(CAPÍTULO
XXXV)
Ella estaba en una posición
óptima, pero le faltaba el toque final para acomodar su cuerpo. Fue entonces cuando
Álvaro utilizando sus manos de pala, agrupó un montón de arena bajo su cuello,
y con arte e intuición creo una sólida almohada para descansar la cabeza sobre
la misma. Ahora podía aguantar años observando la vagina de su amada sin que el
cansancio hiciese mella en él. Así lo hizo Álvaro y, sin prisa, centró la
mirada en el complejo meandro de curvas sinuosas que tanto le apasionaba.
¡Posee la complejidad de un
cerebro, infinidades de líneas que conducen a un galimatías de formas! ¡Eso es,
líneas, eternas lías! ¡¡Aleluya!! ¡Ahora lo comprendo todo, Diana, al dibujar
sobre la arena con los pies me ha querido mostrar el perpetuo mapa que conduce
a lo desconocido, al entrañable mundo maternal! ¿Cómo no me he dado cuenta
antes? ¡No soy más que un iluso, un tonto que hasta ahora se ha dejado llevar por
las falsas apariencias que se colocan ante nuestros ojos! ¡Esas primorosas
líneas que me llevan a la perdición! Los sentidos, la voz, y el conjunto de
Álvaro no cabían en sí mismo, y deseaba compartir su dicha con su amada.
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¿Alguna vez te han dicho que tienes los trazos marcados y firmes como los de la
palma de la mano?
__
¡No sé si es un piropo, pero me han gustan las palabras que he escuchado!
¡Nunca me lo habían dicho! --le contesto Diana con zalamería.
Álvaro la tomó por la parte
externa de sus muslos y la invito a cerrar las piernas. De esta forma Diana se
puso casi de pie ante la mirada de su amado.
__
¿Ves? ¡Ahora es una verdadera concha de mar! -le dijo Álvaro sin perderse el
más mínimo detalle-- ¡Primero se hallaba desplegado ante mi cara como un mapa
con sus ocultas claves que invitaba a descubrir el fabuloso tesoro! ¡Pero en
este momento se ha transformado en un cuenco milagroso! ¡Quiero ver cómo se
distribuyen los labios al abrirlos y al cerrarlos!
Y sin perder un segundo Álvaro
obró en sentido contrario, despejando los muslos de Diana. Separó uno del otro.
Una, dos, tres, cuatro, y las piernas de la amada se alejaban y se acercaban
con un leve movimiento de la mano del joven; como por arte de magia. De esta
manera los labios mayores y menores no fueron capaces de hacer el menor comentario
al margen.
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¡¡T-e-a-m-o!! -le dijo Diana articulando las palabras al mismo ritmo que las contracciones
brotaban de su vagina.
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¡Sigue no te detengas! ¡He descubierto que tu clítoris toma la forma de un trébol
de cuatro hojas! --lo señaló Álvaro con la sutileza de un experto detallista.
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¡Tú eres el que me hace transformar! ¡Resiste! ¡Te queda mucho por explorar!
¡Puede que te encuentres con sorpresas por el camino! --al parecer Diana sabía
de qué hablaba.
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¡Veo la piel que se ahoga en una rugosidad, para continuar en un monte violento
y abrupto que no se conforma con la quietud! Tienes unos labios gruesos y
potentes que definen tu ingle dándole una continuidad infinita. ¡Me quedaría
toda una vida contemplando tu vulva hasta descubrir lo que no me ha dejado ver!
No es que Álvaro estuviese en
la fase final de su contemplación, no, es que las horas y los días serían algo
menos que nada para su talento desbordante de inagotable explorador.
CONTINUARÁ...................................
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