lunes, 25 de febrero de 2013

CAPÍTULO 7-8-9


                                
         
                                "EL HOMBRE DE LAS TRES R"
                                                           -- 7 --  
                 Pasé por el primer arco de piedras que se encontraba en la plaza hasta continuar en dirección a los soportales. En el límite imaginario que separa a los tres bares me detuve para consultar a mi intuición. El que está a mi izquierda lo eliminé nada más leer el rótulo de la entrada que decía cervecería. Con toda seguridad sabía que la mujer que descubrí a través del visor de mi cámara, descartó la posibilidad de entrar en él. La fachada no entonaba con su vestimenta de dama delicada y de ropas vaporosas en busca de un sitio ideal para descansar los pies, y entonar el estómago con alguna bebida ligera antes de comer.
                 Un poco más adelante, el segundo bar, llamaba la atención de los turistas por la intensidad de su música que se escuchaba desde la calle con un sonido ensordecedor. Mi percepción me indicaba que la hermosa dama prosiguió su camino sin mirar a los lados con un objetivo fijo, llegar al remanso de paz que andaba buscando. Algunos segundos me bastaron para tener una idea sobre ella. No alcanzaba a confirmarlo del todo, pero hasta el momento no me había equivocado en ninguno de mis cálculos, aunque estas valoraciones fueron sin llegar al roce directo con la persona que merodeé. ¡Esta sería la primera vez que entablaría contacto con un ser real y concreto! Si no estoy equivocado es la mujer perfecta para mis propósitos.       
                 El último establecimiento, el más apartado de los tres, desde afuera parecía pequeño. ¡Era el ideal! ¡Con toda certeza entró en él! Un pórtico simple pero de madera torneada invitaba a pasar al interior y descubrir sus ofertas gastronómicas y de ocio. Aunque no lo pareciera, me templaban las piernas al saber que dentro se encontraba la mujer que invadió mi ángulo visual de una forma inesperada.
                Cerré los ojos hasta concentrarme. Solamente ocupé el tiempo necesario para traspasar la puerta y llegar al interior. Una estrecha e infinita escalera conducía a otra planta. Los escalones eran de madera compacta al igual que la puerta y las paredes. De cada espacio se desprendía un olor añejado pero agradable. Una mezcla de perfúmenes y esencias aromáticas colmaron mis sentidos por cada paso que daba sobre los envejecidos tablones. Sin duda alguna los años impregnaron su personalidad en los mismos.
                Había descendido algunos metros cuando la temperatura cambió de golpe. Un frescor dominó el espacio y mi cuerpo.

