lunes, 25 de febrero de 2013

CAPÍTULO 10-11-12-13-14


                                 
                      
                             "EL HOMBRE DE LAS TRES R"
                                                     -- 10 --
                El camarero llegó presto con la bandeja. Puso sobre la mesa la flamante copa de Bloody Mery y un plato con una cantidad respetable de servilletas de color rojo. ¡Esta tonalidad era la que imperaba en todo el recinto!
__ ¡Aquí tiene caballero! –Dejó la copa  justo a mi lado y el plato junto al teléfono-- ¿Desea algo más el caballero?
__ ¡No gracias! –Le contesté sin pensar.
__ ¡Entonces le deseo nuevamente una larga noche! –El camarero del traje de color negro hizo una reverencia y me dio la espalda para marcharse.
__ ¡Espere! –Lo detuve a tiempo-- ¡Hace algunos años que estuve aquí, pero me tomé algunas copas y me marche! –Mis palabras se agolpaban en mi boca y no encontraban un sentido lógico para ser expresadas-- ¡En aquella ocasión no recuerdo haber utilizado ninguna lista!
__ ¿La ocasión que me cuenta fue su primera vez caballero? –El camarero del traje color negro era un hombre que no se andaba con rodeos.
__ ¡En realidad estuve,...........si era mi primera vez! –Había entrado en un juego de expresiones del cual no sabía cómo salir.
__ ¿Me dice toda la verdad caballero? –La pregunta del camarero llevaba doble intención.
__ ¡No! ¡Para decir verdad esta es mi primera vez! –No podía continuar mintiendo-- ¡La única verdad es que busco a una dama que al parecer entró en este local. No estoy del todo seguro, pero en esto si puedo apostar que las probabilidades de equivocación son mínimas!
__ ¿Por qué lo dice caballero?
__ ¡Tengo un sentido poco común que guía mis pasos al lugar exacto! –Le contesté con seguridad-- ¿Ha visto a una dama de cabellera abundante a la altura de los hombros y con un vestido moldeado para su figura?
__ ¡Esta noche he visto a muchas damas! –Me contestó el lánguido camarero.
__ ¡Creo que andaba buscando un remanso de paz y la seguí! ¡Puede ser que esté en alguna de estas mesas!
__ ¡Este es el lugar ideal! ¡Esta noche seguramente la encontrará caballero!—Me contestó-- ¿Desea algo más el caballero?
__ ¿Ahora que estamos en confianza le puedo hacer una pregunta? –Era lo que deseaba.
__ ¡Usted dirá caballero! –Me contestó el camarero.
__ ¿Para qué es la lista? –Le pregunté.
__ ¡Pensé que nunca me haría la pregunta! –Me dijo-- ¡Dentro de una hora comenzará el espectáculo! ¡Durante el transcurso del mismo se darán diez pistas o situaciones relacionadas con el mismo! ¡Usted debe estar muy atento para elegir una o varias alternativas! ¡En el primer pase entran cinco posibilidades, y en el segundo las restantes! Tiene la opción de probar las veces que usted considere necesaria, eso sí, mientras no se equivoque. ¡Una, varias, o todas, pueden ser las elegidas dependiendo de la información visual! ¡A la primera equivocación todo habrá terminado para usted y quedará automáticamente fuera de la  apuesta! ¡Cuando esté seguro del número que ha elegido sólo entonces levantará el auricular, y pronunciará al teléfono su elección! ¡Después solamente tendrá que esperar!
__ ¡Comienzo a experimentar una sensación placentera! ¡Me gusta el juego!
__ ¡No es un jugo caballero! –Me contestó el lánguido camarero del traje de color negro.
__ ¿El premio es muy gordo?
__ ¡Depende de cómo lo quiera ver el caballero! ¡Si me permite debo continuar con mi labor!
                Sin decir nada más se marchó dejándome con infinitas dudas. Una apuesta que no es un juego. Unas pista a elegir entre diez sin la alternativa de una equivocación. Un teléfono. La dama de la fuente me condujo posiblemente sin saberlo al lugar que estaba deseando para comenzar mi iniciación. ¡Solamente espero encontrarme con ella!

