(CAPÍTULO
XLV)
Sin levantar demasiado las
rodillas del suelo para no aturdir a sus reproductores órganos, Álvaro continuó
a buen paso detrás de Diana, que cuando se dio cuenta que su amante la seguía a
una corta distancia, comenzó la tanda de posturas eróticas-deportivas.
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¡El mejor pretexto para echar a andar la imaginación y lubricar el falo! --pensó
Álvaro mientras frotaba su verga con el viento en su contra.
Diana le proporcionaba
diferentes posiciones sin detener la marcha. Y él las recibía suspendiéndolas
en la retina para utilizarlas en el momento justo.
Era la primera vez que se masturbaba
corriendo por la orilla del mar. ¡Una experiencia alucinante!
Entonces decidió que debía concentrarse
en la belleza que se mostraba ante sus ojos, porque Diana con mil piruetas sobre
la arena, siempre terminaba con el sexo expandido, abierto, para provocar las
tentativas de Álvaro. Demasiado le gustaba la espalda desnuda de su chica, la
disfrutaba con fervor, con todo el cabello alborotado retozando al viento a la
vez que los cachetes del culo marcaban el compás a cada paso.
Para nada es cómodo correr y
masturbarse. Pero al dispuesto Ángel le cruzó un pensamiento, una teórica idea.
Diana retardaba sus movimientos al cambiar de posición para dejar constancia de
sus intenciones, intervalos fotográficos. Este fue el instante en que él
decidió violentar al máximo la piel de su pene para dejarlo en estremecimiento.
La idea sería continuar corriendo y, en el cambio de postura de Diana, utilizar
este efecto para tomar la instantánea. ¡En ningún momento se detendría, al
igual que Diana!
Los testículos de Álvaro caían
y rebotaban de un lado a otro al igual que los pechos de Diana. Percutían sin
parar, con destreza, con ritmo ancestral marcando el compás de las mejores
intenciones. Pero lo más bello de todo, lo más sorprendente, fue la
sincronización que se produjo entre los dos sin ponerse de acuerdo. Él enfocaba
con su órgano y ella posaba. ¡El fotógrafo y la modelo!
Álvaro observaba a Diana con cada
postura adoptada, con cada determinación del cuerpo. Era el preciso espacio de
tiempo para tomar su falo y disparar en dirección al cuerpo de Diana la ráfaga
de movimientos continuos sin dejar que el brebaje seminal emergiese al
exterior, pero a la vez sin dejar de correr.
¡Diana por su parte hacía lo mismo!
Sus piernas, su tronco, sus manos y sus órganos, inventaban el infinito de
situaciones comprometedoras sobre la arena. Cualquier bañista presente hubiese
alcanzado un orgasmo instantáneo con tan desenfada muestra carnal.
Cuando los pasos eran
constantes Álvaro sentía la fuerza del universo en su prepucio. Llevaba al
frente la lanza retadora que con su rígida agudeza rompía el viento a medida
que avanzaba. ¡El caballero Álvaro se sentía poderoso con sus pasos sobre la
playa! Sus pies se hundían en la arena mojada y en cada caída sentía la
constancia de sus músculos en tensión. ¡Su radiante tronco deseaba ensartar las
carnes vibratorias de la temeraria dama en fuga!
CONTINUARÁ................................................
CONTINUARÁ................................................
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