domingo, 21 de diciembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



                                                                                        (CAPÍTULO XLV)

                
                 Sin levantar demasiado las rodillas del suelo para no aturdir a sus reproductores órganos, Álvaro continuó a buen paso detrás de Diana, que cuando se dio cuenta que su amante la seguía a una corta distancia, comenzó la tanda de posturas eróticas-deportivas.
__ ¡El mejor pretexto para echar a andar la imaginación y lubricar el falo! --pensó Álvaro mientras frotaba su verga con el viento en su contra.
                 Diana le proporcionaba diferentes posiciones sin detener la marcha. Y él las recibía suspendiéndolas en la retina para utilizarlas en el momento justo.
                Era la primera vez que se masturbaba corriendo por la orilla del mar. ¡Una experiencia alucinante!
                 Entonces decidió que debía concentrarse en la belleza que se mostraba ante sus ojos, porque Diana con mil piruetas sobre la arena, siempre terminaba con el sexo expandido, abierto, para provocar las tentativas de Álvaro. Demasiado le gustaba la espalda desnuda de su chica, la disfrutaba con fervor, con todo el cabello alborotado retozando al viento a la vez que los cachetes del culo marcaban el compás a cada paso.
                Para nada es cómodo correr y masturbarse. Pero al dispuesto Ángel le cruzó un pensamiento, una teórica idea. Diana retardaba sus movimientos al cambiar de posición para dejar constancia de sus intenciones, intervalos fotográficos. Este fue el instante en que él decidió violentar al máximo la piel de su pene para dejarlo en estremecimiento. La idea sería continuar corriendo y, en el cambio de postura de Diana, utilizar este efecto para tomar la instantánea. ¡En ningún momento se detendría, al igual que Diana!
                 Los testículos de Álvaro caían y rebotaban de un lado a otro al igual que los pechos de Diana. Percutían sin parar, con destreza, con ritmo ancestral marcando el compás de las mejores intenciones. Pero lo más bello de todo, lo más sorprendente, fue la sincronización que se produjo entre los dos sin ponerse de acuerdo. Él enfocaba con su órgano y ella posaba. ¡El fotógrafo y la modelo!
                Álvaro observaba a Diana con cada postura adoptada, con cada determinación del cuerpo. Era el preciso espacio de tiempo para tomar su falo y disparar en dirección al cuerpo de Diana la ráfaga de movimientos continuos sin dejar que el brebaje seminal emergiese al exterior, pero a la vez sin dejar de correr.
                 ¡Diana por su parte hacía lo mismo! Sus piernas, su tronco, sus manos y sus órganos, inventaban el infinito de situaciones comprometedoras sobre la arena. Cualquier bañista presente hubiese alcanzado un orgasmo instantáneo con tan desenfada muestra carnal.

                Cuando los pasos eran constantes Álvaro sentía la fuerza del universo en su prepucio. Llevaba al frente la lanza retadora que con su rígida agudeza rompía el viento a medida que avanzaba. ¡El caballero Álvaro se sentía poderoso con sus pasos sobre la playa! Sus pies se hundían en la arena mojada y en cada caída sentía la constancia de sus músculos en tensión. ¡Su radiante tronco deseaba ensartar las carnes vibratorias de la temeraria dama en fuga! 

CONTINUARÁ................................................

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