                                                          -- 8 --
__ ¡Buenos días caballero! –Un hombre de aspecto sereno apareció de la nada y me bloqueó el paso-- ¿Tiene usted reserva?
__ ¡Reserva! ¡En verdad………….., no! ¡He quedado con una señorita y……….!
__ ¡En ese caso me dice su nombre por favor su nombre! –Y de bajo del brazo sacó una carpeta con una larga lista.
__ ¡Mi nombre es Raymond Rodney Rose! –Le contesté al hombre del traje negro.
__ ¡El pregunto por el nombre de la señorita! –Me dijo.
__ ¡No se cual es su nombre! ¡Estaba en la plaza, y cuando hacía una foto atravesó………! --Enseguida comprendí que por este camino no llegaría a ningún lugar-- ¿Puedo pagar ahora para hacer una reserva?
__ ¡Está cubierta la capacidad……..!
__ ¿Le parece bien esta cantidad? –Sobre el extenso listado le coloqué dos suculentos billetes de amplio margen--¿Si no le parece……?
__ ¡Déjeme ver,………….sí, aquí está! ¡Raymond Rodney Rose! ¡Acompáñeme!
                 ¡No hice más pregunta! Con un gesto mercantil sobre la carpeta del hombre del traje negro, se me abrieron las puertas del desconocido recinto. Terminé de poner el último pie fuera del escalón y lo seguí por todo el pasillo en dirección a lo inexplorado. A los lados del paso una hilera de pequeñas luces rojas nos indicaba el camino para no tropezar. Al final, una cortina de terciopelo púrpura nos reveló que detrás de la misma se encontraría el restaurante o algo parecido, y en él la mujer que estaba buscando.
                 El hombre del traje negro se detuvo, corrió la cortina y me dio paso.
__ ¡Qué tenga usted un buen día caballero! –Y me entregó una especie de carta en la mano.
                 Del otro lado un mundo se abrió ante mis ojos. Un gran salón repleto de mesas, y sobre cada una de ellas una lámpara junto a un teléfono. Sobre las mismas una luz lucía con poca intensidad, más que útil, parecía un detalle pintoresco. Al fondo un escenario en forma circular dominaba el espacio de su alrededor. Del lado izquierdo una barra interminable guardaba en su estantería de cristal una variada colección de botellas de todos los tamaños y colores. El barman se movía con ligereza por el estrecho corredor con el mismo aspecto del hombre del traje negro. A mi mano derecha una amplia puerta de madera torneada permanecía cerrada, por su aspecto majestuoso daba la impresión que en su interior el espacio sería aún mayor que el actual.
__ ¡Caballero me acompaña! –Otro hombre de traje negro al igual que el barman y el de la escalera, me invitó a seguirlo.
                 Fuimos con cuidado atravesando las mesas. Las que no estaban ocupadas se mantenían a oscuras, en las otras una o dos personas bebían o charlaban relajadamente sin percatarse de nuestra presencia. Para decir verdad, los detalles se me desvanecían. Mis ojos estaban recién adaptándose a la insuficiente luz que subyugaba el local, pero en general todo el lugar parecía una traslúcida noche estrella. Poco a poco el camarero me condujo hasta una mesa que se encontraba apartada, cubierta por una de las imponentes columnas dispersas por todo el salón. La diferencia radicaba que la mía la tenía justo delante, cubriéndome toda la visión. ¡Creo que mi donación no fue suficiente!
__ ¡Por favor siéntese! –El camarero apartó la silla, pulsó el botón de la lámpara, y me invito a tomar asiento-- ¡Desea el caballero beber algo antes del primer pase!
__ ¿El primer pase? ¿Qué pase? –No sabía si sería conveniente seguir con las preguntas.
__ ¿Es la primera vez que acude a nuestra sala? –Me lo dijo acercando sus labios a mi oído-- ¿Nunca antes nos ha visitado? –Estas últimas palabras las pronunció con su boca pegada a mi oreja.

                                              -- 9 –
                Esta sensación es común a mi personalidad. Tenía en el cuerpo la duda y la incertidumbre, pero también sensaciones ambiguas que desde algún tiempo vengo experimentando. Sin desearlo, porque mi propósito era encontrar a la sugerente mujer que entró por casualidad en mi campo visual, me sentía a gusto en el extraño local, que hasta el momento no sabía muy bien cual era su función; pero mi voz interior me apuntaba que no saldría con las manos vacías.
                Estaba sentado en una mesa. Sobre ella una lámpara, y a su lado un teléfono sin disco ni números. A mi lado permanecía esperando una respuesta el impecable camarero del traje negro.
__ ¡Deseo beber antes! –Fue lo primero que se me ocurrió para ganar tiempo-- ¿Me puede traer un “Queen Mery I” de Inglaterra? –El camarero se quedó de pie esperando una respuesta-- ¡Con mucho tomate! –Continuó sin reaccionar-- ¡Quiero decir un Bloody Mery por favor!
__ ¡En unos minutos lo tendrá en la mesa! ¿Algo más caballero?
__ ¡No, nada más! –Le contesté.
__ ¿Seguro no desea nada más? –Volvió a insistirme.
__ ¡No, seguro! –Le confirmé.
__ ¡Muy bien! ¡Aquí tiene, y que pase una larga noche!
                Dejó sobre la mesa un sobre y con su paso ceremonial se alejó en dirección a la barra. ¡Sin saberlo me encontraba en el lugar ideal para localizar lo que andaba buscando! ¡Soy un apasionado de los desconciertos y las confusiones! Esta situación en la que estoy metido por seguir mis instintos, me coloca las emociones en el punto máximo. ¡Como dijo el camarero, posiblemente esta sea una larga noche!
                El sobre estaba lacrado y por fuera no indicaba absolutamente nada. Lo abrí por una de sus puntas y dentro guardaba una hoja de papel. La caligrafía era cursiva y escrita con tinta china. ¡Los números del uno al diez ocupaban la totalidad del papel! ¡Nada más había escrito en su interior!

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