viernes, 7 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?

                                      



(CAPÍTULO XXVIII)

                Ella se mantuvo bajo su voluntad y, la de él, con la espalda a una de las hojas de la ventana. En su piel se podía apreciar un mapa de marcas rosadas que se impregnaron desde la cintura a los hombros por la presión continua que hacía el joven para no disminuir el ritmo pélvico. Estas marcas de batallas deseadas se disfrutan con todos los chacras abiertos.
                Un silencio. Una pausa. ¡…….! El pene fue directo al exterior. Ella enredó sus brazos sobre los hombros de él y esperó una explicación. El joven no dijo nada. Con un impulso la levantó. Los brazos se desataron. Ella se vio en el aíre. Flexionó algo más las rodillas y esperó que la joven aterrizara por su peso sobre sus muslos. Él se aferró a cada una de las agradecidas nalgas de ella y acomodó el cuerpo de la mejor forma posible. De modo previsor las piernas de la joven se enroscaron en las piernas firmes de su amado. Él a horcajadas. Ella igualmente pero sobre él. Los dos unidos. Anudados. Uno frente al otro. Se miraron. Esperaron una reacción. Silencio. Cada músculo callado, pero tenso. En ella se avistaba curiosidad. En él perversidad. Algo estaba pasando. Pensó la joven. Nada. La calma. La pausa. ¿La tregua?
                Algunos minutos pasaron. Varios. Pero posiblemente no muchos. En una boca los dientes quedaron asequibles. En la otra estos mordieron los labios. Una respiración profunda. Aletargada. Pero justa en su medida. Sin ser guiado, la cúspide del falo del joven acarició los bordes externos del resquicio de la chica. Un jadeo. El ojo izquierdo de ella le hizo un guiño. El pene se retiró. Un lamento. La vagina comenzó su juego provocativo. Se dilataron sus pliegues y se contrajeron ante la mirada atónita de su amante. El pene comenzó a cimbrear bajo su libre albedrío. Y con un movimiento oscilatorio, adivinó la entrañable entrada maternal. Ella pronunció aún más la pelvis. Él se retiró. Nuevamente fue a la carga. Solamente la punta. Una ínfima parte miró al interior ardiente y jugoso. ¡Nuevamente se retiró!
                Una y otra vez como interminables fotogramas, el joven introducía y extraía su pene de la vagina de la amada. Al principio ella se lamentó, pero con la continuidad descubrió el sentido lúbrico de la situación. También él descifró el placer que andaba buscando en todo este tiempo, y siguió con su estrategia hasta agotar la mayoría de sus fuerzas. Sin orientarlo penetraba continuamente, por sí solo. Le introducía un ápice y, ella lo esperaba con todos sus ligamentos y nervios contraídos para que el visitante no se adentrase nada más que lo necesario, lo justo para un diminuto abrazo y, nuevamente a empezar. ¡Así, una y otra vez lo sacaba y metía! Los mismos milímetros dentro, pero no las mismas sensaciones que se inducían mutuamente alimentándose con la fricción y las múltiples ideas.
               ¡Yo, el que describe estos sucesos, no me encuentro cerca de la ventana, pero siento que dentro de mí, la vida fluye! ¡Tengo los vigores escaldados solamente al imaginarme que mi presencia  pueda irrumpir en el ventanal! 


CONTINUARÁ……………………………..

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