                                                           -- 11 --
                 Las luces del local se apagaron. Al parecer el espectáculo estaba a punto de comenzar. Una extraña sensación me colmó los sentidos. En la mesa que tenía más cercana la pequeña bombilla iluminó su zona. Después la siguiente, otra, una más, y así hasta completar todo el recinto. Como pequeños destellos de luminosidad las lámparas que permanecían en cada mesa se iluminaron poco a poco por gracia de los comensales reunidos a su alrededor. Al darme cuenta la única que faltaba por lucir era la mía. Una coreografía  verdaderamente extraordinaria impregnó de magia el lugar. Me convertí en el centro de todas las miradas. Con una inclinación de cabeza me invitaron a accionar el interruptor que estaba en la base de mi lámpara. ¡Clik! ¡La luz brilló de manera esplendida y armoniosa en su totalidad!
                 Cada mesa portaba su farolillo, y en cada una de ellas los invitados o espectadores de las mismas esperaban con agrado el comienzo del espectáculo. Fue la primera vez que mis ojos recorrieron el espacio sin prisa y de forma consciente. Estaba tan concentrado en mi búsqueda que mi en torno pasó a un segundo plano. Todas las mesas estaban ocupadas. Muchas mesas. La cantidad bien podía alcanzar las ochenta o noventa mesas con al menos cinco o más sillas en cada una de ellas. En este instante no lo pudiera decir con seguridad, tendría que concentrarme para señalar una cifra exacta, pero por alguna cantidad menor o mayor van mis cálculos. ¡Para ser realmente objetivo, yo soy el único que permanece en solitario ocupando una mesa! ¡Es un poco extraño!
                 Una música incidental comenzó a escucharse. La melodía era muy parecida a la que se utiliza en algunas películas de corte psicológico o de suspense, pero con una instrumentación más bien profunda, al estilo grandilocuente. Una fórmula utilizada en los años sesenta. Posiblemente sus ejecutantes son músicos de diferentes orquestas sinfónicas que se unificaron para este proyecto. ¡La entrada me recordaba a un film bien conocido, pero aún debía escuchar con mayor atención!
                 La cortina comenzó su apertura por el centro. Lentamente pero con todo el apoyo musical se fue retirando del escenario hasta desaparecer en las patas. Sobre la escena un quirófano se mostró en todos sus detalles. ¡De una simple mirada no faltaba nada! El mobiliario de un hospital, y en este caso un quirófano, lo conozco si fuera preciso con los ojos cerrados. Fui criado entre escalpelos de varias cuchillas, separadores de Farabeuf, o trepano de Cushing. En la pequeña isla en que pasé mi niñez, mis tíos poseen un amplio y abastecido quirófano. ¡Bajo las potentes luces del mismo aprendí a utilizar con arte el bisturí!

                                                       -- 12 --
                Cinco luces cenitales se dispersan por el escenario. Cada una de ellas ambienta una situación. La primera define claramente  la cama de un quirófano con todo lo necesario para ser utilizada. El cuerpo desnudo de un hombre de la cintura hacia arriba yace inerte sobre las sábanas blancas. Junto a él dos facultativas que sin ninguna duda entran en el campo de la cirugía. La segunda opción es la ambientación de un sepulcro. Está a medio desplegar. Sobre la lápida de mármol un hombre con una pala remueve la tierra. En la tercera posibilidad podemos apreciar una especie de escritorio de oficina con cada uno de sus complementos. De pie una señorita le entrega unos papeles al hombre que está detrás del buró. Un alto ejecutivo con un traje impecable. La cuarta al parecer es un baño público con dos urinarios dispuestos el uno al lado del otro. Son de color más bien marfil y por su extremo superior un chorro de agua cae por toda la pared del mismo hacia el desagüe. Un hombre se peina en un espejo roto y otro permanece de pie en una de las letrinas. La quinta es una carnicería de las de siempre. De las cadenas que cuelgan del techo varios trozos de carnes se balancean de un lado a otro mientras tres hombres con petos de piel de animal trabajan sobre la misma.
                Mis ojos en todo momento han intentado no pestañear. El escenario es detallado y variado. Cinco focalizaciones te van robando el interés y no sabes en cual dejar la mirada. Cada uno de los set montados sobre el escenario está cuidado al más mínimo detalle. La utilería de los actores y su vestuario son excelentes, no puedo hacer un comentario desfavorable. Una serie de elementos como la pala, los urinarios, el escritorio, son reales. El instrumental médico es veraz y puedo dar fe de ello porque desde mi más temprana infancia comencé a trabajar con los mismos hasta la actualidad. Las luces y la música están pensadas para trasladarnos al sitio concreto dejando que la imaginación haga de las suyas. Es un deleite para los sentidos y la curiosidad contemplar el espectáculo que poco a poco se nos va revelando ante los ojos. Ningún elemento desvirtúa la esencia que se quiere trasmitir. Cada pincelada está pensada para provocar una reacción directa y vertiginosa sobre cada uno de los espectadores.
                El camarero me comentó que en el primer pase se mostrarían cinco opciones y en un segundo las otras cinco restantes. ¿Qué se supone que debemos hacer? De cualquier manera esto comienza a parecerme muy interesante. ¡Ardo en deseo por contemplar el espectáculo! Un sonido agudo me sacó de mis cavilaciones.
__ ¡El teléfono! --Tomé el viejo auricular que estaba sobre la mesa y contesté-- ¡Sí, dígame!
__ ¡Señor en unos segundos comenzará el espectáculo! ¡Debe estar muy atento! ¡Que lo disfrute y esperamos por su llamada!
                 Colgó y me dejó con la mirada en el escenario pero con una reflexión dentro de mi cabeza.
              
