(Capítulo
X)
“EL
OLFATO
Después de sentir la fuerza de
los olores y hacer de la espera una virtud, comenzaremos por desnudar el cuerpo.
La forma o manera en que iremos renunciando a las vestimentas es sumamente
importante. Desde tiempos inmemoriales la humanidad hizo del vestuario un arte,
creando estilos y tendencias a lo largo de los siglos. El vestir sin saberlo
sentó las bases para provocar los sentidos en las relaciones íntimas. El desnudarse
se convirtió en un arte complejo y esperanzador. Dejar las carnes al
descubierto requiere mucha habilidad y un tanto de sensualidad.
Quisiera dejar esta acción de
desnudarnos a la sensibilidad de cada uno de vosotros. Recuerden que las prisas
no son buenas para nada, y que cada cosa lleva su tiempo y proceso. Debemos
sacar partido al instante, y experimentar con nuestra pareja cualquier
propuesta aunque parezca una locura a primera vista. La práctica continua y
renovadora nos lleva al exquisito espacio del virtuosismo. En todo, pero en todo, debemos entregarnos de lleno,
como si en ello nos jugásemos la vida. En ningún momento las ropas deben ser un
contratiempo. Si comprendemos su lenguaje podremos incorporarlo al instante
justo de la relación íntima con la pareja, las vestimentas serán un aliado al
que le podremos sacar un buen partido. Desde que en la mente nos formamos las
líneas corporales de nuestra amada o amado, hasta comprobar con nuestros ojos,
o en este caso el olfato, la realidad
de los armónicos contornos de la anatomía deseada, hay un período que se puede
alargar antes de llegar a la antesala de los juegos preliminares. Aunque
parezca todo lo contrario, no podemos actuar forzados o mecánicamente, las
energías como el deseo deben fluir de forma espontánea hasta el último minuto.
En este ejemplo en el que el
joven (chico, hombre, etc.) toma la iniciativa, como en el ejemplo contrario,
la chica, la mente juega un papel en ciertos momentos “traicionadora”. La lujuria se apodera de las terminaciones
nerviosas y actúa como un desencadenante egocéntrico y egoísta. A estas alturas
el hombre si está bien entrenado y en forma, su pene estará tan duro y tenso
que la piel se le hace escasa para su morfología. Esta potencia y apetito
desenfrenado debe ser utilizado con la idea de complacer a la persona que
tenemos enfrente.
Primeramente hay que volcar
las energías para que la pareja nos sublime, porque la atracción olfativa desde mucho antes entró en
juego con todo lo que comentamos en un principio. Después en la recta final, el
orgasmo será nuestro momento “culminatorio”,
pero no final. En mi mente y en mi actuación debe existir que mi chica (o
chico) se excite tanto que, los poros se dilaten, los bellos se templen, la
vagina se humedezca a gusto y que el simple roce de las piernas produzca un
chasquido provocador. En resumen, que todos los orificios pensables y
penetrables, se orienten al objeto del deseo. Vuelvo a insistir, la entrega
total y con todas las consecuencias, transforma los sentidos en superdotados. ¡Cada
uno de ellos, desarrollará una habilidad que los hará especiales!
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