"EL HOMBRE DE LAS TRES R"
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Pasé por el
primer arco de piedras que se encontraba en la plaza hasta continuar en dirección
a los soportales. En el límite imaginario que separa a los tres bares me detuve
para consultar a mi intuición. El que está a mi izquierda lo eliminé nada más
leer el rótulo de la entrada que decía cervecería. Con toda seguridad sabía que
la mujer que descubrí a través del visor de mi cámara, descartó la posibilidad
de entrar en él. La fachada no entonaba con su vestimenta de dama delicada y de
ropas vaporosas en busca de un sitio ideal para descansar los pies, y entonar
el estómago con alguna bebida ligera antes de comer.
Un poco más
adelante, el segundo bar, llamaba la atención de los turistas por la intensidad
de su música que se escuchaba desde la calle con un sonido ensordecedor. Mi
percepción me indicaba que la hermosa dama prosiguió su camino sin mirar a los
lados con un objetivo fijo, llegar al remanso de paz que andaba buscando.
Algunos segundos me bastaron para tener una idea sobre ella. No alcanzaba a confirmarlo
del todo, pero hasta el momento no me había equivocado en ninguno de mis
cálculos, aunque estas valoraciones fueron sin llegar al roce directo con la
persona que merodeé. ¡Esta sería la primera vez que entablaría contacto con un
ser real y concreto! Si no estoy equivocado es la mujer perfecta para mis
propósitos.
El último
establecimiento, el más apartado de los tres, desde afuera parecía pequeño. ¡Era
el ideal! ¡Con toda certeza entró en él! Un pórtico simple pero de madera
torneada invitaba a pasar al interior y descubrir sus ofertas gastronómicas y
de ocio. Aunque no lo pareciera, me templaban las piernas al saber que dentro se
encontraba la mujer que invadió mi ángulo visual de una forma inesperada.
Cerré los ojos
hasta concentrarme. Solamente ocupé el tiempo necesario para traspasar la
puerta y llegar al interior. Una estrecha e infinita escalera conducía a otra
planta. Los escalones eran de madera compacta al igual que la puerta y las
paredes. De cada espacio se desprendía un olor añejado pero agradable. Una
mezcla de perfúmenes y esencias aromáticas colmaron mis sentidos por cada paso
que daba sobre los envejecidos tablones. Sin duda alguna los años impregnaron
su personalidad en los mismos.
Había descendido
algunos metros cuando la temperatura cambió de golpe. Un frescor dominó el
espacio y mi cuerpo.
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__ ¡Buenos días caballero! –Un hombre de aspecto sereno apareció de la
nada y me bloqueó el paso-- ¿Tiene usted reserva?
__ ¡Reserva! ¡En verdad………….., no! ¡He quedado con una señorita y……….!
__ ¡En ese caso me dice su nombre por favor su nombre! –Y de bajo del
brazo sacó una carpeta con una larga lista.
__ ¡Mi nombre es Raymond
Rodney Rose! –Le contesté al hombre del traje negro.
__ ¡El pregunto por el nombre
de la señorita! –Me dijo.
__ ¡No se cual es su
nombre! ¡Estaba en la plaza, y cuando hacía una foto atravesó………! --Enseguida
comprendí que por este camino no llegaría a ningún lugar-- ¿Puedo pagar ahora
para hacer una reserva?
__ ¡Está cubierta la
capacidad……..!
__ ¿Le parece bien esta
cantidad? –Sobre el extenso listado le coloqué dos suculentos billetes de
amplio margen--¿Si no le parece……?
__ ¡Déjeme ver,………….sí,
aquí está! ¡Raymond Rodney Rose! ¡Acompáñeme!
¡No hice más pregunta! Con un
gesto mercantil sobre la carpeta del hombre del traje negro, se me abrieron las
puertas del desconocido recinto. Terminé de poner el último pie fuera del
escalón y lo seguí por todo el pasillo en dirección a lo inexplorado. A los
lados del paso una hilera de pequeñas luces rojas nos indicaba el camino para
no tropezar. Al final, una cortina de terciopelo púrpura nos reveló que detrás
de la misma se encontraría el restaurante o algo parecido, y en él la mujer que
estaba buscando.
El hombre del traje negro se
detuvo, corrió la cortina y me dio paso.
