando se hicieron cargo de mí, pasaban holgadamente de los cuarenta años de edad; pero si te quedabas mirándoles a los ojos, percibías en sus miradas a dos adolescentes alocados.
                ¡Nada de esto pasó de largo! Tomé lo mejor de cada uno, y ellos hicieron de mí, el hijo que no pudieron tener a lo largo de estos años. Posiblemente me moldearon a su semejanza, y estructuraron mi mente con sutileza para reafirmar las teorías reveladas en las agotadoras sesiones de laboratorio, y que en algún sentido debían exponer a la luz del día. ¡Más tarde supe que fui para ellos algo más que un hijo!  

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