domingo, 21 de diciembre de 2014

¿CÓMO HACER EL AMOR EN UN SITIO INCÓMODO?



(CAPÍTULO XLVI)

                 A lo largo de la playa los amantes continuaron su carrera al infinito y sus intenciones se mantuvieron inalterables ante la posibilidad de una cúpula. Ella dialogaba a través de su cuerpo con posiciones imposibles frente a la mirada de un modesto caracol que no entendía el porqué de tanto exhibicionismo. Sin esperar una reacción del amado y del molusco, redobló el paso, cogió impulso y saltó en dirección al mar. Diana atravesó las aguas saladas y su cuerpo se sumergió entre las rebeldes olas marinas que socorrió su virtud.
                 Desde la orilla el ardiente caballero enfiló su lanza viril hacia el sosegado horizonte. La estrategia de masturbarse con cada cambio de postura de su amada ahora no requería prontitud.
                 ¡Ella permanecía entre la aguas con su desnudez desafiando cada una de las leyes naturales!
__ ¡Así es Diana, una sirena sumamente provocadora!
                 Álvaro introdujo las piernas en el agua hasta la altura de las rodillas. Sus muslos quedaron separados, a cierta distancia el uno del otro para que sus testículos tomasen el suficiente oxígeno y respiro que necesitaban después del constante vaivén al que fueron sometidos.
                 Él estaba seguro que si las cosas continuaban de esta manera, en menos de un suspiro el esperma reparador de paredes uterinas fluiría en desbandada hacia el inmenso mar salado.
__ ¡La culpa de todo la tiene Diana!
                 Se decía Álvaro mientras contemplaba la ondulante anatomía de su amada entre las olas. Diana se proponía con todas sus armas provocar y nuevamente provocar la paciencia del hombre que la complacía en sus más ínfimos desenfrenos. Con sus provocadores movimientos ella intentó imitar el flamear de un delfín en celo.
                 Diana penetraba y salía de entre las aguas dejando una estela de intenciones malsanas para los ojos de Álvaro que amenazaban con salirse de sus órbitas. En uno de los saltos los pechos de Diana quedaron expuestos al viento y la mano de Álvaro acentuó su porfiado ritmo. Cuando el afinado culo de la joven se dividió en dos las intenciones del caballero de la lanza en ristre perdió cualquier contención. El rojizo falo bramía con toda pujanza para que lo dejasen en libertad y poder partir en busca de la espléndida abertura de la amada que le atormentaba los sentido.
                 Diana vio que Álvaro estaba perdiendo el control en la orilla, y no deseaba que las calenturas se sosegaran antes de llegar a la cala. Se introdujo por completo una vez más en el mar con la intención de mojar su melena y para relajar la embriaguez del amado. ¡Con su cuerpo encharcado de los pies a la cabeza fue en busca del joven!
                 Él la esperaba con los brazos abiertos para mostrarle su imponente avidez que amenazaba con conquistar su piel por el espacio menos esperado. Álvaro deseaba penetrarla mirando al presente con los ojos clavados en su apacible vagina de aspecto marino que emergía sin pudor.
__ ¡Te voy a poseer sin esperar nada a cambio! --afirmó reordenando cada una de sus intenciones.
__ ¡Por ahora dejaré mi vida en tus manos, y si quieres, llegaremos a la cala caminando por las aguas!
                 Le contestó Diana a la vez que abría sus piernas en dirección al perpetuo taladrador.


CONTINUARÁ...........................................

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