(CAPÍTULO
XLVI)
A lo largo de la playa los
amantes continuaron su carrera al infinito y sus intenciones se mantuvieron
inalterables ante la posibilidad de una cúpula. Ella dialogaba a través de su
cuerpo con posiciones imposibles frente a la mirada de un modesto caracol que
no entendía el porqué de tanto exhibicionismo. Sin esperar una reacción del
amado y del molusco, redobló el paso, cogió impulso y saltó en dirección al
mar. Diana atravesó las aguas saladas y su cuerpo se sumergió entre las
rebeldes olas marinas que socorrió su virtud.
Desde la orilla el ardiente
caballero enfiló su lanza viril hacia el sosegado horizonte. La estrategia de
masturbarse con cada cambio de postura de su amada ahora no requería prontitud.
¡Ella permanecía entre la aguas con su
desnudez desafiando cada una de las leyes naturales!
__
¡Así es Diana, una sirena sumamente provocadora!
Álvaro introdujo las piernas
en el agua hasta la altura de las rodillas. Sus muslos quedaron separados, a
cierta distancia el uno del otro para que sus testículos tomasen el suficiente
oxígeno y respiro que necesitaban después del constante vaivén al que fueron
sometidos.
Él estaba seguro que si las
cosas continuaban de esta manera, en menos de un suspiro el esperma reparador
de paredes uterinas fluiría en desbandada hacia el inmenso mar salado.
__
¡La culpa de todo la tiene Diana!
Se decía Álvaro mientras
contemplaba la ondulante anatomía de su amada entre las olas. Diana se proponía
con todas sus armas provocar y nuevamente provocar la paciencia del hombre que
la complacía en sus más ínfimos desenfrenos. Con sus provocadores movimientos
ella intentó imitar el flamear de un delfín en celo.
Diana penetraba y salía de
entre las aguas dejando una estela de intenciones malsanas para los ojos de
Álvaro que amenazaban con salirse de sus órbitas. En uno de los saltos los
pechos de Diana quedaron expuestos al viento y la mano de Álvaro acentuó su porfiado
ritmo. Cuando el afinado culo de la joven se dividió en dos las intenciones del
caballero de la lanza en ristre perdió cualquier contención. El rojizo falo
bramía con toda pujanza para que lo dejasen en libertad y poder partir en busca
de la espléndida abertura de la amada que le atormentaba los sentido.
Diana vio que Álvaro estaba perdiendo el
control en la orilla, y no deseaba que las calenturas se sosegaran antes de
llegar a la cala. Se introdujo por completo una vez más en el mar con la
intención de mojar su melena y para relajar la embriaguez del amado. ¡Con su
cuerpo encharcado de los pies a la cabeza fue en busca del joven!
Él la esperaba con los brazos
abiertos para mostrarle su imponente avidez que amenazaba con conquistar su
piel por el espacio menos esperado. Álvaro deseaba penetrarla mirando al
presente con los ojos clavados en su apacible vagina de aspecto marino que
emergía sin pudor.
__
¡Te voy a poseer sin esperar nada a cambio! --afirmó reordenando cada una de
sus intenciones.
__
¡Por ahora dejaré mi vida en tus manos, y si quieres, llegaremos a la cala
caminando por las aguas!
Le contestó Diana a la vez que
abría sus piernas en dirección al perpetuo taladrador.
CONTINUARÁ...........................................