__ ¡Qué tenga usted un
buen día caballero! –Y me entregó una especie de carta en la mano.
Del otro lado un mundo se
abrió ante mis ojos. Un gran salón repleto de mesas, y sobre cada una de ellas
una lámpara junto a un teléfono. Sobre las mismas una luz lucía con poca
intensidad, más que útil, parecía un detalle pintoresco. Al fondo un escenario
en forma circular dominaba el espacio de su alrededor. Del lado izquierdo una
barra interminable guardaba en su estantería de cristal una variada colección
de botellas de todos los tamaños y colores. El barman se movía con ligereza por
el estrecho corredor con el mismo aspecto del hombre del traje negro. A mi mano
derecha una amplia puerta de madera torneada permanecía cerrada, por su aspecto
majestuoso daba la impresión que en su interior el espacio sería aún mayor que
el actual.
__ ¡Caballero me
acompaña! –Otro hombre de traje negro al igual que el barman y el de la
escalera, me invitó a seguirlo.
Fuimos con cuidado atravesando las mesas. Las
que no estaban ocupadas se mantenían a oscuras, en las otras una o dos personas
bebían o charlaban relajadamente sin percatarse de nuestra presencia. Para
decir verdad, los detalles se me desvanecían. Mis ojos estaban recién adaptándose
a la insuficiente luz que subyugaba el local, pero en general todo el lugar
parecía una traslúcida noche estrella. Poco a poco el camarero me condujo hasta
una mesa que se encontraba apartada, cubierta por una de las imponentes
columnas dispersas por todo el salón. La diferencia radicaba que la mía la
tenía justo delante, cubriéndome toda la visión. ¡Creo que mi donación no fue
suficiente!
__ ¡Por favor siéntese!
–El camarero apartó la silla, pulsó el botón de la lámpara, y me invito a tomar
asiento-- ¡Desea el caballero beber algo antes del primer pase!
__ ¿El primer pase? ¿Qué
pase? –No sabía si sería conveniente seguir con las preguntas.
__ ¿Es la primera vez que
acude a nuestra sala? –Me lo dijo acercando sus labios a mi oído-- ¿Nunca antes
nos ha visitado? –Estas últimas palabras las pronunció con su boca pegada a mi
oreja.
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Esta sensación es común a mi
personalidad. Tenía en el cuerpo la duda y la incertidumbre, pero también
sensaciones ambiguas que desde algún tiempo vengo experimentando. Sin desearlo,
porque mi propósito era encontrar a la sugerente mujer que entró por casualidad
en mi campo visual, me sentía a gusto en el extraño local, que hasta el momento
no sabía muy bien cual era su función; pero mi voz interior me apuntaba que no
saldría con las manos vacías.
Estaba sentado en una mesa.
Sobre ella una lámpara, y a su lado un teléfono sin disco ni números. A mi lado
permanecía esperando una respuesta el impecable camarero del traje negro.
__ ¡Deseo beber antes!
–Fue lo primero que se me ocurrió para ganar tiempo-- ¿Me puede traer un “Queen
Mery I” de Inglaterra? –El camarero se quedó de pie esperando una respuesta--
¡Con mucho tomate! –Continuó sin reaccionar-- ¡Quiero decir un Bloody Mery por
favor!
__ ¡En unos minutos lo
tendrá en la mesa! ¿Algo más caballero?
__ ¡No, nada más! –Le
contesté.
__ ¿Seguro no desea nada
más? –Volvió a insistirme.
__ ¡No, seguro! –Le
confirmé.
__ ¡Muy bien! ¡Aquí
tiene, y que pase una larga noche!
Dejó sobre la mesa un sobre y
con su paso ceremonial se alejó en dirección a la barra. ¡Sin saberlo me
encontraba en el lugar ideal para localizar lo que andaba buscando! ¡Soy un
apasionado de los desconciertos y las confusiones! Esta situación en la que
estoy metido por seguir mis instintos, me coloca las emociones en el punto
máximo. ¡Como dijo el camarero, posiblemente esta sea una larga noche!
El sobre estaba lacrado y por fuera no
indicaba absolutamente nada. Lo abrí por una de sus puntas y dentro guardaba
una hoja de papel. La caligrafía era cursiva y escrita con tinta china. ¡Los
números del uno al diez ocupaban la totalidad del papel! ¡Nada más había
escrito en su interior!
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