(Capítulo
IX)
“EL OLFATO “
Hemos respirado profundamente y
estamos frente a la ventana. Nuestra pareja sentirá una sensación diferente,
que algo está sucediendo, pero en todo caso seguramente será un sentimiento
agradable. ¡Recuerden que la palabra hablada
está prohibida en este tipo de ejemplo! ¡Hablaremos sin necesidad de utilizar verbos
y metáforas! Desde este momento, los sentidos se pondrán en alerta y
establecerán inconscientemente un contacto coordinado entre ellos. Nuestro
ejemplo frente a la ventana es la mejor vía para invitar a nuestra pareja a
tomar y sentir el aire plenamente, como lo haríamos en cualquier otra ocasión.
Posiblemente intentará hablar,
y saber hasta dónde llegará esta situación, pero se lo impediremos con un gesto
de, no te impacientes, que lo mejor está
por llegar. Pondremos nuestro dedo índice sobre sus labios, con delicadeza,
pero seguros o seguras de nuestros actos, y ciertamente su boca vacilará,
entrará en la duda de besar, absorber, sentir, o apartar hasta otras zonas de
su cuerpo el dedo provocador que le ha despejado sus dudas y abierto cada uno
de los sentidos. Una negación con la cabeza, una complicidad con la mirada, o
una completa inhalación sobre la base de su cuello, valdrá, para olvidar por un
instante la palabra y entregarnos simplemente al espacio que nos invita a
pecar.
El olfato actuará de lleno como
un sentimiento reminiscente y todo será diferente, entraremos en otra dimensión
más allá de la acción de comparar olores y aromas. ¡Esto únicamente se logra
con una entrega sin límites ni condiciones!
Todo lo demás está controlado y
nos encontramos ante la ventana. ¿Qué podemos hacer después?
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