"EL HOMBRE DE LAS TRES R"
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Estoy frente a la máquina de escribir y no me concentro. ¡Hoy es el día! Tengo
que marchar a la ciudad. Una vez al mes salgo de la montaña para encontrarme
con la “realidad”. Me es muy complicado dejar mi espacio pero comprendo que es
necesario para mi bien. Siempre pienso que voy a estar fuera de casa algunos
días, pero la mayoría de las ocasiones en la primera noche encuentro a alguien.
¡El secreto radica en estar en el lugar y el sitio adecuado, el día y la hora
justa! Siempre ha sido mi precepto, y hasta ahora no me ha ido nada mal.
Esta parte de mi vida no pensaba documentarla, pero el estar girando en círculo
sobre el asiento del escritorio sin que las ideas lleguen, me ha hecho dudar.
¿Cuál es el motivo para no dejar algunas hojas escritas sobre este tema? ¿Por
qué no publicar estos años en la montaña; forma parte de mi esencia? ¿Temo por
algo? ¡Es arriesgado! ¡Nunca Raymond Rodney Rose dejó de hacer alguna cosa
porque el miedo le rondara! ¡No! ¡Voy a transcribir esta parte de mi vida con
suma delicadeza! ¡Dibujaré al detalle cada pensamiento y los pasos que doy en
la ciudad hasta continuar en la montaña!
Hoy estoy algo confuso o puede que agotado. Mi intención era permanecer en el
capítulo de la isla de Atafu con los tíos, pero lo que sucede
trae consigo algún motivo. Comenzaré por el principio. Tengo
que viajar por los recuerdos hasta la primera vez que visité la ciudad después
de instalarme en esta majestuosa elevación. Ha pasado mucho espacio de tiempo,
pero creo que algunas cosas continúan siendo de la misma forma en cada uno de
los escenarios y en mi interior. No soy el más indicado para decir si he
cambiado o no, pero en todo caso cuando lean estos escritos podrán tener una
opinión alejada de mi punto de vista, si es que no se dejan llevar por mi
sugestión. ¡Estén siempre alerta!
Creo que el
comienzo siempre estuvo presente, y desde los primeros años en Atafu comprendí
que nunca sería un niño reglamentario. Me refiero a estándar. Un niño que se va
desarrollando con los elementos de una civilización tradicional marcada por la
sociedad del momento. Fui un proyecto de niño atípico, pero eso sí, radiante.
Más tarde con el paso de los años, los desplazamientos a otras tierras, y de
ver los objetos y las cosas desde variados ángulos comprendí, que para
realizarme debía encontrar mi propio mundo fuera del interior de mi cabeza. ¡El
niño había crecido, y ahora es un hombre con necesidades latentes e imperiosas!
El destino y mis primeros viajes, me condujeron a estas tierras encumbradas no
solamente por su elevación más allá del nivel del mar, también por la historia
que guarda la superficie por la que ando. ¡Esta tierra con esta montaña encima
conquistaron mis insaciables apetitos, dándoles un motivo especial!
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La ciudad no me
cambio. Antes de llegar a ella en mi cabeza estaba muy claro lo que buscaba. El
enfrentarme a un entorno más amplio confirmó mis teorías sobre la humanidad.
Cada paso que daba estaba encaminado a encontrar mis objetivos y la razón de
mis investigaciones. ¡Aunque más que investigaciones, buscaba la esencia de mi
naturaleza!
Fue complicado
dar el primer paso. Enfrentarme a un mundo demasiado extenso conlleva sus
dificultades. Había sido criado en una isla incomunicada y posiblemente fuera
de lo normal. El conflicto radicaba en mi apariencia. No debía llamar la
atención a mi llegada. Cada movimiento debía meditarlo en profundidad para no
cometer errores.
De mi tío
aprendí a calcular la distancia, las palabras, y los propósitos. De mi tía
obtuve la templanza, la sangre fría, y la capacidad de soportar el dolor.
Cualidades moldeadas desde los primeros años de vida en la isla de Atafu. Ellos
tenían claro sus objetivos, y estaban seguros de los pasos que habían dado
respecto a mi persona. ¡Soy una especie diferente comparada con el resto de los
mortales, y de alguna forma me siento orgulloso de ello!
Lo primero que
hice al llegar a la ciudad fue alquilar un pequeño apartamento en el mismo
centro. En la calle mayor, donde el transitar de personas era constante. ¡Un
mar de hombres, mujeres y niños que se desplazan en todas direcciones durante
todo el día! La mejor forma de estar en relación directa con los urbanita es
penetrar en su círculo. ¡Debía entablar relación lo antes posible para
comprobar si estaba preparado para mi labor!
En una
ciudad de varios millones de habitantes un forastero se traslada con total
libertad de movimientos sin llamar demasiado la atención. El fluir constante de
personas por las calles no crea ciertas individualidades. Para comenzar no
deseaba demasiadas miradas sobre mí. ¡Como dicen mis tíos, la discreción es el
arte de lograr lo imposible si se actúa con serenidad, y creo que tienen toda
la razón! Dejé mis cosas en el apartamento, me di un baño, me cambie de ropas y
salí a la calle en busca de una víctima.
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Yo R.R.R puse
los pies sobre el asfalto de la ciudad y simplemente deje que el viento me
transportara a su aire. ¡Nunca es fácil la primera vez pero en algún momento
debía comenzar con mi labor! Había pensado que sería más seguro no llamar la
atención, pero por otra parte transitar como un turista más, me daría mayor
libertad de movimientos. En realidad, no deseaba perder mi estilo romántico y bohemio. Sin volver a
recapacitar sobre el tema, puse sobre mi cabeza el sombrero marinero y anudé
sobre mi cuello el pañuelo de seda de disipados colores pasteles. Sobre mi
torso una blanca camisa de bambú transparente con los botones libres de
imposiciones. En la parte inferior de mis extremidades el delicado pantalón de fibra
de hilo que en cada movimiento me hacía sentir el universo de sensaciones. En
los pies desnudos las sandalias de cuero trenzado. Me puse las gafas de sol y
me crucé la cámara de fotos sobre el pecho, y así me enfrenté a la ciudad.
Calle abajo la
multitud como yo, se dejaba llevar por las risas, el sol, y el jolgorio de una
inmensa ciudad. A cada paso en los portales los turistas con el pretexto de
descansar, se sentaban en las improvisadas mesas para degustar algún plato
típico y beber una buena jarra de autóctona cerveza. --¡No sería mala idea
sentarme en una de ellas hasta encontrar a la persona indicada! ¡En un ambiente
más íntimo tendría mayores posibilidades! ¡Es lo que haré!—Continué por todo el
paseo sin prisa, deteniéndome en las imágenes que me parecían interesantes para
retratarlas con mi cámara, y crear un banco de gestos para mis ensayos.
Llegué a una de
las plazas. En el centro la exuberante fuente de querubines esparcía en
diferentes intensidades los variados chorros de agua sobre uno de los pisos de
la misma. ¡Tomé la cámara y busque el enfoqué! --¿Qué hermosura?—En el visor
apareció una deslumbrante mujer que ocupó mi objetivo. La mujer atravesó la
plaza justo en el instante que tomaba la foto. Continuó hasta alcanzar los
soportales, y entró en uno de sus bares. --¡Era lo que andaba buscando!--
Guardé la cámara y fui tras ella. En la memoria almacené su figura potente
envuelta en un vestido impalpable de verano. Debía seguir mis impulsos porque
varios bares se concentraban en la plaza y para un desconocido de la ciudad,
todos eran iguales; pero mi intuición no me engañaría, con los ojos
cerrados la alcanzaría.
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