(CAPÍTULO
XXXIII)
LA VISIÓN: LA PLAYA.
Flexionó aún más las rodillas
y, por un extremo de su insuficiente ropa interior, se escapó el cachete
izquierdo de sus apetecibles labios vaginales. Completamente desplegada, con
todo su contorno y sus pliegues, la media concha vulvaria quedó a una altura aproximada
de unos siete centímetros sobre la nariz de Álvaro. ¡Si liberaba la lengua de
su boca, podía saborear la apetecible papaya de su amor, que se mostraba
desafiante ante la gravedad! Lo pensó Álvaro, pero no llegó a acometerlo porque
sabía que no se conformaría con una simple tajada.
Él, con una de las patas de sus
gafas de sol, apartó el exiguo bañador que cubría las medias vergüenzas de
ella, hasta dejar ante sus ojos la apetitosa fruta, completamente al
descubierto. ¡Fue entonces cuando se dispuso a disfrutar sin presión de los
elementos del exquisito manjar! Ella inclinó aún más la pelvis, y el mapa
difuso del laberinto de su rendija se mostró con todo esplendor y lozanía sobre
la cara de Álvaro.
Podía comenzar cuando le
apeteciera a disfrutar de la golosina de sus sueños. Su amada estaba dispuesta
y con sus atributos al viento para que él hiciera y desasiera a su gusto.
¡Álvaro se lo pensó! ¿Cuál sería la primera y mejor acción para comenzar el
convite? ¡Lo importante permanecía ante sus ojos y en unos segundos sería
únicamente suyo!
Ella, previsora, apartó con
sumo cuidado parte del vello púbico que cubría su clítoris, y toda la belleza
oculta quedó al descubierto para que él la apreciase como experto analista.
Las olas marinas comenzaron a
romper con destreza y con fuerza sobre los cuerpos de los amantes. Álvaro
sintió en la arena el agua salada que invadía su trasero y su espalda. ¡Ella lo
intentó y no pudo! El mar terminó por hurtarle el equilibrio y calló a horcajadas
sobre el cuello del joven. El destino propició que la deliciosa fruta rosase la
boca del goloso amante.
¡No era la intención de Diana,
pero por culpa del mar, dejó en bandeja salada su rosada vagina cerca de los
labios de Álvaro!
__
¡Antes de comérmelo del todo, lo voy a disfrutar contemplándolo hasta el
cansancio! --fue lo que sintió Álvaro, y de esta manera se lo hizo saber a
Diana.
__
¡Espera un momento! --y sin decirle nada más, se levantó, y se quitó del todo el
bañador que antes él había apartado con las gafas-- ¡Es toda tuya! ¡Puedes
hacer con ella lo que quieras, siempre y cuando me hagas sentir que floto sobre
las aguas de este mar!
__
¡No te defraudaré! ¡Solo te pido paciencia para poder disfrutarla hasta que la
luz del sol se apague!
__
¡Siento que estoy ardiendo! --y con la otra mano terminó de apartar los
restantes vellos de su magnífica vulva.
Continuará..........................
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