(CAPÍTULO
XXIX)
"LA
VISIÓN"
Lo que para el instinto no es
capaz de percibir, para el cuerpo será imposible de alcanzar. Nuestros amantes
han rebasado los términos de lo posible, y con sus desbocadas pretensiones intentan
llegar a la cumbre de un imposible. Cada una de las articulaciones que conforman
sus cuerpos están al día de hoy lubricadas, sus órganos centrados, las
motivaciones a flor de piel, y la mirada enfocada a las partes que normalmente
no se aprecian por la abundancia de prendas en el cuerpo.
Ahora necesitan con toda
seguridad pasar de la percepción olfativa a la contemplación visual. Él deseaba
estar al corriente de la forma exacta de los contornos y bordes de su amada. La
plenitud de su espalda. El arco de triunfo que comienza con el nacimiento de
su magnánimo culo para concluir en los
carnosos y exaltados muslos. ¡Indagar en el cuerpo desnudo de su amada que le
ha estado provocando con explosivas vibración!
La respiró. Tragó sus olores
más personales. Intimó con sus espacios prohibidos. Esnifó sus sudores y, ahora,
desea complacer su curiosidad con las peticiones más alocadas de sus ojos. Ella
pensaba lo mismo, y dispuso su materia para que el joven investigase sin
requisitos. Había llegado la hora de observar para dejar de fantasear. ¡Llegó el
instante de poner a prueba lo que llaman “el ojo clínico”!
¿Por dónde comenzaría el
reconocimiento? Un dilema que no le importaba demasiado al joven, aunque la
destreza la consideraba sumamente necesaria, para que su chica sintiese de a
poco la mirada penetrante, y todo el vigor desenfadado al intentar comérsela
con los ojos. ¡Era el momento justo de exhibir cada uno de los amantes sus
veladas posibilidades, para que el otro no dejase nunca de amarle!
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