                                                         -- 13 --
                 Cinco luces cenitales configuran el ambiente. La música poco a poco se va yendo hasta dejar de escucharse del todo. Cada uno de los actores permanece congelado en su justo espacio. Se escucha un intenso efecto sonoro y el escenario queda completamente a oscuras. Ahora la única referencia de luminosidad para todos los presentes es la tenue emisión de las lamparitas que descansan en cada una de las mesas dispersas por toda la platea. Sin avisar y en apenas unos segundos se ilumina el urinario público y los actores comienzan a representar su papel. Entra una música. Quizás la podemos comparar con el hilo musical que acostumbran poner en la mayoría de los centros comerciales.
                 El actor que permanece frente al espejo corta su acción y se dirige al segundo urinario. En el primero, otro actor se abre la cremallera del pantalón y saca su miembro flácido sin ningún reparo ante la atenta mirada del auditorio. El segundo mira al primero y realiza la misma acción que este había realizado antes. De cada uno de los falos de los hombres un potente chorro de orina estalla contra la pared de mármol del urinario salpicándolo completamente todo. El pis alcanza generosamente a las mesas más cercanas al escenario. Pero esto no es molestia para el público que se relame de gusto con esta cálida lluvia. Tengo la impresión de que la decisión de sentarse en las primeras filas para nada es por pura casualidad. Con toda probabilidad hicieron antes la reserva para no desaprovechar una gota del preciado líquido.
                 Los hombres se miraron directamente a la cara y acto seguido sus ojos continuaron por todo el urinario hasta encontrarse con el manantial de orina que golpeaba la pared. En ningún momento el caudal disminuyó, todo lo contrario, se hizo más fecundo cuando el primer hombre saboreó una gota que por descuido fue a parar a uno de sus labios. El segundo hombre decidió reanudar el recorrido y sus pupilas se dilataron al encontrarse de frente con el falo del primer hombre. Un músculo extremadamente venoso que cabeceaba al paso de la orina por su extenso recorrido al exterior.
                 El actor del prominente falo para llamar la atención del público descubrió con su dedo índice y pulgar la cabeza de su miembro viril, dejando el glande desnudo ante la atenta mirada del actor que estaba a su lado y de parte del auditorio. ¡Estoy seguro que yo soy el único que permanece en esta sala sin conocimiento de causa! Entré en este recinto tras las huellas de una enigmática mujer y ahora me veo ante una situación que no sé muy bien cómo terminará; pero de una cosa estoy seguro, nunca he abandonado una situación por muy engorrosa que fuese hasta no ver el final que me pudiese deparar.

                                                           -- 14 -- 
                 Sin decir ni una palabra, el actor del glande al descubierto se gira directamente al público y lo inunda con su chorro de orina. El segundo actor al ver esta acción lo secunda y su surtidor colma las primeras filas con su líquido ambarino. El público de las primeras mesas se puso en pie y con sus bocas abiertas de par en par persiguieron los aspersores para degustar su contenido sin ningún tipo de rubor o escrúpulos. Entre ellos hay mujeres y hombres que disfrutan con placer de la orina de los dos actores que no dejan de regar todo lo que se ponga a su paso.
                 Desde mi posición alejada y nada privilegiada me pude dar cuenta que la platea con sus mesas por decirlo de alguna manera estaba dividida por zonas. Los espectadores estaban ubicados en el ángulo más propicio para contemplar la representación de su agrado. Por ejemplo los saboreadores de orina eran los primeros; después el grupo del quirófano; de un lado los de la carnicería; a continuación los de la oficina; en los costados los del sepulcro; y así, cada subgrupo del extenso local se complacía con las imágenes que les llegaba a borbotones. Al parecer cada sector observaba con ansia el espectáculo de su agrado. ¡Una turbulencia de locura se podía contemplar al mismo tiempo en el escenario; cada representación con su particularidad!
                   Por estas acciones continuadas comprendí en apenas unos segundos, que el público disfrutaba plenamente de estas imágenes con una entrega absoluta. Justo detrás de los que estaban siendo bañados con la orina permanecían los seguidores de la escena del quirófano, en la que un hombre permanecía inerte sobre una camilla y dos flamantes cirujanas se disponían a intervenir. Las mujeres de frente al público y delante la mesa niquelada. La mujer de cabello rubio le alcanza a la de cabello rojo un bisturí que se ilumina con la luz cenital que cae sobre el torso desnudo del supuesto convaleciente. El hombre si no finge, parece por su estado pasivo que está sedado. ¡Las demás acciones continúan desarrollándose sin incidencias!
                  La supuesta cirujana levanta el escalpelo y lo hunde en el abdomen de su paciente. Este hace un movimiento de dolor. La segunda mujer, que al parecer cumple la función de enfermera, se da cuenta y le planta una mascarilla en toda la cara al mismo tiempo que abre la válvula de la botella que contiene el gas tranquilizador; seguidamente le seca el sudor a la cirujana portadora de la afilada hoja y va en busca de gazas para limpiar la sangre que comienza a brotar del hombre.

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